Puede que lo hayan notado o no,
pero desde hace algunas semanas he vuelto a escribir con cierta constancia en
este blog luego de haberlo casi abandonado el año pasado. Escribo los lunes por
la noche y lo pongo en redes los martes por la mañana por si alguien quiere
leerme.
No ha sido fácil, desde hace
algún tiempo ando con lo que yo llamó el síndrome de ‘la pluma rota’ que consiste básicamente en
sentir que no hay nada más por escribir, por contar, es sentir, incluso, pereza
de escribir. Toda mi vida, desde pequeño, sentí el llamado de las letras,
primero leyéndolas y sumergiéndome en otros mundos y luego queriendo ser yo el
que creara universos desde mi teclado. Todo eso desaparece cuando la pluma está
rota, los pensamientos de que todo no es más que una pérdida de tiempo
aumentan, sentir que nadie lee lo que escribo o que lo que escribo es aburrido y que quizá nunca
seré tan bueno como los escritores que tanto admiro se vuelven recurrentes. Es
pensar para mí que quizá no hay nada más para mí en este mundo.
No he dejado del todo la
escritura. Escribo cuentos ocasionales para mis amigos del Parche Lector (un
grupo de locos que se reúnen una vez al mes para escribir y compartir sus escritos) y los
microcuentos de los jueves que es, donde ahora, encuentro mayor placer a la hora de escribir
quizá porque su extensión es corta o
porque en esos momento siento una desconexión del universo y solo está en mi
mente el escribir una nueva historia
cada semana.
Pero aparte de eso ¿hay algo
más? Escribo estos artículos porque en parte siento la obligación de no dejarme
oxidar, como un atleta retirado que no deja de entrenar porque de cierta forma
el ejercicio hace parte de sí y lo hace sentir vivo. ¿Pasa lo mismo con la
escritura para mí? ¿Soy un escritor? He leído muchas veces que los escritores
necesitan escribir como un pez necesita el agua, pero yo muchas veces lo he
dejado, en ocasiones por periodos muy largos de tiempo y siento que no lo he
necesitado, pero al final de una u otra forma siempre termino volviendo al
refugio de tinta.
Quizá la decepción venga en
parte al comprender que nunca podré vivir de la escritura. O de que con los
años comprendes que la escritura no te sirve para evitar la muerte de tus seres
amados o para evitar la soledad o la tristeza. Quizá a veces sienta que solo
escribo letras y palabras sin sentido, plasmando fragmentos de mi alma en una hoja virtual que quizá nadie puede
comprender realmente.
Pero al final todo se reduce
al acto de escribir. De tamborilear tus dedos sobre el teclado: Nunca me siento
más libre, más en paz conmigo mismo que cuando lo hago, todo a mi alrededor se
desvanece y nunca soy más yo que cuando escribo. En mi vida cotidiana a veces
tiendo a ser un poco payaso en un papel que a veces siento no puedo dejar de
ejercer, escribir soy yo al desnudo, con mis luces y sombras. Quien de verdad
quiera conocerme tiene que leerme porque es quizá allí –aquí- donde reside mi
verdadera esencia.
Así que sí trataré de seguirlo
haciendo. Asi no sea un escritor, así
muchas veces sienta que todo está dicho, que la pluma está rota más allá de
toda posibilidad de arreglarse, que no vale la pena. Seguiré haciéndolo porque
este mundo de las letras es quien soy, mi esencia, mi casa.
Nos vemos el otro martes.
Una vez te ha tocado la varita mágica, ya no puedes dejar de hacerlo, a pesar de etapas menos creativas o simplemente inapetentes.
ResponderEliminarSaludos.