TuLio:.
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Santa María de las Flores
Para R, y E. , Cómo no podía ser de otra manera....
El camino que conduce a Santa María de las Flores serpentea por un camino pedregoso durante varias horas hasta que se divisa la gran cascada que cae por un agujero en la montaña, lo que hace que a los lejos se vea como si un ojo estuviera llorando constantemente y que anuncia la llegada al pueblo. ‘Les dije que era hermoso, ¿no?’, dice Robi con entusiasmo.
Había sido él quien nos había convencido a Estefanía y a mí de que viniéramos a este pueblo olvidado por dios. Su padre le había dicho que sus paisajes naturales eran maravillosos y las fiestas del pueblo, que se realizarían por esos días, eran inolvidables.
Llegamos al único hotel del pueblo. Una casa vieja que parece el cliché de todas las películas de terror, vieja, grande y llena de polvo, donde el propietario, un hombre con una barriga descomunal, nos invita a la gran celebración que se realizara al día siguiente en el lugar, sólo hay un requisito: debíamos estar vestidos de blanco.
Esa tarde caminamos por los alrededores del pueblo. Robi con su alegría y optimismo de siempre nos pone tema de conversación mientras Estefanía se ve abstraída y lejana como si estuviera a muchos mundos de allí. A medida que avanzamos me parece que el Ojo siempre lloroso de la montaña nos vigila, el paisaje se vuelve árido y el ulular del viento parece un sollozo. Al momento de volver oscurece y las luciérnagas y candilejas iluminan nuestro camino pero su luz es opaca y parece roja como si un sendero de sangre guiara nuestro camino.
Volvemos extenuados al hotel y caigo rendido en mi cama, en cierto momento siento que me hundo en el colchón. Intento abrir los ojos y no puedo, mis párpados son pesados, como si estuvieran cosidos. Me sumerjo en la cama como si fueran arenas movedizas y mi nariz y boca son tapadas por una presencia viscosa que repta en mi interior. El sueño va haciéndose más y más profundo pero a medida que me sumerjo en él escucho gritos, canciones siniestras y maldiciones; voces que parecen rasgar mi alma, quiero llorar y gritar, maldecir a dios y al amigo que me ha traído a ese lugar pero los tentáculos, porque esa es la presencia fría que sentí antes rasgan mi nariz, boca y garganta.
No puedo verla pero siento una luz enceguecedora revuelta con una música impulsada por un coro de cientos de voces que suplican, gimen, lloran y rien a la vez, hay sangre y puedo sentir como mi cuerpo se envuelve en la de cientos de cuerpos que me reclaman a la vez, pero más allá del océano de sangre siento el tacto frío y luminoso de ese ser que proviene de mis pesadillas.
Despierto llorando y me encuentro con mis amigos en la salilla del hotel donde desayunamos. El propietario del hotel y su familia, una mujer flaca, casi anoréxica con unos anteojos que la hacen ver como la luciérnaga más fea del mundo y una hija callada de nueve años que sólo se chupa el dedo y nos mira con curiosidad, nos atiende de manera casi servil, desviviéndose en atenciones. Miro a mis amigos que se rien de su atención mientras una incomodidad crece, ciega y furiosa en mí. De repente quiero vomitar.
Decidimos explorar La cueva de la Virgen desde donde nace la cascada. Hace un sol espléndido y caminamos durante veinte minutos por la carretera hasta desviarnos por un paraje que nos conduce a la cueva de la Virgen. Al llegar el sitio nos deslumbra. Es un paraje rocoso y agreste que parece a una mina y que permanece en un silencio interrumpido solo por el eco de los vuelos de murciélago. Atravesamos la enorme virgen de la entrada y cruzamos la cueva hasta llegar al sitio donde iniciaba la cascada.
Robi nos dice que su padre le había contado que la tribu indígena que había vivido durante la conquista había elegido saltar por el enorme abismo de la cascada que rendirse ante los españoles. Por un momento veo el desespero de la tribu siendo masacrada y la cueva como su último escape , pero después pude sentir como habían sido atraídos por aquello que regía el pueblo y como podían oír en sus cabezas como un dulce murmullo la idea de lanzarse y estrellarse contra el fondo del abismo. Empiezo a oír esa voz casi al borde de la ventana, en ella se combinan los sonidos de mis padres y abuelos muertos y otros murmullos que no puedo distinguir pero me hablan al oido, me guian, me piden que salte...
"¡Qué haces idiota!" me grita Estefanía sacándome de mis vacilaciones tras lo cual abro los ojos y me veo a punto de tirarme a las aguas y dejarme llevar hacia la cascada. Engaño a mi amiga haciendole creer que bromeaba pero no me cree y al acercarme a ella puedo detallar su rostro. Se ve cansado y enfermo. ¿Estaría viendo cosas similares a mi? ¿Cuáles serían sus visiones? Quiero acercarme a ella pero algo siniestro me lo impide.
Volvemos al pueblo cabizbajos. Propongo devolvernos al terminar de almorzar y no encuentro mayor resistencia en mis amigos. En el hotel nos espera de almuerzo una carne asada deliciosa que devoramos como si fuéramos animales famélicos, era tan voraz nuestro apetito que pronto dejamos de lado los cubiertos y empezamos a devorarla con las manos, lamiéndonos las manos, hasta que un sueño feroz empieza a apoderarse de nosotros. Intento levantarme y huir pero el pasillo parece infinito con miles de puertas que se abren ante nosotros....mi cuerpo no responde a mis órdenes y cae sibre la mesa mientras pienso que solo la carne humana podría tener ese sabor.
Una música tenue que se va haciendo más y más fuerte me despierta. Es de noche y estoy atado. El posadero viene por mi, va vestido de blanco y tenía una sonrisa cálida, lágrimas de alegría caen por su rostro. Me empuja a la calle y puedo ver al resto del pueblo, todos de blanco y sonrientes, algunos tienen guirnaldas en su cabeza, otros tocan panderetas, parecen esos dibujos de los folletos de los Testigos de Jehová, felices de una forma antinatural y siniestra, como si estuvieran lobotomizados. A mi lado está Estefanía ,atada, despeinada y con arañazos en la cara, grita y llora pero su voz es ronca y devorada por la multitud.
En un momento veo a Robi, está vestido también de blanco y cantando algo en un idioma desconocido con devoción. Lo miro exigiendo una explicación a mi amigo y el solo atina a alzarse de hombros, como diciendo "así es la vida" y a tocar su pandereta con más fuerza.
El pueblo entero, una marea blanca de gente sonriente que canta, avanza y algunos portan velones y antorchas mientras los niños llevan diferentes animales como ranas, ratas, pajarillos y cachorros de perros y gatos. Estefanía grita y se retuerce, parece estar a puertas de la locura mientras yo tengo una serenidad que me sorprende.
Nos dirigimos a la cueva de la virgen en una procesión larga y lenta donde somos los invitados principales. Atravesamos la caverna y siento el llamado de la criatura como si me susurrara al oído. Un viejo ataviado con collares dice algo que no entiendo y el pueblo enloquece. Los niños empiezan a matar a los animales, algunos los aplastan, otros los apuñalan y otros los golpean reventándolos contra el piso. Empiezan a arrojar los cadáveres por la cascada mientras ríen y comprendo cuál es el siguiente paso.
No quiero mirar pero no cierro los ojos obligándome a hacerlo se acerca a Estefanía quien ya no grita pero le habla con voz entrecortada suplicándole que no la mate, que tiene tres hijos. Sin darle tiempo a nada, mi amigo la degüella y deja que se desangre mientras veo la luz de sus ojos extinguirse.
Robi empuja el cuerpo y al minuto hay un ligero temblor y el abismo emite una luz opaca.
Me obligan apararme en el filo. Veo unos tentaculos que suben hasta donde estoy y me acarician, se apoderan de mi. Nunca había sentido tanta plenitud; por un momento la música que va en aumento y quiere estallar mis tímpanos se detiene y siento la necesidad urgente de hacerme uno con la criatura que mora en el abismo de la cascada, toda mi vida esperaba este momento y ahora que ha llegado no dudo. Me libero de mis captores y salto por la cascada. Soy feliz.
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