lunes, 17 de septiembre de 2012

Historia de dos ciudades de Charles Dickens: Locura y redención de la pluma de un maestro.




Historia de dos ciudades
Charles Dickens
Editorial Random House Mondadori (DEBOLSILLO)
425 páginas

No había tenido el placer de leer a Dickens. De él, conocía su famoso Cuento de Navidad, llevado a la pantalla grande en numerosas ocasiones y su Oliver Twist del que incluso hay una versión animada de Disney.  Sabía que era un brillante escritor cuyas novelas, la mayoría de ellas publicadas por entregas, causaban verdadera conmoción en el Londres del siglo XIX. La novela que encontré me dejo con la boca abierta…

El texto comienza como una historia de misterio, en donde un  hombre, el doctor Manette, que ha sido prisionero por más de diez años en la Bastilla, en la Francia previa a la revolución francesa, es rescatado de las garras de la locura por su hija y un buen amigo, el doctor Lorry.

El buen hombre es llevado a Londres donde empieza a curarse del daño físico y psicológico al que fue sometido por sus torturadores y donde conoce al joven Charles Darnay quien se casará con su hija, Lucie, pero quien esconde un secreto que está conectado con su pasado.

Mientras esto ocurre en Inglaterra, en Francia empieza la revolución y el odio y el germen de décadas de pobreza, maltrato y una aristocracia corrupta y amoral estalla  con la fuerza de un tornado implacable. La muerte y la sangre empañan los ideales del amor, la igualdad y la fraternidad y los excesos no se hacen esperar. ¿Qué pasará cuándo Charles Darnay se vea obligado a volver a su patria para salvar a un antiguo criado y sea condenado a muerte por ser un ‘enemigo de la república’? ¿Podrá el doctor Manette y su familia sobrevivir al horror y el resentimiento?

Este es un relato que son dos relatos. El primero de ellos es la historia de una revolución. De su origen en la depravación y la indolencia de la clase dirigente, de su ineptitud y arrogancia tan parecida quienes a nos dirigen en la actualidad (por lo que no dejo de pensar si sería posible que la situación se repitiera en Colombia y creo que en este momento no, pero si la soberbia de estos parásitos sigue así, no dudo que en un futuro pasará) y de cómo fueron ellos quienes engendraron a la bestia que habría de cortarles la cabeza.

Pero una vez que los miserables se han tomado el poder, que han logrado desbancar a quienes los oprimían, se desencadenan las puertas del infierno. Replican las mismas injusticias que ellos mismos sufrían; sus excesos y su voracidad por la sangre no tienen límites, sin importar a quien tengan que ejecutar o si son inocentes o culpables.

Esta situación me hace pensar en el resto de revoluciones que han existido y existirán, y que tienen la misma situación que la que describe Dickens de manera magistral. Si no me creen vean los excesos de la revolución rusa, de la china, de la cubana y mucho me temo que lo mismo ocurrirá con la floreciente primavera árabe.

La segunda historia que nos cuenta Dickens es más personal y le da la razón a un buen amigo quien me decía que todas las historia hablaban de amor. Pero permítanme presentarles a un personaje que me había olvidado mencionar: Sidney Carton.

Él es un personaje de dudosa procedencia, de malos hábitos y peores referencias. Pese a ello es el verdadero protagonista de esta novela.  Sidney está enamorado de Lucie Manette, quien ha dado su corazón a Charles Darnay, pero quien comprende sus sentimientos  y le ofrece su amistad sincera.

¿Puede un hombre ‘malo’ cometer un acto de infinito amor? ¿De redimir su alma? La novela dará su respuesta con un final que es conmovedóramente hermoso.

Lean esta novela, recomendadísima….


Algunos apartes…..

“Era la mejor y la peor de las épocas, el siglo de la locura y de la razón, de la fé y la incredulidad; era un periodo de luz y de tinieblas, de esperanza y desesperación (…) era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, según la opinión de autoridades muy respetables, sólo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal”.

--
-Sí  ­–respondió-, tengo pocos años, pero la senda que he seguido no conduce a la vejez.  Pero ¿por qué hemos de ocuparnos de mi persona?

---
“Lo que hago hoy es infinitamente mejor que cuanto habría hecho en el porvenir, y por fin voy a gozar del descanso que nunca he conocido”

--
“Veo salir de este abismo una ciudad espléndida y una nación gloriosa, y veo que esta nación, con sus luchas para conquistar la libertad, con sus triunfos y con sus derrotas, expía gradualmente y borra después para siempre los crímenes de esta época sangrienta y de los tiempos antiguos que engendraron estas venganzas”.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Caminante


El caminante contempló el paisaje.
Al frente, el sendero,
el camino que no existe
la nada eterna y sublime.
Atrás los pasos perdidos
construidos con sangre, lágrimas y recuerdos.

Caminante se detiene y otea el paisaje.
Duda sobre si continuar con su trasegar
o si detenerse, tomar aire y descansar.
Cada paso lo aleja más de su hogar,
Pero la búsqueda lo incita a indagar, a continuar.

Su senda ha sido la del llanto y la risa,
la del odio, el amor y la vida;
los amores perdidos, los familiares idos,
los amigos ausentes y los extraños que se vuelven hermanos;
los rostros que resurgen de la bruma
y el olor de la infancia a pesar de estar lejos de casa.

Por el día lo guían el cielo despejado y las gotas de lluvia.
De noche las hogueras, las fiestas y el firmamento estrellado.
Caminante camina,
no se detiene ni por los besos, las caricias, las amenazas o las súplicas,
ni por el cuerpo desnudo de la mujer que amó.
Su vida es el recorrer los campos de trigos,
las ciudades destruidas por las guerras,
el rostro de una madre, la sonrisa de un niño,
la muerte de un anciano, el nacimiento de un peregrino.

Al horizonte se extienden bifurcaciones como gotas en la mar.
Lo desconocido, la oscuridad sin tiempo, la vida sin concebir;
atrás el recuerdo de lo ajeno
tu rostro que se confunde con los paisajes
tu cuerpo que se ha convertido en las nubes.

La ví(d)a  es eterna y enigmática.
No tiene principio, no tiene fin,
solo el horizonte, el recorrido
y los pasos que damos.
Porque todos somos caminantes,
viajantes de la existencia
invitados efímeros de la eternidad.
Nuestras vivencias son el surco de lo que somos
y las cicatrices del viaje son la fuerza para continuar,
para limpiarse las lágrimas, mirar una estrella fugaz;
sonreír por haberte conocido y emprenderlo todo una vez más.
Paso a paso.
Vida a vida.


El caminante contempló el paisaje.
Al frente, el sendero,
el camino que no existe
la nada eterna y sublime.
Atrás los pasos perdidos
construidos con sangre, lágrimas y recuerdos.

Caminante se detiene y otea el paisaje.
Duda sobre si continuar con su trasegar
o si detenerse, tomar aire y descansar.
Cada paso lo aleja más de su hogar,
Pero la búsqueda lo incita a indagar, a continuar.

Su senda ha sido la del llanto y la risa,
la del odio, el amor y la vida;
los amores perdidos, los familiares idos,
los amigos ausentes y los extraños que se vuelven hermanos;
los rostros que resurgen de la bruma
y el olor de la infancia a pesar de estar lejos de casa.

Por el día lo guían el cielo despejado y las gotas de lluvia.
De noche las hogueras, las fiestas y el firmamento estrellado.
Caminante camina,
no se detiene ni por los besos, las caricias, las amenazas o las súplicas,
ni por el cuerpo desnudo de la mujer que amó.
Su vida es el recorrer los campos de trigos,
las ciudades destruidas por las guerras,
el rostro de una madre, la sonrisa de un niño,
la muerte de un anciano, el nacimiento de un peregrino.

Al horizonte se extienden bifurcaciones como gotas en la mar.
Lo desconocido, la oscuridad sin tiempo, la vida sin concebir;
atrás el recuerdo de lo ajeno
tu rostro que se confunde con los paisajes
tu cuerpo que se ha convertido en las nubes.

La ví(d)a  es eterna y enigmática.
No tiene principio, no tiene fin,
solo el horizonte, el recorrido
y los pasos que damos.
Porque todos somos caminantes,
viajantes de la existencia
invitados efímeros de la eternidad.
Nuestras vivencias son el surco de lo que somos
y las cicatrices del viaje son la fuerza para continuar,
para limpiarse las lágrimas, mirar una estrella fugaz;
sonreír por haberte conocido y emprenderlo todo una vez más.
Paso a paso.
Vida a vida.


Artículo publicado originalmente por la revista argentina digital Piso 13:   http://www.pisotrece.com.ar/index.php/arte-cultura-x/440-caminante

martes, 11 de septiembre de 2012

A propósito del 11-S


Hace once años a esta hora, once de la noche, el televisor repetía una y otra vez la imagen de dos aviones estrellándose contra un par de torres que se habían convertido en el símbolo de la modernidad y civilización de comienzos del siglo XXI.

Mientras hombres y mujeres valientes aún rebuscaban entre los escombros los cadáveres y restos de las más de tres mil víctimas del atentado en Nueva York, se barajaban varias hipótesis sobre los posibles atentados: Que si un grupo de fanáticos japoneses en represalias por Hiroshima y Nagasaki, que si los rusos, que si Osama Bin Laden…

Recuerdo que mucha gente se alegró del crimen. Decían con una mezcla de obscena alegría y morboso resentimiento que era lo mínimo que se merecían “los gringos” por el daño que habían causado al mundo con su política imperialista, que ya era hora que probaran en su propia tierra la tragedia que ellos mismos causaban en otros países e idioteces por el estilo.

Podría apelar a actos pasados para justificar un atentado de esa magnitud, pero aún tengo en la retina las imágenes de esas pobres personas arrojándose desde los pisos más altos de las Torres en llamas para evitar morir incineradas; en mis oídos retumban aún las llamadas angustiadas de los tripulantes de los vuelos quienes, a punto de morir, llamaban a sus seres amados para despedirse; y están presentes tantos actos heroicos de los bomberos y policías quienes dieron su vida por salvar la de otros.



Es de estúpidos comparar tragedias, crímenes y vidas. Quien cree que “los gringos” se merecían esto por haber patrocinado, por ejemplo, el golpe de estado de Pinochet en Chile, en esa misma fecha, es verdaderamente un imbécil. Ambas tragedias son deplorables y crímenes contra la humanidad  pero quien con soberbia afirma una barbaridad de ese calibre olvida algo primordial.

Los gobiernos no son las personas. No se puede generalizar. No todos los gringos son soberbios, como no todos los colombianos son narcotraficantes, o prepotentes los argentinos. En las Torres Gemelas había cientos de personas, unas buenas, otras malas; algunas criminales y ambiciosas, pero otras pacíficas y conformes. Pienso en mi hermana que vive en los Estados Unidos y que nunca le ha hecho mal a nadie, pienso en miles de personas que acudieron como cualquier otro día a trabajar y se encontraron con la muerte, y mierda no es justo, ni en Estados Unidos, ni en Chile, ni en ninguna parte del mundo.

Algunos dirán que la situación fue manipulada descaradamente por el gobierno mentiroso y criminal de George Bush para iniciar una guerra por el petróleo. Es cierto, los halcones del presidente ni siquiera dejaron que se enfriaran los cadáveres de las víctimas cuando ya estaban iniciando una guerra privada para saciar los intereses egoístas de las más altas jerarquías del Gobierno.

Hay hipótesis que señalan que lo ocurrido fue un atentado perpetrado por el mismo Bush y sus más altos consejeros para tener un pretexto que les permitiera atacar el Medio Oriente, pero esas teorías a la larga se convierten en leyendas urbanas como la falsa llegada a la luna o los caimanes que viven en las alcantarillas de Manhattan. De lo que sí hay pruebas fehacientes es que hubo, por parte del Gobierno, conocimiento previo de que iba a ocurrir un atentado y no hicieron nada por evitarlo. Las pútridas manos de George W. Bush están untadas de sangre y muerte.

Las Torres Gemelas sirvieron como pretexto para una guerra la cual fue apoyada por la sociedad, por lo general ignorante, con deseos de venganza y fácilmente manipulable. No es ni la primera ni la última vez que ha ocurrido y ocurrirá: Fue la causante del inicio de la Primera Guerra Mundial con el asesinato del Archiduque austríaco Francisco Fernando, del surgimiento y apogeo de los nazis y la elección y reelección de Álvaro Uribe Vélez en Colombia.

Pero quisiera, por un momento, por unas horas, olvidar manipulaciones, políticos corruptos, guerras sin sentido y dedicar un minuto de silencio, un espacio de respeto y amor a las víctimas de tan fatídico día. Descansen en paz. 


martes, 4 de septiembre de 2012

Escritor


Puedes verlo en medio de la multitud,  como uno más, anodino, gris entre las mil tonalidades de grises de la masa; puede ser una criatura de la noche, ahogando sus penas y sus tormentos en los vasos llenos de hielo derretido por el whiskey ausente,  el blues a todo volumen, el humo disoluto de un cigarrillo a medio empezar y los labios ocasionales y carnosos de una mujer; puede ser callado, taimado, con ínfulas de grandeza, la ternura de un niño grande o desesperante como El Principito de Exupery con su curiosidad insatisfecha, pero lo más probable es que sea un escritor y que esa sea su desgracia y único consuelo.

El escritor es solitario. No importa que esté casado, que tenga cinco hijos, un par de amantes y un perro o un gato; que viva la vida bohemia con sus noches de colores, su música incesante, sus compañeros de juerga y las mujeres pasajeras; no importa que sus libros hablen de amistad, que hayan mil personajes que se amen y se odien con ferocidad , y que en sus páginas cree mundos luminosos, capaces de causar lágrimas de alegría o dolor. Si es una persona que decidió tomar la pluma como luz y faro de su alma, si sólo las palabras reflejadas son capaces de aplacar los mil y un demonios que se agazapan en su corazón, lo más posible es que una parte de él siempre este sola, no encuentre sosiego jamás y busque una salida desesperada e inútil, como el grito de un náufrago en un mar insondable e infinito, a través de sus historias.

A pesar de lo mucho que hable, que sea el alma de la fiesta, que llene de risas un auditorio como un bufón, las palabras que salgan de sus labios serán estúpidas, destempladas y él siempre se sentirá torpe al hacerlo como si fuera un enorme oso  obligado a montar esas pequeñas bicicletas que se ven en los circos. Su verdadero ambiente es el silencio, la reflexión, quizá la música a todo volumen que le ayude a acallar las voces de sus personajes que pugnan por salir de manera alocada y desesperada.

Si le preguntan quién es, probablemente se encogerá de hombros, terminará de fumarse un cigarrillo, mirará a las estrellas y exhalará de manera pausada el humo. No hay honor en ser escritor. Algunos se engañarán diciendo que lo hacen en busca de la fama –oh dama veleidosa- y el dinero, otros más que lo hacen porque no les queda más remedio, que es lo que mejor se le da. Pero nada de eso es cierto, si el escritor pudiera escoger ser alguien diferente lo haría sin vacilaciones, quizá un carnicero, abogado, un astronauta, un gerente, un mesero, una profesión normal que les permitiera llevar una vida ordinaria en donde no llevaran su alma hasta las puertas del abismo.

Porque escribir es eso. Es tener una hoja en blanco e irla llenando con la sangre que brota del alma, es dejarse llevar por voces misteriosas, por el sentir de los muertos y los lugares que no se han visto jamás pero que juraría haber visitado en sueños. Es tener tantos pesares y alegrías que las palabras no  alcanzarían jamás a expresarlas, es escribir su vida y vidas ajenas en un pedazo de papel para después de tanto sufrimientos, de tantas noches de insomnio y lágrimas que brotan en forma de tinta, avergonzarse de lo escrito y arrojarlo al fuego o  guardarlo sólo para si mismo y leerlo y releerlo en los momentos más miserables de la vida.

Y si logra publicar el destino no será mejor. Siempre se estará preguntando si no es más que una atracción de feria, un fenómeno de moda que se irá apagando paulatinamente,  un afortunado con suerte y sin talento. Por las noches, después de las editoriales, los cócteles, las felicitaciones de gente que lo odia y las reseñas de la prensa, pensará como Juan Pablo Castel si habrá alguien, por lo menos una sola persona, capaz de comprender ese mensaje que ha plasmado en su obra, esa mujer solitaria viendo al mar a través de una ventanita.

Probablemente el escritor dude y quiera escapar de su destino. Se ahogará en los placeres de una vida confortable, en las mieles de la rutina y el dinero, o lo hará a través de los excesos, todo sea con tal de no escribir de ver esa hoja en blanco y no tener más remedio que llenarla redimiéndose y condenándose a la vez. Pero la letra es fuerte y siempre se verá obligado a volver, a su suerte de amanuense del destino, y una vez que plasme la primera letra, seguirá otra y otra y empezará a vaciar su cabeza una vez más y verá que su sino es a la vez trágico y grandioso.

Si usted, querido lector, se encuentre con un espécimen así, no lo regañe, no intente comprenderlo, no le de plata, alabe sus cuentos o sea cruel con sus críticas. Si alguna vez tiene la inmensa mala suerte de conocer a una persona de esta clase,  simplemente obsérvelo a los ojos y descifre sus silencios tristes, las palabras que no dirá jamás, coja sus manuscritos y léalos a conciencia. Él se lo agradecerá.