I.
El día en que mi madre murió
abordé un avión a las diez de la mañana desde Bogotá hacia Orlando donde ella estaba
viviendo. En el vuelo repetí la película Doctor Strange y terminé el libro No es país para viejos de Cormac
McCarthy; a las tres de la tarde llegué
a Estados Unidos y tuve que esperar media hora hasta que mi hermana me recogió.
En su carro hablamos de la situación de mamá y paramos por burritos para llevar
a casa. Cuando llegamos al apartamento la vi. Estaba mucho más flaca que de
costumbre y ya no podía caminar ni tenerse por sí misma, no se alegró
visiblemente de verme pero me hizo saber que estaba feliz de que estuviera
allí.
Me pidió que la llevara desde
su cama hasta el sillón reclinable donde veía televisión, la cargué y me sorprendí
que una persona tan esquelética pudiera pesar tanto. Vimos Zootopia en inglés y
ella se durmió la mitad de la película por su cansancio. Vino una vieja amiga
que hace once vive acá a hacerle la visita y dejó una sopa a medio terminar; en
algún momento mi hermana me dijo que ella estaba agonizando, a las diez de la
noche pidió que la trasladáramos a la
cama porque tenía sueño (días después mi hermana me confesaría que ella
nunca se acostaba tan temprano), la cargué de nuevo desde el sillón hasta la cama
y apagamos las luces.
Antes de la medianoche empezó
a quejarse, a gemir, a decir que tenía mucho calor, que la ayudara. Yo estaba a
sus pies en una colchoneta improvisada a su lado; empecé a moverla de un lado a
otro, me dijo que tenía una incomodidad pero no sabía dónde, le unté los labios
de hielo, le quité la pijama porque se quejaba del calor, ‘quiténmelo,
quítenmelo’ repetía una y otra vez; mi hermana salió de su cuarto, se acostó detrás
de ella y la abrazó, de un momento a otro empezó a respirar pesadamente…miento,
a respirar dolorosamente, sé que
suena raro pero así fue, era un sonido extraño, un fuelle cuya exhalación era
una expresión de dolor, un eco atroz e inolvidable.
En la oscuridad la tomé de su
mano, era delgada, casi en los huesos. Ella que al final no soportaba el
contacto físico no la retiró, empecé a acariciarla. Tanto mi hermana como yo
empezamos a decirle cada uno por nuestro lado lo mucho que la amábamos y que ya
era justo y necesario que descansara, que tenía que dejarse ir, en un momento
dijo con todas sus fuerzas, ‘Dios ayúdame’.....empezó a respirar cada vez más
frenéticamente y cada exhalación seguía siendo una queja, hasta que la
intensidad de cada suspiro empezó a disminuir, en la oscuridad me pareció ver
que miraba un punto fijo que iba más allá de cualquier objeto terrenal que me
sobrecogió (a día de hoy me preguntó si habrá visto a la muerte) me apretó la
mano y empezó a respirar cada vez más bajo hasta que dejó de hacerlo. Cuando mi
cuñado asustado por los gritos de mi hermana
prendió la luz, mi mamá había dejado de ver ese punto exacto, había
cerrado sus ojos y había partido de este mundo con sus amados hijos a su lado.
II.
Días después mi hermana me
confesó que la última vez que la enfermera fue a ver a mi mamá fue incapaz de encontrarle el pulso, estaba tan débil que era incapaz de ser detectado. Le
dijo a mi hermana que su situación era tan difícil que creía que le quedaban un
par de semanas y que seguramente no llegaría a fin de mes. Tan pronto mi hermana
me hizo saber esto no dudé antes de pedir una licencia en mi trabajo (donde
tanto la gerente como mi jefe han demostrado una calidad humana de la cual
estoy infinitamente agradecido y que parece increíble encontrar en estos tiempo
frenéticos) que me permitieran acompañarla sus últimos días que a la postre
terminaron convirtiéndose en sus últimas horas.
Ayer al venir las enfermeras a
recoger los insumos de mi madre me dijeron algo más. Según quien la había visto
me dijo que su situación era tan grave que no le quedaban más de 24 horas,
incluso 48 era una exageración, pero ella superó todos esos records aguantando
casi 72 distribuidas en tres días. Su cuerpo estaba completamente roto pero su
alma no lo estaba y esperaba algo más.
Mi hermana me cuenta que el
sábado en que mi madre murió había amanecido relativamente bien, pero tan
pronto llegué empezó a empeorar a una velocidad inimaginable hasta su fin. Ella
estaba esperando que llegara para poder
partir en paz y estoy convencido que si no hubiera viajado ese sábado sino el
lunes como era mi plan inicial ella, a pesar del inmenso dolor, habría
aguantado porque quería despedirse de su primogénito.
Y
pienso que a pesar de su lamento sobrecogedor de sus últimos minutos de vida, a
pesar de que ya no expresaba gran cosa por el dolor y el agotamiento el haber
estado con ella hasta el final, el haber sentido el apretón de su mano en el
momento final hace que todo hubiera valido la pena una y mil veces más.
III.
Trato de no pensar en mi mamá
en sus últimos meses de vida y me pregunto qué es aquello que conforma a una
persona. Si sus momentos malos o los buenos o los tristes o felices. Si es
posible encasillar a nuestros seres queridos en una sola categoría como la
Santa, la Virgen o el Villano y llego a la conclusión que no hay categorías
absolutas como el blanco y negro sino que todo se reduce a una gama casi
inabarcable de grises donde la mayoría de las personas nos movemos durante toda
nuestra vida.
En los últimos días mi hermana
se repite una y otra vez algo que decía
mi mamá en sus días finales: ‘Qué he hecho yo para merecer esto’….y no
hay una respuesta satisfactoria para esto, no hay cielo ni infierno, ni
recompensa ni castigo, no existe un dios que nos castigue o recompense, ni un
karma similar a una policía de lo moral dispuesto a culparnos por nuestros
pecados, lo único real es el azar que no respeta ni ricos o pobres o buenos o
malos y lo único realmente importante
son nuestras acciones ante ese azar.
Mi mamá fue una persona
hermosa y no pude elegir una mejor madre para que fuera la mía. Pienso ahora en
miles de recuerdos que se entremezclan uno sobrepuesto al otro: Ahora me está disfrazando para ir a
pedir dulces en Halloween, ahora estamos viendo Félix el gato en un miserable
colchón en un diminuto televisor en blanco y negro en una apartamento vacío en
1989 , ahora me acaricia la cabeza de una manera en que ninguna mujer lo ha
hecho o hará de una forma que era como su firma sobre mi piel; ahora me
aconseja sobre aquella mujer pelinegra de mirada perdida en el infinito a quien
amé pero no me correspondió, ahora estamos en Brasil disfrutando de la playa de
Río de Janeiro en un día de sol que no
parece terminar jamás, ahora me dice al igual que papá que debo ser muy unido
con mi hermana y que el dolor de uno lo debe sentir el otro; ahora me está
poniendo la ropa (una camisetica amarilla y unos pantaloncitos cafés) y acompañándome a la portería del conjunto
esperando el transporte de mi jardín infantil, ahora la veo llevándonos a mi
hermana y a mí a terapia mientras ponía
en casette y cantaba a todo
volumen a Juan Gabriel en su viejo Zastava del año 71 y ahora la veo en el chat
de la familia llamándonos a mi hermana y a mi ‘tortolitos’ y diciendo lo mucho
que nos amaba y planeando nuevos viajes que nunca habrían de realizarse.
El legado más importante de su
mamá fue su valentía, su fortaleza. No
importaba lo podrida que estuviera por el cáncer o los diagnósticos de los
doctores, nunca derramó una lágrima. “Lloren, lloren todo lo que quieran pero
no quiero que cuando me hayan ido se vayan a enloquecer o hacer tonterías” nos
dijo cuando los doctores nos dijeron que ya nada se podía hacer por ella. Y al
final, por irónico que pueda parecer, ella venció, no se fue cuando el cáncer
se le dio la gana sino cuando ella así lo quizo, pateándole el culo por
infinita vez a esa enfermedad de mierda, demostrándole que un espíritu y una
voluntad de fuego es capaz incluso de
derrotar al peor de los males.
Hay un libro del Joël Dicker, El libro de los Baltimore para ser más exactos, donde uno de los protagonistas sufre de
cáncer y dice lo siguiente: “Somos muchos los que buscamos darle algún sentido
a la vida, pero la vida solo tiene sentido si somos capaces de cumplir estos
tres propósitos: dar amor, recibirlo y saber perdonar. Todo lo demás es una
pérdida de tiempo”. Pienso en toda la
gente que fue a visitar a mamá en sus últimos días, tantas muestras de amor de
quienes fueron testigos de sus últimos meses, personas que nunca pensamos
aparecerían y así lo hicieron; pienso en que hizo las paces con todos antes de
partir y pienso en que me esperó para poder partir mientras le decía a mi
hermana lo mucho que la amaba y me recomendaba con ella. Pienso que ella amó
intensamente, fue amada con la misma magnitud, perdonó las ofensas contra ella
y pidió perdón por los errores que pudo haber tenido. Pienso que su legado vive
en mi hermana y en mí, y que la vida es solo el amor que damos y recibimos y
ella fue generosa hasta más allá del límite en brindar su amor y cariño y sé
que ahora junto lloramos porque nunca es fácil decir adiós a alguien tan
querido pero su fuego vive en nosotros y de nosotros depende que su valentía
sea la estrella más brillante en el cielo que nos habrá de guiar hasta que sea
hora de reunirnos con ella.
Te amo mamá. Me haces mucha
falta. Algún día nos veremos de nuevo.
María Cristina Mendoza. Septiembre 8, 1958 – Febrero 4, 2017
Todo se reduce a una palabra "AMOR"
ResponderEliminarBesos y abrazos. Hermosa mujer dentro y fuera. Los Bonilla Palmers xxx
ResponderEliminarEstoy llorando, Tulio.
ResponderEliminarLo lamento mucho, viejo amigo. Te deseo lo mejor en este mal momento, a vos y a tu familia.
ResponderEliminarTulio lloro, siento tu dolor al leer tus escritos y sólo puedo expresarte mi mayor solidaridad ante este terrible momento. Un abrazo desde la distancia.
ResponderEliminarEl amor nos hace eternos. Mis condolencias.
ResponderEliminarFue una gran persona . Sería ,respetuosa ,y muy comprometida con o que hacía . Un abrazo a ustedes sus hijos adorados .
ResponderEliminarMuy conmovedor su escrito, es desde el alma, esa en la que Cris puso sus pilares. Nuestro muy sentido pésame.CIRA, Elba,Caro
ResponderEliminarBella foto, justo como le recuerdo leyendo algunos apuntes antes de entrar al exámen de penal con el temible Dr.Posso, en los pasillos de la Universidad. Y despúes un grito de alegría por haber pasado victorioso. No fuimos las mejores amigas, sin embargo fueron 5 años compartidos en una étapa de nuestras vidas.
ResponderEliminarTodo se reduce a amar y ser amado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que orgullo pasar a esperar a esos dos hijos , valentía ejemplar . Saludos .
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