jueves, 31 de octubre de 2024

La otra y yo (Cuento de terror)

 Como todos los años, les comparto este cuento de terror por Halloween.

Espero lo disfruten.

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Para May,


La otra vive en mí. Me consume y devora. Mi existencia se marchita como la más fugaz de las flores, mi sangre la alimenta y mi alma le da forma, aunque le repugna a la vez. La otra habita en mí del mismo modo que yo en ella en una espiral de vida y muerte, muerte y vida.

La primera vez fue consciente de ella al tocarse el vientre y percibir una sensación extraña en su ombligo. Una sensibilidad extraña, como si sus dedos fueran témpanos de hielo. Los retiró con rapidez, pero volvió a ello como un niño que acaba de perder un diente de leche y hurga el espacio vació con la lengua de manera repetitiva y frenética.

Cada roce era un corrientazo indescriptible que la hacía estremecer. No sabía si sentía miedo, excitación sexual o un deseo irrefrenable de repetir ese tacto helado de sus manos sobre su vientre cálido. Las semanas siguientes estuvo viviendo una especie de frenesí donde tocaba su cuerpo y lo exploraba de una manera desconocida para ella, hasta quedarse dormida.

Todo cambió una mañana al despertar, cuando comprobó horrorizada como su dedo estaba completamente húmedo, bañado en una especie de saliva repugnante. Con temor, acercó su dedo a su vientre, al ombligo, al que creyó ver palpitar y sintió el impulso de llevarlo allí, de inmediato su ombligo pareció abrirse y empezó a succionar su dedo con la misma fruición que un recién nacido mama del pecho de su madre.

Siento que la otra germina en mí. Saldrá como una flor, desgarrando mis órganos y usando mi piel como pétalos que adornarán su nacimiento.

Se dirigió al hospital público que le correspondía. El letrero a la entrada decía Nuestra Señora del Consuelo mientras las gotas de una lluvia negra caían de manera incesante. Entró y le pareció oír un débil quejido al ingresar. Pudo ver una fila casi interminable de pacientes y un olor a sudor y sangre seca que casi la hizo vomitar. Algunos de los cuerpos hacían fila de pie, otros sentados y algunos acostados donde exhalaciones casi imperceptibles demostraban débiles señales de vida.

No supo por cuántas horas o días hizo la fila, al cabo de un tiempo perdió la noción del tiempo y al poco rato su celular dejó de dar señales de vida. Con rabia lo arrojó al piso y en un impulso lo pisó, el aparato hizo un ruido casi humano de tristeza como si estuviera sollozando. La fila se movía de manera paquidérmica, era consciente del paso del tiempo por el calor del día o el frío de la noche, pero nada más. A cambio del sol, la luna y las estrellas su existencia se iluminaba únicamente por las luces titilantes y depresivas de los bombillos pálidos.

Finalmente llegó a la recepción donde una mujer que parecía mucho más enferma que el resto de pacientes la miraba con indiferencia. Su labial parecía una mancha de sangre seca sobre su boca y sus dientes amarillos era como albergaran a cientos de gusanos. La escuchó, le pidió que se levantará la camisa y pasó un dedo por el ombligo, a la otra no le gustó la presencia intrusa de esa falange,  quiso pedirle a la recepcionista que se detuviera pero antes de que lo hiciera la otra como si tuviera una cuchilla en el vientre rajó el dedo intruso.

La enfermera no se inmutó y empezó a anotar en su libreta un par de cosas sin importarle la sangre que manaba como un pequeño arroyo empañando la tinta. Luego, como si no fuera lo peor que hubiera visto en su vida, le dio un par de pastillas y le pidió que esperará a que la llamaran.

Empezó a deambular en las salas del hospital, cada vez internándose más en la edificación que la devoraba con gusto. Empezó a ver las baldosas sucias y a las cucarachas y ratas reptando por los pisos y paredes. ¿Siempre habría estado así el lugar? O solo siendo uno más de los residentes era como lo veías en realidad. Desnudo.

A veces, contemplo mi vientre, lo noto abultado. Me parece escuchar gorgoritos desde su interior. Me pregunto cómo es la otra, qué piensa. Nunca lo sabré, ahora comprendo que no la pariré, ni se separará de mí estamos unidas por la carne y la sangre.

Los días en Nuestra señora del consuelo son idénticos el uno al otro. Los gritos de dolor y miseria se sobreponen a los murmullos que fungen como diálogos. Desde su construcción la luz del sol no toca las paredes pútridas ni los pisos donde los pacientes se recuestan para descansar sin saber que muchos de ellos no se levantarán de nuevo.

Nunca se ve un médico en el lugar, tan solo los enfermeros, siempre con tapabocas, siempre con una especie de deformidad que ocultan con sus batas y que solo es evidente en su pesado caminar, están presentes recogiendo los cadáveres del piso, llamando a los pacientes elegidos que serán atendidos. Los escogidos avanzan con miedo sin saber si hubiera sido mejor no haber sido llamados, con el terror de no saber lo que hay detrás de la puerta tras la recepción.

Ella sentía que la otra se manifestaba cada día con mayor fuerza. Cada cierto tiempo se levantaba la blusa y creía ver una especie de rostro que se formaba en su estómago, un par de surcos que se habían formado en la parte inferior de sus costillas se veían como unos ojos oscuros sin pupilas y había empezado a aparecerle una especie de pelusilla inmunda que parecía una especie de pelo quebradizo y grasiento. En cierto momento, dejó de luchar con ese sentimiento de repulsión y rechazo que fue reemplazado por uno de curiosidad por saber qué pasaría a continuación y en qué momento la otra tomaría total control sobre ella.

Pronto empezó a familiarizarse con varios de los internos. Estaba Rosa quien tenía un extraño picor por su piel que ningún tratamiento lograba aliviar, lo único que podía hacer era clavar sus uñas en su rostro, en sus manos y en su cuerpo y empezar a arañarse cada vez más y más profundo hasta tener la piel en carne viva momento en que pasaba a otra parte de su cuerpo donde los dedos hurgando la piel reemplazaba el dolor con algo similar al alivio.

Manuel tenía un cuchillo clavado en su rostro. La empuñadura entraba por la parte trasera de la cabeza y la punta salía justo bajo el ojo izquierdo al lado de la nariz. Era un milagro que estuviera con vida, aun así la recepcionista aplazaba su ingreso día tras día, a pesar de lo cual no perdía el optimismo aunque llorara por la noches cuando creía que nadie lo veía.

Y estaba Amalia quien decía escuchar voces. Lo curioso es que cuando estabas demasiado cerca de ella parecías oír el ruido de la estática como un radio viejo que no ha sintonizado aún una emisora, si permanecías el suficiente tiempo a su lado oías ruidos similares a voces solo que demasiado tenues y suaves, aunque agresivas, para comprender lo que decían.

Lo peor eran las pesadillas. Nunca era consciente en qué momento el cansancio la vencía y se quedaba dormida en los pisos fríos del hospital. No recordaba exactamente lo que soñaba, solo que sus sollozos la despertaban para volverse a dormir casi de manera inmediata y volver a ese reino inerte de pesadillas. Hubo una ocasión donde alcanzó a tener seis seguidas antes de proponerse no volver a dormir nunca más.

Veo los cuerpos de mis compañeros inconscientes en el piso. En la madrugada parecemos todos muertos. Cuerpos que se lamentan y adornan las baldosas de este maldito lugar. Temo a estos cuerpos, a sus enfermedades, pero no tanto como le temo a la otra. Dios mío, cuánto tiempo permaneceré aquí antes de perder por completo mi mente.

Había ocasiones donde la situación se volvía más o menos tolerable. Una vez, cansada de su olor a suciedad, sudor y fluidos, le pidió a sus amigos que la ayudaran a bañarse. No había duchas en ese lugar, pero entre todos empaparon papel higiénico que restregaron contra su vientre mientras que La otra se dejaba consentir y su cuerpo parecía ronronear de satisfacción.

Sin embargo, Amalia no se sumó a ese grupo. Conforme pasaban los días y el insomnio la afectaba empezó a sentir como su compañera la acechaba. En la penumbra de los bombillos titilantes, le parecía sentir sus ojos inyectados en sangre como una depredadora sobre ella.

¿Cuánto tiempo llevaba en ese lugar? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? Le parecía curioso que aparte de la necesidad de dormir no tuviera apetito, que aparte de los cuerpos inertes y las voces ocasionales que llamaban por un paciente no hubiera más movimiento en el hospital.

¿Soy real o tan solo una extensión de la otra? La siento crecer cada día en mi interior y siento que está a la espera que pase algo. Sé que me desea, quiere tener el control de mi alma y solo dios sabe lo tentada que estoy de entregárselo, siento la cabeza embotada y los párpados me pesan. Estoy en los huesos a excepción de mi vientre abultado y rozagante. Quiero huir, morir, pero me aterra pensar en lo que ella pueda hacer.

Esa mañana sintió que estaba al límite de sus fuerzas. Se arrodilló y a pesar de los esfuerzos de Rosa y Manuel estaba dispuesta a quedarse allí hasta que todo hubiera terminado y así habría sido de no sé porque con el rabillo del ojo vio como Amalia se acercaba. Caminaba de forma amenazante y supo que ocultaba una cuchilla bajo la manga.

Antes de darle tiempo a que reaccionara se abalanzó sobre ella. Amalia no tuvo tiempo de reaccionar ni de sacar la supuesta arma. Empezó a golpearle el rostro con sus brazos raquíticos, pero sin pausa, y fue en ese momento que sintió como la otra le hablaba sin palabras.

Aliméntame.

Acércame

Se quitó la camisa y acercó su vientre a la cara aterrada de su rival, La otra mutó su ombligo en una especie de sonrisa macabra que se abrió mostrando cientos de pequeños colmillos que desgarraron el cuello de Amalia.

La otra bebe de la sangre pero yo ya no estoy en ese hospital. Mientras mis manos y mi vientre acaban con su existencia, mi mente está en otro lugar. Lo he recordado todo. Ahora me encuentro de vuelta en ese cuarto, tantos años atrás. Sola. Él ya se ha ido. Y el otro ha muerto. Había olvidado el dolor de su muerte. Ya sanará decían las enfermeras. Es joven y podrá intentarlo de nuevo decían otros, pero la verdad es que el dolor nunca se fue. Ni se irá. Estoy vacía. No existe la otra, solo soy yo intentando llenar un espacio que no existe más allá de mis más delirantes anhelos.

Cuando vuelvo a ser consciente del hospital veo a Amalia con la mirada ida del difunto y mi vientre untado de su sangre, pero también siento otro líquido que se mezcla. Lágrimas. ¿Mías o de ella? No importa. Un sonido que suena como un zumbido taladra mis oídos, siento que me levantan y sé que finalmente me llaman para la consulta.

Inicio el camino a la recepción y siento emerger de los infiernos con cada pasillo que recorro de vuelta. Finalmente estoy frente a la recepcionista que me mira con una sonrisa que deja ver su dentadura pútrida, sin embargo, sigo de largo y abro la puerta del hospital franqueando la puerta de salida.

La otra soy yo y yo soy la otra, al fin puedo verlo. Salgo a la calle y los rayos del sol calientan mi alma, mi cuerpo y a la otra.







martes, 20 de agosto de 2024

CARTA A PAPÁ A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE

 

Papá,

Escribo esta carta la noche del 17 de agosto del 2024, día en que se cumplen diez años de tu muerte, pero la publico el 20 de agosto, el día de tu cumpleaños, porque prefiero celebrar tu vida como un pequeño triunfo sobre ese destino inevitable que nos espera a todos.

Los recuerdos de esa noche siguen presentes, a pesar de que muchos de los detalles son ya nebulosos. Recuerdo abrir la puerta y encontrar tu cuerpo tirado en el piso de la sala mientras Gruñón te acompañaba fielmente, no ladraba, ni siquiera gemía, simplemente estaba a tu lado, estoico, esperando que te encontraran. En un principio pensé que te habías caído, pero al acercarme y ver tus ojos vidriosos, algo en mi interior supo que ya habías partido para siempre. Aun así, intenté de manera infructuosa revivirte, sabía que era inútil, pero no podía evitar intentarlo hasta que minutos después solo pude aceptar la realidad. 

No recuerdo exactamente lo que siguió después, llamar a mi mamá, llamar a mi tía, pensar en cómo contarle a mi hermana (aunque más adelante se enteró por una prima imprudente). No recuerdo quién llegó primero. De un momento a otro la casa estaba llena de personas queridas, mientras estábamos a la espera de que llegaran a llevarse tu cuerpo en la que ha sido una de las noches más largas y dolorosas de mi vida (las otras han sido la muerte de mamá y la de Camilo) 

Diez años han pasado ya, quién lo diría, viejo. A veces pienso que el tiempo transcurrido ha sido largo como si se trataran de siglos; otras me parece que han ocurrido en un parpadeo. Diez años donde también ha muerto mamá, mi tía Helena, el perrito Gruñón, donde nacieron los hermosos Verónica y Maximiliano, donde publiqué mi primer libro (¿puedes creerlo, papá?, a veces yo mismo no lo hago), donde he vivido tantas cosas que me gustaría contarte. Lo que más me llena de tristeza es que no hayas podido ver todo lo que mi hermana y yo hemos logrado, las cosas que creo podrían llegar a enorgullecerte.

¿Sabes papá? Me pasa algo curioso, pienso en ti e intento estar triste por tu ausencia, pero no lo consigo, me lleno de un inmenso sentimiento de nostalgia y ganas de que estés conmigo, de darte un beso, un abrazo y decirte lo mucho que te amo y la falta que me haces, pero no consigo ponerme triste, ni llorar. No lo tomes como algo malo, al contrario, creo que si te recuerdo así es precisamente porque me (nos) formaste de la mejor manera como seres íntegros y nos dejaste preparados para afrontar este mundo tan amargo y a la vez tan maravilloso sin ti.

Pienso en ti, en el hombre que fuiste, en el padre que fuiste, y mil recuerdos se arremolinan en mi mente. Las vacaciones en La Bocana, la siesta, el abalanzarme sobre ti como un miquito cuando llegabas de trabajar, tus discursos, el 516206 de la casa, la Biblioteca Departamental,  las anécdotas que repetías una y otra y otra vez de manera que tanto Nata como ya nos la sabíamos de memoria, tu orgullo,  tu problema con el alcohol que a la larga era una tristeza mal camuflada por no haber podido ser ese hombre libre que siempre anhelaste, la forma de querer tan tuya siempre tan tierna, tan honesta e ingenua de la cual mucha gente que nunca te quiso se aprovechó tanto, y tantas, tantísimas, cosas que si las plasmará acá me quedaría sin papel.

Sin embargo, muchas veces pienso que nunca te conocí del todo. Es normal, nunca conocemos completamente al otro, ni siquiera a quienes más amamos. Hay una faceta que es completamente nuestra y no compartimos con nadie, pero si tuviera un deseo, uno solo, no sería traerte a la vida, sería estúpido ir contra las leyes de la naturaleza, preferiría tener una tarde contigo, para tomarnos unas cervezas y hablar. Decirte que te quiero y agradezco por todo el amor y sacrificios que hiciste por nosotros. Quiero decirte que con los años he llegado a comprenderte mejor y que te perdono lo que tengo que perdonarte y pedirte a la vez perdón por mis errores; me gustaría simplemente escucharte y pedirte consejos.

Porque papá, si supieras todos los errores que he cometido y sigo cometiendo, algunos, incluso, se quedan pendejos al lado de los tuyos. Me he lastimado y he lastimado a tanta gente, sin (la mayoría) y con intención que a veces no lo puedo creer. También, a veces, tengo miedo, a no volver a enamorarme nunca más, a la muerte (a pesar de saber que es natural y es el descanso de la vida), a la soledad, a que todos quienes amo partan antes que yo… a veces papá, solo me falta escucharte, un consejo o simplemente decirme que todo estará bien y te enorgulleces de mí. No sabes cuánto extraño tu voz.

Sé que el deseo es inútil. O quizá no. Vives en mí y en mis recuerdos. No creo en la vida después de la muerte y creo que esta vida que tú me diste es el regalo más hermoso de todos y más allá de si la lees estas líneas o no, me gusta hablarte y decirte todo lo que siento.

Soy feliz de que hayas sido mi papá y te elegiría siempre. Gracias por todo el amor que me diste, por el hombre que soy ahora. Todo lo que soy se lo debo a ti y a mamá y lamento los errores, esos van de mi parte. Créeme que intento ser un mejor ser humano cada día, aunque muchas veces me equivoqué, el camino es largo y siempre hay que pulir la piedra. Pero seguiré levantándome hasta el final, tal como me lo enseñaste.

Hoy a diez años de tu muerte solo tengo tres cosas para decirte:

Te amo

Te extraño

Gracias por todo



Feliz cumpleaños, viejo.






lunes, 13 de mayo de 2024

41

 Pienso en la muerte más que antes. Tuve una época donde pensaba en ella a menudo, pero dejé de hacerlo. El año pasado después de cumplir los cuarenta años el tema ha vuelto a ser un poco más recurrente.

No lo hago de una manera trágica ni triste, simplemente la siento, como diría Fito, "rondando como un ángel asesino, mas no te asustes siempre se me pasa, es solo la intuición de mi destino". No solo pienso en ella sino en todas las decisiones que he tomado, en la vida y su sentido.

Hoy a mis 41 años asumo las decisiones que he tomado. No tendré hijos porque no me veo criando a otro ser vivo, pero soy feliz viendo  crecer a mis sobrinos que son prácticamente los hijos que no tendré. No sé si alguna vez vuelva a tener pareja porque, a decir verdad, soy un poco desastroso para las relaciones como lo puede confirmar cualquier mujer que haya tenido la loca idea de quererme. 

No me siento solo. Me siento rodeado de tanto amor, de mi familia, mis amigos y conocidos, las personas que se me acercan para decirme que les ha gustado mi libro; me siento rodeado de mis historias, mis letras, mis personajes y la vida que he venido construyendo, que no me queda tiempo para sentirme así.

También tengo a lo lejos como un faro quienes han partido tanto de manera literal como quienes se han alejado (o de quienes yo lo hice) para siempre. Su cariño y enseñanzas siempre vivirán en mi corazón hasta el día que deje de latir.

No creo en dios y creo que al final de la vida cerramos este pequeño, minúsculo paréntesis que somos en el universo. Y no dejo de maravillarme por el milagro que es la vida humana, pienso en los paisajes que he divisado, los países que he conocido, una tarde de sol bajo la playa, o un cielo estrellado, los rostros que he visto y amado, pienso en lo maravilloso que es haber sido hijo de mi padre y mi madre, en mi hermana y el futuro que siempre me parece encontrar en los ojillos de mis sobrinos.

Pienso en las calles que he caminado y nunca recorreré de nuevo, en conversaciones hasta el amanecer, o una noche de cerveza con amigos, en las noches sin estrellas donde escribo como si estuviera poseído por algo más, pienso en los libros leídos, las canciones oídas y las películas vistas y siento que la vida es hermosa. Y que la mía es un regalo que, a pesar de los momentos tristes y difíciles, a pesar de las pérdidas, vale completamente la pena.

Así que, como todos los años, repetiré lo mismo: Gracias a ustedes, quienes siempre están ahí, apoyándome y acompañándome en el camino. Los quiero.







jueves, 9 de mayo de 2024

40

(Escribí esto el año pasado para mi cumpleaños pero se me olvidó montarlo, lo hago ahora para que no se pierda)


 No importa quien seas, algún día serás solo huesos

El sake de Binks, Eichiro Oda



Hace poco jugué un videojuego (Death Stranding, para más señas) donde asumes el rol de un repartidor en un mundo postapocalíptico. Al principio es un poco (bastante de hecho) frustrante. Te enfrentas a un mundo agreste y hostil completamente solo, pero a medida que vas avanzando conoces gente, creas una red de amigos que hacen de este mundo horrible un lugar en el que vale la pena vivir.

Pensaba en este juego en esta madrugada del 12 de mayo de 2023 donde llego a mis 40 años. Si la vida sigue su curso normal y muero de viejo estoy llegando más o menos a la mitad de mi existencia. Miro en retrospectiva y si bien en el curso de la historia de la humanidad no es ni siquiera un parpadeo, personalmente siento que he vivido mucho. He visitado lugares maravillosos, leído libros espectaculares, he hecho cosas tanto buenas como malas y he tenido el placer de conocer personas maravillosas que hacen de mi vida algo especial.

Mencionaba el videojuego porque siento que aplica a mi vida. Son las personas que he conocido lo que le da sentido a ésta. Es su amor, el de todos aquellos que me conocen, me quieren y me soportan los que me impulsan a seguir adelante. Muchos de ellos ya no están, algunos han partido al claro al final del camino dejándome su recuerdo y enseñanzas en mi corazón; otros fueron parte muy importante de mí pero ya no están presentes, algunas veces por culpa mía, otras porque ellas han optado por alejarse, quizá no ha sido culpa de nadie, es la misma vida una sucesión continua de encuentros y despedidas y aunque ya no estén presentes lo que pasó con ellas me hizo feliz y me ha convertido en la persona que soy.

Y están, como no, los que aún siguen presentes. Contra viento y marea. En los momentos difíciles y los fáciles. Con los que comparto risas, tristezas y alegrías. Estas personas invaluables son para mí mi tesoro más preciado....

 Pienso en todo lo que he hecho, es natural pensar principalmente en mis errores. Las veces que he fallado, las personas a las que he lastimado (incluyéndome a mí). Cuarenta años son, a fin de cuentas, bastantes años, suficiente tiempo para hacer el bien y hacer el daño, pero no vale la pena enfocarme en ello, a estas personas solo me basta pedir perdón, aprender de mis errores, levantar la mirada y seguir adelante, siempre adelante hacia el futuro desconocido.


Este año he publicado un libro, mi primer libro (espero que hayan más) y muchas personas me han preguntado que siento. Si soy sincero no he escrito ni por la plata (impensable en Colombia), ni por la fama. Lo hice porque quiero compartir mis letras con el mundo y hacer feliz a la gente con mis historias, pero en estos dos meses desde que Erik vio la luz he sentido tanto el apoyo y el amor de las personas que siento que todos los esfuerzos, desvelos y esfuerzos han valido hasta la última letra.

Puse en el prefacio de este texto una frase de la canción del Sake de Binks incluido en el manga de One Piece de Eichiro Oda y creo que esto resume la vida. No importa que tanto hagamos, la plata, los viajes, los amigos que hagamos en el camino, el final es el mismo: todos terminaremos siendo huesos en un cementerio olvidado. Por eso bebamos, riamos, comamos, lloremos, miremos las estrellas, besemos, abracemos, caminemos bajo la lluvia, hagamos el amor, escribamos, leamos y hagamos lo que más nos hace felices porque la vida es un ratico y antes de que nos demos cuenta el show habrá terminado.

A todos ustedes, como siempre mil y mil gracias. Nunca lo hubiera logrado sin su cariño.
Un abrazo de su cuarentón de confianza. Los amo

martes, 31 de octubre de 2023

En La mansión olvidada (cuento de terror)

Como todos los años, les comparto este cuento de terror por Halloween.

Espero lo disfruten.


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Si te acercas lo suficiente a sus terrenos podrás oír los pasos invisibles sobre los pisos de madera de La mansión olvidada. Sus tablas chamuscadas danzan al compás del viento que las levanta, creando un sonido siniestro y macabro que llama a la ruina, la muerte y desesperación.

La mansión alguna vez se consideró la joya más brillante de la ciudad. Fue instituto, jardín, templo y orfanato, donde lamentos de diferentes procederes originados por la Hermandad convergieron en el Gran Dolor que se vertía en ofrendas a dioses mudos y crueles que se solazaban con los sacrificios, que observaban a través de estatuas de pétreos ojos y gestos inexpresivos la sangre derramada, y escuchaban en sus oídos de mármol crueles ritos exigiendo su llegada.

Si te acercas lo suficiente podrás sentir a los inquilinos de La mansión olvidada. Sentirás sus rostros derretidos y putrefactos, sus lenguas bífidas y su respiración lenta y pesada siempre tras de ti. No importa que tan rápido te voltees, siempre sentirás su vaho pestilente, ese murmullo de palabras sueltas en idioma desconocido que retumbarán durante tus pesadillas más execrables y tus más plácidos sueños, y al despertar desearás que no exista un dios o un más allá donde sonidos tan blasfemos puedan tener eco.

Una noche, después de bendecirla, repartieron la carne y el vino. La carne era blanca, diáfana y su sabor gelatinoso. Cuando le tocó su turno, la niña le dio un tímido bocado que fue observado por Los Hermanos Mayores con decepción, mas no la reprendieron pues la comunión debe ser deseada. Tuvo ganas de vomitar, pero tomó un trago del vino rojo que la reconfortó limitándose a pasar la carne casi cruda al huérfano que tenía a su lado.

Nadie habló de esa noche como no lo hacían de las pasadas. Los llantos que escuchaban y los pisos que se manchaban con huellas de sangre solo podían ser evocados en pesadillas. La rutina de La mansión olvidada retomó lentamente, aunque nunca hubo una risa que rompiera su aire lúgubre y melancólico, pero los cuchicheos y murmullos le daban vida gris.

Fue a las pocas semanas que la niña vio cómo uno de sus compañeros empezó a rascarse. En un primer momento no le llamó la atención, pero de un momento a otro se arrancó la camisa de la pijama, empezó a frotarse con saña y se enterró las uñas como dagas en el pecho dejando surcos de carne viva sobre su piel, luego de lo cual fue a acostarse sobre la cama que teñía con su sangre.

Los sucesos se fueron repitiendo con mayor frecuencia y celeridad. Los Hermanos Mayores dejaron de frecuentar La mansión olvidada mientras niños y niñas, desde los más pequeños hasta los mayores, empezaron a rasgarse la piel como si les estorbara y se la quisieran arrancar. Había tanta sangre que ya no se distinguía el color del piso más allá de una gran alfombra roja que lo hacía ver como un vasto océano escarlata.

Lo que aterraba a la niña es que a nadie parecía importarle. Se acostumbró a ver personas con el agujero del ojo vacío, sin nariz ni labios pues se los habían arrancado. Ya en la mansión olvidada nadie dormía ni comía pues tales necesidades tan vulgares, tan mortales, no parecían ya ser bienvenidas y sus moradores solo trasegaban de un lado para el otro en procesiones individuales sin principio ni final.

Después de ver como una niña de no más de cuatro años degolló a un compañero cuyo único pecado fue tropezarse con ella, decidió huir. Ese hecho pareció despertar lo que había reemplazado a sus inquilinos pues a partir de ese momento los enfrentamientos a muerte se volvieron rutinarios y los cadáveres empezaron a amontonarse en los cuartos comunales, las capillas, patios y cocinas de la mansión olvidada.

La niña no quería morir y sabía que en el cuarto piso había un altillo con una cama donde a veces se quedaba algún Hermano Mayor. Atravesó cada uno de los rincones viendo cadáveres a los cuales les empezaba a salir moho como si fueran hongos y que le dio la impresión de que se movían muy lentamente a pesar de estar sin vida. Finalmente llegó al cuarto, aliviada de que no tuviera llave, se encerró en él y se solazó con la vista pues tenía una pequeña ventana desde donde se veían a lo lejos como perlas roja y nacarada el sol y la luna.

Logró arrastrarse hasta la cama y se acostó sobre ella viendo pasar a través de la pequeña ventana los días y noches. En el exterior solo se escuchaban gritos y sonidos inteligibles, en ocasiones golpes a su puerta que al momento se silenciaban. Lo peor eran las noches sin luna cuando sentía que seres sin forma ni piel, pálidas sombras de las personas a las que alguna vez amó, se arrastraban a través de La mansión olvidada.

Se fue marchitando lentamente. Sus uñas se fueron volviendo negras y se las fue arrancando como los pétalos de una Margarita, su cabello se empezó a caer por manotadas y su piel se volvió traslucida, empezó a tener pesadillas donde su cuerpo se convertía en algo aterrador y hermoso.

Empezó a sentir una punzada en la boca del estómago que ni el constante vómito con sangre lograba aliviar. Desesperada, metió la mano por su garganta aguantó las arcadas y empujó, sintiendo un dolor agónico hasta que atrapó la criatura inmunda que estaba asentada en su cuerpo. Pudo sentir como se despegaban los hilillos de su garganta, sus pulmones y estómago y la arrastró por su esófago sintiéndolo desagarrarla. Al sacarla pudo ver en su esplendor una especie de sanguijuela, una ameba negra asquerosa.

Si hubieras podido acercarte durante esos años a La mansión olvidada querido lector, habrías podido ver a la niña acunando a la sanguijuela contra su pecho impidiendo que escapara. A veces la dejaba sobre la cama y la acariciaba como si fuera una mascota, al tocarla sentía lágrimas caer sobre su rostro mientras una voz le prometía vida eterna y la transformación en algo más que la prisión de sangre, piel y vísceras que era su cuerpo. La niña cerraba los ojos y le parecía ver las montañas de cadáveres que se amontonaban en los pisos inferiores, sintiendo su agonía acercaba de nuevo a la sanguijuela contra sí.

Sintiéndose cerca del fin, la niña rezó con devoción para detener la locura que se extendía por la tierra. El día de su muerte sintió que sus plegarias habían sido escuchadas, esa mañana, dejó a la criatura encima de la cama, se despojó de la ropa y caminó hasta la ventana y la abrió por primera vez en años. Con tan solo el contacto de la piel con la luz solar su cuerpo empezó a incendiarse. La niña se entregó a su destino con una sonrisa sabiendo que la casa finalmente caería presa de las llamas.     

  Si te acercas lo suficiente a La mansión olvidada, haz caso omiso a los susurros y las miradas invisibles que te observan. Franquea las puertas en ruinas y sigue de largo a través de los cuerpos chamuscados de quienes alguna vez fueron sus huéspedes. Ignora las flores pálidas que brotan de sus espaldas y no las toques. Pasa los salones e ignora las risas mezcladas con llanto que escuches proveniente de sus sótanos. Sube los pisos teniendo cuidado de caer por los escalones quemados y los restos de madera podrida. En el último piso verás una puerta, si la franqueas una visión te sobrecogerá el alma: Un hermoso jardín con flores de todos los colores que no se marchitan y en el centro la figura de una niña chamuscada que parece arrullar a una extraña criatura con la dulzura de una madre. Si tienes la fortuna de ver esta imagen te pido que no des un paso más y con respeto te retires pues quizá ambas, madre e hija, criatura y niña quizá solo duermen soñando con volver, porque nada muere realmente dentro de las paredes de La mansión olvidada.




lunes, 31 de octubre de 2022

Sacrificios de piel (Cuento de terror)

Como todos los años, les comparto este cuento de terror para Hallowwen. Espero les guste.

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El día había sido espectacular. El Parque de Atracciones resultó ser todo lo que Mamá prometió. Se montaron en los carritos chocones, el carrusel, un trencito, en la Casa del Terror donde a pesar de reírse al final, sintió miedo ante la oscuridad y los esqueletos que se les acercaban (‘son solo personas disfrazadas, Migue’, le dijo Mamá). También comieron hasta casi reventar: engulleron algodones de azúcar, caramelos, mazorcas y gaseosa. Mamá le recordó que solo por hoy, como premio a las buenas notas del colegio podía hacerlo, que era una ‘excepción’.

Pero ahora estaba frente a un desconocido. No recordaba en qué momento se había soltado de la mano de Mamá, solo que en cierto momento pasaron en medio de muchísima gente. Cuando se dio cuenta empezó a llorar y gritó, pero todo era engullido por los sonidos de la Feria, las risas y alaridos de los cientos de asistentes. No supo por qué, pero no se detuvo sino que siguió vagando a la espera de encontrarla, pero solo sentía el olor dulzón de la feria y veía los pies de los adultos que iban de un lado a otro.

Hasta que oyó una voz.

—¿Estás bien?

La voz era cálida y parecía ser amable. Miguel vio al desconocido. Era un hombre de baja estatura y barba corta. Tenía una camiseta de Spiderman y una gorra con la cara de Pikachú.

—¿Te gusta? —dijo al darse cuenta que el niño la miraba con insistencia.

—Mi mamá dice que no debo hablar con extraños —respondió Miguel con cautela.

—Y tiene toda la razón —replicó el hombre quitándose la gorra y poniéndola frente a él. —Hola, pequeño, hola Pikachu, mi nombre es Reinel.

—¿Reinel? —Miguel río— es un nombre muy raro….

—Pika Pika —dijo el hombre remedando al Pokemon y luego hablando con esa voz tan amable—. Tienen razón niño y Pikachú es un nombre rarísimo pero me lo puso mi mamá y por eso me gusta…a propósito ¿dónde está tu mamá?

Miguel no pudo evitar que un par de lagrimones cayeran por sus cachetes.

—Me perdí y no la encuentro.

—Lo siento mucho pequeño…ya sé, déjame ayudarte a buscarla, como soy más alto que tú seguro la encuentro más rápido.

—No sé…—dijo Miguel aún indeciso.

—Ya te dije que mi nombre que es Reinel, a Pikachu ya lo conoces, pero aún no sé tu nombre…

—Miguel.

—¿Ves? Ya no somos desconocidos. Mira, te regalo la gorra de Pikachú para que no tengas miedo. ¿Me dejas ayudarte?

El niño asintió levemente, tomó la gorra y cogió de la mano al desconocido.

—Mamá tenía un vestido rosa con flores, para que sepas cómo es —dijo el niño.

—Vestido rosa, flores, entendido. Pika, Pika —dijo remedando nuevamente a Pikachu.

Empezaron a caminar por todas las atracciones aunque a Miguel le pareció que se acercaban a la entrada del lugar. De repente oyó la voz de Mamá. Nunca la había oído tan desesperada, tan aterrada, gritaba su nombre pero el sonido era similar al de Magola, la perra de la finca cuando aullaba toda la noche.

—¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡ACÁ EST…

De repente sintió un pañuelo sobre su rostro y luego la oscuridad.

Voces, lejanas como ecos o susurros. No veía nada. Intentó levantarse pero estaba mareado y extrañamente el sonido del motor lo arrullaba.

—Si será idiota, Reinel. Casi se caga la vuelta.

—No me joda, Mocho. ¿Qué me iba a imaginar que la señora iba a oír al niño y nos iba a perseguir?

—Menos mal estaba cerca y acá no pasó nada…¿vio cómo rodó?

—Jajajajajajaja…. Qué rata, Mocho. Cómo gritaba la muy puta. Espero que el Patrón ya esté contento. Estoy mamado de hacer esto, ni que fuéramos niñeros.

—Bueno, bueno, órdenes son órdenes —medió Mocho—. Lo que no me gusta es ese puto indio. No sé a qué horas el jefe se dejó lavar la cabeza de ese estafador. A ver con que sale cuando los Tequeños sigan como si nada.

Su charla se vio interrumpida por el llanto de Miguel.

—Calme al peladito ese, Mocho, o le juro que lo reviento a golpes.

El aludido fue hasta donde el niño y le quito la capucha. Miguel tenía frente a él una cara hosca y deformada por acné que parecía infectarle el rostro. El extraño sacó un cuchillo

—Vea chino marica —le dijo acercando el arma a su rostro—. Si sigue gritando y jodiendo voy a buscar a su mamá, la voy a violar y luego le voy a sacar un ojo con este cuchillo. ¿Me entendió?

El niño asintió y aunque el llanto no cesó ahora era mudo.

Finalmente salieron de la ciudad y se desviaron hacia una pequeña casa en el campo. Hacía mucho frío pero el niño no temblaba solo por el clima. 

La casa apestaba a descomposición y muerte. Miguel vio horrorizado al entrar varios cadáveres de niños apilados en la esquina.  Muchos de ellos no tenían piel. Alguna vez, cuando vivía su papá, le mostró un conejo despellejado, tuvo pesadillas durante varios días, imaginando que su piel se desprendía de su cuerpo y como hasta la más mínima brisa ardía como fuego.

Quiso cerrar los ojos y pensar en Mamá. Mamá yendo a recogerlo al colegio, jugando a los policías y ladrones; Mamá acostándose a su lado cuando estaba enfermo o tenía pesadillas y susurrándole mientras le acariciaba la cabeza que todo estaría bien; Mamá con el viento revoloteando su pelo en el Parque de Atracciones y dándole un beso sin saber que sería el último.

Pero un empujón que casi lo tumba lo devolvió a la realidad. Avanzaba a través de dos hileras de sombras que lo observaban , finalmente llegó hasta un anciano en taparrabos que usaba una especie de piel amarilla sobre su cuerpo. Cuando se dio cuenta de qué se trataba se orinó en los pantalones. 

El viejo estaba cubierto de pieles humanas.

Miguel fue arrastrado a una especie de altar a cuyos pies había otros cadáveres con un hueco sangrante en el pecho. Junto a ellos podía ver varias mazorcas organizadas de forma ceremonial. 

Junto al hombre en taparrabos había otro de túnica roja que lo miraba con devoción.

—Axayácatl —dijo— ¿Con este último sacrificio terminamos el rito? 

—Tlacaxipehualiztli — respondió el otro molesto con una voz hosca como un ladrido—, así se 

llama la ceremonia. Y no temas mi Señor que después de hoy, mi Dios te favorecerá con abundancia y destruirá a tus enemigos. Te he mostrado un poco de su poder y has respondido, has invocado su nombre, has sacrificado en su honor, has bebido la sangre y devorado la carne. Eres digno.

—Gracias, gracias —respondió el hombre y empezó una especie de cántico extraño que tenía anotado en una hoja e insto a sus empleados a que lo siguieran.

El anciano tumbó a Miguel sobre una losa fría. Hizo que lo agarrarán de pies y manos. El niño empezó a retorcerse como una serpiente pero no podía soltarse de los brazos de sus captores. Le quitaron la ropa. Solo conservó sus calzoncillos de Bob Esponja. Gritó, lloró y pataleó pero todo era devorado por el canto y la algarabía. Finalmente el anciano alzó una mano y se hizo el silencio.

Empezó a canturrear 


Tú mi señor

Que diste de  comer al hombre por primera vez

Que arrancaste tu piel y te sacaste los ojos

Tú, dios de la fertilidad, el maíz y los sacrificios

DESPIERTA

Tú , dios desnudo, de la rabia y la renovación

Tú enemigo de la sequía y Señor de la Abundancia

DESPIERTA


Miguel vio como el anciano se callaba y agarraba una taza con un líquido rojo e inmundo y lo acercaba hacía él. Intentó quitar la cabeza pero varias manos se la sujetaron y le abrieron la boca. Pudo sentir como ese brebaje inmundo inundaba su garganta. Nunca había sentido tantas ganas de vomitar en su vida. Sentía el sabor de la sangre, unos granos de maíz y pequeños trozos de carne. Una extraña certeza se apoderó de él, eran pedazos de los corazones de los niños que habían estado sobre en esa misma losa antes que él.  

Su visión se nublo. Los cánticos volvieron y esta vez pudo oír que lo instaban a despertar. Sintió gozo y lo invadieron las ganas de reír, gritar y llorar. Vio al viejo que se acercaba esta vez con un cuchillo con punta de piedra. Sintió el filo de la obsidiana sobre su pecho que se abrió como una flor mientras la sangre manaba  y unas manos frías arrancaban su corazón. 

Y en ese momento, justo cuando debía morir sintió que lo observaban. Una presencia llena de muerte y vida, de rabia acumulada; una presencia milenaria que demandaba su sumisión pero a la vez le pedía que confiara en él. Un ser con hambre de destrucción que haría lo que él no podía. Se entrego a él.

El sacerdote Axayácatl le presentó el corazón humeante aún, al hombre que lo había contratado. Efrén Martínez, jefe del Cartel de los Chupas, lo aceptó y  empezó a apretarlo con fuerza hasta bañarse en su sangre y lamerla. Estaba tan embebido en su ritual que no vio como el anciano se retiraba en silencio hacia una esquina.

Tampoco vio como el cuerpo de Miguel se levantaba. La piel del rostro del niño se  desprendió hasta quedar como una máscara mal acomodada, sus ojos se reventaron dando espacio a unas cuencas que mostraban la desesperación de cinco mundos.

El niño se acercó al capo y tan pronto lo tocó su piel empezó a desprenderse, sus dientes se reventaron y sus uñas se cayeron. La sangre brotó de cada uno de sus orificios. Su cuerpo cayó marchito mientras el resto de asistentes se entregaban al pánico.

Mocho intentó sacar su arma y dispararle pero sintió como si un cuchillo le rebanara los dedos. Empezó a llorar pero sus párpados se pegaron hasta que sintió la voz del niño susurrándole palabras en un idioma que nunca había escuchado y luego sintió todos y cada uno de sus órganos estallar a la vez.

Reinel, Ferney, y los quince asistentes a la ceremonia intentaron escapar pero las puertas no abrían. Algunos suplicaban  por su vida, otros lloraban pero ninguno habría de salir de esa casa maldita. Los sonidos de muerte y desesperación aumentaron hasta que fueron cesando, convirtiéndose en débiles ecos de sí mismo.

Finalmente, la criatura, sin corazón pero viva, sin ojos pero que todo lo veía y con la piel colgante del rostro se hizo frente al anciano. 

Axayácatl se arrodillo.

—Nuestro Señor Desollado —gimió—. Perdone por despertarlo en un lugar tan vulgar como este. Pero lo he invocado. Le he conseguido un nuevo portador, un nuevo envase, y le he brindado a estos hombres, a estos guerreros, como sacrificio. Nuestro Mundo ha cambiado y lo necesita. Mi Señor, por favor déjeme enseñarle.

Xipe Tótec, Señor de la abundancia y la renovación, contempló a su súbdito. Avanzó en medio del mar de sangre que se extendía a sus pies y habló.

—Muéstrame —sentenció.

Y así anciano y niño se perdieron en las sombras de un nuevo amanecer.

jueves, 12 de mayo de 2022

39

Me sorprende el amanecer de estos 39 años pensando en dos cosas que pasaron recientemente. La primera de ellas ha sido la muerte de algunos conocidos muy queridos, mi tía Hayde, el papá de mi querido amigo José Iván Pazos, Don Homero Pazos y la de Doña Elvia, abuela del siempre amado y recordado Camilo Reyes, de Sergio y mamá de mi adorada Piedad. Ellos siempre fueron parte de mi niñez y adolescencia y su presencia siempre cercana y cariñosa ayudaron a ser de mí una mejor persona.

Hablaba con mi buen amigo CM Muriel de esto, de lo sorprendente de estas muertes y él, que es médico y por lo tanto vive es más consciente de la muerte que nos acecha como un ángel asesino (como canta Fito) me decía, “Pues claro huevón, eran personas mayores que tuvieron una vida plena, lo que pasa es que nosotros ya estamos envejeciendo” y como no darle la razón, lentamente las personas con las que crecimos van partiendo hacia esa gran nada donde eventualmente iremos todos dejando en nuestro corazón ese vacío y los gratos  recuerdos que nos acompañarán hasta el final.

Lo segundo que ocurrió es que he recibido una gran noticia que podría cambiar mi vida para siempre, no la comparto aún porque no es algo confirmado y por agüero prefiero esperar a que se concrete, le decía a mi hermana que me gustaría que mis papás estuvieran vivos para que estuvieran presentes en ese momento y era triste que nunca lo supieran, ella con su infinita sabiduría me decía que era cierto, que había sentido lo mismo cuando nacieron sus hijos, el dolor de la ausencia de los padres, la falta que le siguen haciendo.

Cumplo 39 años y los 40 me respiran en la nuca, los lugares donde crecí ya no son iguales, la ciudad de mi infancia ya no existe, como persona que vive en otro lugar diferente a su tierra natal nunca estaré en un lugar que podré considerar como ‘mío’ y la gente que me vio nacer que me amó y crío (mis padres, abuelos y mi siempre querida tía Helena) ya no están. El cuerpo empieza a sentir el desgaste natural, el guayabo ya dura más días, disfrutas más tiempo durmiendo que antes (me gusta pensar que lentamente el sueño eterno nos va reclamando de a pocos) y lo que antes no te hacía ni cosquillas ahora puede convertirse en una lesión de cuidado.

Pero, ¿saben qué? Me estoy gozando el camino, quienes partieron antes que yo viven en mi corazón y recuerdos y sus enseñanzas son el  faro que guía mi vida, espero partir antes que las nuevas generaciones (mis sobrinos) y que guarden de mí el mejor recuerdo. Disfruto del amor y el cariño de tanta gente que me quiere y me aguanta, todo hay que decirlo, disfruto de hacer ejercicio, leer, escribir, abrazar, besar, sentir la lluvia sobre mi piel, un atardecer, un viaje a un lugar desconocido, los libros que leo, las historias que creo cuando escribo; disfruto de mi trabajo, las lecciones que aprendo, las dificultades que me ayudan a ser un mejor ser humano. La vida sin duda es difícil, y mucho más si vives en Colombia donde el futuro es por decirlo menos es difuso y no sabes lo que te espera a la vuelta a la esquina pero sin duda a pesar de todos los problemas es precioso vivir porque la vida como dice la canción aquella es ‘un ratico’.

Como siempre agradezco a todos por estar presentes aquí, a la gente que me quiere, que me apoya, que como dije antes me soporta (muchas veces no tengo idea de cómo lo hacen), es por ustedes que sigo siempre adelante y le dan sentido a mi vida. Las palabras muchas veces son incapaces de describir todo lo que siento por ustedes, pero de verdad los amo y mucho,

Mi gran amigo Esteban Cruz me dice lo siguiente, “Vendrán cosas muy buenas…las mejores”, estoy convencido que así será, de momento solo nos queda celebrar la vida, cada segundo de vida que podamos respirar, vivir y amar que es lo que verdaderamente le da sentido a esta vida en este loco, loco mundo.

Gracias por todo. Los quiero.