martes, 31 de diciembre de 2019

2019


Pienso mucho en cómo definir este año y mi mente se queda en blanco como si no tuviera nada que decir, es curioso, pero siento que últimamente me pasa más o menos seguido, una especie de tranquilidad que parece nublarlo todo a mi alrededor.

Porque podría decir simplemente que ha sido un año tranquilo mientras que a mi alrededor mucha gente se desmoronó. Conozco personas que han tenido crisis de todo tipo: nerviosas,  laborales,  de no saber quiénes son o con vacíos emocionales que creen que teniendo una  relación podrían ser felices cuando no es así. Mi labor ha sido estar con ellos así como ellos lo hicieron conmigo cuando los necesite y probablemente lo vuelva a hacer en el futuro.

Pero la existencia no es sino esa montaña rusa, ese vaivén de los acontecimientos que  como canta Rubén Blades: "Maestra vida camarada, te da y te quita y te quita y te da", y si este año ha tenido esa calma chicha, miles de sorpresas tanto buenas como malas aguardan detrás de la esquina dispuestas a saltar en el cuello en el momento menos pensado.

Viajé a la capital del mundo, a una isla paradisíaca y a lugares exóticos de mi país (la mayoría de estos por insistencia de mi gran amigo Esteban Cruz), empecé a escribir un libro que dejé después de redactar poco menos de la mitad a pesar que creo que tiene  potencial, hice un video semanal en mi canal de YouTube más por divertirme que otra cosa, luché una y otra vez por perder peso y retrasar la inevitable calvicie y muchas de las cosas que antes me preocupaban ahora no lo hacen tanto.

Con los años mi visión sobre temas como la muerte y el amor romántico se han vuelto más prácticas y menos pasionales que antes,  quizá en algunos aspectos me haya vuelto un poco más frío y cínico y mi visión no sea compartida por nadie más. A veces siento que he perdido un poco de humanidad en el proceso  pero en estos momentos prefiero mi tranquilidad por encima de otras cosas, quizá en el futuro cambie está visión, quizá no, pero de momento no es algo que me preocupe demasiado.

Hay desde  luego cosas que ahora mismo sí lo hacen, como no ser capaz de escribir algo que valga la pena (a pesar de no tener la disciplina que debería), la  situación del país (aunque veo con un atisbo de esperanza que las nuevas generaciones se rebelan contra las antiguas y sus errores del pasado), no ganar la suficiente plata (pero no nos mintamos, nunca estaremos satisfechos del todo con nuestro sueldo), o tener que soportar a veces a tanto imbécil -por no usar otra palabra- que te detesta y de manera hipócrita intenta hacerte la vida imposible (y  a esos muchas veces te toca aguantarlos a diario) pero a la larga son problemas con solución ...sin embargo, cuando veo  los ojillos inquietos de mis sobrinos, ansiosos por descubrir un mundo que los espera siento que hay un futuro y tendremos que luchar de la mejor manera que podamos para dejarles un mejor porvenir a las generaciones por venir.

Ha sido un año tranquilo pero siempre dónde hubo quietud se alista el movimiento, quizá haya sido un año de preparación para lo que se venga , o quizá sea yo el que ha cambiado, pero nunca dejamos de hacerlo y nunca sabremos que nos depara la vida....por hoy solo puedo decirles , FELIZ AÑO NUEVO, FELIZ 2020, QUE TODOS SUS DESEOS SE CUMPLAN.

Los quiero. Gracias por estar aquí.




lunes, 9 de diciembre de 2019

América, catorce estrellas teñidas de gloria y sufrimiento

Es una verdad universalmente aceptada que todo hincha del América de Cali tiene predisposición para el sufrimiento. Sólo así se explica que un equipo que apenas ganó su primera copa después de 31 años de haber iniciado su carrera  en el fútbol profesional colombiano, que perdió una Copa Libertadores a segundos de terminar el partido (cuando con el empate ganaba) y que probó el infierno de la segunda división por media década, tenga una de las hinchadas más numerosas y fieles en la actualidad.

Este diciembre se cumplen cuarenta años exactos en que ganó su primera estrella. Los hinchas fieles nunca olvidaremos como ‘aquél 19’ de diciembre del 79,  La Mechita, la pasión del pueblo, los diablos rojos se coronaron campeones venciendo ‘La maldición de Garabato’  allanando un camino lleno de estrellas y triunfando pero no exento de dolor.

Hace muchos años recibí un libro del América    por sus 70 años de fundada donde se hacía un recuento de su historia. Mi mejor amigo, hincha irredento del Deportivo Cali, se burlaba porque uno de sus capítulos se titulaba ‘Duele, rojo, duele’ donde se rememoraba las cuatro derrotas  en la finales de la Copa Libertadores. En ese momento me molestó su actitud pero recordando no veo que haya motivo para tal, ver jugar al América es estar con el corazón en la mano, sufrir hasta el último segundo, las derrotas, muchas de ellas por errores infantiles, y me acuerdo del que cometió Óscar Córdoba cuando regaló un gol al River Plate en la final de la Libertadores en el 96, duelen en el alma y las victorias, al ser tan sufridas son mucho más dulces que las de cualquiera.

Cuarenta años y mucha agua ha corrido debajo del puente. No es motivo de orgullo pero tampoco hay que renegar la historia y aceptar que en la década de los ochenta y noventa la mafia permeó al equipo (como lo hizo con la mayoría del fútbol colombiano) y muchas de sus victorias estuvieron empañadas por dinero sucio, los diablos rojos dejaron de ser el equipo del pueblo para ser el de los Rodríguez.

El castigo sería duro y cruel. Lista Clinton, convertirse en unos parias a quienes nadie quería patrocinar y el descenso en una noche aciaga de diciembre del 2012. Solo los hinchas más fieles seguirían al equipo durante su destierro cual Apolo expulsado del Olimpo. Fueron años de crisis económicas y futbolísticas, de burlas por parte de los rivales de siempre, de luchar como fieras con equipos jóvenes sin nada que perder en el fango de la B, hasta que cinco años después renació cual Fénix y volvió a ascender.

Recuerdo cuando lo hizo, también las hinchadas rivales que veían nuestra celebración tan estruendosa como si hubiéramos ganado un mundial, con una mirada entre burlona y de satisfacción porque sin el América la liga no estaba completa,  los grandes siempre hacen falta, sería como concebir un torneo sin el Deportivo Cali, Nacional o Millonarios, porque siempre será un placer enfrentarse a un rival histórico y derrotarlo que verlo en otra división.

Al volver a la A la hinchada estaba ansiosa por un nuevo título y rugían exigiéndoselo a su presidente Tulio Gómez. A cada fracaso pedían su cabeza sin querer saber nada de procesos o más esperas. Sin embargo, éste no se detuvo y continuó, lento pero seguro, cocinándose a fuego lento en medio de sufrimientos como sólo el América de Cali lo sabe hacer.

Y hoy, cuarenta años después de la primera estrella, once después de la treceava y cinco del descenso doloroso, estamos nuevamente celebrando, y esta vez por partida doble, pues por primera vez un equipo colombiano corona a sus equipos tanto femenino como masculino campeones el mismo año. Cali se engalana  del rojo endiablado y la celebración, sufrida como siempre, tiñe sus calles de escarlata.

¡Celébralo Mechita!