miércoles, 26 de julio de 2017

La insoportable levedad del ex

Pasó así: Estaba almorzando en una pequeña plazoleta de comidas en una parte  de la ciudad que pocas veces frecuento cuando la vi entrar, miré dos veces para asegurarme que fuera ella. En el segundo vistazo nuestras miradas se cruzaron y ella también me reconoció. Me levanté de la mesa fui hasta donde estaba mi ex novia, me saludó de manera amable, me presentó a su novio (con el que tengo entendido vive ahora) a otro acompañante y nos despedimos con la misma rapidez. Como había terminado de almorzar, abandoné el lugar. Eso fue todo.

Lo curioso fue que no sentí nada al verla, ni tristeza, rabia o alegría, acaso un débil, muy débil eco de simpatía. Al verla caí en cuenta que no recordaba su voz, rostro o  cuerpo más allá de algunas fotografías que encuentro ocasionalmente en las redes sociales.

La cuestión es que durante meses sufrí por ella. Lloré, me lamenté, le escribí una novela –impublicable- y por largo tiempo pensé que no sería capaz de superarla. La veía en sueños, en las calles y  en los lugares compartidos, en las noches de viernes y las tardes de domingo. Sentía cada beso, cada caricia que nos habíamos dado en noches infinitas de reconocernos una y otra vez. Mi mamá, con la sabiduría innata que tienen todas las progenitoras, me decía que era cuestión de tiempo para olvidarla, obviamente no le creí y acá estoy cinco años después, intentando recordar algo de ella, un beso, un gesto, algo por mínimo que sea y no soy capaz. Parece increíble, como si el tiempo vivido con ella hubiera sido tan solo un sueño.

Hubo un tiempo en que ella era todo para mí. Cuando me abandonó quedé destrozado y me hundí en el pozo de lo que pudo ser y no fue, de los futuros que había imaginado a su lado. Estuve largo tiempo frente al abismo, contemplando en silencio la oscuridad que sentía me llamaba. La novela que escribí es una catarsis de ese periodo de mi vida: es sucia, violenta y salvaje, tal como me sentía en ese entonces. Hasta que finalmente me levanté, limpié las lágrimas y seguí avanzando así no quisiera como hacemos siempre los seres humanos después de un duelo.  

Hay un poema, Ozymandias de Percy Shelley, donde nos hablan de un viajero que se topa con las ruinas de una estatua de Ramses II y en el pedestal que está junto a esas ruinas se proclama la grandeza del rey de reyes y sus obras, ahora solo la acompañan la arena y el silencio. Pensé en este poema con este encuentro y es que el tiempo todo lo borra, alguien me dijo que nada dura para siempre y tiene razón.

Todos lo hemos vivido. Conocemos a esa persona especial, vemos el universo en sus ojos y creemos que podemos construir algo grande ‘para siempre’ a su lado hasta que la realidad pincha ese sueño como una aguja a una bomba. Amamos hasta desgarrarnos el corazón y sentir que nos va a estallar el pecho. Pretendemos olvidar con noches de trago, lágrimas,  sexo sin placer, cigarrillos que se consumen al pie de la ventana mientras lo  cuestionamos todo y a todos y creemos que nunca más seremos felices, como si nuestra felicidad dependiera de otra persona y no de nosotros mismos. Hasta que llega un día que nos preguntamos si realmente tanta tristeza valía la pena y del monumento a ese gran amor quedan solamente sus ruinas y a veces ni siquiera eso.

Pero más allá de esta ex novia pienso en este olvido que seremos, en todos los lugares que hemos visitado, las amistades que fueron importantes en alguna etapa de nuestra vida y con la que perdimos vínculo para siempre, la escuela donde aprendemos a leer que ya ha sido demolida, el barrio que ya no es lo que era, esa primera noviecita a quien le dimos el primer beso y  por la que creímos moriríamos y de la cual ya no recordamos su rostro; al final, son muchas las personas que conocemos, los lugares que visitamos, las acciones que realizamos, el universo que queremos abarcar con nuestras manos, pero son pocas las personas, lugares y acciones que nos habrán de acompañar hasta el final de nuestros días y estas son las que realmente  valen la pena, el resto es arena y silencio.

 Coda: Hace poco salí a celebrar el cumpleaños de un amigo y vi que la novia de uno sus amigos se parecía mucho a esta ex novia de la que les hablo. Cuando sonrió recordé momentos bonitos junto a ella. Más allá de lo que he escrito guardo una grata impresión de ella y es este tipo de vivencias las que nos hace crecer como personas. Espero sea feliz.

Coda 2: No me resistí y les compartiré el poema Ozymandias. (Que es muy corto). Lo pondré en español y publicaré un video en su idioma original leído por el gran Bryan Craston (Walter White).

Ozymandia

Conocí a un viajero de una tierra antigua
que dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!"
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»

Percy Shelley





lunes, 3 de julio de 2017

Los buitres

Esperan por la carroña, destrucción y muerte. La desean, huelen y sienten antes de que pase. La rondan con hambre insaciable, obscena, y tan pronto ocurre son los primeros en llegar al desastre: Se alisan su hediondo plumaje antes de presentarse como los salvadores sin importarles que mientras graznan sus horribles discursos de odio, tengan el pico untado de la sangre del cadáver sin enfriar de las víctimas.

Tuve esta imagen repentina cuando ocurrió el atentado del Centro Comercial Andino. Las primeras voces que se oyeron fueron las de Uribe y su séquito, su discurso exudaba tanta prepotencia, odio –ni siquiera por el petardo sino contra Santos- y falsedad que parecía que, de una manera grotesca y vulgar, se alegraran de lo ocurrido.

Para nadie es un descubrimiento que la ideología de Álvaro Uribe se basa en el odio y la muerte. Su discurso se alimenta del rencor que anida en el alma de los colombianos, en un país de pensamiento retrógrado que se preocupa más por la sexualidad de sus ciudadanos que en la pobreza y corrupción a la que han aprendido a tolerar.

 Hay mucho odio en la mayoría de la sociedad, miedo a lo desconocido, a aceptar nuevas realidades y aceptar que no hay verdades absolutas donde de un lado están los buenos –ellos- y en el otro bando quienes no piensan como ellos, tengan su sexualidad o crean en su dios, y es en un país como éste que una figura como la de Uribe, autoritaria, paternalista y  de derecha se erige como faro y guía de ese país que quiere seguir viviendo a comienzos del siglo XX sin darse cuenta que la humanidad sigue avanzando.

Eso explicaría el cinismo y la prepotencia de las huestes uribistas. No solo mienten una y otra vez sino que lo hacen de una manera tan mediocre, tan mal hecha que uno se pregunta si no lo hacen de aposta para burlarse en la misma cara de sus seguidores. Las falsedades del referendo, la reunión que tuvieron con Trump (una mentira tan patética como ridícula que era obvio se iba a descubrir), todo lo que dijeron del proceso de paz son prueba de lo que digo. Pero sus seguidores siguen hechizados por el magnetismo de su líder, no solo ignoran cuando se descubre el engaño sino que incluso toman estas mentiras, incluso las más absurdas como verdades indiscutibles.

A veces pienso sin embargo que este país quizá sí se merece a Álvaro Uribe, no el títere que elija como su candidato para gobernar desde las sombras, sino él mismo. En ocasiones siento una mentalidad tan cerrada, tan radical, tan viciada, que dan ganas que lo nombre presidente vitalicio, una figura como la del Generalísimo Franco o Pinochet o incluso Hitler que haga más oscura la noche que nunca cesa en Colombia, porque si algo nos ha enseñado la historia es que después que se toca fondo hay un renacimiento en los países.

Pero mientras tanto los buitres siguen volando en el cielo, al acecho, esperando…..