Mi regalo de navidad para todos ustedes.
Espero les guste.
Tm69
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La navidad de Noir
El
vampiro echó la cabeza para atrás. La luz molesta y artificial –amarilla, mortecina-
del transporte le irritaba los ojos. Se acomodó el sombrero y miró por la
ventana: Afuera, la oscuridad parecía devorar la carretera.
Sonrió
con ironía al pensar que ninguno de los vampiros glamurosos y delicados del
cine o los libros se montaría jamás en un bus; pero él no era ningún Conde o
Marques para ese tipo de elegancias; era simplemente un
detective, un ‘reparador’ de cosas, o como le dijo alguna vez un demonio: “El
encargado de untarse las manos de sangre en lugar de bebérsela”,
Estaba
allí, en ese bus maloliente, rodeado de ganado humano y reprimiendo el instinto
de lanzarse sobre esa niña que jugueteaba con una muñeca y lo miraba de reojo una
y otra vez con curiosidad. No tendría ningún problema en matar al resto de los
pasajeros para después posar sus labios en el cuello suave de la infante,
sentir su olor delicioso, enloquecedor y hundir sus colmillos hasta saciarse
con su pura y virginal sangre.
Pasó
una mano sobre la comisura de los labios. Aún conservaba el mal sabor. Su
última experiencia había sido un fiasco: Al final, había tenido que alimentarse
de un viejo ebrio disfrazado de Papá Noel.
No tuvo que abalanzarse sobre él o hipnotizarlo pues el borracho estaba dormido,
tirado en la calle. Lo único que había atinado hacer mientras bebían su sangre,
fue roncar más fuerte y mover la mano como si fuera aplastar a un zancudo.
Noir
recibió la bofetada del viejo y pensó seriamente en romperle el cuello, pero al
ver su patética estampa, su aliento maloliente y su disfraz sucio con trazos de
vomito seco, desistió de la idea. Vivir era, sin duda, un peor castigo para esa
escoria.
La
razón por la que terminó bebiendo de esa sangre fueron los interrogatorios. Se
había demorado demasiado con un par de individuos que, para su desgracia,
habían decidido guardar silencio sobre una información vital, lo que retraso
la búsqueda de una mejor presa.
Si
para Noir existía un mayor placer que obtener la información por la fuerza, no
la conocía; ni siquiera la cacería le llamaba la atención: Después de tantos
años se había convertido en rutina y finalmente todo se reducía a alimento. Pero la sensación de
romper huesos, de percibir el terror de los sospechosos y arrancarles una
confesión lo hacía sentirse vivo, por irónico que pudiera parecer.
Del
techo del bus empezó a sonar, a todo
volumen, un villancico: Ruido disfónico, rimas sin sentido, estupidez sin
pausa. La niña que estaba junto al vampiro, y quien no tendría más de cinco
años, empezó a tararear la canción mientras aplaudía al son de la música.
La
pequeña lucía radiante, tierna, delicioso receptáculo del líquido vital. Noir
le acarició la cabecita, pasó un dedo frío por los labios y se detuvo en el
cuello. Sintió cada gota de su sangre fluir como una cascada a través del
torrente sanguíneo. Hizo un ademán de acercarse pero se sintió observado por lo
que desistió de la idea. Podía matarlos a todos, pero no convenía, debía
ahorrar energías para el caso.
El
villancico sonó con más fuerza.
“Odio
la navidad”, pensó el vampiro.
Se
bajó según las coordenadas en un lugar en medio de la nada. Prendió un
cigarrillo y empezó a caminar a través de una carretera solitaria; aunque no
corría, su movimiento era más rápido que el del más veloz de los humanos.
Finalmente, vio a lo lejos, el carro.
En
el capó, acostado, había una figura que observaba las estrellas.
-Hola
jefe –dijo el desconocido sin moverse.
-¿Qué
información tienes?
El
ser se incorporó y se dirigió a Noir,
-Tan
pronto recibí su llamada llegué a este lugar y he estado examinándolo por una
hora. Sin embargo, es muy extraño…
-Stephan
–interrumpió Noir- ¿Qué demonios es eso?
-¿Esto?
–dijo el ayudante mientras se tocaba la cabeza-. Es un gorro navideño, de Papa
Noel. ¡Mire! Tiene mi nombre escrito con escarcha.
-Ya
sé que es un gorro navideño, idiota. ¿Por qué te lo pones? Eres un hombre
lobo.
-Debería
dejar de ser tan gruñón jefe y contagiarse del espíritu ¡Me encanta
esta época!
El
detective puso los ojos en blanco. Prendió otro cigarrillo.
-¿Qué es lo extraño? –retomó.
-No
pude percibir tantos zombies como creíamos…quizá no sean más de cincuenta,
además son de clase tres, ya sabe lo débil que es esa escoria.
-No
es mucho lo que pueda hacerse con un grupo de inútiles como ese...
-Debería
informar a quien nos contrato que la amenaza es nula.
-No
–respondió el vampiro- nos contrataron para un trabajo y lo vamos a terminar.
Es lo mínimo después de venir hasta este lugar.
Noir
desenfundó su arma, una de las míticas Stocker, una de las diez últimas que aún
existían en el mundo. Por su parte, Stephan, desplegó sobre el capó, una
colección de hermosos cuchillos. Siguiendo el llamado de su especie, prefería
las armas blancas; sentir la cercanía del enemigo, el momento en el que
arrebataba una vida. Escogió diez.
-Estamos
en luna nueva y no tendrás toda tu fuerza ¿No hay problema?
-Para
vencer a unos zombies clase tres no necesito la ayuda de la luna, además estuve
viendo unos movimientos buenísimos en una peli de Bruce Lee. Voy a aplicarlos.
-Ya
veremos –dijo Noir mientras sonreía.
Tan
pronto ingresaron al jardín principal, un par de metralletas Deik surgieron de
la nada y empezaron a dispararles.
-No
puedo creer que este tipo ni siquiera tenga un par de Andujars.
Las
Andujars, como todos saben, son metralletas gigantes de última generación: Diez
veces más rápida que una Deick y equipadas con rayo laser y detector de calor.
-Lo
sé –respondió el vampiro- algo extraño ocurre y voy a averiguar de qué se
trata.
El
hombre lobo lanzó de manera certera varios cuchillos a ambas metralletas,
averiándolas.
Ingresaron
al gran salón. En su interior lo esperaban más de veinte zombies debidamente
ataviados: Vestidos como duendes, con trajes de colores verde, blanco y rojo,
medias hasta las rodillas, cascabeles por todo el cuerpo y gorros similares a
los de Stephan.
-Odio
la navidad –murmuró Noir mientras encendía otro cigarrillo.
El
enfrentamiento fue sencillo. Los zombies no eran rivales para la Stocker y a
cada disparo caían como moscas; por otro
lado, el hombre lobo se daba un banquete manejando con destreza los cuchillos y
realizando sus movimientos de artes marciales de manera exagerada y poco
práctica.
A
los cinco minutos el piso estaba lleno de cadáveres. Las criaturas no habían
tenido tiempo de reaccionar antes de ser masacradas.
Fueron
al siguiente cuarto. Los perros no tenían piel y gruñían como hienas mientras
se relamían unos colmillos descomunalmente largos, en las cabezas tenían puesto
unos cuernos decorativos que los hacían ver como los renos más horribles del
mundo.
Guardó
la pistola. No valía la pena gastar más balas en esta idiotez. La parafernalia
navideña lo tenía de mal humor. De muy mal humor. Necesitaba descargarse un
poco. Matar a alguien o algo. Cogió al perro más cercano, lo tumbó y le aplastó
el cráneo, sintiendo como se quebraba cada uno de sus huesecillos.
Uno
de los canes lo cogió desprevenido, lo hizo caer e intentó morderlo. Noir sintió el aliento baboso y los ojos
rojos del animal, con dificultad puso una de sus manos sobre el pescuezo de la
bestia y apretó hasta que lo sintió estallar.
Mientras
tanto, el hombre los esperaba con ansiedad.
A través de las cámaras de seguridad los había visto ingresar a la
mansión, arruinar sus armas, masacrar a su ejército de zombies y aplastar a sus hermosos animales. No había
tenido necesidad de investigar quiénes eran los intrusos pues era bien conocida
la identidad del vampiro que se vestía como un detective de los años treinta. Sabía
que no tenía ninguna posibilidad de vencerlos por medio de la fuerza por lo que le dio otro
sorbo a su copa de vino. Y pensó.
Noir
no pudo reprimir una sonrisa al ver a Stephan: No había querido quitarse el
gorro navideño sin importarle que estuviera untado de sangre y la materia
viscosa de los perros. Cada cierto
tiempo debía acomodárselo pues se le pegaba a la frente. El vampiro pensó que
si en algo combinaba el jodido sombrerito de Papá Noel, era con esa inmundicia.
Se dirigieron hacia una enorme puerta ubicada en el piso superior. Empujaron.
El
cuarto era enorme y estaba pulcramente organizado. A lo lejos, se veía un
enorme dispositivo con varias pantallas
que transmitían la información recolectada por las cámaras de seguridad. En un
rincón se veía un enorme pesebre debidamente organizado, contiguo a él se alzaba
un árbol de navidad decorado con guirnaldas, bolas y luces. En el centro de la
habitación estaba sentado un joven que los observaba con atención. A su lado,
un zombie con disfraz de Papá Noel sostenía una jarra. A una orden, la criatura
sirvió el líquido a su amo.
-Los
esperaba…sean bienvenidos -dijo mientras bebía de su copa.
Noir
prendió otro cigarrillo, mientras el hombre lobo miraba fascinado el cuarto.
-¿Se
puede saber a qué se debe su visita, detective?- preguntó el hombre al ver que
ninguno de ellos contestaba.
El
vampiro dio una calada a su cigarrillo, desenfundó la pistola y apuntó a la
cabeza del anfitrión.
-Dame
una buena razón para no volarte la cabeza…-respondió.
-¿No
puedo saber siquiera cuáles son mis crímenes? –preguntó el hombre.
-Creación
ilegal de un ejército de zombies. Alguien, en el Grupo de los Trece, cree que
puedes usarlo en su contra.
-¿El
Grupo de los Trece? –respondió el interlocutor asombrado.
-¿No
sabes quiénes son los trece? ¿Los dueños
de la ciudad?–interrumpió asombrado Stephan-. Jefe, debería acabarlo,
no por los zombies sino por idiota.
-
¿Les parece que tengo un ‘ejército’? – respondió el hombre-. Ustedes han visto
a mis muchachos, a mis mascotas. Son muy débiles y no son una amenaza para
nadie, ni siquiera para un grupo numeroso y armado de humanos.
-¿Entonces
por qué hacerse con este grupo de caminantes? –preguntó Noir mientras enfundaba
nuevamente el arma, el idiota no representaba mayor peligro-. Si la respuesta
no me satisface, tus sesos harán juego con la decoración del lugar.
-No
pretendo atentar contra el Consejo vampírico ni contra ninguna otra criatura, yo
sólo quiero vengarme de unos mortales. Todo se remonta a la época en que era
estudiante…
-¿Es
esta una de esas historias eternas sobre el pasado? –preguntó el hombre lobo
apesadumbrado-. Noir, ¿no es posible que mientras tanto elimine a los zombies
que no hayan quedado inservibles?
-Seré
breve, lo prometo –respondió en su lugar el hombre.
Stephan
ignoró a su interlocutor, miró a su jefe y a una señal se quedo quieto en el puesto.
-Como
decía, quiero buscar venganza de unos humanos –y al mencionar las
últimas palabras el rostro del joven abandonó su dejo burlón- Hace treinta y
cinco años me enamoré de la niña más
linda del colegio, para mí desgracia, era la novia de Miguel Valbuena, un
compañero que era hijo del dueño de la ciudad. Valbuena y sus amigos
aprovecharon un paseo que hizo el curso al río y en compañía de sus cómplices,
me ahogaron….
Noir
movió la muñeca en círculos exigiendo que el joven acelerara su historia;
Stephan, sentado en un rincón, bostezaba.
-Miserables
niños, me asesinaron y nadie hizo nada por encontrar los responsables. Mi
espíritu vagó muchos años en busca de venganza, hasta que un día –y el rostro
del muchacho esbozó una sonrisa macabra- me encontré con un demonio. Ofreció
darme mi antiguo cuerpo y la oportunidad de desquitarme a cambio de mi alma.
Mocoso
estúpido, pensó Noir, no sabía lo
que había hecho. Un demonio puede llegar
a que desees haber nacido sin alma. Igual no era asunto suyo.
-El
mismo demonio me dijo algo que me llenó de regocijo: Esa gente va a celebrar
una reunión de graduados en la mansión de Valbuena durante la noche de navidad y
van a llevar a sus familias. Por fin tendré lo que buscaba…
-¿Quién
me dice que no atentarás contra el Grupo de los Trece?
-Mis
zombies son débiles, muy débiles. No quiero otra cosa que mi venganza. Está estipulado en el contrato que apenas
efectúe mi deseo deberé entregarle mi alma a quien me compró.
-¿No
atentarás contra ninguna otra criatura?
-No.
-¿Ni
siquiera contra ningún otro humano?
-¿Importa?
–después de ver en los ojos del vampiro una amenaza, respondió– aparte de las
personas que asistan a la reunión no asesinaré a nadie más y el ejército se
desvanecerá en las sombras.
-No creo que seas una amenaza para nadie –dijo el detective
mientras pensaba en lo obeso y desagradable del anfitrión, seguramente él
también lo habría ahogado-. Lamentablemente, alguien me ha pagado muy bien por tu
cabeza. Ya sabes lo que dicen, es mejor curar que lamentar.
-Pago el triple de lo que le hayan ofrecido. Eso y mi promesa de que me iré para
no volver. ¿Alguna pregunta?
-¿Para
qué el pesebre y el árbol de navidad?
-Soy
un nostálgico, detective…
--
Nochebuena.
La casa de campo de los Valbuena se engalana para recibir ilustres invitado. El
salón de baile está decorado no con los tradicionales blanco y rojo sino con
gris y dorado, colores más sobrios pero
sin duda más elegantes.
Del
cielo penden globos, guirnaldas y los respectivos muérdagos para que los enamorados
puedan hacer de las suyas. La orquesta toca música suave, relajante, y los
antiguos compañeros de colegio rememoran viejos tiempos a la vez que presentan
en sociedad a sus parejas y a sus hijos.
El
punto cumbre de la fiesta es el momento en que suenan las campanadas que
anuncian la medianoche. Cuando los presentes se abrazan emocionados deseándose
la feliz navidad, intempestivamente las puertas del gran salón se abren
trayendo a los residentes del infierno a tan elegante celebración.
.
Un
adolescente obeso con gafas y cara redonda está en el centro, su mirada está llena de odio, de
furia, de resentimiento; a su lado hay unos seres grotescos y putrefactos,
algunos están disfrazados de duendes, o de
papa Noel, otros más de pastorcitos que habrían de visitar Belén. Las criaturas
huelen el aire y empiezan a hacer sonidos tétricos provocados por el hambre de
la carne y la sangre. A un costado hay dos hombres en los que nadie repara: Uno
de ellos tiene pelo largo y ojos de color dorado, el otro está vestido como un
detective de película del cine negro.
Algunos
de los asistentes creen reconocer al gordo que está en el centro, comienzan a
gritar aterrados y pronto, la noticia del regreso de Hernández de la tierra de
los muertos, se riega como pólvora. Los
gritos y los llantos son interrumpidos súbitamente.
-Señores,
esta fiesta ha terminado. –concluye emocionado el joven.
Los
tres seres están sentados en una mesa mientras los zombies cumplen su tarea con
eficiencia. Stephan tuvo la idea de incendiar el salón para darle mayor
dramatismo a la escena y apuñaló en las rodillas a un par de invitados que
pretendían escapar del lugar, se ha quejado sin parar, pero es inocultable que
está divirtiéndose en grande con su noche navideña.
El
agasajado observa la escena y los rostros agonizantes y carcomidos de los
presentes. Disfrutaba especialmente el contemplar su rostro al ver
como devoraban a sus seres amados. Quizá había sido un error no ordenar a su
grupo el dirigirse exclusivamente a los familiares y dejar a los culpables para
el final. Eso ya no importaba, lo relevante era disfrutar el momento, grabar en
sus retinas cada segundo de esa noche, guardar como un tesoro los rostros
ensangrentados de sus victimarios. El futuro podía ser terrible, pero ese día
le pertenecía únicamente a él por la eternidad entera. Haría que valiera la
pena. Levantó una copa de vino y se dirigió al vampiro.
-Feliz
navidad –le dijo.
El
detective contemplaba la escena en medio de sorbos ocasionales de su copa. La
sangre estaba deliciosa, en su punto. No lo confesaría jamás pero el incendio,
los zombies disfrazados y la gente histérica corriendo de un lado para el otro
intentando escapar de una muerte segura le divertía. Eso sin contar con el oro
que se había embolsado sin hacer ningún esfuerzo.
Escuchó
el chomp, chomp de un caminante que se daba un banquete con una pequeña niña. Luego
de abrirla, devorar su intestino, hígado y pulmones, en un acto de violencia
sin sentido, le arrancó la cabeza y la
arrojó a los pies del vampiro que al mirarla, pensó que podía ser, perfectamente,
la niña que se había sentado a su lado en el bus repleto de ganado humano.
-Feliz navidad –respondió Noir.
¡¡ Qué buena presentación en sociedad de Noir y Stephan !! ...
ResponderEliminarAquí me quedo, satisfecho después de lo leído, esperando por más aventuras del dúo...
Muy bueno... ¡¡ Felicitaciones !!...
Muchas gracias Juan...sé que con vos cuento con un lector sincero y fiel. Muchas gracias por leerme y me alegro te haya gustado la historia.
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