lunes, 28 de noviembre de 2016

El día en que el Diablo volvió al paraíso

Hace cinco años, en una noche amarga para sus hinchas, el Tigre Castillo desperdició el penalti decisivo que condenó al América de Cali a una larga estadía en la B. Hoy, media década, después los gritos se repiten en el estadio Pascual Guerrero pero esta vez los sonidos son de euforia y de alegría por haber dejado atrás tan terrible purgatorio y haber vuelto, triunfante, a la liga principal del fútbol colombiano.

El hincha americano sabe lo que es el sufrimiento. A pesar de sus múltiples títulos e historia la escuadra escarlata está acostumbrada al desespero y saber que puede pasar del triunfo a la más triste de las derrotas en cuestión de segundos tal como le ocurrió en la final de la Copa Libertadores del 87 contra Peñarol, cuando perdió el preciado título en el minuto de reposición o cuando a pesar de ser uno de los grandes del fútbol colombiano muchas veces  luchaba por clasificar a los octogonales aunque por lo general cuando lo hacía quedaba campeón.

Porque a pesar de todo, el América nunca ha dejado de ser ese equipo de los bajos fondos, de barriada, ese que lucha en el fango contra todo y contra todos incluido sí mismo. Es por eso mismo que quizá cuenta con una de las hinchadas más grandes donde no sólo tiene seguidores en Cali sino en todo el país.

Alfonso Bonilla Aragón, uno de sus fundadores y escritores insignes acuñó la frase ‘América, la pasión de un pueblo’, donde describe muy bien lo que significa el equipo: No se trata de seguirlo por sus triunfos sino por lo que genera, por lo que inspira, acompañarlo en los días tristes y difíciles, donde la derrota acecha como un depredador feroz, donde parece que será incapaz de levantarse del cruel abismo y de la misma manera alegrarse de sus triunfos, donde son mucho más dulces que los de aquellos equipos súper poderosos acostumbrados a ganar todo el tiempo.

No me precio de ser el mejor hincha del mundo, ni siquiera uno particularmente bueno: La última vez que recuerdo haber ido al estadio a apoyar la escuadra fue en el 97 cuando ganamos el título frente al  Bucaramanga, en este tiempo no he visto un partido del equipo en la B y ni siquiera por radio, pero sin embargo no se deja de ser quien ha sido y no dejo de pensar en esa frase de esa gran película que es El secreto de sus ojos:  “El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión”. Y eso es sin duda el América, una gran pasión, ese primer gran amor al que podemos dejar de ver incluso por años pero que siempre estará presente en nuestros corazones y pensamientos hasta el día en que muramos.

Tengo amigos y familiares muy queridos que no han dejado de ir al estadio a apoyar al equipo ni siquiera en los peores momentos, viajando a diferentes ciudades a verlos, sufriendo por años derrota, tras derrota y creo que esta victoria es suya. Son ellos quienes han hecho grande al club incluso cuando la dirigencia se mostraba cómoda en la B y los jugadores eran displicentes. Son ellos el alma del equipo y por eso esta noche escarlata les pertenece.

Así pues, el diablo ha dejado  el reino de los muertos y se ha elevado hasta llegar al paraíso para darle la alegría y el toque que solo él le pueden dar a la liga colombiana. No creo que el sufrimiento haya terminado para siempre  pues hace parte de la esencia del equipo amado, pero su tormento por el purgatorio ha cesado de momento y ya era hora de que se volviera a cumplir aquella consigna del grupo Niche: “Un clásico en el Pascual, adornado de mujeres sin par America y Cali a ganar, aquí no se puede empatar”.


Que así sea.




viernes, 11 de noviembre de 2016

2016: El año en que elegimos al miedo.

 ¿Qué tienen en común un votante inglés, un colombiano y uno gringo? No solamente evidencia el  fracaso de la educación y la vulnerabilidad de un sistema democrático que demuestra que el mandato de las mayorías no siempre es el más sabio, sino que nos introduce, dieciséis años después, a lo que será este siglo XXI, donde se combinará lo mejor de finales del siglo XX (la tecnología) con lo peor del siglo pasado, sistemas de gobierno de derecha basados en la ignorancia, el miedo y el odio.

Cada uno de estos casos tiene sus propias particularidades. Ni Inglaterra ni Estados Unidos han vivido un conflicto interno de sesenta años como Colombia, pero la manipulación a la masas basadas en emociones, la desinformación y el constante bombardeo a una amenaza inminente por parte de una entidad oscura que por lo general es de otra raza, país o inclinación sexual ha sido igual en las tres elecciones.

Esto no es nada nuevo, el tridente de patria, dios y familia ha sido caballito de batalla de gran parte de los regímenes que dominaron gran parte del siglo pasado. Para ellos, el problema siempre es externo y debe ser erradicado de inmediato, los judíos, los negros y la oposición entran en el mismo saco. En la actualidad los inmigrantes europeos, africanos y asiáticos, la invasión de latinoamericanos, y la amenaza homosexual (y no puedo creer estar escribiendo esta idiotez) y el comunismo ateo fueron los factores decisivos en la votación de este año siniestro que empieza a configurar las piezas del ajedrez que será este siglo.

A pesar de todo el tema resulta fascinante: Tanto el NO en el Brexit, como el SÍ en el plebiscito y la elección de Hillary Clinton se daban como una certeza indiscutida. Sus promotores estaban tan seguros de su triunfo que se confiaron y menospreciaron a sus contendores. Estos no dejaron de trabajar activamente e incluso se sorprendieron con su victoria. ¿Su secreto? Las verdades a medias, los datos falsos, el incitar a la población para que “saliera a votar enverracada”, el miedo, miedo y más miedo.

Las encuestas, los grandes medios de comunicación y redes sociales demostraron su fracaso a nivel práctico y dejaron muy en claro que quien en verdad elige son aquellos que han sido ignorados muchas veces, satirizados por una élite quizá brillante pero arrogante que ha sido incapaz de hablar en su mismo idioma y quien busca una figura mesiánica como las de Uribe y Trump que le diga exactamente qué hacer, cómo comportarse y que le diga que todos sus problemas no son su culpa sino de los ‘otros’, de los extranjeros o los diferentes y que la solución es sencilla. Sencilla y violenta.

Me parece que el péndulo de la historia se está moviendo y retornando a lo sucedido en el periodo de después de la ‘guerra que habría de terminar con todas las guerras’ o Primera Guerra Mundial. Cuando veo hablar a Uribe, Ordóñez o la gente del Centro Democrático no puedo dejar de pensar en las Falange española, o el discurso de odio de Trump hacia los inmigrantes y su obsesión con hacer a los Estados Unidos grandes otra vez  me hace pensar en Hitler y como apeló a la reconstrucción de Alemania en ese periodo para sembrar las semillas de una nueva guerra.

Desde luego lo preocupante no es que existan estas figuras mediáticas pues desde que el mundo es mundo siempre han existido estos caudillos que basan su discurso en la destrucción y la guerra, sino la acogida que su discurso tiene. El discurso de odio escudado en la preservación de la paz y el orden ha calado muy bien. Es más fácil matar y no firmar la paz que iniciar un proceso que puede llevar generaciones donde se saneen problemas mucho más complejos y profundos. Los tres países (aunque estoy seguro que si se hubieran hecho elecciones similares en otros países los resultados serían similares) han hablado y su voz es el síntoma de un descontento, una fiebre de un cuerpo quizá con una enfermedad más grave.

¿Quiere decir esto que crea que una guerra se aproxima? Sí y no. Si algo nos dejó al final la Segunda Guerra Mundial fue el miedo de que esta tragedia se repita. Hay mecanismos y estamentos que vigilan que un conflicto mundial como este sea no ocurra tan fácil, pero también hablamos de una época donde casi cualquier país puede hacerse con un armamento nuclear y dado que ya han pasado setenta y un años desde Hiroshima y Nagasaki y no quiero imaginarme lo que podría hacer en este momento una bomba atómica, y si a esto le sumamos regímenes fanáticos como el de Corea del Norte, Irán o lo que se avecina con Trump, el panorama es aterrador. En cuanto a Colombia lo ocurrido puede generar un círculo vicioso donde el conflicto que estuvo a punto de acabarse después de medio siglo continúe de manera indefinida.

No creo que haya una guerra inmediata pero siento que las piezas se están acomodando para ello. El miedo genera odio, el odio violencia, la violencia muerte y la muerte más muerte y venganza. Quizá personas como Trump y Uribe no sean quienes lleven las riendas durante desastre, pero son quienes plantan la semilla que germinará en resultados fatídicos.


Los chinos tienen una maldición: “Ojalá vivas en tiempos interesantes” y vaya que creo que este siglo XXI será mucho más interesante que unos cuantos celulares de Apple y Milley Cirus montada semidesnuda en una bola de demolición. Solo el tiempo nos dará una respuesta.