martes, 24 de septiembre de 2013

Cartas vampíricas

La talentosa escritora Carolina Andujar, quien ha publicado las novelas vampíricas Vampyr y Vajda y que en estos momentos se encuentra terminando una nueva historia (esta vez sobre brujas), organizó hace poco un concurso literario de terror. Este consistía en escribir una carta desde el punto de vista de un vampiro que tiene tiene una relación de amor-odio hacia un mortal y que debía tener una extensión máxima de una página (a doble espacio).

Para el concurso se me ocurrieron tres ideas de las cuales tuve que elegir sólo una. Comparto las otras dos cartas desechadas que espero sean de su agrado 

CARTA 1

Mi muy añorada Monique,

Mientras escribo, por la comisura de mis labios se desliza un hilo de sangre, travieso e indómito. El cadáver del niño aún me observa, y sus ojos mantienen esa expresión suplicante esperando arrepentimiento de mi parte. Inocente chiquillo; crédulo, estúpido y delicioso chiquillo. Si el destino diera segundas oportunidades, seguramente aprendería que no se debe confiar en extraños. Quizá lo ponga en práctica para su próxima vida.

La primera vez que te vi, sentí que algo se removía en mi interior, del todo insólito dentro de un cuerpo huérfano de pulso. Al principio pensé que me había hecho daño el anciano que había cenado esa noche. Lo ignoras, pero los viejos saben horrible. Su sangre tiene gusto a orines, cigarrillos y un olor rancio que anuncia su proximidad a la muerte. Pero los días pasaron y seguí pensando en ti, no como ganado, sino como en algo más. Recordaba tus ojos, tu cuerpo y esa vena larga y palpitante de tu cuello.

Es posible que nunca me perdones por haber matado a todos los miembros de tu familia, pero en verdad me inquietaba su presencia. Gracias a ellos existes tú, y tú me has convertido en un vampiro enamorado. ¿Puede acaso concebirse una peor desviación que esa? Los humanos son nuestro alimento… sería algo tan ridículo como si ustedes se encapricharan por una cabra o un cerdo. Sin embargo, al mismo tiempo ansiaba que llegara la noche para verte, así me consumieran los celos de verte en brazos de otros hombres. (Por cierto, te preguntarás por qué no has vuelto a saber de ellos… me declaro culpable).


Ahora te vas. Huyes de mi presencia y me duele cada metro que te distancias. Pero no podrás escapar. Eres mía —solo mía—, y te seguiré hasta el fin del mundo de ser necesario, porque te deseo. No me malentiendas, por favor. Nuestro amor no tiene el propósito —como dicen los folletines rosas vampirescos de ahora— del matrimonio. ¿Qué sentido tiene vivir para siempre si nos tenemos que casar? Lo que voy a hacer cuando te encuentre es raptarte de una vez por todas. Mirarte a los ojos, ver mis reflejos en tus pupilas por última vez, paladear el miedo que se apodera de tu cuerpo, clavar mis colmillos y beber hasta la última gota de tu dulce sangre, saboreándola una y otra vez. De esta manera vivirás para siempre en mí y no tendré que seguir merodeando atormentado por las noches con la molesta presencia de tu existencia en mis pensamientos. Así que ya lo sabes, amore mio, espera mi visita y olvida cerrar las ventanas.


CARTA 2

Amor mío,

Una luz titilante y pálida es lo único que puedo percibir. No siento nada, ni frío, ni  calor; en estos momentos estoy atada a una camilla en un sótano vacío, sola con mis pensamientos, esperando por tu regreso. Lo único que anhelo es poder renunciar a la vida - paradójica palabra- eterna que tú me quieres obligar a tener. Podrías haber acabado con esta locura desde el mismo instante que empezó, sabías lo que iba a ocurrir desde el principio y no lo impediste, enarbolando como bandera el amor, un amor retorcido y egoísta que de manera extraña siento con la misma intensidad por ti mezclado con un odio espeso y oscuro que se funde como si fuera un rio de sangre.

Llegas y traes una nueva invitada. Esta vez es una joven no mayor de quince años, de ojos azules y larga cabellera, está inconsciente, la acercas para que pueda verla. Es casi una niña. Tomas el cuchillo y antes de que yo pueda gritar, la degollas. Con una botella recolectas la sangre que se escapa de su vida. Me miras, de nuevo me miras, con esa mezcla de vergüenza, culpabilidad y complicidad que nos atará en el infierno para siempre. Con la suavidad de una madre aproximas el frasco hasta mi boca. Quiero decirte que es suficiente, que me dejes morir de manera definitiva pero mis colmillos centellean, el hambre acecha y su líquido vital es tan delicioso que no puedo hacer otra cosa que beberme hasta la última gota y relamerme como una bestia. Luego de ello, repites el ritual que llevas haciendo desde hace un año, cuando fui mordida por el vampiro,  te acuestas a mi lado, acaricias mi cuerpo helado y  me susurras una y otra vez hasta  quedar dormido que ni siquiera la muerte será capaz de separarnos.

No sé si estos pensamientos llegarán a ti, ni siquiera si alguien los está escribiendo, es un enigma de tal magnitud cómo saber si los androides sueñan con ovejas electrónicas, pero tengo la certeza de que en algún universo, en alguna época alguien puede sentir mi lamento, mi desesperación y podrá plasmarla en un papel. Guardo la remota esperanza de que esas letras llegarán a ti de alguna manera y que cuando eso suceda reúnas por fin el coraje para dejarme ir, me desates por fin y claves una estaca en mi corazón para liberarme de una vez por todas de esta prisión, sólo así demostrarás tu amor.

Tuya, M.