Me despierta el estruendo. No
sabría decir cuántas horas llevo dormido encima de la barra. Es noche de
navidad y tengo un sombrero ridículo en
la cabeza, corrijo es noche de navidad, tengo un sombrero ridículo en la
cabeza, estoy ligeramente embriagado y tengo el corazón roto en mil pedazos.
Levanto la vista, no hay nadie
en el bar a excepción del mesero que me
observa con preocupación. Miro la botella de vino de la que estoy agarrado como
un náufrago a una tabla o un bebé a una teta. Está vacía.
-Otra botella, por favor –digo
mientras el otro me mira con un leve reproche pero alza los hombros y la trae-.
Bueno, pero que esto no parezca un funeral, ¿brindarías conmigo?
El hombre vuelve a alzar los
hombros y trae dos copas.
-¿Por qué brindamos? No por
las que se van, ni por las que vienen, ya habrá tiempo de pensar en ellas –detallo
su rostro y comprendo finalmente a quién se parece- Oye, hoy es navidad y
celebramos tu nacimiento, ¿no?
-Muchas gracias, señor –responde el mesero, siguiéndome la corriente-.
-A tú salud, entonces…
Me dispongo a tomar la copa
cuando la campanilla de la entrada suena. Un anciano gordo, barbado, sucio y
sudando como un animal entra en el bar, lo acompañan una banda de siete enanos.
-¿Dónde está el cumpleañero?
–grita el viejo acercándose al mesero, abrazándolo- Oye, antes de celebrar
sírveme lo de siempre….
-¿Malta para los renos
también? –responde el mesero.
-Desde luego, desde luego –se
ríe el viejo con una especie de ho ho ho que me recuerda a un fuelle o algo
parecido.
El mesero carga un galón de
una bebida oscura pero antes de salir deja en la mesa del extraño grupo una
botella de whiskey. El viejo y los
enanos empiezan a tomar, los chiquitines toman como cosacos pero no hablan
mientras el panzón ríe y grita más de lo que toma.
-Oye tú, hijo –me llama-
¿quieres sentarte con nosotros a tomar una bebida de verdad?
En casa me enseñaron que es de
mala educación despreciar una invitación y más si se trata de licor, así que me
levanto y me dirijo hacia el extraño grupo.
-Muy bien, muy bien –me dice
el viejete mientras corre a uno de los enanos- siéntate acá…mi nombre es Nicolás
y estos son Alvi, Gabi, Cruci, Boni, Crici, Ani y Keli.
El trago es realmente bueno y
me pierdo en su parloteo y los gruñidos sin sentidos de estos Oompa Loompas
versión descontinuada. Habla del frío que hace en el polo norte, en el cuidado
de los renos, la producción de regalos y lo mal que va el negocio y en los
niños…pequeños tiranos chillones y mocosos, sino fuera porque estaba obligado a
hacer lo que hace, dice mientras sorbe otra copa de whiskey, hace rato habría
degollado a más de uno, y es que carajo jo jo, a veces creo que Herodes era un
santo. Al rato no sé quién está más ebrio, si el rubicundo anciano, su recua de
enanos o este servidor. Va a agregar algo más cuando la puerta se abre
nuevamente.
Los recién llegados son un par
de árabes y un negro. Están regiamente vestidos y su presencia es imponente
aunque un poco soberbia. Dos llevan cofre en sus manos y el tercero una cadena
que al final lleva incienso.
-¿Es aquí donde se celebra el
cumpleaños? –pregunta el que parece ser el líder de ellos sin ocultar su cara
de desagrado por el sitio.
-Debe serlo –replica el
negro-. La estrella no miente.
-A darle por culo a la
estrella –replica el tercero con acento español fuertemente marcado-. Hemos
seguido la jodida estrella por Estambul, Cafarnaúm y casi nos linchan en Jerusalén. De acá no me muevo. Oye tú, muchacho –dice mientras me señala, tráenos un poco
de sangría.
A estas alturas de borrachera
no pienso desobedecer y no sólo encuentro una jarra de sangría detrás de la
barra sino otra botella de whiskey que llevo a mi grupo.
El viejo sigue tomando pero ya
no se ríe y no deja de mirar a la mesa de los árabes. Finalmente no se
contiene….
-¿No deberían estar buscando
el camino hacia España? Para no llegar tarde, en el puto mes de enero como
siempre.
-Vaya, vaya, nos habla la
valla andante de Coca Cola –replica uno de los árabes-. ¿No deberías estar
sentando niños en tu regazo?
-Siempre he tenido una duda
–responde el viejo panzón ignorando el comentario anterior- ¿Cómo es que se
llama el negro? Nunca he aprendido a saber quién es quién.
-¡Es afro! –dice el negro
agitando la cadena del incienso y luego lanzándosela al decrépito e impactando
en la cabeza de uno de los pequeñajos con cara de viejo.
Y allí se arma Troya. Los
gnomos, el viejo se abalanzan sobre los extranjeros. Puño va, puño viene y yo
observando toda la situación sin meterme con nadie hasta que uno de los duendes
en medio de una jeringoza incomprensible se aferra mi pierna cual perro en celo
y me muerde, yo no hago otra cosa que sacudirme y lanzar a este Critter de los
infiernos contra una mesa. Ciego de ira
y de alcohol me abalanzo sobre la turba y golpeo, muerdo y aruño sin importar a
quien.
De repente, se abre nuevamente
la puerta.
Cinco árabes más, de aspecto
humilde y cargando ovejas entran. Perfecto, no me sorprendería que en cualquier momento entrará el FBI y nos
arrestará a todos pensando que es la convención anual del Al Qaeda.
-Salaam – dice uno de ellos-
es aquí la reunión para el cumpleaños de….
No dejan terminar al pobre
Moro porque una botella arrojada por quién sabe quién le impacta en la cabeza.
-¡Maktub! –grita uno de sus
acompañantes y con sus acompañantes arremeten contra la turba.
El zafarrancho es
impresionante, recibo puños, patadas de duendes, viejos, árabes y negros, una
oveja me muerde y yo la pateo. Doy tantos golpes como recibo, y el lugar es un
desastre, hay vidrios, mesas y sillas rotas, el alcohol se riega con tanta
prodigalidad como la sangre pero nadie ceja en su furia. De repente se escucha
un grito superior al jaleo.
-¿Qué carajos está pasando
aquí? –exclama el mesero quien vuelve acompañado de un par de renos.
Todos se detienen y se
empiezan a mirar apenados.
-Lo que dije era amaos los
unos a los otros, no ‘cascaos’. Amaos, carajo, amaos.
-Empezó Nicolás –dice el negro
mientras apuntaba al viejo.
-¡Me importan dos peces y
panes quién empezó! –sigue gritando el mesero- Me hacen el favor y se disculpan
todos y celebramos el jodido cumpleaños de una vez.
Todos se levantan y empiezan a
darse la mano y abrazarse. Un par de enanos se abrazan amistosamente a mis
piernas, uno de los árabes elegantes me abrazan sacándome el aire, una oveja me
lame la cara y el viejo me dice “este
año has sido un buen muchacho, para el próximo te regalaré una mujer que no
joda”, “No prometas imposibles”, le respondo mientras lo abrazo.
-Mucho mejor –dice el mesero-
Ahora acomódense todos juntos que voy a tomar una selfie del grupo.
Nuestros cuerpos han visto
días mejores. Entre nosotros hay varias narices, costillas, cabezas y huesos
rotos lo cual no impide que sonriamos para la foto.
-Muy bien –dice riendo el
cumpleañero- digan todos ¡FELIZ NAVIDAD!
Bonita selfie!
ResponderEliminarFeliz Navidad!
¡Muchas gracias por leerme! Y sí, quedó bonita la selfie ;) Feliz navidad para vos también, Alfred.
EliminarExcelente cuento Tulio! Aquí el mío. http://goremistico.blogspot.com.co/2015/12/navidad-y-un-menage-trois.html?m=1
ResponderEliminarGenial y recomendado tu cuento Gaby. Ya pasé por ahí y comenté :D
EliminarSencillamente excelente, Tulio.
ResponderEliminarFeliz navidad para vos y los tuyos.
Comparto este cuento.
Muchísimas gracias por leerme. Un honor y un placer que te gustara. Felices fiestas para vos y para los tuyos, Facu.
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