Es una
verdad universalmente aceptada que todo hincha del América de Cali tiene predisposición
para el sufrimiento. Sólo así se explica que un equipo que apenas ganó su
primera copa después de 31 años de haber iniciado su carrera en el fútbol profesional colombiano, que
perdió una Copa Libertadores a segundos de terminar el partido (cuando con el
empate ganaba) y que probó el infierno de la segunda división por media década, tenga una de las hinchadas más numerosas y fieles en la actualidad.
Este diciembre
se cumplen cuarenta años exactos en que ganó su primera estrella. Los hinchas
fieles nunca olvidaremos como ‘aquél 19’ de diciembre del 79, La Mechita, la pasión del pueblo, los diablos
rojos se coronaron campeones venciendo ‘La maldición de Garabato’ allanando un
camino lleno de estrellas y triunfando pero no exento de dolor.
Hace muchos
años recibí un libro del América por sus 70 años de fundada donde se hacía un recuento de su historia. Mi mejor amigo, hincha irredento del Deportivo Cali, se burlaba porque uno de sus capítulos se
titulaba ‘Duele, rojo, duele’ donde se rememoraba las cuatro derrotas en la finales de la Copa Libertadores. En ese momento me molestó su actitud pero recordando no veo que haya motivo para tal, ver jugar
al América es estar con el corazón en la mano, sufrir hasta el último segundo,
las derrotas, muchas de ellas por errores infantiles, y me acuerdo del que
cometió Óscar Córdoba cuando regaló un gol al River Plate en la final de la
Libertadores en el 96, duelen en el alma y las victorias, al ser tan sufridas
son mucho más dulces que las de cualquiera.
Cuarenta
años y mucha agua ha corrido debajo del puente. No es motivo de orgullo pero
tampoco hay que renegar la historia y aceptar que en la década de los ochenta y
noventa la mafia permeó al equipo (como lo hizo con la mayoría del fútbol
colombiano) y muchas de sus victorias estuvieron empañadas por dinero sucio,
los diablos rojos dejaron de ser el equipo del pueblo para ser el de los
Rodríguez.
El castigo
sería duro y cruel. Lista Clinton, convertirse en unos parias a quienes nadie
quería patrocinar y el descenso en una noche aciaga de diciembre del 2012. Solo
los hinchas más fieles seguirían al equipo durante su destierro cual Apolo
expulsado del Olimpo. Fueron años de crisis económicas y futbolísticas, de
burlas por parte de los rivales de siempre, de luchar como fieras con equipos
jóvenes sin nada que perder en el fango de la B, hasta que cinco años después
renació cual Fénix y volvió a ascender.
Recuerdo
cuando lo hizo, también las hinchadas rivales que veían nuestra celebración tan
estruendosa como si hubiéramos ganado un mundial, con una mirada entre burlona
y de satisfacción porque sin el América la liga no estaba completa, los grandes siempre hacen falta, sería como
concebir un torneo sin el Deportivo Cali, Nacional o Millonarios, porque
siempre será un placer enfrentarse a un rival histórico y derrotarlo que verlo en
otra división.
Al volver a
la A la hinchada estaba ansiosa por un nuevo título y rugían exigiéndoselo a su
presidente Tulio Gómez. A cada fracaso pedían su cabeza sin querer
saber nada de procesos o más esperas. Sin embargo, éste no se detuvo y
continuó, lento pero seguro, cocinándose a fuego lento en medio de sufrimientos
como sólo el América de Cali lo sabe hacer.
Y hoy,
cuarenta años después de la primera estrella, once después de la treceava y cinco
del descenso doloroso, estamos nuevamente celebrando, y esta vez por partida
doble, pues por primera vez un equipo colombiano corona a sus equipos tanto
femenino como masculino campeones el mismo año. Cali se engalana del rojo endiablado y la celebración, sufrida
como siempre, tiñe sus calles de escarlata.
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