Comienzan de cualquier
manera: Puede ser algo que viste una noche en una discoteca que puede romper tu
corazón en mil pedazos y cuyas imágenes te perseguirán durante mucho tiempo en
las noches más tristes y solitarias, o un premonitorio tenemos que hablar cuyo
desenlace sabes mucho antes de la consabida charla, o simplemente una llamada
una mañana de trabajo llena de malas noticias que te dejan de piedra al saber
que eres completamente impotente ante la
magnitud de los hechos.
Empieza la crisis. Te das
cuenta que a pesar de la buena voluntad de muchos estás completamente solo. El
mundo se convierte pues en un lugar inhóspito y agreste, no te apetece nada más
que dormir y esperar que las malas noticias, los recuerdos dolorosos, las
palabras y esas imágenes similares al fantasma de las navidades pasadas
desaparezcan, pero no lo hacen. Esos hechos, esas palabras, eso que viste han
llegado para quedarse, peor aún, con el transcurso de los días empiezan a tomar
una fuerza inusitada, nacen, crecen y se hacen parte de ti, se convierten en
una carga que no has pedido pero que definitivamente tendrás que cargar.
Decides alejarte de aquello
que tanto te lastimó. A veces es sencillo, puedes irte lejos o mandar a la
mierda ese problema o esa persona que lo hizo, otras veces sin embargo, es
prácticamente imposible, el causante de tu sufrimiento está cercano a ti ya sea
de manera física o simbólica y no hay una manera posible y cercana para
alejarse de ella.
Aprendes a convivir con
ello. Haces lo humanamente posible para adaptarte a la situación, resilencia
que le llaman, te vuelves frío con el causante de tu sufrimiento sabiendo que
esa persona ya es lejana e inexplicablemente feliz, a pesar de saber el dolor
que te ha causado; cortas todo vínculo con lugares, situaciones y personas que
te atan a ella a pesar de saber que no tienen culpa en este embrollo y te das
cuenta, como dije más arriba, que estás solo. En ocasiones, la gente que más
quieres está lejos, terriblemente lejos, a veces están a poco menos de una hora
de vuelo en un avión pero sientes que la distancia es similar a mil años luz.
Tienes amigos pero muchas veces son simplemente un mensaje rutinario en
Whatsapp o que tienen sus propias vidas, sus propios problemas, entidades que
se vuelven palabras, etéreas y distantes.
Te refugias en mundos
lejanos y abstractos, distantes al devenir de la humanidad, los libros, el
cine, las series, los hobbies, la escritura (yo mismo en una de las crisis más
duras que he tenido escribí una novela, en palabras de alguien lo más
macabro y cursi que alguien pudiera
haber escrito jamás) y tratas de que los recuerdos y el dolor no lleguen hasta
ahí, pero ellos se apañan para encontrar los pequeños resquicios para colarse y
recordarte que estás herido y que quizá esos vanos intentos por olvidar son
simplemente cortinas de humo que no solucionarán el mal momento que estás
pasando.
Y aprendes que hay dos tipos de personas.
Está el pequeño cabrón, una persona sin importancia y patética, pequeño
emperador sin corona quien simplemente cree que humillando a los demás se
siente superior, un ser estúpido al que tú mismo le das una importancia que no
merece, y aquella persona en la que confiaste, en la que creíste ciegamente, a
quien le diste tu alma, corazón y
tiempo, quien olímpicamente pasó de ello y jugó billar con tus sentimientos.
Es, desde luego, la que más duele, depositaste todo en ella, sin saber que
también era humana y que de seguro no tuvo la misma importancia que tú creíste
que tenía y te decepcionó de formas que no creías que existieran. Reflexionas y
te das cuenta que has hecho exactamente lo mismo y has lastimado a otras
personas que te han amado de igual manera.
Se dice que el amor es la fuerza más poderosa
que existe en el mundo. Creo que tal vez ese sentimiento es el más
sobrevalorado, también el dolor y la rabia tienen la misma intensidad, y sin
embargo son mucho más agotadores. Cuando te mueves con esos impulsos puedes
llegar muy lejos y no dejar que los recuerdos te destruyan por completo, pero
al mismo tiempo son fuerzas que aunque necesarias en ciertos momentos pueden
llegar a acabar contigo mismo.
Pero te da cuenta que a
pesar del dolor, de aquello que te desgarra el corazón en las noches y en las
más negra de las pesadillas, el mundo sigue girando. Tu verdugo continúa
adelante con su vida, el sol sigue saliendo, las estrellas continúan fijas
embelleciendo tu vista, las noticias siguen ocurriendo y las cuentas siguen sin
pagar estés vuelto mierda o no.
Hay una frase de Haruki
Murakami que me da vueltas en los momentos más aciagos: "Y una vez que la
tormenta termine, no recordaras como lograste, como sobreviviste. Ni siquiera
estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es
segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entro en
ella. De eso se trata esta tormenta.". Esperemos que así sea.
El ser humano, ese universo
tan complejo e infinito, tan efímero, pero a la vez tan lleno de cicatrices…..
Simplemente ...me encanta lo que escribes y la forma en que lo haces....mejor imposible....
ResponderEliminarMuchas gracias querida amiga.
EliminarEntonces llegó el Dios de la Tormenta; los estrelló a todos contra riscos empapados por la lluvia, y un rayito travieso se rió de la fragilidad humana. Fin.
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