viernes, 30 de diciembre de 2016

2016

Un chiste muy popular estos días dice que este año fue escrito por George Martin y dirigido por Quentin Tarantino. Eso resume un año teñido por sangre, el miedo y la tragedia, donde han muerto muchos famosos, las piezas nacionales e internacionales parecen posicionarse para algo grande y el pesimismo parece apoderarse de todos.

Han  muerto  este año, Fidel Castro, David Bowie, Umberto Eco, Muhamed Alí, Juan Gabriel  -El divo de Juárez-, Alan Rickman, Carrie Fischer, Lenonard Cohen, George Michael (Me pregunto que tendrá La Muerte contra la buena música) sólo por mencionar algunos de los más conocidos. Algunos dirán que muchos de ellos debido a su edad estaban viviendo horas extras, pero aun así la cantidad de muertes y lo significativo de sus protagonistas ha sido tan grande que ha teñido de negro estos doce meses.

A nivel político las cosas están peor. Las sociedades están definiendo su futuro, y al parecer, lo están haciendo mal. El mundo ha experimentado un giro (lento e inexorable) hacia la extrema derecha donde el miedo, la paranoia y las mentiras son sus mentiras y donde el odio hacia el otro, al más débil, al diferente es su himno. El Brexit, el renacer y resurgimiento de Uribe, el bochornoso NO al acuerdo de paz y la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos parecen prueba contundente de eso.

Una amiga muy querida me decía que aproximadamente cada ochenta años después de una gran guerra, las sociedades olvidaban lo que las habían causado y viraban lentamente a los factores que la generaron. Tal es la naturaleza humana, supongo y mucho me temo que si no estamos ad portas de una guerra mundial el ambiente está poco a poco preparándose para una gran tragedia. Espero equivocarme.

¿Y a nivel personal? Bien gracias. Releía lo que había publicado el año pasado con respecto al año pasado y lo difícil que había sido y recordaba aquella máxima que dice que todo aquello susceptible de empeorar lo hará, y es que este 2016 se lleva el galardón indiscutido a peor año de mierda de mis 33 que llevo vagando por este mundo.

Mucha gente que he amado se ha ido para no volver, algunos han partido de manera física, otros son simplemente fantasmas condenados a desaparecer; he tenido experiencias cercanas con la muerte, donde ni siquiera he sido yo quien ha estado a punto de partir sino que he visto el sufrimiento de quienes más quiero sin poder hacer absolutamente nada por aliviar su dolor y también llega una edad donde te empiezas a preguntar si lo que has hecho ha valido la pena.

Sigo sorprendiéndome del ser humano. Este año más que otros he observado la mentira y la hipocresía de muchos cercanos, quienes te llaman amigo y te dicen palabras de aprecio mientras por la espalda no dudan en hablar pestes de ti y clavarte el cuchillo más largo. Pero con el tiempo he aprendido a ignorar estas voces cercanas, sus palabras y actos son simplemente el reflejo de almas podridas incapaces de amar a pesar de aparentar siempre ser las más bondadosas.

A pesar de todo creo que las mayores enseñanzas se encuentran en los tiempos difíciles. Es en ellos donde vemos de qué estamos hechos. Creo que no hay un dios, un destino ni nadie a quien le importemos en este vasto universo, somos simplemente una larga partida de póker y lo que nos define son las acciones que tomemos con las cartas que nos tocaron jugar.

Estoy aprendiendo a dejar atrás el pasado. Quienes de verdad quieren estar a nuestro lado lo están, sin excusas, sin remordimientos, sin quejas, el resto es silencio. Apegarse a personas, a recuerdos hermosos es inútil, esos momentos me ayudaron a crecer y conformar la persona que soy ahora pero no valen más que eso.

Como siempre a quienes me acompañaron, infinitas gracias. Detrás de la noche más oscura se esconde el amanecer más espectacular y sé que esta noche de una u otra forma está próxima a llegar a su fin.

Feliz 2017 y que todos sus sueños se cumplan.









lunes, 28 de noviembre de 2016

El día en que el Diablo volvió al paraíso

Hace cinco años, en una noche amarga para sus hinchas, el Tigre Castillo desperdició el penalti decisivo que condenó al América de Cali a una larga estadía en la B. Hoy, media década, después los gritos se repiten en el estadio Pascual Guerrero pero esta vez los sonidos son de euforia y de alegría por haber dejado atrás tan terrible purgatorio y haber vuelto, triunfante, a la liga principal del fútbol colombiano.

El hincha americano sabe lo que es el sufrimiento. A pesar de sus múltiples títulos e historia la escuadra escarlata está acostumbrada al desespero y saber que puede pasar del triunfo a la más triste de las derrotas en cuestión de segundos tal como le ocurrió en la final de la Copa Libertadores del 87 contra Peñarol, cuando perdió el preciado título en el minuto de reposición o cuando a pesar de ser uno de los grandes del fútbol colombiano muchas veces  luchaba por clasificar a los octogonales aunque por lo general cuando lo hacía quedaba campeón.

Porque a pesar de todo, el América nunca ha dejado de ser ese equipo de los bajos fondos, de barriada, ese que lucha en el fango contra todo y contra todos incluido sí mismo. Es por eso mismo que quizá cuenta con una de las hinchadas más grandes donde no sólo tiene seguidores en Cali sino en todo el país.

Alfonso Bonilla Aragón, uno de sus fundadores y escritores insignes acuñó la frase ‘América, la pasión de un pueblo’, donde describe muy bien lo que significa el equipo: No se trata de seguirlo por sus triunfos sino por lo que genera, por lo que inspira, acompañarlo en los días tristes y difíciles, donde la derrota acecha como un depredador feroz, donde parece que será incapaz de levantarse del cruel abismo y de la misma manera alegrarse de sus triunfos, donde son mucho más dulces que los de aquellos equipos súper poderosos acostumbrados a ganar todo el tiempo.

No me precio de ser el mejor hincha del mundo, ni siquiera uno particularmente bueno: La última vez que recuerdo haber ido al estadio a apoyar la escuadra fue en el 97 cuando ganamos el título frente al  Bucaramanga, en este tiempo no he visto un partido del equipo en la B y ni siquiera por radio, pero sin embargo no se deja de ser quien ha sido y no dejo de pensar en esa frase de esa gran película que es El secreto de sus ojos:  “El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión”. Y eso es sin duda el América, una gran pasión, ese primer gran amor al que podemos dejar de ver incluso por años pero que siempre estará presente en nuestros corazones y pensamientos hasta el día en que muramos.

Tengo amigos y familiares muy queridos que no han dejado de ir al estadio a apoyar al equipo ni siquiera en los peores momentos, viajando a diferentes ciudades a verlos, sufriendo por años derrota, tras derrota y creo que esta victoria es suya. Son ellos quienes han hecho grande al club incluso cuando la dirigencia se mostraba cómoda en la B y los jugadores eran displicentes. Son ellos el alma del equipo y por eso esta noche escarlata les pertenece.

Así pues, el diablo ha dejado  el reino de los muertos y se ha elevado hasta llegar al paraíso para darle la alegría y el toque que solo él le pueden dar a la liga colombiana. No creo que el sufrimiento haya terminado para siempre  pues hace parte de la esencia del equipo amado, pero su tormento por el purgatorio ha cesado de momento y ya era hora de que se volviera a cumplir aquella consigna del grupo Niche: “Un clásico en el Pascual, adornado de mujeres sin par America y Cali a ganar, aquí no se puede empatar”.


Que así sea.




viernes, 11 de noviembre de 2016

2016: El año en que elegimos al miedo.

 ¿Qué tienen en común un votante inglés, un colombiano y uno gringo? No solamente evidencia el  fracaso de la educación y la vulnerabilidad de un sistema democrático que demuestra que el mandato de las mayorías no siempre es el más sabio, sino que nos introduce, dieciséis años después, a lo que será este siglo XXI, donde se combinará lo mejor de finales del siglo XX (la tecnología) con lo peor del siglo pasado, sistemas de gobierno de derecha basados en la ignorancia, el miedo y el odio.

Cada uno de estos casos tiene sus propias particularidades. Ni Inglaterra ni Estados Unidos han vivido un conflicto interno de sesenta años como Colombia, pero la manipulación a la masas basadas en emociones, la desinformación y el constante bombardeo a una amenaza inminente por parte de una entidad oscura que por lo general es de otra raza, país o inclinación sexual ha sido igual en las tres elecciones.

Esto no es nada nuevo, el tridente de patria, dios y familia ha sido caballito de batalla de gran parte de los regímenes que dominaron gran parte del siglo pasado. Para ellos, el problema siempre es externo y debe ser erradicado de inmediato, los judíos, los negros y la oposición entran en el mismo saco. En la actualidad los inmigrantes europeos, africanos y asiáticos, la invasión de latinoamericanos, y la amenaza homosexual (y no puedo creer estar escribiendo esta idiotez) y el comunismo ateo fueron los factores decisivos en la votación de este año siniestro que empieza a configurar las piezas del ajedrez que será este siglo.

A pesar de todo el tema resulta fascinante: Tanto el NO en el Brexit, como el SÍ en el plebiscito y la elección de Hillary Clinton se daban como una certeza indiscutida. Sus promotores estaban tan seguros de su triunfo que se confiaron y menospreciaron a sus contendores. Estos no dejaron de trabajar activamente e incluso se sorprendieron con su victoria. ¿Su secreto? Las verdades a medias, los datos falsos, el incitar a la población para que “saliera a votar enverracada”, el miedo, miedo y más miedo.

Las encuestas, los grandes medios de comunicación y redes sociales demostraron su fracaso a nivel práctico y dejaron muy en claro que quien en verdad elige son aquellos que han sido ignorados muchas veces, satirizados por una élite quizá brillante pero arrogante que ha sido incapaz de hablar en su mismo idioma y quien busca una figura mesiánica como las de Uribe y Trump que le diga exactamente qué hacer, cómo comportarse y que le diga que todos sus problemas no son su culpa sino de los ‘otros’, de los extranjeros o los diferentes y que la solución es sencilla. Sencilla y violenta.

Me parece que el péndulo de la historia se está moviendo y retornando a lo sucedido en el periodo de después de la ‘guerra que habría de terminar con todas las guerras’ o Primera Guerra Mundial. Cuando veo hablar a Uribe, Ordóñez o la gente del Centro Democrático no puedo dejar de pensar en las Falange española, o el discurso de odio de Trump hacia los inmigrantes y su obsesión con hacer a los Estados Unidos grandes otra vez  me hace pensar en Hitler y como apeló a la reconstrucción de Alemania en ese periodo para sembrar las semillas de una nueva guerra.

Desde luego lo preocupante no es que existan estas figuras mediáticas pues desde que el mundo es mundo siempre han existido estos caudillos que basan su discurso en la destrucción y la guerra, sino la acogida que su discurso tiene. El discurso de odio escudado en la preservación de la paz y el orden ha calado muy bien. Es más fácil matar y no firmar la paz que iniciar un proceso que puede llevar generaciones donde se saneen problemas mucho más complejos y profundos. Los tres países (aunque estoy seguro que si se hubieran hecho elecciones similares en otros países los resultados serían similares) han hablado y su voz es el síntoma de un descontento, una fiebre de un cuerpo quizá con una enfermedad más grave.

¿Quiere decir esto que crea que una guerra se aproxima? Sí y no. Si algo nos dejó al final la Segunda Guerra Mundial fue el miedo de que esta tragedia se repita. Hay mecanismos y estamentos que vigilan que un conflicto mundial como este sea no ocurra tan fácil, pero también hablamos de una época donde casi cualquier país puede hacerse con un armamento nuclear y dado que ya han pasado setenta y un años desde Hiroshima y Nagasaki y no quiero imaginarme lo que podría hacer en este momento una bomba atómica, y si a esto le sumamos regímenes fanáticos como el de Corea del Norte, Irán o lo que se avecina con Trump, el panorama es aterrador. En cuanto a Colombia lo ocurrido puede generar un círculo vicioso donde el conflicto que estuvo a punto de acabarse después de medio siglo continúe de manera indefinida.

No creo que haya una guerra inmediata pero siento que las piezas se están acomodando para ello. El miedo genera odio, el odio violencia, la violencia muerte y la muerte más muerte y venganza. Quizá personas como Trump y Uribe no sean quienes lleven las riendas durante desastre, pero son quienes plantan la semilla que germinará en resultados fatídicos.


Los chinos tienen una maldición: “Ojalá vivas en tiempos interesantes” y vaya que creo que este siglo XXI será mucho más interesante que unos cuantos celulares de Apple y Milley Cirus montada semidesnuda en una bola de demolición. Solo el tiempo nos dará una respuesta.



lunes, 31 de octubre de 2016

Sala de hospital

Como todos los años, mi regalo de Halloween en forma de cuento de terror. Espero les guste.

TuLio

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La luz blanca me despierta. Entra invasiva, irritante, y se abre paso hasta llegar a mis párpados. No recuerdo cómo llegué a este lugar. Tengo ecos de un dolor de cabeza penetrante como un alfiler colándose por mi cerebro hasta perder el conocimiento. Intento hablar, gritar, pero de mí sale un graznido seco, inaudible, que muere antes de salir por la boca reseca, estoy así por minutos u horas hasta caer inconsciente de nuevo.

Abro los ojos y está de nuevo la luz torturadora pero puedo detallar mejor el lugar. Al parecer estoy en un cuarto de hospital. El olor aséptico inunda mis fosas nasales y curiosamente me dan ganas de vomitar. Escuchó quejidos y con la poca fuerza que me queda volteo hacia la cama que tengo al lado y la veo: es una mujer en avanzado estado de embarazo. La panza parece explotarle, luce demacrada, moribunda; reza o llora, no logro distinguir muy bien el sonido que hace, pero me desespera. Tengo ganas de gritarle que se calle. Su voz hace que mi cabeza quiera estallar pero sigo sin fuerzas. Mis palabras parecen el sonido de un perro que acaban de atropellar. Al cabo de un rato me rindo y me dejo llevar por sus letanías. Pierdo la cuenta de los días.

Aparece una enfermera, vestida de blanco en este océano de ese maldito color. Es robusta, me recuerda a la protagonista de esa película donde una mujer secuestra a su escritor favorito y le rompe las piernas, pero ésta a duras me determina. Tan solo me cambia el suero, me inyecta  y me limpia. Sabe que estoy despierta, ve mis pupilas moverse frenéticamente pero las ignora con rostro impasible. Con mi compañera de cuarto es diferente, he visto en un par de ocasiones como se dirige a ella, le soba la cabeza, la acaricia y le habla en voz tan baja que solo soy consciente de su presencia por su imponente esencia. Alcanzo a comprender susurros chillones intentando consolar el dolor de la embarazada.

Comienzan las pesadillas. Todos los días, todo el tiempo, son tan aterradoras que prefiero estar consciente: la debilidad, los gritos de dolor de mi vecina que cada vez son más desesperados. Tan pronto duermo imagino que seres macabros vienen por mí, hombres y mujeres sin rostro que se acercan; oigo sus pasos y cuando intento verlos me desespero, intento moverme, huir de ellos, pero es inútil. Escucho sus graznidos como voces; sus manos como garras sobre mi cuerpo, introduciendo sus pestilentes extremidades en mi interior, hurgando mis vísceras, extendiéndose como tentáculos, saliendo por mis fosas nasales, por mi boca, sacándome los ojos mientras ríen con sus risas oscuras. La peor parte es que estos recuerdos son tan vividos que no sé distinguir si son ciertos o no.

No noto mejoría y no dejo de preguntarme si estas personas me tienen encerrada y sedada con algún propósito siniestro. Tengo miedo que se mezcla con la fiebre, la debilidad y las alucinaciones: ahora también sueño despierta y me parece sentir que la criatura que está en la embarazada se mueve de manera cada vez más frenética, expandiendo el vientre de la mujer de manera grotesca; y la mujer ríe y se desespera con mayor frecuencia mientras habla en un idioma extranjero.

La enfermera ha venido porque la mujer ha gritado como una loca por horas. Se inclina hacia ella y súbitamente la mujer le muerde el cuello, y sin darle tiempo a reaccionar la muerde de nuevo. La sangre sale a borbotones empapando su blanca vestimenta. Cae muerta mientras la embarazada ríe de manera compulsiva.

Nadie viene a recoger su cadáver pareciera que fuéramos las únicas personas en el mundo. Sigo demasiado débil para moverme y no dejo de pensar que las peores historias de terror no pasan en casas abandonadas o cementerios.

La mujer empieza labores de parto. Grita como posesa mientras su infernal huésped se abre paso en este mundo. Dura pujando casi un día entero y finalmente da a luz a un engendro que no es de este mundo. Es grande, muy grande para ser un bebé normal, tiene colmillos por dientes y no tiene ojos. La mujer observa a su hijo, dice unas palabras en su idioma y muere con una sonrisa.

La criatura no llora pero emite un sonido sobrecogedor que nunca antes había escuchado. Tiene hambre, no se necesita ser madre para saberlo, tiene h a m b r e, mucha y si no se alimenta morirá muy pronto. Empieza a devorar la placenta, primero de manera tímida, luego de manera grotesca. La sangre de su alimento se mezcla con el de su cuerpo recién salido de la matriz. Luego sigue con la madre, empieza a alimentar su apetito insaciable comiendo la carne muerta de su progenitora. No puedo gritar, ni despertar de este infierno.

Sigo sin saber cómo transcurre el tiempo en esta jaula de luz blanca y paredes blancas que se convertirá en mi tumba. Sé que me he ensuciado con mis propias heces y que debo oler a mil demonios. Tiempo después, ¿horas? ¿Días? el monstruo da por concluido el banquete. Apenas le cuelga piel al cadáver de la madre, al igual que su hijo ya no tiene ojos pues fue lo último que se comió, el sonido fue asqueroso como el de una uva que se revienta.

El engendro se deja caer de la cama. Espero que se reviente en mil pedazos estallando en un océano de sangre pero no le pasa nada. Huele el cuerpo descompuesto de la enfermera pero no le importa, la urgencia es calmar su apetito voraz. Con ella no tiene ninguna conmiseración y engulle cada uno de sus órganos hasta dejarla en los huesos.

Dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Ahora el monstruo bebé ya tiene la suficiente fuerza para pararse, voltea su cuerpecito inmundo hacia donde estoy yo y sonríe de manera inocente como pidiendo perdón, mientras la sangre gotea por la comisura de sus labios.


Se dirige hacia mi cama. Intento moverme pero es inútil, mi cuerpo no responde como no lo ha hecho desde que llegué a este lugar. Desearía estar muerta, tener la muerte compasiva de la enfermera que no supo lo que le pasaba, o de la madre que no fue consciente de ser alimento de su bebé, pero es inútil. Siento la cama moverse mientras esta bestia inmunda se trepa, y a pesar de estar a mis pies, puedo sentir su aliento nauseabundo llegar hasta mí. Puedo sentir sus pequeños colmillos hincándose en el dedo gordo de mi pie e intento no pensar mientras soy devorada.




martes, 4 de octubre de 2016

Colombia, el extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde


La mañana del 2 de octubre de 2016, Colombia amaneció bajo un cielo lleno de tormentas como un profetizando lo que ocurriría más tarde, una especie de presagio oscuro como el sueño de Santiago Nassar el día que lo iban a matar en Crónica de una muerte anunciada. A las cinco de la tarde se conocieron los resultados, el país le dio la espalda al plebiscito de los acuerdos realizados durante cuatro años en La Habana con las Farc, las banderas blancas se recogieron y la esperanza en acabar de una vez por todas con un conflicto que lleva más de medio siglo se vieron momentáneamente insatisfechas.

Puede decirse mucho de las causas del triunfo del NO en esta fecha histórica: Que el gobierno del presidente Santos estaba tan convencida de su triunfo que minimizaron a sus detractores y no actuaron con mayor diligencia, que muchos de quienes votaron negativamente ni siquiera lo hicieron por lo que significaban los acuerdos sino en contra de este gobierno por razones que no tenían nada que ver  como el matrimonio igualitario, la implementación de Uber o la adopción homosexual, que una gran parte del país fue incapaz de mirar hacia el futuro y cansados de décadas de barbarie de la guerrilla prefirieron quedarse con un discurso de odio y rencor por actos pasados y que la desinformación y el miedo jugaron un papel preponderante en estas elecciones.

Causa mucha tristeza que muchas regiones rurales donde la guerra ha estado presente durante años, donde la sangre y los muertos anegan sus campos decidieron dar una oportunidad de perdón y reconciliación y en grandes ciudades donde se vive prácticamente en una burbuja se arenga contra esto.

La mayoría de quienes están con el NO afirman con vehemencia que no están contra la paz sino contra esos acuerdos. Dicen que estos buscan impunidad para los crímenes de la guerrilla y se horrorizan con que un grupo guerrillero tenga participación política. Parecen olvidar que precisamente la falta de oportunidad e inclusión política fue la que dio origen a estos grupos. Peor aún, estas personas parecen no ser conscientes que se estaban realizando diálogos con este grupo porque el Estado (y los diferentes gobiernos incluyendo los ocho años de Álvaro Uribe) fue incapaz de derrotarlo por la vía armada y creen que lo que se estaba imponiendo eran condiciones de guerra a un grupo vencido militarmente cuando claramente no es así.

Empecemos por su discurso, todos hablan de las Farc como criminales y  terroristas, piden un castigo ejemplar para ellos y claman con que paguen con cárcel por sus acciones. Y no, no olvido los secuestros, los asesinatos a sangre fría, las vacunas y las bombas, pero si estamos dispuestos a una negociación son muchas las cosas en las que se deben ceder para lograrlo. Los procesos históricos en el mundo demuestran eso, las mismas Farc lo hicieron en en muchas de sus pretensiones en los acuerdos a los que habían llegado y la verdad no creo que ellas estén dispuestas a acceder a irse a la cárcel y no tener participación política cuando es uno de los motivos de su existencia. Yo por lo menos no lo haría.

Creo que se desaprovechó una oportunidad histórica por un cambio de mentalidad y de espíritu en el país y a pesar de las palabras llamando a la calma de todas las partes este proceso está gravemente herido y puede caerse en cualquier momento. Espero estar equivocado.

Más allá de todo esto hay un factor que me preocupa. Vivimos en un país profundamente dividido y polarizado. Como se vieron en estas elecciones no hubo un ganador definitivo, casi se habla de un 50% en cada bando y el NO ganó apenas por 60.000 votos, eso sin contar con la inmensa abstención (la mayoría de la población) quienes al parecer solo son colombianos cuando juega la selección de fútbol, se ganan medallas en los olímpicos o reaccionan furiosos cuando algún extranjero habla mal del país.

Con las elecciones queda demostrado que este sigue siendo un país conservador y de derecha. Colombia es una especie de Doctor Jeckyll y Mr Hyde, donde una mitad de la población busca un cambio social por medio de la inclusión y la igualdad mientras la otra sigue con el pensamiento de mediados del siglo pasado, donde cree que el país debe ser regido por preceptos religiosos, donde aparecen y se enaltecen figuras mesiánicas como Uribe,  donde al que no piensa como ellos debe ser eliminado, donde los homosexuales son poco menos que parias, la mujer no puede decidir sobre su cuerpo si va en contra de lo que está en la biblia, donde predomina un pensamiento clasista  y racista (siempre encubierto con doble moral) y donde ellos son los buenos y el diferente el malo.

Ha sido este pensamiento precisamente el que creo fenómenos como la guerrilla y La Violencia. El radicalismo que en el pasado  se expresó en gritos de Viva el partido Liberal o Conservador y generó el desplazamiento y la barbarie que a día de hoy estamos pagando y que de no corregir el rumbo estaremos dispuestos a repetir nuevamente en un ciclo donde los asesinatos seguirán ocurriendo una y otra vez y donde solo se cambiaran los protagonistas.

Y sin embargo no se puede obviar que ellos también son Colombia. Si algo demostró el fracaso de este plebiscito es que no se pueden obviar a estas seis millones de personas y su pensamiento. Ellos también tienen derecho a expresarse y participar en el futuro del país en el que viven, pero me aterra su discurso, su falta de argumentos y su radicalismo ciego. Quizá cuando hablamos de diálogo y negociaciones no debamos referirnos solamente a un grupo armado rebelde sino también a nuestro vecino, a quien no piensa como nosotros y llegar a acuerdos donde todos debamos ceder un poco y solo así, tal vez empezar a vislumbrar un nuevo país.


Twitter: @tuliofer69



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Sangre, semen, agua y vino


Gotas
De sangre
Semen
Agua
y vino

Se deslizan
Por el cuello en un goteo sin eco, un hoy sin mañana, un hola sin despedida
Derramándose en espasmos de culpa y placer por tus pechos, recorriendo como la espuma del mar el desierto de tu cuerpo
Mezclando el eco de una tarde fría y el repicar pertinaz de la lluvia en la ventana con las lágrimas de tu rostro en un Café sin nombre al que no habrás de volver
Estallando al compás de la música, las canciones y los gritos eufóricos que derrotan a la muerte

Atravesando
La mente que deja de soñar, el corazón que ya no late, el alma que se entrega, la vida que se va
El deseo, la lujuria, el sudor del hambre insaciable, los movimientos imperfectos que inmortalizamos en un segundo para olvidarlos de inmediato
La ciudad, la lluvia, las parejas que pasean tomadas de la mano por las calles del Nunca jamás, el dolor lacerante del adiós, un farol que se enciende, las primeras estrellas que alumbran
El bochorno, el placer sin razón, el olvido que se busca, la música que ahoga los gritos  internos, los bailes de máscaras sin máscaras, las risas estridentes de una borrachera feliz

Muerte
Vida
Tristeza
Felicidad

Las gotas de sangre, semen, agua y vino nos persiguen, nos conforman
Son las manos de la madre curando heridas de la niñez
El cuerpo desnudo en la penumbra de una amante cuyo rostro hemos olvidado
Los labios que anhelamos durante noches de insomnio besando otros labios, su piel fundiéndose  con otra, su voz susurrando palabras de amor que nuestros oídos nunca escucharán
Las noches sin fin de planes absurdos, amores fugaces, fuego en el pecho e inmortalidad

Las gotas, se vuelven ríos y los ríos mares
Muerte, vida, tristeza y felicidad
Mezclándose en un solo líquido
Y  su rastro, líquido, espumoso, rojizo, pegajoso
Se derrama en las huellas que dejamos en la arena
En senderos desconocidos  que no  recorreremos de nuevo





miércoles, 14 de septiembre de 2016

En defensa de Mariana Pajón, una respuesta a Ricardo Abdahllah

Leí el artículo del Ricardo Abdahllah, El silencio de Mariana (http://www.las2orillas.co/el-silencio-de-mariana-pajon/ ) donde el escritor se va con toda contra la deportista antioqueña porque no toma partido (o por lo menos no lo hace de manera pública) en la campaña por el SÍ en el plebiscito, acusándola de no tener coraje y ser una cobarde estratégica por no hacerlo.
Comencemos con que no creo que ella necesite que la defiendan. Sus méritos deportivos, que hoy por hoy la convierten en la atleta más importante en la historia del país hablan por ella. No creo que alguien que ha demostrado su tenacidad, esfuerzo y amor por lo que hace desde niña sea una cobarde. Sin embargo quedo con una molestia latente, más allá del artículo, por  la actitud polarizada que está tomando la discusión del plebiscito.
En el texto, el escritor acusa a Mariana de no atreverse a defender el SÍ, llamándola ‘apática por conveniencia’ insinuando que no lo hace para no molestar a sus patrocinadores quienes, tal vez, se lo tienen prohibido. La afirmación más allá de ser una afirmación temeraria y  precipitada me parece una falta de respeto con ella. Si la deportista quiere o no opinar al respecto es su problema, cada colombiano tiene derecho no  a expresar su opinión sobre este tema, acusar de ‘no aportar su grano de arena de paz al país’ a la deportista que más gloria le ha traído a Colombia es simplemente ridículo.
Otros deportistas como Nairo Quintana han apoyado abiertamente el SÍ al plebiscito, mañana quizá aparezca otro que no esté de acuerdo con el proceso de paz y así lo exprese. No creo que su opinión los convierta en héroes o villanos, cobardes o valientes,  culpables o inocentes de la paz en Colombia  así como lo plantea el señor Abdahllah. Lo que me importa de ellos son sus historias de entrega y esfuerzo por una bandera y un país que muchas veces los abandona y que sólo los recuerda cuando triunfan.
Yo también votaré por el SÍ, porque creo que el país merece un nuevo inicio, aprender a perdonar y ser incluyente. Sin embargo me molesta la actitud, como es tan evidente en este artículo, de desprecio por la opinión del otro, por quienes no piensan como yo. Tanto quienes votan por el SÍ como por el NO están convencidos de tener la verdad absoluta, de creer que el otro es un idiota, que o bien quieren que la guerra se siga extendiendo o de entregarle el país a los guerrilleros.
Creo que nadie tiene el monopolio de la verdad, estoy a favor del proceso en La Habana pero hay muchas cosas de la guerrilla como su arrogancia o ver la falta de un verdadero arrepentimiento que me incomodan, tampoco creo que con el acuerdo se llegue a una verdadera paz pues quedan problemas de base como la corrupción o la inequidad que no se tratan seriamente  porque no dan premios Nobel de paz, pero estoy convencido que este es un paso obligatorio en busca de un país más justo y mejor.
La discusión es con argumentos no con descalificaciones, ni insultos. Si soy capaz de comprender el punto de vista del otro (así no comparta su opinión) quizá pueda hablar con ella y convencerlo de mi parecer de manera constructiva. Tal como lo dice Mariana Pajón, de quien hablamos al principio, “La paz no se da en La Habana sino en cada uno”.
Que así sea.
Twitter: @tuliofer69



domingo, 11 de septiembre de 2016

El feroz vuelo de los hombres pájaro

En memoria de las víctimas del 11-S, quince años después de la horrible tragedia.


Primero estaba el ruido. El estruendo de las trompetas del apocalipsis en su apogeo acabando con todo a su paso. Demasiado rápido para preguntar qué había pasado o cuál de los dioses era responsable. Luego, el fuego, el humo, que reptaba de abajo hacia arriba, lluvia inversa que quemaba. Los pocos que intentaron atravesar la pared hirviendo fueron calcinados. Se dice que el olor de la carne humana quemada es de una dulzura indescriptible pero todos estaban tan frenéticos intentando salvar su vida que no lo notaron. 

La salida era escalar, subir más y más pisos hasta el último, donde la Divina Providencia, el Destino, El ejército, Dios o quien fuera, los salvaría. Alguien debía hacerlo, no era justo dejarlos morir sin explicación. Muchos avanzaron en su infértil propósito, otros empezaron a ahogarse en medio del humo, de los vapores tóxicos que flotaban grácilmente esperando ser aspirados por los condenados a morir.

Se quemaban papeles, televisores, celulares de última gama, cubículos, restaurantes, las partes del avión que habían atravesado el edificio como si fuera un castillo de naipes, se quemaban los cadáveres de los pasajeros del vuelo, quizá alguno había ido a visitar a su pequeña hija y le llevaba un oso de peluche que también era devorado por las llamas, quizá también había un esposo infiel que iba a visitar a su amante y le había mentido a su esposa, o un asesino, un violador, o alguien que le temía sin razón a los vuelos de avión, habría alguien que soñaba con perder su virginidad algún día y muy seguramente el 99% de sus pasajeros no esperaban morir ese día, Porque ¿a qué cabeza racional se le ocurriría morir un martes en la mañana si no se sufría de una enfermedad terminal o por lo menos inmediata, asomos de un paro cardíaco o cerebral o impulsos irrefrenables de suicidarse?

Quienes estaban en las torres nunca imaginarían que tendrían los quince minutos de fama que Andy Warhol aseveró que todos deberíamos tener a costa de sus propias vidas, ni que los momentos de su muerte se convertirían en la imagen icónica que habría de darle la bienvenida a la humanidad a un siglo de infiernos y paraísos que apenas se están esbozando y que la mayoría seremos testigos tanto para bien como para mal.

Mucho menos habrían de imaginarse que su agonía, la desesperación de sus familiares, ese reencuentro que nunca habría de darse, la espera infinita en el aeropuerto, sería motivo de alegría en latitudes difusas, fronteras lejanas y lenguajes ajenos. Al ver la tragedia fueron muchos los rostros que rieron, que suspiraron aliviados de ver que el gigante sí tenía pies de barro. “Estados Unidos se lo merecía”, exclamó una voz anónima en el Medio Oriente, “Qué ironía, en otro 11 de septiembre ellos apoyaron una dictadura en mi país” habría de recordar una mujer exiliada de su querido Chile, y así voces como gotas de lluvia formarían remolinos de odio que fluían libres después de casi un siglo de incubación.

Lo que no tendrían en cuenta los felices verdugos de las palabras y los deseos es que lo más seguro es que Mr Smith que estaba en el fatídico vuelo nunca había viajado fuera de su país y lo más probable es que no supiera en qué parte del mundo se encontraba Irán, o Mrs Martínez nunca hubiera pisado el Capitolio de los Estados Unidos u ordenado un bombardeo sobre Kosovo, o que Michael K. ni siquiera estuviera en los planes de sus padres durante la toma del poder de Pinochet el 11 de septiembre de 1973 en Santiago, pues nunca llegaría a cumplir los diez años. Los protagonistas de esa mañana de martes en lo que menos pensaban era en las desgracias acontecidas en lugares remotos sino que se centraban en sus pequeñas desgracias cotidianas, en la discusión que no pudo llegar a feliz término, en el corazón roto que las lágrimas no lograban contener, en las deudas que no parecían tener solución, en esa llamada que no llegaba, sin saber que desde esa mañana eran muertos que caminaban, condenados a muerte sin que ellos mismos lo supieran.

Volvamos a ese edificio. A las llamas, a los gritos pidiendo una explicación, al sudor mezclado con lágrimas, a los cuerpos quemándose, a los hombres,  mujeres y niños asfixiados incapaces de moverse mientras el humo se mete por todas sus cavidades respiratorias acelerando su fin y convirtiendo los puntos suspensivos que son la vida en un punto final. Pero también hay seres que no se resignan a morir, que no quieren que su cuerpo se queme, ni sentir su piel llenarse de pústulas y ampollas que se revientan ante la proximidad del fuego, saben que no hay salida, que lo más sencillo sería quedarse inmóviles esperando que la edificación colapse o sucumbir ante el humo, o tal vez lo más sencillo sea abrir las ventanas, arrojarse y volar.

No solo escombros, polvo y ceniza llovió esa mañana de septiembre en Nueva York, sino también infinitud de cuerpos que se arrojaron desde los pisos más elevados, desesperados por querer escapar del infierno, seres y más seres que caían del cielo ,ex personas que se estrellaban contra el cemento, quizá alguno de ellos tuvo tiempo de llamar a su hija, o su esposo, o una amiga y decirle que la amaba antes de caer, o quizá ni siquiera tuvieron tiempo de ello, solo sintieron asfixiarse y abrieron o quizá rompieron la ventana en busca de aire fresco, pensaron que no estaría mal sacar primero la cabeza, después un brazo, el torso y las piernas, quizá ni siquiera pensaron sino que estaban mareados ante tanta adrenalina y creyeron que si se arrojaban de pronto la evolución podría acelerarse y ¿por qué no? Surcar los cielos de manera milagrosa o tal vez Dios enviaría a sus ángeles para salvarlos así como envío algunos a desterrar la serpiente del Paraíso o remover la piedra del sepulcro de Jesucristo.

Cesar los que van a morir te saludan, habría dicho más de uno si hubiera nacido dos mil años antes o hubiera querido decir una frase lapidaria antes de lanzarse al vacío si hubieran tenido el tiempo necesario para pensar. No fue así, simplemente la caída, el abismo y el aire. Ahora concentrémonos en uno de esos hombres que mira impasible al resto de los hombres pájaros que van en picada libre, su nombre no importa, no figurará en los libros de texto de la historia y a duras penas será una cifra más, un nombre al pie del periódico del día siguiente. Este desconocido, solo siente su piel quemarse, solo ve caer hombres y mujeres como ceniza y sabe que pronto los seguirá, que no tiene la valentía para inmolarse.

Prende el celular y marca un número conocido. Una voz femenina responde, aunque no exageremos, el sonido al otro lado de la línea no articula palabra alguna, solo sollozos y gemidos, seguramente estará presenciado en vivo y en directo el desplome de las torres. Al hombre se le hace un nudo en el corazón y no es capaz de decir ‘te amo’, mentir con un ‘todo estará bien’ o decir ridículamente ‘hola’, simplemente escucha el llanto mientras él mismo empieza a derramar lágrimas que irán a parar a un piso que pronto dejará de existir.

No cuelga el teléfono móvil pero lo deja caer, dejando abandonada la existencia que alguna vez tuvo, en otra vida, en otra realidad. Abre la ventana y se asoma a ella, una última bocanada de aire fresco antes de fundirse con el viento. Se lanza y su último pensamiento racional es que no le gustaría verse ridículo en ese momento.

Una milésima de segundo antes de empezar a caer le parece que flota, que ha logrado superar todas las leyes de la física y empezará a flotar hasta su casa, pero inmediatamente la gravedad, dama maldita donde las haya, empieza a obrar las leyes de las que tanto dioses como hombres no pueden quebrantar.

Se dice que antes de morir recorremos nuestra vida en un parpadeo. ¿Pero puede toda la existencia de un hombre resumirse en tan poco tiempo? ¿Sus amores y sus odios, la veces que lloró en un rincón, sus pequeños y muchas veces anónimos triunfos yendo y viniendo a la velocidad de la luz en el par de parpadeos que dura la caída?

Digamos en beneficio de la duda porque no estamos en su lugar, quiera la fortuna que nunca tengamos que arrojarnos de un edificio en llamas, que no vio la vida entera correr ante sus ojos, pero si pequeños fragmentos, recuerdos que se filtran como luz ante una rendija, miles de momentos que conformaron su ser y que parecieran no tener conexión entre sí: La vez que se orinó en su cama cuando tenía siete años, una rata muerta devorada por las hormigas en un callejón, el primer beso que dio a los once años, el olor de Johana en su primera cita, la muerte de su madre, te amo Johana, el fuego del edificio, Papi, ¿me traerás un regalo de Iowa?, sí cariño, lo haré, la asfixia y el humo, la vez que visitó México, Querido estoy embarazada, los cuerpos cayendo como alfileres, la incomprensión ante lo sucedido, te amo Johana, te amo pequeña Laura, el cielo es azul pero ya no podré verlo, soy libre, por primera vez en mi vida y puedo volar….

Y abajo el cemento, esperando con la ansiedad de una amante su cuerpo en picada.






viernes, 9 de septiembre de 2016

Carta a Gruñón

Querido y extrañado Gruñón:

Recuerdo cuando llegaste a nuestras vidas hace un poco más de una década. En ese entonces eras una pequeña bola de pelos, que apenas sabía andar, tragona, meona y ladrona, cosas que con el paso del tiempo no mermaron sino que se acentuaron. Pero de igual manera siempre fuiste de una alegría, fidelidad y ternura que conquistaron a todas las personas que te conocieron.

¿Sabes? Estaba pensando en un profesor que tuve en el colegio. Él decía que las mascotas eran incapaces de querer, que sólo estaban condicionadas por la instinto de la necesidad y que veían a sus dueños solamente como proveedores y de allí su supuesto cariño . En ese tiempo, hace veinte años, pensaba que el tipo era un idiota, hoy después de conocerte he cambiado mi opinión: Creo que es un GRAN idiota.

Una mascota es más que un animal o una pertenencia, quienes hemos tenido el placer de disfrutar de su cariño y amor sabemos que ustedes son nuestros amigos, miembros de nuestra familia y nuestros protectores. Los más desinteresados, los más fieles y tiernos. Tú, querido Gruñón, eres la mayor prueba de ello.

Tus primeros dos años maravillosos y nos quisimos muchísimo. Salíamos a todas partes juntos, incluso en aquellos lugares donde al principio  no te querían ni aceptaban y donde a punta de ladridos, ojos de perro degollado y movimiento de cola lograbas ser aceptado. Tanto mis amigos como los de mi papá sabían que donde íbamos nosotros teníamos que estar tú, pues eras algo así como el rey de la casa. En ese tiempo, fuimos compañeros de trotes, de juegos, paseábamos por horas y muchas veces, en los momentos más tristes y difíciles estabas presente: Sin un ladrido te acercabas con lentitud y me lamías la mano o  simplemente te echabas al lado para que pudiera acariciarte y saber que al final todo se arreglaría.

Y de repente, de manera rápida e imprevista todo cambió, me tocó dejarte e irme a una ciudad extraña. Pensé que ibas a cambiar conmigo por la distancia pero allí fue cuando comprendí el error del profesor aquel, tu cariño no cambió al contrario creció a límites insospechados. Eras el primero en darse cuenta que volvía a casa, empezabas a ladrar incluso cuando estaba a metros de distancia y no había entrado al apartamento, corrías a saludarme, movías tu cola como una batidora y no me dejabas en paz hasta que te consentía un buen rato, de igual forma dejabas tanto a mi papá como a mi mamá para ir a dormir a mi lado sin despegarte de mí un solo instante.

Pero más allá de todo el amor y lealtad que demostraste hacia mí hay algo por lo que te estoy infinitamente agradecido. Estuviste con mi papá en sus últimos momentos, cuando se sintió más solitario y necesitaba de una presencia, fuiste su compañero hasta el final y me parte el corazón al recordar lo triste y enfermo que te pusiste cuando murió. Después de eso estuviste con mi mamá y la hiciste muy feliz todo el tiempo, ella disfrutaba de tus diabluras, te consintió y quiso mucho, tú le dabas a cambio su amor, la acompañabas a caminar y la velabas cuando estaba más enferma. El último mes ella no pudo tenerte más y te fuiste con la empleada y aún allí hiciste feliz a una niña con discapacidad con tu maravillosa manera de ser.

Debo reconocer que las últimas veces que te vi ya te veía un poco viejo, cansado. Te quedaba un poco de energía pero ésta cada vez menguaba más y más . Al final, cuando salíamos a trotar, tú me veías correr mientras disfrutabas acostada del pasto y el sol caleño. En el fondo sabía que no durarías para siempre pero uno nunca se prepara para la partida de un gran amigo como tú.

Hablemos ahora de tu muerte. Fuiste tan único y tan épico que incluso te reservaste una tan maravillosa que envidiaría más de un poeta maldito. Me contaron –y que pena ventilar esto por acá- que el paro cardíaco que te dió, ocurrió mientras estabas tirándote una perrita (Ay Gruñón, viejo verde, no caíste en cuenta que ciertas cosas a tu edad ya no se podían hacer) y que en lugar de venirte te nos fuiste. Eres tan especial que incluso para hablar del momento en que partiste lo haremos con una sonrisa en los labios.

Es en este tipo de momentos que me gustaría creer en un más allá para tener la certeza de verte de nuevo. Si así fuera estoy seguro que serías el primero que darte cuenta de mi llegada, correrías primero que el resto de mis muertos para darme el recibimiento que nuestro encuentro merecería.

Si ves por ahí al viejo, a mi abuela, mi nana o Camilo no dejes de darles un ladrido afectuoso de mi parte.

Te quiero mucho mi Gruñón, gracias por esta década –y un poco más- tan espectacular a tu lado. Y no me olvides porque yo nunca lo haré contigo.

Con amor,

TuLio:.
Pd: Nata y mamá te mandan saludos, ¡Paciente Gruñón!..........








miércoles, 31 de agosto de 2016

Dolorplacer

Un corrientazo. Puede durar dos segundos, quizás menos pero siempre parecerán más. Te recorre el cuerpo, los pies, rodillas y abdomen, sube por el pecho, la boca, las encías, los ojos que quieren llorar y va a morir en el cerebro que parece fundirse. Y luego el cansancio, el cuerpo que gime al verse rasgado, quemado electrocutado, cortado e invadido de mil formas en su apacible día a día. Un instante que tiene la misma intensidad que la misma vida.

Miguel Díaz conoció de manera simultánea tanto el dolor como el placer. Lo que son dos caras de la moneda en su caso era simplemente una sola cara sin sello.  Aún lo recordaba, tendría cinco años cuando fue consciente. Corría con otros niños por el pavimento cuando tropezó y cayó al suelo. Los otros no se dieron cuenta y pronto lo dejaron atrás. Su rodilla sangraba y empapaba su pierna de rojo carmesí. Él se levantó y sintió el ardor de su carne siendo expuesta al viento, al mismo tiempo sintió una euforia que nunca antes había experimentado, ganas de reír, de gritar hasta quedarse sin pulmones…si hubiera sido una persona normal, muchos años después habría sido capaz de explicar esa sensación, era la misma de un orgasmo.

A los pocos días, la herida empezó a cicatrizar. El pequeño Miguel no quería dejar de experimentar esa sensación, nunca se había sentido tan poderoso, tan feliz, no podía dejar que terminara, jamás. Empezó a rascarse la cicatriz, la incomodidad, el ardor de sentir las uñas y los dedos penetrando su piel como una seda. La corriente que lo recorrió cuando levantó el cuero y la sangre que volvía a manar quería vivirla una y otra vez como en una especie de bucle infinito, si debía rasgarse la misma herida de manera repetida hasta el infinito no dudaría en hacerlo, hasta tener su cuerpo cubierto en sangre, invadido por un dolor placentero que no lo dejara ni moverse.

Su madre, preocupada, tuvo que vendarlo varias veces y atarle las manos al observar horrorizada como su dulce niño arrancaba la gasa y se hurgaba la piel con la desidia de un carnicero. Corrió hacia él, le gritó, zarandeo y lloró al ver su expresión de incredulidad, de inocencia, como si no se estuviera atentando contra sí mismo. Sólo cuando el pequeño musitó ‘no lo vuelvo a hacer, mami’  sintió nuevamente que ese ente extraño le pertenecía nuevamente y lo abrazó.

Miguel no había dicho eso porque amará a su madre o porque le importara, simplemente quería que se callara, ansiaba el silencio con la misma necesidad que el dolorplacer. Tomó nota mental nunca más habría de mostrarse tan evidente en su búsqueda, sería algo íntimo, donde nunca nadie tendría placer.

Pasaron los años y él creció, incapaz de otro sentimiento que el dolorplacer. Era incapaz de sentir tristeza o alegría por alguien, de maravillarse por algo que no fuera capaz de lo que él mismo se infringía, por la misma razón  no podía entablar una relación con nadie, eran simplemente envueltos de piel y carne que deambulaban por el mundo y estorbaban con sus palabras sin sentido. Tanto para sus compañeros como para su familia él era una presencia callada que no aportaba ni estorbaba, simplemente estaba presente, como si hubiera estado allí desde el principio de los tiempos.

Conforme pasaba el tiempo había refinado sus tácticas, el reto era lastimarse sin que nadie se diera cuenta. Se apagaba colillas de cigarrillos bajo el abdomen, se cortaba con la tapa de las latas de atún por debajo de las nalgas, se quemaba con un fósforo por los talones hasta que le salían ampollas las cuales se laceraba hasta que fuera prudentemente necesario, no había más límites que los que él mismo se impusiera.

Alguna vez quiso probar si podía experimentar lo mismo si aplicaba dolor a otro ente que no fuera él. Un día se acercó a una cucaracha, era grande, café, viscosa, se sentó frente a ella, con una de sus manos oprimió su parte superior, con la otra empezó a buscarle las patas. Tocó la primera, la acarició y con un rápido movimiento se la arrancó, el insecto empezó a revolcarse intentando huir de su verdugo pero la presión ejercida era muy fuerte. Miguel no sintió nada, ni asco, ni alegría o tristeza por el animal, sólo un pequeño atisbo de curiosidad por que vendría a continuación, a la pata siguió una antena, y el resto de las patas, cuando se terminó de aburrir aumentó la fuerza de su dedo sobre el animal sintiéndolo morir hasta atravesarlo por completo y sentir su interior mojar su mano. Estuvo un rato observando el animal, apachurrado e inerte, finalmente se limpió con un pañuelo y se fue pensando que el incidente había sido una pérdida de tiempo.

Ni siquiera el sexo le despertaba interés, se había acercado a él ansioso, esperando encontrar algo con que reemplazar el dolorplacer  pero se encontró con un desahogo fisiológico como excretar o escupir en la calle, intentó experimentar con el sadomasoquismo pero le pareció ridículo, demasiado suave, demasiado condescendiente en la otra persona, un ente  incapaz de comprender la dosis que él necesitaba, un dolor de juguete de mentiras, que no rompía al otro sino que simplemente era un juego a la espera de una caricia, de un beso, una mímica de lo que él esperaba.

Porque viéndolo en retrospectiva ese fue el principal problema. Nada lo saciaba ya, vivía solo en un apartamento y podía dedicarse a largas sesiones de autotorturarse sin que nadie lo importunara, pero nada era suficiente. Horas enteras de lastimarse, si bien lo hacían sentir cómodo y de ánimo agradable, era una sensación cada vez más efímera, menos significativa y sabía que conforme pasara el tiempo seguirían disminuyendo sus efectos. Era un adicto al daño y la dosis ya no era suficiente.

Se decidió una tarde de domingo donde la eternidad parecía ingresar en forma de rayo luz sobre su apartamento. Salió equipado únicamente con su celular donde puso una canción a sonar en un bucle infinito, mientras caminaba hacia su destino y veía a la gente a su alrededor se preguntó cómo sería una vida con más sensaciones, no un mundo de blanco y negro o blancoanegrado como lo veía él, sino un prisma infinito en el sentir, en el vivir, nunca lo sabría.

Finalmente llegó al sitio y empezó el ascenso, Jagger seguía vociferando la misma canción, Miguel ya se sabía de memoria los acordes y la entonación del inglés pero no podía dejar de cantarla en su mente porque parecía el himno de su propia vida. I can´t get no satisfaction, decía de manera sensual el inglés mientras él se permitía el último lujo de su vida y subía a pie los diecinueve pisos de la torre permitiendo que la fatiga se apoderara de su cuerpo.  Arribó a la cima, como lo sospechó el lugar estaba solitario, no podía esperarse nada más de un domingo por la tarde, tuvo un capricho de último minuto se quitó los audífonos, tomó el celular con las manos y lo lanzó al vacío, no quiso verlo caer, quizá había lastimado a alguien en su caída quizá no, no importaba. A sus pies vio la gran ciudad y se la imaginó como un gran asentamiento de cucarachas. Escuchó silbar el viento un par de minutos y saltó.


En su caída rompió una especie de techo de vidrio. Alcanzó a estar consciente mientras agonizaba. A su lado miles de cientos de diminutos fragmentos de vidrio lo acompañaban, otros tanto se habían incrustado en su piel fundiéndose en su torrente sanguíneo, cada músculo, cada hueso estaba roto, podía sentirlo así como la sangre que empapaba su ropa, el dolor era insoportable, cualquier otra persona habría llamado la muerte con desesperación, buscando un final inmediato, habría llorado o gritado buscando la atención o la compasión de los transeúntes; él intentó reír pero ni siquiera tenía fuerzas para ello por lo que se limitó a sonreír pacíficamente. Nunca había sido tan feliz en su vida.