Bandoleros, campesinos y gamonales: El caso de la
violencia en Colombia.
Autores: Gonzalo Sánchez y Donny Meertens.
Editorial: Punto de Lectura
386 páginas
En
este ensayo de Sánchez y Meertens –prologado por el gran historiador Eric
Hobsbawn-, se analiza el periodo que en Colombia se denominó ‘La Violencia’ que abarco la década de los cuarenta,
cincuenta y mediados de los sesenta, enfocándose en el fenómeno de los rebeldes
o bandoleros: Sus inicios, su esplendor y ocaso, exponiendo una historia de
sangre en Colombia que no termina y que ha desembocado en la tierra de nadie
que es el país en la actualidad.
Colombia
es un país eminentemente rural. No importan los avances tecnológicos que se
hayan dado en las últimas décadas o la constante migración de campesinos a las
grandes ciudades. El corazón de Colombia
está en sus campos, es allí donde se ha gestado la historia del país, es en las
pequeñas poblaciones, pueblos y municipios donde se ha escrito con sangre
nuestros orígenes.
Los
autores de este relato, Gonzalo Sánchez y Donny Meertens analizan un breve
periodo de la violencia en la nación, de 1946 a 1965 en donde se da el
surgimiento, apogeo y desaparición de los bandoleros más conocidos como lo son
Sangrenegra, Chispas, Desquite, C o
Pedro Brincos, quienes surgieron fruto de la absurda guerra bipartidista que
dio inicio desde hace casi dos siglos.
En
Colombia –para quien no lo sepa- existen principalmente dos partidos políticos:
El Liberal y el Conservador; la mayor
diferencia es que mientras los unos tienen banderas azules, los otros las
tienen rojas. Ambos son igual de corruptos, igual de ineficientes, igual de
asesinos –ya sea por acción o por omisión- como lo ha demostrado la historia de
este territorio.
A
mediados del siglo XX, la violencia entre seguidores de ambos partidos se
intensifico y el gobierno conservador de la época –en complacencia del clero-
permitieron una campaña de exterminio liberal que impulsó la creación de
bandoleros campesinos que inicialmente defendían sus territorios y familiares
pero que posteriormente iniciaron ataques salvajes y desmedidos contra
campesinos y terratenientes del partido contrario creando un círculo vicioso de
venganzas y masacres.
En
este excelente ensayo, los autores no solamente desentrañan este periodo que
abarca un poco más de dos décadas y que se le denominó, La Violencia –como si se
pudiera denominar así un solo periodo en nuestra historia tan llena de violencias- sino que dan indicios de lo que pasó en el
pasado, de lo que ocurre en nuestro presente y lo que ocurrirá en el futuro en
caso de no aplicar los correctivos necesarios.
Podría
decirse que las principales causas de estas ‘violencias’, de los orígenes de
estos bandoleros se sustentan en varios pilares a saber: En un abandono estatal
a ciertas regiones del país lo cual trae como consecuencia la pobreza, la ignorancia y la violencia en una tierra sin
dueño y la creación subsecuente de grupos de autodefensa que derivan en nuevos
ciclos de guerra.
Otro
punto importante es la sevicia con que las clases políticas han manejado el
país a lo largo de varias décadas. Conservadores y Liberales han fracasado por
completo y sumido a este país en un atraso significativo y su papel ha sido
vergonzoso en la historia del país.
Basta
con ver como su ‘odio’ partidista se hacía un lado cuando los dirigentes de
ambas colectividades se repartieron el país como si fuera un pastel en el Frente Nacional o el uso que le dieron a
los bandoleros, al usarlos primero como herramientas para conseguir votos para
luego renegar de ellos y repudiarlos como asesinos y criminales.
Lo
triste es que así fue en el pasado sucede igual en el presente. Políticos y
asesinos parecen destinados a permanecer unidos en pactos macabros en búsqueda del
poder, y si ayer lo hacían gamonales locales quienes ofrecían su protección a
bandoleros a cambio de votos o de
eliminar a su competencia, hoy se dan entre políticos y paramilitares quienes
firman documentos en donde planean “la refundación de la patria”.
Combatir
únicamente la violencia con la violencia no ha resuelto nada en el pasado y no
lo hará ahora. Las soluciones a los problemas de la nación son muy graves y
para subsanarlos se requieren de soluciones a largo tiempo. Se tienen que sanar
las heridas de guerra, de esta guerra que vivimos ahora como de las anteriores.
Hay que parar el ciclo de violencia porque sino los guerrilleros de ahora serán
reemplazados por nuevos maleantes que tendrán sus mismos orígenes de venganza,
ambición y pobreza.
Si
Colombia quiere cambiar su destino de repeticiones absurdas debe existir un
cambio. Un cambio real que abarque la política, la reforma agraria, la
educación; el comprender que el problema no consiste en un grupo de rebeldes que
un día les dio por irse al monte a echar bala sino que tiene orígenes en la
pobreza y en la violencia y si se desea cambiar esta situación no se debe
recurrir solamente a la fuerza militar
sino que el Estado debe hacer presencia verdadera y efectiva en todas las
regiones de la nación.
Por
desgracia, en este momento no existe nadie en este país interesado en realizar
este cambio, sino en mantener un status quo obsoleto e ineficaz que en nada
cambiará la situación que hemos vivido hasta ahora. Solamente me queda citar al
poeta Gonzalo Arango quien escribió una elegía al bandolero ‘Desquite’:
Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿No
habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus
hijos, los haga dignos de vivir?
habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus
hijos, los haga dignos de vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta,
entonces profetizo una desgracia:
entonces profetizo una desgracia:
Desquite resucitará,
Y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y
lágrimas.
lágrimas.
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