¿Qué puedo decir de los días
pasados y venideros? ¿Cómo describir el torrente de emociones que me recorren
al escribir estas líneas? Nunca, durante toda mi vida, había visto una
movilización en Colombia tan multitudinaria, tan fuerte y decidida, quizá sólo
comparable cuando la Selección de fútbol juega un mundial.
Pero empecemos desde el
principio... ¿cuál fue la semilla que germinaría con este paro? Podría hablarse
de los terribles proyectos de ley que pretendían subir la edad de jubilación o
reducir el salario de los más jóvenes; el asesinato inmisericorde de líderes
sindicales e indígenas, el bombardeo donde murieron varios menores de edad a
pesar que el ejército sabía que los disidentes habían reclutado niños en esa zona, el
incremento histórico del desempleo o los esfuerzos absolutos que ha hecho este
gobierno por acabar el proceso de paz, un proceso que acaba de nacer, cuyo camino es largo y complejo y requiere paciencia para ver sus frutos, porque es
más difícil construir la paz que seguir
el sendero de la muerte en la que el país lleva tantas décadas.
Podría pensar que todas las
razones llevan a que el país esté hastiado de sangre y muerte. Estamos
cansados de que un hombre siniestro cuya bandera es la guerra y la muerte siga
mandando en esta nación y se valga para ello de un gobierno títere e inepto, de
que se gobierne sólo para los grandes empresarios y banqueros en vez de hacerlo
para la gente. El descontento, ese agotamiento, reventó en forma de marcha, de
cacerolazos que resuenan con la fuerza de mil voces descontentas unidas en
un tañido que resuena con la fuerza de mil cañones.
Estuve en la marcha del 21. Vi
gente de todos los estratos y razas marchando con un solo objetivo, vi bailes,
música, creatividad al servicio de pedir un país más justo y equitativo. Vi una
marcha pacífica que misteriosamente se llenó de vándalos y del temible Esmad
que empezó a generar el caos y los disturbios que tanto conviene a quienes
buscan deslegitimar el paro.
Y no pretendo negar la
existencia de criminales y vándalos. Siempre en este tipo de acontecimientos
están quienes buscan pervertirlo, pescar en aguas revueltas y sacarle provecho
con objetivos criminales, pero también estoy convencido que fuerzas oscuras y
ajenas al sentir popular han conjurado contra lo ocurrido para desvirtuarlo.
Creo que los enemigos de este
suceso histórico tienen miedo y usan las informaciones falsas, la estrategia
del pánico y la xenofobia para lograr sus objetivos. Lo demostraron en Cali y
en Bogotá, usando el mismo modus operandi intentando causar el terror en sus
habitantes para que estos bajen la cabeza y vuelvan al silencio y docilidad que
tanto les gusta.
Sin embargo este sentir es tan
fuerte que el país está obstinado en no agachar la cabeza ante estas
manipulaciones; al contrario, estos intentos han avivado la llama y las
manifestaciones siguen ocurriendo una tras otra como si cada marcha, cada
reunión fuera un mensaje a estos dirigentes diciendo que ya no tenemos miedo y
que ellos deberían tenerlo.
¿Qué pasará en el futuro? Es
muy pronto para saberlo, tal vez así como el movimiento creció y se avivó, pueda
desaparecer. Quizá haya un cambio, quizá no, pero estas marchas, este paro, es
un síntoma inequívoco de que el país, muy posiblemente por primera vez en su
historia desde su independencia, esté finalmente despertando.
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