La primera vez que a mi mamá le dio cáncer fue hace once años. Lo que empezó como una molesta sensación de pesadez en el vientre se convirtió en un tumor que casi le cuesta la vida en una operación. Después vinieron las quimioterapias, la caída de pelo, la debilidad, la enfermedad en toda su plenitud que ella, con voluntad de hierro, derrotó.
Pasaron seis años y cuando
pensamos que todo había sido solo una horrible pesadilla, recayó. De nuevo las
quimioterapias, los dolores, el vómito y el querer seguir adelante. Cuando
nuevamente se sobrepuso a la enfermedad, mi hermana en recompensa la invitó al
Mundial de Fútbol de Brasil en unas vacaciones inolvidables, que ahora en esta
noche que no parece terminar parecen difusas, como si hubieran ocurrido en otra
vida.
Las recaídas se hicieron más
constantes. A finales de ese año tuvieron que operarla nuevamente y el 2015 se
tiñó de nuevas quimioterapias; el año
pasado la situación empeoró y ya el tratamiento no le surtió ningún efecto, su
salud se deterioró de manera acelerada
los últimos tres meses del año y los doctores dictaminaron que ya no se podía hacer
nada por ella. En diciembre tuvimos una pequeña luz de esperanza cuando la
reconocida Clínica Mayo nos dijo que era posible un tratamiento. Mi hermana se
la llevó a Estados Unidos donde vive para que la vieran los doctores de la
Clínica, pero la luz se desvaneció en seguida cuando le dijeron que en su
estado actual no soportaría ningún tratamiento y que lo único que podíamos
hacer era esperar.
Reflexiono en todo esto después de
leer el triste y hermoso libro UN MONSTRUO VIENE A VERME de Patrick Ness. En él
nos narran la historia de Conor O’ Malley, un adolescente de trece años que
debe ver como su mamá está muriendo de cáncer y para hacer más fácil este
difícil (no tienen idea cuánto) proceso, invoca la figura de un monstruo que le
enseña a aceptar la realidad y dejar ir.
Es increíble como esta novela refleja
muy bien lo que hemos estado viviendo. Nos habla de la tristeza, la impotencia
ante lo abrumador de esta enfermedad pero no sólo eso, quienes hayan tenido la
desgracia de ver a un familia sufrir de este terrible mal se verá reflejado en
la madre del protagonista, en su deterioro, su debilidad, el no tener ni
siquiera aliento para hablar, el vómito constante (en nuestro caso un balde al
que he llegado a detestar como si fuera una persona viva que debemos acercarle
a mamá cuando va a trasbocar).
Al ser Conor incapaz de
expresar sus emociones explota de la peor manera, en algún momento destroza
parte de la casa de su abuela o coge a golpes al abusón de su colegio que se
burlaba de él. Y sí, a veces es tanta la frustración y la tristeza que también
dan ganas de hacer lo mismo, de mandar todo a la mierda, de darle un golpe, o
quizá más de uno, a cierto cabrón manipulador; pero al ser uno adulto tales
salidas no le están permitidas y hay otras más sutiles pero igual de dolorosas
y destructivas.
Pienso en mi mamá. Es quizá el
mejor ser humano que conozco y no merece nada de lo que le está pasando, al
igual que tantas personas que han atravesado por esta enfermedad de mierda que
acaba con el cuerpo y el espíritu. No hay palabras dichas o escritas que puedan
expresar el cansancio o la tristeza que estamos atravesando en este momento.
Pienso en mi hermana, la mujer
más valiente que conozco. Ha sido capaz de dejarlo casi todo por venirse a
Colombia a cuidar a mi mamá tres meses y que lo sigue haciendo ahora desde
Orlando, quienes hayan atendido a una persona enferma saben lo agotador que
pueda ser, y ella lo ha hecho sin quejarse contagiándonos a todos de su fuerza
y energía.
Pienso también en muchas
cosas. En que me gustaría hacer mucho más de lo que hago para que estén mejor
así sea a la distancia, en lo mucho que amo a mi mamá y quisiera que estuviera
sana o pudiera descansar de tanto dolor, en tantas cosas que he aprendido de
ella y que lo sigo haciendo incluso ahora; en tantos momentos vividos, lo
efímero de la vida y la importancia que le damos a tantas cosas que no la
tienen mientras dejamos de aprovechar a quienes nos aman que si fuéramos
conscientes que el tiempo con ellas es tan corto no dejaríamos de besarlas,
abrazarlas y decirlas cuanto las queremos.
Del libro sacaron una
adaptación cinematográfica que está actualmente en cartelera que no dudo en
recomendar a quienes atraviesen por un momento similar y para quienes no,
recuerden la importancia del amor y la familia en los momentos más difíciles.
Y mientras tanto mi mamá sigue
en Estados Unidos, viviendo con mi
hermana, esperando, rodeada del amor de quienes la conocemos, lo que tenga que
ocurrir.
![]() |
Mi mamá, yo y mi hermana |
Nos conocemos solo a través de las letras pero tus palabras me hicieron sentirte cerca. Aunque no pasé una situación como la que viven ahora en tu familia veo la valentía y la fuerza que nace del amor. Te mando un abrazo grande!
ResponderEliminarUstedes son una familia de guerreros y de vencedores. Han vivido atardeceres muy difíciles y también hermosos amaneceres, y por eso los admiro. Ha llegado el momento de llenarse solo de buenos recuerdos y sonreirle al ocaso de la vida.... Los acompaño desde la distancia, un enorme abrazo para Cristina.
ResponderEliminarÁnimo, no desfallezcan, este tipo de cosas solo les sucede a gente valiente y poderosa, algo debemos aprender.
ResponderEliminarEl poder de la mente lo es todo! Recuerdo un caso del que me enteré hace muchos años en los que una familia en la misma situación en cuya madre también padecía de Cancer y sus hijos todas las noches se reunían a una hora fija y la ponían en El Centro de la sala y entraban en meditación con los ojos cerrados e imaginaban que de sus cuerpos salían rayos azules de sanción hacia su madre, rayos que exterminaban el cancer, la señora a su vez en el momento cerraba sus ojos e imaginaba que los rayos la sanaban y el cancer desaparecía...
De un momento a otro el cancer desapareció!
Quizás la ayuda provenga de otras opciones que nunca hubiésemos imaginado... la medicina convencional no lo es todo.
Bendiciones para ti y tu familia.