Tengo una idea para una historia. He intentado olvidarla,
dejarla de lado, pero se rehúsa a morir y reaparece una y otra vez en los
momentos menos esperados. Veo a sus protagonistas en diferentes situaciones y
me parece que cada vez cobran más vida, como si poco importara que los trajera
a la vida, como si por el solo hecho de imaginarlos existieran, pero aun así quieren que su historia
sea contada. Lo exigen.
Cuando pienso en ellos me pregunto si vale la pena. Si quizá
no llegue, tarde o temprano, la Policía de la Moral y lo Políticamente Correcto
diciendo que tengo el alma y la mente podrida por lo que estoy pensando y
creando; peor aún, me pregunto si quizá cuando la escriba sea recibida en medio
de la apatía general y mis letras sean incapaces de llegar a una persona, una
por lo menos que se vea reflejada como
yo en esta historia.
Pero la Historia poco sabe de Policía de la Moral y lo
políticamente correcto, poco sabe de si será leída o aceptada o querida. Ella
solo quiere nacer, quiere que su parto ocurra día a día a través de la hoja en blanco. Poco le importo yo o mis
pensamientos o penurias, soy solo el médium, la herramienta para que pueda ver
la luz. Soy su padre pero a este feto de ideas poco le importo y lo único que
hace es susurrarme que deje de hacerme el idiota y que sé muy bien lo que debo
hacer.
Hasta el momento solo tengo una novela que está en el baúl de
los recuerdos. La novela fue escrita en un momento oscuro de mi vida y
escribirla me dejó extenuado como si fuera incapaz de escribir de nuevo. Muchos
años lo creí así. Pensé que sería un hombre de una sola historia, quizá leída
por la gente más cercana a mí pero no más. Escribirla fue un placer pero al
mismo tiempo agotador como si drenara mi vida, mi alma, pero ahora siento como si
esta nueva idea que crece dentro de mi pecho y se expande cada día un poco más
tuviera la fuerza incontenible de mil huracanes juntos.
No es desde nuevo una idea nueva. Llevo pensando en ella desde
hace ya algunos años. Al principio la ignoré pero ella vuelve una y otra vez,
molesta como un grano en el culo, intensa como el zumbido de un zancudo a la
madrugada y cada vez toma más fuerza. Me escudo en la pereza, en lo agotado que
llego del trabajo y del gimnasio; me escudo diciendo que a pesar de toda mi
palabrería no soy un escritor y que no vale la pena ni siquiera el esfuerzo,
que debería dejarlo a los expertos en el tema, que el tema no será del interés de nadie, que
mis letras son una mierda y que a fin de cuentas a nadie le gustan…..pero la idea
no se resigna a morir y embiste una y otra vez con la ferocidad de un boxeador
que sabe que puede ganar la pelea y en medio de los golpes, la nariz rota, los
ojos morados y la boca destrozada, sonríe diciéndome que más allá de que todo
eso sea cierto escriba la historia para mí, que valdrá la pena.
Escríbela. No te niegues a eso que molesta e incomoda en tu interior. No lo retengas, podría ser catastrófico, como un temblor ignorado que luego despierta con la ferocidad del terremoto. Escríbela, ella encontrará su forma; no pienses en los lectores, en este momento solo eres fiel a la historia, ellos vendrán de después. Al carajo la maldita Policía de lo Moral, ningún bien le ha hecho a este mundo. Escribe, no te niegues a lo que eres, no dejes que los fantasmas ganen la batalla. Deja que esa historia conozca el papel. Hay quienes, acá afuera, no dudamos de su genialidad rebelde, que por algo, se niega a morir.
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