Nunca recuerdo más a mi mamá que cuando estoy enfermo. El
pasado fin de semana estuve en cama porque comí algo que me cayó mal. Tuve
diarrea, vómito, ganas de estar acostado y no levantarme más… y me acordaba de
chico cuando mamá iba y me cuidaba, ponía su mano sobre mi frente y me prometía
que el dolor iba a pasar pronto. Nunca nos sentimos más solos en el mundo que
cuando estamos enfermos y ya no están nuestras madres para cuidarnos.
Pero no es por eso que recuerdo a mamá cuando estoy
enfermo. Un día como hoy hace tres años, un 4 de febrero de 2017, ella moriría
en brazos de mi hermana y los míos luego de diez años de luchar contra un
cáncer maldito que poco a poco la fue consumiendo, hasta que su cuerpo no
respondió a pesar de que el fuego de su alma era mucho más fuerte que mil
cánceres.
Y pienso en ella en esos momentos, y ya sabrán ustedes lo
cobardes y flojos que somos los hombres ante la enfermedad comparados con las
mujeres, porque me viene a la mente la entereza que tuvo ella durante la suya.
La recuerdo los horribles últimos seis meses de vida donde su salud se
deterioró horriblemente, me acuerdo en especial un balde que tenía cerca de su
cama para vomitar y siempre odié ese maldito balde porque simbolizaba todo lo
que el cáncer significaba y pensé que cuando todo hubiera terminado lo quemaría
o lo cortaría con un cuchillo en mil trocitos, pero cuando llegó la hora final olvidé
hacerlo y esta es la hora en que no sé qué pasó con él y a ciencia cierta ya no
importa.
Recuerdo a mamá cuando estoy enfermo porque ninguna de mis
enfermedades, hasta la de aquellos días en los que he sentido morir, se compara
siquiera a uno solo de los suyos y a pesar del dolor y la fatiga siempre tuvo
intactas las ganas de luchar y de vivir, incluso cuando supo que ya no había
probabilidades porque en ese momento en vez de lamentar su muerte próxima hizo
lo posible porque sus hijos no sufriéramos tanto con su ausencia.
Mucho se habla de la muerte y de la enfermedad. Se refieren
a quienes enfrentan al cáncer, y a cualquier otra enfermedad mortal, como
guerreros, tanto que esa palabra ha caído en un lugar común, y es una lástima
porque no deja de ser cierto. Todos quienes se han visto enfrentados a ella,
quienes la han superado y quienes han caído tienen un grado de valentía que
quienes estamos sanos somos incapaces siquiera de concebir y solo cuando nos
visita la enfermedad somos capaces de reconocer.
Mi mamá murió hace tres años por un cáncer. Y desde que
murió la vida se cuenta como un día más sin ella. …Y no sabes vieja la falta
que me haces, que me hace mi papá y Camilo y todos los muertos que me han
antecedido. Y pienso en tu enfermedad y la manera en que la asumiste y en lo
mucho que aprendí de ti a pesar de lo doloroso que fue. Porque a día de hoy aún
hay recuerdos que lastiman como si rasgaran desde el interior del pecho, pero
pienso en tu valentía, dulzura y sabiduría, recuerdo los días de antes de la
enfermedad y me vienen a la mente las risas, los besos y las caricias y las
veces que ponías tu mano sobre mi frente cuando estaba enfermo diciéndome que
todo estaría bien y siento que siempre estaré orgulloso de que hayas sido mi
mamá y la de Natalia, y que siempre te
amaré hasta mi último suspiro cuando nos reunamos otra vez de una forma u otra.
Te amo vieja. Te extraño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario