Pasó así: Estaba almorzando en
una pequeña plazoleta de comidas en una parte de la ciudad que pocas veces frecuento cuando
la vi entrar, miré dos veces para asegurarme que fuera ella. En el segundo
vistazo nuestras miradas se cruzaron y ella también me reconoció. Me levanté de
la mesa fui hasta donde estaba mi ex novia, me saludó de manera amable, me
presentó a su novio (con el que tengo entendido vive ahora) a otro acompañante
y nos despedimos con la misma rapidez. Como había terminado de almorzar,
abandoné el lugar. Eso fue todo.
Lo curioso fue que no sentí
nada al verla, ni tristeza, rabia o alegría, acaso un débil, muy débil eco de
simpatía. Al verla caí en cuenta que no recordaba su voz, rostro o cuerpo más allá de algunas fotografías que
encuentro ocasionalmente en las redes sociales.
La cuestión es que durante
meses sufrí por ella. Lloré, me lamenté, le escribí una novela –impublicable- y
por largo tiempo pensé que no sería capaz de superarla. La veía en sueños, en
las calles y en los lugares compartidos,
en las noches de viernes y las tardes de domingo. Sentía cada beso, cada
caricia que nos habíamos dado en noches infinitas de reconocernos una y otra
vez. Mi mamá, con la sabiduría innata que tienen todas las progenitoras, me
decía que era cuestión de tiempo para olvidarla, obviamente no le creí y acá
estoy cinco años después, intentando recordar algo de ella, un beso, un gesto,
algo por mínimo que sea y no soy capaz. Parece increíble, como si el tiempo
vivido con ella hubiera sido tan solo un sueño.
Hubo un tiempo en que ella era
todo para mí. Cuando me abandonó quedé destrozado y me hundí en el pozo de lo
que pudo ser y no fue, de los futuros que había imaginado a su lado. Estuve
largo tiempo frente al abismo, contemplando en silencio la oscuridad que sentía
me llamaba. La novela que escribí es una catarsis de ese periodo de mi vida: es
sucia, violenta y salvaje, tal como me sentía en ese entonces. Hasta que
finalmente me levanté, limpié las lágrimas y seguí avanzando así no quisiera
como hacemos siempre los seres humanos después de un duelo.
Hay un poema, Ozymandias de
Percy Shelley, donde nos hablan de un viajero que se topa con las ruinas de una
estatua de Ramses II y en el pedestal que está junto a esas ruinas se proclama
la grandeza del rey de reyes y sus obras, ahora solo la acompañan la arena y el
silencio. Pensé en este poema con este encuentro y es que el tiempo todo lo
borra, alguien me dijo que nada dura para siempre y tiene razón.
Todos lo hemos vivido. Conocemos
a esa persona especial, vemos el universo en sus ojos y creemos que podemos
construir algo grande ‘para siempre’ a su lado hasta que la realidad pincha ese
sueño como una aguja a una bomba. Amamos hasta desgarrarnos el corazón y sentir
que nos va a estallar el pecho. Pretendemos olvidar con noches de trago, lágrimas,
sexo sin placer, cigarrillos que se
consumen al pie de la ventana mientras lo cuestionamos todo y a todos y creemos que
nunca más seremos felices, como si nuestra felicidad dependiera de otra persona
y no de nosotros mismos. Hasta que llega un día que nos preguntamos si
realmente tanta tristeza valía la pena y del monumento a ese gran amor quedan
solamente sus ruinas y a veces ni siquiera eso.
Pero más allá de esta ex novia
pienso en este olvido que seremos, en todos los lugares que hemos visitado, las
amistades que fueron importantes en alguna etapa de nuestra vida y con la que
perdimos vínculo para siempre, la escuela donde aprendemos a leer que ya ha
sido demolida, el barrio que ya no es lo que era, esa primera noviecita a quien
le dimos el primer beso y por la que
creímos moriríamos y de la cual ya no recordamos su rostro; al final, son
muchas las personas que conocemos, los lugares que visitamos, las acciones que
realizamos, el universo que queremos abarcar con nuestras manos, pero son pocas
las personas, lugares y acciones que nos habrán de acompañar hasta el final de
nuestros días y estas son las que realmente valen la pena, el resto es arena y silencio.
Coda: Hace poco salí a celebrar el cumpleaños
de un amigo y vi que la novia de uno sus amigos se parecía mucho a esta ex novia de
la que les hablo. Cuando sonrió recordé momentos bonitos junto
a ella. Más allá de lo que he escrito guardo una grata impresión de ella y es
este tipo de vivencias las que nos hace crecer como personas. Espero sea feliz.
Coda 2: No me resistí y les
compartiré el poema Ozymandias. (Que es muy corto). Lo pondré en español y
publicaré un video en su idioma original leído por el gran Bryan Craston
(Walter White).
Ozymandia
Conocí
a un viajero de una tierra antigua
que
dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se
yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido,
yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y
mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan
que su escultor comprendió bien esas pasiones
las
cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a
las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y
en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi
nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad
mis obras, poderosos, y desesperad!"
Nada
queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de
estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se
extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»
Percy Shelley
Este era el sentimiento que buscaba; ese que te destruye un poco el alma, ese donde me encuentro en los rincones, como si en alguna parte algo estuviera dirigido a mi; ese sentimiento de querer encontrarme en tus letras aunque casi siempre me encuentro perdida, como esas veces que he querido pertenecer a una vida en la que no quepo. Esta sensación de las lagrimas que se escurren por mi cara y que tengo que buscar ocultar como sea ante la concurrencia a mi alrededor. Eso es lo que quería ver acá, por masoquista que suene.
ResponderEliminarProcuraré seguir luchando contra el olvido como lo he hecho siempre como única forma de entenderme, seguiré alentándote a escribir con el alma... Y lo demás, ya lo sabes.
Del "monumento a ese gran amor" le quedó la novela, algo de inspiración y seguramente mucho de aprendizaje. El cinismo que a veces lo acompaña a uno, la desazon que acompañan los años venideros a una historia de estas que no pudo ser, son una buena forma de formarlo a uno, de hacerlo aprender sobre los asuntos venideros. Igual uno sigue siendo susceptible, sensible, profundo, o como quiera que fuera antes de ese episodio. No pasa nada, pero a la vez todo pasó. Hay un montón de clichés en este texto, pero la profundidad de la reflexión les da forma de una manera especial.
ResponderEliminarEl "olvido que seremos" es un libro, deje de hacer publicidad en este espacio, ja ja ja.
Gracias por compartir
'El olvido que seremos' es un verso de un poema atribuido a Borges y que tenía el papá de Faciolince el día que lo mataron de allí el título del lbro, así que de publicidad nada.
EliminarMuchas gracias por leerme me alegro que a pesar de lo cliché te haya gustado mi escrito. Siempre un placer ser retroalimentado por vos.