domingo, 9 de febrero de 2014

Libros leídos 2014 (4): Los ingrávidos de Valeria Luselli


Título original: Los ingrávidos
Autora: Valeria Luselli
Editorial: Sexto piso
146 páginas

Dos voces componen esta novela. La narradora, una mujer del México contemporáneo relata sus años de juventud como editora en Nueva York, en los que el fantasma del poeta Gilberto Owen la perseguía en el metro. El narrador, un Owen al borde de la muerte recuerda su juventud durante el renacimiento de Harlem.




ingrávido, da.
(De in-2 y grave).
1. adj. Dicho de un cuerpo: No sometido a la gravedad.
2. adj. Ligero, suelto y tenue como la gasa o la niebla.

Sin duda, el título de esta novela escrita por la mexicana Valeria Luselli, es el más indicado para su obra. En ella, los protagonistas vagan por las calles y metros de las calles de Nueva York, livianos y expectantes en espera de algo que no saben qué es.

La historia maneja dos historias que se contraponen constantemente. En una de ellas vemos la historia de una editora felizmente (?) casada y con dos hijos, quien recuerda cuando trabajaba como traductora de autores latinoamericanos en una pequeña oficina en la Gran Manzana, sus pensamientos, sus amigos y sus vivencias de enorme libertad, la cual contrasta con su encierro actual y sus dudas sobre la fidelidad de su esposo y la esclavitud de los hijos.

La protagonista tiene una especie de obsesión con un poeta mexicano llamado Gilberto Owen, al cual quiso publicar en sus épocas felices de editora. Es él precisamente el otro eje de la novela, ya que en determinado momento de la trama empezamos a ver su punto de vista del Nueva York de los años 20 hasta cuando muere gordo, ciego y solo.

El libro nos habla de la vida de estos personajes de sus dudas, de las muchas muertes que se afrontan en vida, de los fantasmas que como en Pedro Param caminan por la calle –por los metros en este caso- y ‘viven’ sin darse cuenta que ya han fallecido.

El gran problema del libro es la falta de pasión. Los personajes viven con desidia como si nada les importara, la narradora tiene la misma actitud cuando era joven y  y podía hacer lo que quisiera que cuando es una sumisa ama de casa, nada le importa nada la mueve; el poeta no tiene esa energía o esa tristeza (aunque si ese espíritu autodestructivo) que  deben tener los vates. Lo mismo ocurre con lo que les sucede, no pasa nada importante, nada relevante, el lector queda con una pregunta al final de cada párrafo, un: ¿Y?

Alguien podrá decir que esa es la idea de la novela, una especie de escepticismo a la vida, al futuro, pero es aquí entra a jugar el segundo gran error de este texto: Los personajes no son interesantes, simplemente flotan ingrávidos, sus  vidas no son interesantes simplemente fluyen, podrían estar muertos y vivos da exactamente igual.

Esto no es necesario malo pues es el espíritu de la novela pero podría citar a un Horacio Olivera de Rayuela de Cortázar o a un Ignacio Escobar de Sin Remedio de Antonio Caballero, los cuales tienen la misma actitud  hacia la vida pero son personajes lo suficientemente fuertes para causar una duda, un sentimiento, una inquietud por parte del lector, cosa que no ocurre con el libro de Luselli.

También podría decir, aunque es muy posible que me equivoque, que el libro no es auténtico. Me explico: En mi opinión muchos de sus párrafos son impostados, algo falsos, como en una búsqueda constante por querer impresionar al lector, sobretodo en los fragmentos que narra el poeta, los cuales se convierten algo pesados y densos de leer.   

Aun así no pude dejar de leerla. Desde que la cogí no la solté hasta que la hube terminado. No me importó lo soso de la cotidianidad, las ínfulas de grandilocuencia, los hechos y personajes que no conducen a ninguna parte, el hecho de que hubieran tomado un tema que me apasiona las múltiples muertes que tenemos en una vida y lo hubieran desaprovechado, el final en punta, no pude soltar sus páginas hasta que la finalicé.


Quizá es porque esta novela es como la vida misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario