martes, 31 de octubre de 2023

En La mansión olvidada (cuento de terror)

Como todos los años, les comparto este cuento de terror por Halloween.

Espero lo disfruten.


----- 

Si te acercas lo suficiente a sus terrenos podrás oír los pasos invisibles sobre los pisos de madera de La mansión olvidada. Sus tablas chamuscadas danzan al compás del viento que las levanta, creando un sonido siniestro y macabro que llama a la ruina, la muerte y desesperación.

La mansión alguna vez se consideró la joya más brillante de la ciudad. Fue instituto, jardín, templo y orfanato, donde lamentos de diferentes procederes originados por la Hermandad convergieron en el Gran Dolor que se vertía en ofrendas a dioses mudos y crueles que se solazaban con los sacrificios, que observaban a través de estatuas de pétreos ojos y gestos inexpresivos la sangre derramada, y escuchaban en sus oídos de mármol crueles ritos exigiendo su llegada.

Si te acercas lo suficiente podrás sentir a los inquilinos de La mansión olvidada. Sentirás sus rostros derretidos y putrefactos, sus lenguas bífidas y su respiración lenta y pesada siempre tras de ti. No importa que tan rápido te voltees, siempre sentirás su vaho pestilente, ese murmullo de palabras sueltas en idioma desconocido que retumbarán durante tus pesadillas más execrables y tus más plácidos sueños, y al despertar desearás que no exista un dios o un más allá donde sonidos tan blasfemos puedan tener eco.

Una noche, después de bendecirla, repartieron la carne y el vino. La carne era blanca, diáfana y su sabor gelatinoso. Cuando le tocó su turno, la niña le dio un tímido bocado que fue observado por Los Hermanos Mayores con decepción, mas no la reprendieron pues la comunión debe ser deseada. Tuvo ganas de vomitar, pero tomó un trago del vino rojo que la reconfortó limitándose a pasar la carne casi cruda al huérfano que tenía a su lado.

Nadie habló de esa noche como no lo hacían de las pasadas. Los llantos que escuchaban y los pisos que se manchaban con huellas de sangre solo podían ser evocados en pesadillas. La rutina de La mansión olvidada retomó lentamente, aunque nunca hubo una risa que rompiera su aire lúgubre y melancólico, pero los cuchicheos y murmullos le daban vida gris.

Fue a las pocas semanas que la niña vio cómo uno de sus compañeros empezó a rascarse. En un primer momento no le llamó la atención, pero de un momento a otro se arrancó la camisa de la pijama, empezó a frotarse con saña y se enterró las uñas como dagas en el pecho dejando surcos de carne viva sobre su piel, luego de lo cual fue a acostarse sobre la cama que teñía con su sangre.

Los sucesos se fueron repitiendo con mayor frecuencia y celeridad. Los Hermanos Mayores dejaron de frecuentar La mansión olvidada mientras niños y niñas, desde los más pequeños hasta los mayores, empezaron a rasgarse la piel como si les estorbara y se la quisieran arrancar. Había tanta sangre que ya no se distinguía el color del piso más allá de una gran alfombra roja que lo hacía ver como un vasto océano escarlata.

Lo que aterraba a la niña es que a nadie parecía importarle. Se acostumbró a ver personas con el agujero del ojo vacío, sin nariz ni labios pues se los habían arrancado. Ya en la mansión olvidada nadie dormía ni comía pues tales necesidades tan vulgares, tan mortales, no parecían ya ser bienvenidas y sus moradores solo trasegaban de un lado para el otro en procesiones individuales sin principio ni final.

Después de ver como una niña de no más de cuatro años degolló a un compañero cuyo único pecado fue tropezarse con ella, decidió huir. Ese hecho pareció despertar lo que había reemplazado a sus inquilinos pues a partir de ese momento los enfrentamientos a muerte se volvieron rutinarios y los cadáveres empezaron a amontonarse en los cuartos comunales, las capillas, patios y cocinas de la mansión olvidada.

La niña no quería morir y sabía que en el cuarto piso había un altillo con una cama donde a veces se quedaba algún Hermano Mayor. Atravesó cada uno de los rincones viendo cadáveres a los cuales les empezaba a salir moho como si fueran hongos y que le dio la impresión de que se movían muy lentamente a pesar de estar sin vida. Finalmente llegó al cuarto, aliviada de que no tuviera llave, se encerró en él y se solazó con la vista pues tenía una pequeña ventana desde donde se veían a lo lejos como perlas roja y nacarada el sol y la luna.

Logró arrastrarse hasta la cama y se acostó sobre ella viendo pasar a través de la pequeña ventana los días y noches. En el exterior solo se escuchaban gritos y sonidos inteligibles, en ocasiones golpes a su puerta que al momento se silenciaban. Lo peor eran las noches sin luna cuando sentía que seres sin forma ni piel, pálidas sombras de las personas a las que alguna vez amó, se arrastraban a través de La mansión olvidada.

Se fue marchitando lentamente. Sus uñas se fueron volviendo negras y se las fue arrancando como los pétalos de una Margarita, su cabello se empezó a caer por manotadas y su piel se volvió traslucida, empezó a tener pesadillas donde su cuerpo se convertía en algo aterrador y hermoso.

Empezó a sentir una punzada en la boca del estómago que ni el constante vómito con sangre lograba aliviar. Desesperada, metió la mano por su garganta aguantó las arcadas y empujó, sintiendo un dolor agónico hasta que atrapó la criatura inmunda que estaba asentada en su cuerpo. Pudo sentir como se despegaban los hilillos de su garganta, sus pulmones y estómago y la arrastró por su esófago sintiéndolo desagarrarla. Al sacarla pudo ver en su esplendor una especie de sanguijuela, una ameba negra asquerosa.

Si hubieras podido acercarte durante esos años a La mansión olvidada querido lector, habrías podido ver a la niña acunando a la sanguijuela contra su pecho impidiendo que escapara. A veces la dejaba sobre la cama y la acariciaba como si fuera una mascota, al tocarla sentía lágrimas caer sobre su rostro mientras una voz le prometía vida eterna y la transformación en algo más que la prisión de sangre, piel y vísceras que era su cuerpo. La niña cerraba los ojos y le parecía ver las montañas de cadáveres que se amontonaban en los pisos inferiores, sintiendo su agonía acercaba de nuevo a la sanguijuela contra sí.

Sintiéndose cerca del fin, la niña rezó con devoción para detener la locura que se extendía por la tierra. El día de su muerte sintió que sus plegarias habían sido escuchadas, esa mañana, dejó a la criatura encima de la cama, se despojó de la ropa y caminó hasta la ventana y la abrió por primera vez en años. Con tan solo el contacto de la piel con la luz solar su cuerpo empezó a incendiarse. La niña se entregó a su destino con una sonrisa sabiendo que la casa finalmente caería presa de las llamas.     

  Si te acercas lo suficiente a La mansión olvidada, haz caso omiso a los susurros y las miradas invisibles que te observan. Franquea las puertas en ruinas y sigue de largo a través de los cuerpos chamuscados de quienes alguna vez fueron sus huéspedes. Ignora las flores pálidas que brotan de sus espaldas y no las toques. Pasa los salones e ignora las risas mezcladas con llanto que escuches proveniente de sus sótanos. Sube los pisos teniendo cuidado de caer por los escalones quemados y los restos de madera podrida. En el último piso verás una puerta, si la franqueas una visión te sobrecogerá el alma: Un hermoso jardín con flores de todos los colores que no se marchitan y en el centro la figura de una niña chamuscada que parece arrullar a una extraña criatura con la dulzura de una madre. Si tienes la fortuna de ver esta imagen te pido que no des un paso más y con respeto te retires pues quizá ambas, madre e hija, criatura y niña quizá solo duermen soñando con volver, porque nada muere realmente dentro de las paredes de La mansión olvidada.




lunes, 31 de octubre de 2022

Sacrificios de piel (Cuento de terror)

Como todos los años, les comparto este cuento de terror para Hallowwen. Espero les guste.

T

------ 

El día había sido espectacular. El Parque de Atracciones resultó ser todo lo que Mamá prometió. Se montaron en los carritos chocones, el carrusel, un trencito, en la Casa del Terror donde a pesar de reírse al final, sintió miedo ante la oscuridad y los esqueletos que se les acercaban (‘son solo personas disfrazadas, Migue’, le dijo Mamá). También comieron hasta casi reventar: engulleron algodones de azúcar, caramelos, mazorcas y gaseosa. Mamá le recordó que solo por hoy, como premio a las buenas notas del colegio podía hacerlo, que era una ‘excepción’.

Pero ahora estaba frente a un desconocido. No recordaba en qué momento se había soltado de la mano de Mamá, solo que en cierto momento pasaron en medio de muchísima gente. Cuando se dio cuenta empezó a llorar y gritó, pero todo era engullido por los sonidos de la Feria, las risas y alaridos de los cientos de asistentes. No supo por qué, pero no se detuvo sino que siguió vagando a la espera de encontrarla, pero solo sentía el olor dulzón de la feria y veía los pies de los adultos que iban de un lado a otro.

Hasta que oyó una voz.

—¿Estás bien?

La voz era cálida y parecía ser amable. Miguel vio al desconocido. Era un hombre de baja estatura y barba corta. Tenía una camiseta de Spiderman y una gorra con la cara de Pikachú.

—¿Te gusta? —dijo al darse cuenta que el niño la miraba con insistencia.

—Mi mamá dice que no debo hablar con extraños —respondió Miguel con cautela.

—Y tiene toda la razón —replicó el hombre quitándose la gorra y poniéndola frente a él. —Hola, pequeño, hola Pikachu, mi nombre es Reinel.

—¿Reinel? —Miguel río— es un nombre muy raro….

—Pika Pika —dijo el hombre remedando al Pokemon y luego hablando con esa voz tan amable—. Tienen razón niño y Pikachú es un nombre rarísimo pero me lo puso mi mamá y por eso me gusta…a propósito ¿dónde está tu mamá?

Miguel no pudo evitar que un par de lagrimones cayeran por sus cachetes.

—Me perdí y no la encuentro.

—Lo siento mucho pequeño…ya sé, déjame ayudarte a buscarla, como soy más alto que tú seguro la encuentro más rápido.

—No sé…—dijo Miguel aún indeciso.

—Ya te dije que mi nombre que es Reinel, a Pikachu ya lo conoces, pero aún no sé tu nombre…

—Miguel.

—¿Ves? Ya no somos desconocidos. Mira, te regalo la gorra de Pikachú para que no tengas miedo. ¿Me dejas ayudarte?

El niño asintió levemente, tomó la gorra y cogió de la mano al desconocido.

—Mamá tenía un vestido rosa con flores, para que sepas cómo es —dijo el niño.

—Vestido rosa, flores, entendido. Pika, Pika —dijo remedando nuevamente a Pikachu.

Empezaron a caminar por todas las atracciones aunque a Miguel le pareció que se acercaban a la entrada del lugar. De repente oyó la voz de Mamá. Nunca la había oído tan desesperada, tan aterrada, gritaba su nombre pero el sonido era similar al de Magola, la perra de la finca cuando aullaba toda la noche.

—¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡ACÁ EST…

De repente sintió un pañuelo sobre su rostro y luego la oscuridad.

Voces, lejanas como ecos o susurros. No veía nada. Intentó levantarse pero estaba mareado y extrañamente el sonido del motor lo arrullaba.

—Si será idiota, Reinel. Casi se caga la vuelta.

—No me joda, Mocho. ¿Qué me iba a imaginar que la señora iba a oír al niño y nos iba a perseguir?

—Menos mal estaba cerca y acá no pasó nada…¿vio cómo rodó?

—Jajajajajajaja…. Qué rata, Mocho. Cómo gritaba la muy puta. Espero que el Patrón ya esté contento. Estoy mamado de hacer esto, ni que fuéramos niñeros.

—Bueno, bueno, órdenes son órdenes —medió Mocho—. Lo que no me gusta es ese puto indio. No sé a qué horas el jefe se dejó lavar la cabeza de ese estafador. A ver con que sale cuando los Tequeños sigan como si nada.

Su charla se vio interrumpida por el llanto de Miguel.

—Calme al peladito ese, Mocho, o le juro que lo reviento a golpes.

El aludido fue hasta donde el niño y le quito la capucha. Miguel tenía frente a él una cara hosca y deformada por acné que parecía infectarle el rostro. El extraño sacó un cuchillo

—Vea chino marica —le dijo acercando el arma a su rostro—. Si sigue gritando y jodiendo voy a buscar a su mamá, la voy a violar y luego le voy a sacar un ojo con este cuchillo. ¿Me entendió?

El niño asintió y aunque el llanto no cesó ahora era mudo.

Finalmente salieron de la ciudad y se desviaron hacia una pequeña casa en el campo. Hacía mucho frío pero el niño no temblaba solo por el clima. 

La casa apestaba a descomposición y muerte. Miguel vio horrorizado al entrar varios cadáveres de niños apilados en la esquina.  Muchos de ellos no tenían piel. Alguna vez, cuando vivía su papá, le mostró un conejo despellejado, tuvo pesadillas durante varios días, imaginando que su piel se desprendía de su cuerpo y como hasta la más mínima brisa ardía como fuego.

Quiso cerrar los ojos y pensar en Mamá. Mamá yendo a recogerlo al colegio, jugando a los policías y ladrones; Mamá acostándose a su lado cuando estaba enfermo o tenía pesadillas y susurrándole mientras le acariciaba la cabeza que todo estaría bien; Mamá con el viento revoloteando su pelo en el Parque de Atracciones y dándole un beso sin saber que sería el último.

Pero un empujón que casi lo tumba lo devolvió a la realidad. Avanzaba a través de dos hileras de sombras que lo observaban , finalmente llegó hasta un anciano en taparrabos que usaba una especie de piel amarilla sobre su cuerpo. Cuando se dio cuenta de qué se trataba se orinó en los pantalones. 

El viejo estaba cubierto de pieles humanas.

Miguel fue arrastrado a una especie de altar a cuyos pies había otros cadáveres con un hueco sangrante en el pecho. Junto a ellos podía ver varias mazorcas organizadas de forma ceremonial. 

Junto al hombre en taparrabos había otro de túnica roja que lo miraba con devoción.

—Axayácatl —dijo— ¿Con este último sacrificio terminamos el rito? 

—Tlacaxipehualiztli — respondió el otro molesto con una voz hosca como un ladrido—, así se 

llama la ceremonia. Y no temas mi Señor que después de hoy, mi Dios te favorecerá con abundancia y destruirá a tus enemigos. Te he mostrado un poco de su poder y has respondido, has invocado su nombre, has sacrificado en su honor, has bebido la sangre y devorado la carne. Eres digno.

—Gracias, gracias —respondió el hombre y empezó una especie de cántico extraño que tenía anotado en una hoja e insto a sus empleados a que lo siguieran.

El anciano tumbó a Miguel sobre una losa fría. Hizo que lo agarrarán de pies y manos. El niño empezó a retorcerse como una serpiente pero no podía soltarse de los brazos de sus captores. Le quitaron la ropa. Solo conservó sus calzoncillos de Bob Esponja. Gritó, lloró y pataleó pero todo era devorado por el canto y la algarabía. Finalmente el anciano alzó una mano y se hizo el silencio.

Empezó a canturrear 


Tú mi señor

Que diste de  comer al hombre por primera vez

Que arrancaste tu piel y te sacaste los ojos

Tú, dios de la fertilidad, el maíz y los sacrificios

DESPIERTA

Tú , dios desnudo, de la rabia y la renovación

Tú enemigo de la sequía y Señor de la Abundancia

DESPIERTA


Miguel vio como el anciano se callaba y agarraba una taza con un líquido rojo e inmundo y lo acercaba hacía él. Intentó quitar la cabeza pero varias manos se la sujetaron y le abrieron la boca. Pudo sentir como ese brebaje inmundo inundaba su garganta. Nunca había sentido tantas ganas de vomitar en su vida. Sentía el sabor de la sangre, unos granos de maíz y pequeños trozos de carne. Una extraña certeza se apoderó de él, eran pedazos de los corazones de los niños que habían estado sobre en esa misma losa antes que él.  

Su visión se nublo. Los cánticos volvieron y esta vez pudo oír que lo instaban a despertar. Sintió gozo y lo invadieron las ganas de reír, gritar y llorar. Vio al viejo que se acercaba esta vez con un cuchillo con punta de piedra. Sintió el filo de la obsidiana sobre su pecho que se abrió como una flor mientras la sangre manaba  y unas manos frías arrancaban su corazón. 

Y en ese momento, justo cuando debía morir sintió que lo observaban. Una presencia llena de muerte y vida, de rabia acumulada; una presencia milenaria que demandaba su sumisión pero a la vez le pedía que confiara en él. Un ser con hambre de destrucción que haría lo que él no podía. Se entrego a él.

El sacerdote Axayácatl le presentó el corazón humeante aún, al hombre que lo había contratado. Efrén Martínez, jefe del Cartel de los Chupas, lo aceptó y  empezó a apretarlo con fuerza hasta bañarse en su sangre y lamerla. Estaba tan embebido en su ritual que no vio como el anciano se retiraba en silencio hacia una esquina.

Tampoco vio como el cuerpo de Miguel se levantaba. La piel del rostro del niño se  desprendió hasta quedar como una máscara mal acomodada, sus ojos se reventaron dando espacio a unas cuencas que mostraban la desesperación de cinco mundos.

El niño se acercó al capo y tan pronto lo tocó su piel empezó a desprenderse, sus dientes se reventaron y sus uñas se cayeron. La sangre brotó de cada uno de sus orificios. Su cuerpo cayó marchito mientras el resto de asistentes se entregaban al pánico.

Mocho intentó sacar su arma y dispararle pero sintió como si un cuchillo le rebanara los dedos. Empezó a llorar pero sus párpados se pegaron hasta que sintió la voz del niño susurrándole palabras en un idioma que nunca había escuchado y luego sintió todos y cada uno de sus órganos estallar a la vez.

Reinel, Ferney, y los quince asistentes a la ceremonia intentaron escapar pero las puertas no abrían. Algunos suplicaban  por su vida, otros lloraban pero ninguno habría de salir de esa casa maldita. Los sonidos de muerte y desesperación aumentaron hasta que fueron cesando, convirtiéndose en débiles ecos de sí mismo.

Finalmente, la criatura, sin corazón pero viva, sin ojos pero que todo lo veía y con la piel colgante del rostro se hizo frente al anciano. 

Axayácatl se arrodillo.

—Nuestro Señor Desollado —gimió—. Perdone por despertarlo en un lugar tan vulgar como este. Pero lo he invocado. Le he conseguido un nuevo portador, un nuevo envase, y le he brindado a estos hombres, a estos guerreros, como sacrificio. Nuestro Mundo ha cambiado y lo necesita. Mi Señor, por favor déjeme enseñarle.

Xipe Tótec, Señor de la abundancia y la renovación, contempló a su súbdito. Avanzó en medio del mar de sangre que se extendía a sus pies y habló.

—Muéstrame —sentenció.

Y así anciano y niño se perdieron en las sombras de un nuevo amanecer.

jueves, 12 de mayo de 2022

39

Me sorprende el amanecer de estos 39 años pensando en dos cosas que pasaron recientemente. La primera de ellas ha sido la muerte de algunos conocidos muy queridos, mi tía Hayde, el papá de mi querido amigo José Iván Pazos, Don Homero Pazos y la de Doña Elvia, abuela del siempre amado y recordado Camilo Reyes, de Sergio y mamá de mi adorada Piedad. Ellos siempre fueron parte de mi niñez y adolescencia y su presencia siempre cercana y cariñosa ayudaron a ser de mí una mejor persona.

Hablaba con mi buen amigo CM Muriel de esto, de lo sorprendente de estas muertes y él, que es médico y por lo tanto vive es más consciente de la muerte que nos acecha como un ángel asesino (como canta Fito) me decía, “Pues claro huevón, eran personas mayores que tuvieron una vida plena, lo que pasa es que nosotros ya estamos envejeciendo” y como no darle la razón, lentamente las personas con las que crecimos van partiendo hacia esa gran nada donde eventualmente iremos todos dejando en nuestro corazón ese vacío y los gratos  recuerdos que nos acompañarán hasta el final.

Lo segundo que ocurrió es que he recibido una gran noticia que podría cambiar mi vida para siempre, no la comparto aún porque no es algo confirmado y por agüero prefiero esperar a que se concrete, le decía a mi hermana que me gustaría que mis papás estuvieran vivos para que estuvieran presentes en ese momento y era triste que nunca lo supieran, ella con su infinita sabiduría me decía que era cierto, que había sentido lo mismo cuando nacieron sus hijos, el dolor de la ausencia de los padres, la falta que le siguen haciendo.

Cumplo 39 años y los 40 me respiran en la nuca, los lugares donde crecí ya no son iguales, la ciudad de mi infancia ya no existe, como persona que vive en otro lugar diferente a su tierra natal nunca estaré en un lugar que podré considerar como ‘mío’ y la gente que me vio nacer que me amó y crío (mis padres, abuelos y mi siempre querida tía Helena) ya no están. El cuerpo empieza a sentir el desgaste natural, el guayabo ya dura más días, disfrutas más tiempo durmiendo que antes (me gusta pensar que lentamente el sueño eterno nos va reclamando de a pocos) y lo que antes no te hacía ni cosquillas ahora puede convertirse en una lesión de cuidado.

Pero, ¿saben qué? Me estoy gozando el camino, quienes partieron antes que yo viven en mi corazón y recuerdos y sus enseñanzas son el  faro que guía mi vida, espero partir antes que las nuevas generaciones (mis sobrinos) y que guarden de mí el mejor recuerdo. Disfruto del amor y el cariño de tanta gente que me quiere y me aguanta, todo hay que decirlo, disfruto de hacer ejercicio, leer, escribir, abrazar, besar, sentir la lluvia sobre mi piel, un atardecer, un viaje a un lugar desconocido, los libros que leo, las historias que creo cuando escribo; disfruto de mi trabajo, las lecciones que aprendo, las dificultades que me ayudan a ser un mejor ser humano. La vida sin duda es difícil, y mucho más si vives en Colombia donde el futuro es por decirlo menos es difuso y no sabes lo que te espera a la vuelta a la esquina pero sin duda a pesar de todos los problemas es precioso vivir porque la vida como dice la canción aquella es ‘un ratico’.

Como siempre agradezco a todos por estar presentes aquí, a la gente que me quiere, que me apoya, que como dije antes me soporta (muchas veces no tengo idea de cómo lo hacen), es por ustedes que sigo siempre adelante y le dan sentido a mi vida. Las palabras muchas veces son incapaces de describir todo lo que siento por ustedes, pero de verdad los amo y mucho,

Mi gran amigo Esteban Cruz me dice lo siguiente, “Vendrán cosas muy buenas…las mejores”, estoy convencido que así será, de momento solo nos queda celebrar la vida, cada segundo de vida que podamos respirar, vivir y amar que es lo que verdaderamente le da sentido a esta vida en este loco, loco mundo.

Gracias por todo. Los quiero.    





domingo, 31 de octubre de 2021

Bebé (Cuento de Halloween)

 Como todos los años les comparto mi relato de Halloween. Espero les guste.

-----

Bebé

I.

Contempla por la ventana un árbol mustio, sin hojas, sabiendo que a su alrededor todo está muerto, arruinado. Se lleva una mano al vientre, bebé se mueve, puede sentirlo crecer, alimentarse de su sangre, imagina a la criatura expandiéndose mientras la consume lentamente, no necesita verse en el espejo para saber que está en los huesos a excepción de la gigantesca barriga que se nutre de ella. Aprieta el bulto con fuerza mientras susurra: Te odio. Siente otro movimiento, podría jurar que se burla de ella.

II.

Recordaba su concepción. La noche de la luna roja bañaba a los amantes. Ambos estaban ebrios. No fue un acto de amor sino de dos criaturas que se desean con saña y rabia. Ella mordió su cuello hasta que broto sangre, dulce, dulce sangre, que bebió sin siquiera darse cuenta y en el momento del éxtasis cuando ambos gemidos se sincronizaron en uno solo agónico, un ave negra y majestuosa se estrelló contra la ventana del cuarto y solo pararon para ver en silencio como las entrañas del animal, rojas y amarillas, se deslizaban por el vidrio.

 

III.

Desde el día siguiente sintió que estaba embarazada, su instinto así se lo decía. Sus sospechas se vieron pronto confirmadas no solo porque su periodo se retrasó sino porque empezó a vomitar lo que comía, todo lo que ingería tenía el sabor de la carroña, la putrefacción, su sentido del olfato se agudizó y empezó a sentir el olor del sudor, el smog y el excremento animal de una manera que la asqueaba constantemente.

Aun así, el día que se hizo la prueba y salió positiva se sintió la mujer más feliz del mundo. Se compró un vestido especial y empezó a preparar la cena favorita de su esposo para darle la noticia. Ambos buscaban a bebé desde hacía meses y aunque la situación económica no era la mejor, era esperado con amor. Tarareaba un ritmo ligero mientras batía la salsa cuando sintió como si la rasgaran desde dentro, era el primer movimiento que bebé hacía, pero la obligó a sentarse y tomar aire mientras, sin saber porqué, empezó a llorar como una niña pequeña. No fue sino hasta mucho más tarde que cayó en cuenta que justo en ese instante, 6:15 de un 12 de junio, en que bebé se desperezaba, Juan Manuel era arrollado por un camión y su cabeza se abría en dos contra el pavimento matando sin contemplaciones al futuro padre.

 

IV.

Su mamá se mudó con ella para acompañarla durante el embarazo y el duelo. El seguro de vida de Juan Manuel la cubriría por algunos años y mejor así porque se sentía constantemente cansada como si drenaran su energía.

Pronto se dio cuenta que algo extraño ocurría pues su madre empezaba a verse cada vez más agotada. De la mujer llena de vida que se mudó solo quedaba una sombra, un esqueleto con carne, que trataba de animarse a pesar de que había algo o peor aún alguien, que la consumía. Ella sólo sonreía y decía que quizá era la edad, que con dormir un poco más estaría mejor. Pero tenía la mirada de una mujer muerta que da sus últimos estertores y que suplicaba ayuda sin decirlo. La echó de la casa después de una pelea terrible donde afloraron viejos rencores. Uso cada frase como una daga que sabía que podía herirla de formas indescriptibles. Cuando se marchó para no volver y ella la vio partir por la ventana con tristeza sintió a bebé moverse frenéticamente otra vez.

Esta vez no tuvo dudas, la criatura celebraba.

 

V.

Al poco tiempo empezaron las pesadillas. Comenzó con los sonidos. Un llanto que la acompañaba tan pronto cerraba los ojos. No era bebé ya que bebé no lloraba, sino que chillaba, demandaba. El sonido era más como un coro de gritos que explotaban en ese murmullo maldito que oía toda la noche como la gota de agua que perfora la roca, una y otra y otra y otra vez, por lo que muchas veces prefería pasar la noche en vela y dormir por breves lapsos, todo con tal de evitar el condenado ruido que le sobrecogía el corazón.

Pero a pesar de su voluntad el cansancio la doblegaba, bebé imponía su voluntad, como si la marioneta, una maligna y oscura, dominara a su creador.

Después del sonido siguieron las visiones.

Veía una llanura completamente devastada por el fuego, podía sentir el olor de la sangre, la dulce, dulce sangre y el sabor de la ceniza, el llanto era ahora incesante y sonaba como el zumbido de miles de abejas. Divisaba montañas de cuerpos calcinados y amontonados como costales, algunos aún se movían muy lentamente. También veía hileras de crucificados que reían maniáticamente enloquecidos por un sol negro.

Sin embargo, lo peor era el cortejo. Comenzaba con la música que sobrepasaba incluso al zumbido sollozante y era una mezcla de tambores y voces guturales, luego de lo cual veía a los hombre de oro y rojo, un sinfín de seres deformes y contrahechos que gruñían y exigían alabanzas aplastando los cráneos y cuerpos que se cruzaran en su camino,  al final en un palanquín rodeado de cortinas violetas y escarlatas llevado por cuatro jorobados iba El Devorador de vida, el que fue profetizado, El Heraldo del sol negro y la luna roja pero ella sabía que simplemente era bebé que contemplaba su reino. En ese momento, justo cuando iba a correr las cortinas para ver lo que se ocultaba tras el telón, despertaba.   

 

VI.

No dejaba de preguntarse si el embarazo sería un infierno de nueve meses solo para ella o si le ocurría a todas las mujeres. Día tras día las náuseas aumentaban y las paredes de su estómago crecían sin parar haciéndola ver deforme como monstruo de película, lo peor era cuando sentía al fruto de su vientre moverse, arrastrarse en su interior, lo sentía como un parásito inmundo que se alimentaba no solo por la placenta sino también de las lágrimas, el cansancio y el odio.

Un día, incapaz de sentir aguantando las pesadillas se dirigió a la cocina dispuesta a terminar con todo. Bebé pareció adivinar lo que se proponía porque se sintió muy pesada, las várices en sus piernas palpitaban hasta que empezaron a estallar y ni aun así se detuvo dejando a su paso una estela de sangre. Llegó hasta un cajón y sacó el cuchillo más afilado que encontró, lo apuntó a su barriga.

Bebé empezó a moverse, hazlo, hazlo, parecía decir sin voz. Agarró el cuchillo con ambas manos dispuesta a atravesarlo muriendo ella misma en el intento. Pensó en el cortejo y los cuerpos incinerados. Iba a acabar todo. Sus manos empezaron a temblar. Bebé era malo lo supo desde el mismo momento de su concepción. Las lágrimas ardían como ácido cuando se deslizaban por su rostro. Si ella no lo terminaba su visión se haría realidad. Le pareció ver a Juan Manuel acariciando su rostro. Le pareció verse cargando a Bebé mientras él la acariciaba. El cuchillo temblaba y su cuerpo se bamboleaba mientras el engendro se movía inquieto en su prisión de carne. Soltó el cuchillo. Vomitó una especie de baba verde. No podría matarlo mientras estuviera en su interior. La criatura dejó de agitarse.

 

VII.

Sigue contemplando el árbol mustio. La vegetación ha muerto y todos los días ve frente a su portón animales muertos: Ratas, gatos pequeños, pájaros, tan solo se acercan perros callejeros y salvajes que devoran los restos putrefactos de los cadáveres. Sabe que hoy es el día. Por la tarde fue el eclipse, el sol negro y esta noche la luna será roja como la noche de la concepción.

Se queda dormida y la despierta una punzada de dolor. Nunca ha sentido tanto en su vida. Decidió que no iría a ningún hospital y que si es el destino que ambos mueran desangrados así será, pero bebé quiere salir, le destroza el cuerpo y el alma. A trompicones logra dirigirse al cuarto que le tenía al recién nacido. Se tumba en medio de muñecos de felpa que la observan fríos como juzgándola. Le parece oír los tambores y las voces guturales cada vez con mayor fuerza.

Puja sin querer hacerlo, lo único que desea es que bebé muera antes de ver el exterior, que se ahorque con el cordón umbilical o que dios detenga su corazón maligno, padre por qué me has abandonado grita mientras sigue pujando, no quiere tener que matarlo una vez lo haya parido, debe hacerlo, estrangularlo o acuchillarlo tan pronto abra los ojos, no sabe si tenga la suficiente fuerza.

Puja. Respira. Puja. Respira.

El grito final se interrumpe por un llanto. Es el chillido de un depredador. Finalmente lo ha logrado. Ve a bebé. Es una niña.


Nía,  Devoradora de vida,

La que fue profetizada,

La Heraldo del sol negro y la luna roja

Emperatriz del caos

Diosa de la destrucción…

… susurra el viento.

 

Nía extiende sus manitos buscando protección, está completamente indefensa. Sus ojos se cruzan. Gris contra azul. Madre sabe que su hija trae la aniquilación y el caos y que ella será su primera víctima pero es bebé, su bebé y la ama con la misma intensidad que la odia. La toma y la acuna contra su pecho mientras siguen siendo bañadas por la luz tenue de la luna roja.






viernes, 26 de marzo de 2021

A mi tía

 Hay una anécdota que mi tía solía contarme cada cierto tiempo. Yo había nacido hace poco y ella quería abrazarme o besarme pero no se lo permitieron debido a una tos que tenía por fumar . Ella que quería consentir al primogénito de su hermano adorado apagó el último de los cigarrillos que fumaría en su vida. Cada vez que cumplía años me recordaba que llevaba diez o veinte o treinta o los años que yo cumpliera de vida sin fumar.
Nunca terminamos de conocer del todo a las personas que amamos ni ellas a nosotros. Quizá podrían hacerlo nuestros padres que nos conocieron desde el principio, pero lo más probable es que mueran antes que nosotros. Amigos, pareja e hijos llegarán en un momento en que nuestra historia ya está empezada y muchos de ellos se irán en el momento menos pensado. Somos un enigma: qué tantos secretos, dolores, alegrías y misteri
os esconde el alma humana en donde incluso nosotros mismos somos incapaces de reconocernos en el espejo y saber quiénes somos en realidad.
Pensaba en todo esto por mi tia. Helena Fernández Bonilla, es una de las mujeres que más he amado en mi vida. Podría hablar de ella por horas y sería incapaz de abarcar más que ese universo que compartimos juntos, del amor de tía y sobrino, tan íntimo. No puedo hablar de ella como madre, amiga, hermana, hija, más allá de lo poco que pude ver que es tan pequeño como un copo de nieve durante una nevada. Quienes la conocieron quizá tenga su propia imagen de ella, cada uno guarda una Helena en su corazón y recuerdos y no es mi intención abarcarla en todas sus dimensiones sino simplemente hablar de la tía que conocí.

Es difícil recordar una época de mi vida donde no estuviera. En los momentos más importantes estuvo presente. Se me ocurre por ejemplo mis cumpleaños cuando era niño, mi grado del colegio, tengo especial recuerdo por los seis años de mi hermana en su magnífica casa en Ciudad Jardín, en la fiesta sorpresa que le hicimos a mi mamá cuando pensamos que la pesadilla del cáncer había pasado….pero también estuvo presente en los momentos difíciles, dura y valiente como un roble, cuando mi papá murió y lloramos en una noche sin estrellas ni fin, la despedida de mi mamá cuando partió a una muerte segura y así mil momentos más, siempre presente, nunca ausente . Con una palabra, un beso, un consejo.
Mi tía, y debo decirlo ahora, no era una mujer sencilla. Tenía un temperamento difícil, pero voy a confesarlo ahora, no era algo que me molestara sino algo que siempre admiré. Me gustaba y sé que a mi papá también lo hacía que peleara tanto. Incluso cuando no tenía la razón, incluso cuando se equivocaba.
Decía que no terminamos de conocer a las personas del todo, pero pude observar a través de pequeñas rendijas del día a día algunas facetas de ella. La mujer que vivió 55 años con el esposo que eligió, a la madre amorosa con Fercha y Jaime A que son su fiel reflejo, seres humanos valientes y bondadosos. Sé que como mi abuela siempre intentó ayudar al más desfavorecido, a quien lo necesitara. A través de los años siempre pude ver una mujer alegre, vital, de buen humor, (cómo amo su risa y su voz) amiga de sus amigas y orgullosa de su sangre, familia y linaje.
Por lo general cuando alguien muere enmarcamos tantas cualidades que se suele decir que ‘no hay muerto malo’ y podría decir tantas de mi tía que no pararía. ¿Ignoro sus errores? Por supuesto que no, sé muy bien cuáles eran, pero no vale la pena quedarse en ellos, así como no vale la pena quedarse con los dos últimos meses de su vida. No vale la pena pensar en la mujer después de la operación, en la prueba de hiel para su familia que vio su llama apagarse de manera lentamente hasta el final. Para mí, mi tía es la mujer que siempre me recibía mis llamadas con un ‘Hola Tulin’, la que quiso a mi papá como ningún otro ser humano lo hizo, que amó a mi hermana con la misma intensidad que a mí, la mujer que se llevo a vivir a la Nana, mi negra hermosa, como una reina después de su justa jubilación, la abuela y tía abuela orgullosa de las nuevas generaciones, la mujer que no solo hablaba de su dios sino que lo intentaba aplicar en su vida cotidiana.
La última vez que la vi, y no me refiero a este triste momento, fue hace un año. Antes de la pandemia. Como siempre hizo que me quedara en su casa donde fui consentido y querido, al igual que siempre lo hacía. Un día antes de partir me pidió que la acompañará a hacer varias vueltas. Fuimos al banco, luego a mercar, a dejarle plata a un ancianato para ayudar a una pobre viejita, luego a comprar una biblia para un regalo a no sé quién, recuerdo que en un momento la vi tan linda pero a la vez tan vulnerable que pensé que la amaba con todo mi corazón. Y así era. Y así es.
Recuerden a mi tía, con sus luces y sombras, pero guárdenla en su corazón y siempre que piensen en ella que sea en el amor y los buenos momentos hasta que llegue el momento inevitable en que nos reunamos con ella.
Gracias por tanto. Espero ser tan buen tío con mis sobrinos como lo fuiste conmigo.





sábado, 31 de octubre de 2020

Akelarre

Cómo todos los años les comparto un relato de Halloween, espero les guste.

T

-------

Akelarre

Criaturas del infierno ,espectros sangrante, brujas del Walpurguis, zombies, demonios y políticos no dejaron de reunirse el 31 de octubre a la Convención Demoníaca (CD) dirigida cómo no por su anfitrión el demonio Belcebú (Belce, para los amigos).

Luego de buffet consistente en sangre bien añejada traída de los cinco continentes y carne humana (dónde podían escogerse desde las más grasosas de gringo con obesidad mórbida hasta la opción fit de niño somalí desnutrido) se sentaron a discutir el tema que los había reunido: El ingreso de nuevos miembros.

-Señores -dijo grandilocuente Belce- les presento, al nuevo integrante, el futuro del terror y trajo a su lado al nuevo espectro.

Era un millennial. Cómo lo indicaba la nueva moda llevaba un tapabocas con diamantes y una apariencia androgina e inclasificable, no levantó la cabeza pues estaba tuiteando desde su flamante Iphone y se limitó a alzar con rapidez una mano a forma de saludo antes de seguir trinando.

-Perrrro qué clase de brrroma es esto???? -preguntó el Conde Drácula con su acento rumano de erres arrastradas- ¿Esto es un hombrrrre o una mujerrrr?

-Me ofendes , boomer -dijo la criatura con los ojos fijos en la pantalla- ¿Qué no eres tú el que mantiene mordiendo cuellos ajenos? Se me hace como de alguien que no ha salido del closet ..hello...

-Georgie, georgie tiene razón -acotó el payaso riendo mientras jugaba con su globo rojo.

-Mirrra quien habla....podrrre serr lo que sea, perrro no me derrrotaron un grrrrupo de adolescentes.

-Uuuuuhhhhhh - dijo el mago tenebroso.

-Georgie, Georgie -le respondió el payaso enojado -A mí me venció un GRUPO de adolescentes pero fuiste tú vencido por UNO SOLO con el que estaba obsesionado!!!! ¡Y no pudiste vencerlo porque andabas tan drogado que hasta la nariz perdiste por tu adicción a la coca!

-¡YA BASTA! -gritó Belce.

-¡Au! ¡Au! ¡Au! ¡Auuuuuuu! - aulló el hombre lobo.

-Por todos los diablos .. ¿que nadie se va a ocupar de Firulais? -gruñó Freddy mientras le lanzaba un poco de galletas para perros.

El hombre lobo lo miró con odio y le gruñó pero se abalanzó sobre la comida y luego se fue rascándose la oreja con una pata.

-Buaaaaaaaaaa!!!!! Buaaaaaa!!!!! Mis hijos, mis hijos.... -chilló la Llorona, pero viendo al nuevo invitado se secó las lágrimas, sacó un cigarrillo y mientras daba una calada pensó- pero bueno, si también pienso que si mis hijos fueran así como este chamaco mejor ni los sigo buscando.

-Mmm mmmm mmmm.... -

-Señor Jason Vorhees, si no se saca la máscara no le vamos a entender lo que dice, que no todo pueden ser machetazos.

El engendro se quitó su característico atuendo, se aclaró la garganta, tomo agua y dijo.

-Apreciado y excelso líder de la maldad , disertaba conmigo mismo en qué podría aportar este nuevo copartidario en el fino arte de generar horror en los mortales.

-Excelente pregunta señor...Coco, ¿quisieras por favor hacer un poco de tu  "magia"?

Coco dejo de mascar su chicle, trinó algo más y se quitó el tapabocas luego de lo cual tosió de manera desganada. Al rato solo se escuchaban 'ay' de dolor , toses, sollozos y hasta chillidos por parte del hombre lobo.

-Bueno Covid-Coronavirus creo que hay quórum para tu ingreso . ¡Bienvenido!

-Whatever .... -dijo el nuevo engendro poniendo los ojos en blanco y volviendo a fijarse en el celular.

jueves, 28 de mayo de 2020

Microcuento (IV)

Vejépolis

-¿Vos estás hablando en serio, Evaristo?

-Que sí, Rosa, que sí...

-Entonces simplemente vas a salir a la calle y ya...

-Y ya.. me cansé de estar encerrado.

-Pero Evaristo, los viejos nos tenemos que quedar encerrados en la casa, somos población de riesgo.


-¿Y? Tengo 80, ya viví lo que tenía que vivir, no voy a pasar los últimos días de mi vida como si
fuera un preso, ¿Acaso no extrañas el viento, el sol? ...

-¿Y los muchachos? ¿Y los nietos?

-Ya están muy viejos y les enseñamos bien. Sabrán vivir sin nosotros.

-¿Y la policía?

-¿Y qué van a hacer? ¿Matarnos antes de que lo haga el virus?

-¡Espera!

-¿Qué pasó ahora?

-Voy contigo -dijo Rosa

Salieron a la calle y lo que vio les sorprendió...la calle estaba repleta de viejos agotados del encierro, dispuestos a vivir una vez más a plenitud, brillando como una supernova antes de extinguirse, mientras los más jóvenes poseídos por el miedo se marchitaban en sus casas cada día un poco más más. La calle, el mundo, era suyo, como siempre debió ser.