jueves, 31 de octubre de 2013

El reino de la hora (un relato de terror)

Como todos los 31 de octubre, les regalo este relato de terror. Espero les guste.

Tm 69

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El reino de la hora

La mujer se miró nuevamente en el espejo. Se puso más labial y alisó el pelo. Tocó la puerta tres veces. La habitación 69 se abrió antes de golpearla una cuarta vez.

El hombre la miraba a los ojos, no se despegaba de su rostro, tanto así que ella se sonrojó y bajó la cabeza.

—Soy Lizeth. Me manda La Academia.

‘La Academia’, bonito eufemismo para referirse a burdeles de clase alta, compuesto por damas de compañía o  prepagos, como se hacen llamar ahora. “Por mucho polvo, maquillaje o clase  que tengamos, seguimos siendo putas” le había dicho alguna vez Sandra, una de sus compañeras.

—Sí, sí, claro—respondió el hombre—  por favor Lizeth, sigue, siéntate en la cama.

Miro al hombre: Era bajo, delgado y se estaba quedando calvo. Sus pelos traseros se alzaban de manera rebelde. Él la continuaba mirando con detenimiento, pero ya no se sentía intimidada; había conocido a demasiados varones para hacerlo. Aunque seguían sin gustarle sus ojos, eran fríos, pequeños.

—Dime, ¿qué me ofreces? —preguntó él.

—Lo que quieras, nene — Siempre usaba esa palabra, a los clientes los volvía loquitos, nunca dejaban de ser niños—  relación vaginal, oral, las posiciones que quieras, te aseguro que la vamos a pasar muy rico.

—La vamos a pasar muy rico —repitió el hombre— . Ya veremos. Por favor, desvístete.
Lizeth empezó a quitarse el vestido negro de seda. El roce era delicado al tacto, su cuerpo olía a un suave perfume, un delicioso aroma.

El  hombre empezó a hablar:

—¿Sabes? — preguntó, y continuó hablando sin esperar respuesta— . En ocasiones, compré a mujeres de la calle y entré en lo más profundo de ellas, pero no fue agradable. Sus almas olían a cebolla.

¿Almas?

Mientras se acostaba, recordó que había devuelto a dos de sus compañeras. Kathy y Michelle le habían contado que el tipo las había hecho desnudar, acostar y luego de verlas por un momento, las hacía vestir e irse, sin pagarles, obviamente.

— Y las otras niñas de la Academia. ¿También olían a cebolla?

—No. Pero eran demasiadas estúpidas, sabes que no miento.
Era cierto. Hablar con ambas era exasperante; un globo lleno de helio tenía más sustancia que ellas, pero eran las más hermosas: sus ojos de esmeralda, cabello de trigo, labios carnosos y figuras perfectas compensaban su idiotez. ¿Pero cómo podía saberlo este sujeto con tan solo verlas?

—Pero tú no eres igual…eres delicadamente deliciosa. Contéstame, ¿en esta hora me pertenecerá tu cuerpo?

La mujer pensó que el hombre la quería poner a prueba. Tal vez sus compañeras se habían asustado y negado. No era tan boba.

—Todo mi cuerpo es tuyo por una hora.

—¿Toda tu mente?

Vaya tipo más loco.

—Mi mente te pertenecerá durante ese tiempo.

— ¿Y tu alma será mía por sesenta minutos?
¿Qué tendría ese loco con las almas? No era momento de asustarse. No era el primer ni el último loco que le tocaría atender. ¿No recordaba al senador Blanco? Al muy maldito le gustaba usar una bolsa en la cabeza durante el acto sexual y antes de eyacular la estrangulaba levemente. Después de hacerlo, lloraba agarrado a su cintura  y a ella le tocaba acariciarle la cabeza hasta que se quedaba dormido.

¿Iba a sentirse intimidada por ese enano?

Nunca.

—Mi alma es tuya y te pertenezco por completo porque me has comprado.

—Eso está muy bien —respondió el hombre y sonrió por primera vez. Sus dientes eran muy pequeños  y filudos como los de una piraña—,  por favor, cierra los ojos.

La mujer, ya desnuda, obedeció. Esperaba sentir de un momento a otro el cuerpo de su cliente encima de ella, penetrándola con fuerza, sintiendo su sudor, su aliento caliente.
En su lugar sintió una caricia.

—¿Qué haces?—  preguntó ella sorprendida aunque sin abrir los ojos.

El hombre no respondió y continuó acariciándola. Se sentía tan bien… En un  momento creyó sentirse excitada, por primera vez, en muchos años, pero la sensación dio paso con rapidez a un placentero  cansancio con el que ella no luchó sino que al contrario se entregó sin resistencia. Se sumergió más y más en el mundo de los sueños.

Al abrir los ojos ya no estaba desnuda en un hotel de cinco estrellas.

Contemplaba el mundo: Desde su pequeño coche sacó una manecita intentando agarrar un rayo de sol; tenía un biberón. La niñera la paseaba junto a Sultán, el gran perro de la familia.

De pronto el can vio a una paloma y se abalanzó sobre ella. Antes de que el ave pudiera escapar, estaba en las fauces de Sultán. La bebé se puso a llorar al ver la escena, la niñera asustada intentó que el perro soltara el ave y empezó a forcejear con el animal. De repente, el cadáver del pájaro salió despedido y cayó en el cochecito de la nena.

La niña miró el pajarraco, sus ojos sin pupilas, su pico, de un momento a otro el ave se estremeció y empezó a moverse. No estaba muerta después de todo.

 La infante  empezó a gritar, el ave se asustó y empezó a picarle el rostro, su cuerpecito, desgarrándole cada centímetro de piel. La niña estaba aterrada y la adulta dentro de ella empezó a gritar y a llorar con tanto miedo como el que había sentido hacía 24 años. La paloma se situó frente a ella, quería devorarla, lo sabía. Intentó moverse pero no podía, estaba agarrotada por el miedo, la criatura se abalanzó sobre sus ojos…

Se desvaneció.

…La despertaron unos ruidos. Ahora era una niña de aproximadamente  ocho años. En medio de la noche se dirigió al  cuarto de sus padres. Unas figuras discutían.

—Otra vez borracho. Eres tan repugnante — decía su madre.

—No me hables así  ¿Quién te crees? ¡Maldita perra! —respondió una voz casi ilegible.

El hombre le propinó una bofetada que la tumbó sobre la cama.

—Te voy a dar lo que te gusta…

Empezó a quitarse el pantalón.

—No, ¡No quiero!

Ignorando los gritos de su esposa, la golpeó de nuevo y le quito, con salvajes manotazos, la ropa.

—Jeremías, por favor —suplico la mujer.

El hombre la penetró con fuerza, con rabia, gruñendo como un cerdo; el llanto de su esposa era ahogado por una palabra que él repetía una y otra vez.

—Rico, rico. Qué rico perra.
Asustada la niña se alejó de la puerta, al llevarse las manos al rostro se dio cuenta de que estaba llorando.

De nuevo la oscuridad…

¡Basta por favor¡ ¡Te lo suplico! Logró gritar desde alguna parte de las tinieblas donde se encontraba.

“Todo mi cuerpo es tuyo por una hora” le respondió su propia voz como un débil eco.

…Ahora era una adolescente. Estaba sola en su habitación. Se metió la mano por debajo de su falda y empezó a acariciarse, sintiendo  como el placer iba creciendo, expandiéndose, ilimitado, infinito. Justo antes de llegar al orgasmo oyó en su mente la voz de su padre:
“Te voy a dar lo que te gusta”.

Sus dedos se movieron más de prisa aún, acelerando sus embestidas y el placer. Cerró  los ojos y sintió una descarga eléctrica deliciosa que le recorrió todo el cuerpo. Al abrirlo se encontró con su madre que la miraba sorprendida.

—Juliana….

—Mamá.

—¿Qué porquería estás haciendo?

— Mamá, yo…

—¡Cállate! ¡Sucia ramera! ¡Pecadora! Eres una pervertida…

La respetable señora agarró a su hija y la arrastró hasta la cocina. Allí la obligó a quitarse la falda, agarró un poco de ortiga y la restregó en sus genitales. El dolor que Juliana sintió y el grito que profirió estremecieron los cimientos de la vieja casa.

Negro de nuevo…

En lo más profundo, la mujer lloraba. No podía saberlo, pero sentía que en ese momento, en el hotel, su vagina sangraba igual que como lo había hecho esa ocasión.
Detente ¡No lo soporto más!

—“Mi mente te pertenecerá durante ese tiempo—  le respondió su voz, desde las sombras.

…Empezó a materializarse una figura oscura, un hombre negro la miraba fijamente, desgarrando su ser.

—Todo menos eso, no me obligues a verlo, por favor, por favor. Haré lo que sea, lo que me pidas.

Mi alma es tuya y te pertenezco por completo porque me has comprado—  le respondieron

—Maldito enano. Cómo te odio. —dijo ella con un llanto seco.
No hubo respuesta

De repente todo se iluminó. El hombre negro se acercó, llevaba una rosa en la mano. La besó con ternura.

—Juliana, te amo con toda mi alma.

—Yo también te amo, Ezequiel.

—Quiero estar contigo el resto de mi vida, mi amor.

— Mi madre nunca lo permitiría, te odia.

—No entiendo cómo puedes ser hijo de esa hiena, eres tan diferente a ella. Ven conmigo, déjalo todo.

—No es tan fácil como crees, amor. Mi mamá me paga la universidad, me da lo necesario para vivir, sin su ayuda no sé qué pueda hacer.

Ezequiel no le respondió pero su mirada fue de triste reproche.

El recuerdo se levantó con la misma rapidez con que se levantó otro.

Era de noche, estaban caminando por un parque cuando un hombre se acercó a ellos. Estaba armado.

—A ver reinita, la cartera y el reloj — dijo el asaltante de manera amenazadora.

—Por favor, no me lastime — gritó Juliana. Estaba tan nerviosa que no atinaba a quitarse las joyas

— A ver, qué pasó grandísima puta —dijo el hombre mientras golpeaba a la mujer.
Ezequiel se lanzó sobre el delincuente pero este reaccionó y disparó. Asustado por lo que acababa de hacer huyó y pronto se lo tragó la noche.

La persona que más había amado en su vida yacía frente a ella agonizante. Juliana se acercó y le acarició el rostro

—Amor mío —dijo su hombre y murió.

Sostuvo la mano inerte de su amado junto a su rostro mientras lloraba, cuando quiso separarla ya no pudo, se había quedado pegada a ella y la sangre empezó a manar de manera exagerada, grotesca. Con horror, vio como el líquido caliente y pegajoso le llegaba a las rodillas, a su ombligo y boca. Se estaba ahogando en la sangre de su amado. Quiso gritar, pero sólo tragaba ese líquido inmundo. Cerró los ojos...

— ¿Cómo es que vas a tener un hijo de ese negro inmundo?

—  Sí mamá, lo voy a tener ¡Le daré todo el amor que jamás he tenido en esta casa!

—No te atrevas desagradecida…si lo haces olvídate de este lugar y de mi ayuda económica.

—No volveré nunca, y ya no me considere su hija,  señora Lizeth.
Y diciendo esto se dirigió hacia la puerta cuando escuchó la voz de su madre.

—Pero sabes que tu hijo no nacerá con vida ¿cierto? —le dijo con una sonrisa macabra.

— Cállate vieja bruja.

—Tu hijo nacerá muerto. Es lo menos que te merecías, mala hija, pecadora.

— ¡CALLATE!—  repitió de nuevo con un grito Juliana — ¿Cómo puedes saberlo? Yo nunca te lo conté y nunca más nos volvimos a ver.

— Lo sé todo porque yo soy tú — dijo mientras se arrancaba su rostro revelando algo horrible: la cara de una rata vieja y asquerosa que se acercó hacia ella, arrancándole la nariz de un mordisco.

…Ahora estaba acostada en una mesa de cirugía, un médico le acariciaba la cabeza. Puja, puja, decía, ella obedecía, pero sabía que al momento de nacer su hijo ya estaría irremediablemente muerto.

Se escucharon chillados y el médico exclamó.

—Es un hermoso bebe.

¿Cómo?

Le acercaron un bulto sanguinolento, al destaparlo, gritó aterrada.

Era un polluelo sin plumas, solo se veía su carne desnuda y sangrante, sus ojos sin pupilas; empezó a chillar de una manera tan aguda que se vio obligada a taparse los oídos.

Los médicos se felicitaban entre sí mientras se quitaban los tapabocas. Eran unas palomas gigantes y sus plumas y chillidos inundaban la habitación. Juliana agarró un escalpelo de la mesilla de instrumentos quirúrgicos y lo dirigió hacia su garganta.

Pero no pudo hacer nada, porque ahora tenía encima a Ezequiel que le hacía el amor. Ella le agarró la espalda y le clavó las uñas con fuerza como lo hacía antes de alcanzar el orgasmo. Sus dedos se enterraron en la espalda de su amado.

Una costra le cayó en el rostro, miró de nuevo a su novio y se dio cuenta de que quien la poseía era su cadáver en descomposición, el ser sacó su lengua, blanca, llena de pústulas.
La mujer logró apartar de un empujón el cuerpo putrefacto y se dirigió hacia una puerta. Luego de abrirla, vio un pasillo oscuro y al final de esta otra puerta y así una y otra vez.  Corrió sin pausas, sintiendo como se hundía en el suelo,  mientras  que a lo lejos, como campanadas, se escuchaba Hotel California de Los Eagles: You can check anytime you want, but you cant never leave.

Finalmente llego a una puerta blanca de mármol que tenía un letrero:
La vamos a pasar muy rico.

La abrió

Al entrar vio un nuevo corredor pero este completamente iluminado, con puertas a cada uno de sus lados. Abrió una:

Una manada de lobos salvajes devoraba a su padre que estaba amarrado a un tronco. El hombre gritaba de dolor pero entre más fuertes y desgarradores eran sus gritos, más bestias llegaban excitadas a desgarrarle las entrañas.

Cerró la puerta y, temblando, se dirigió a otra.

Vio una réplica suya que miraba a su madre. Su doppelganger sacó una larga daga y se la enterró en el pecho a la señora Lizeth. La Juliana que miraba la escena observaba en silencio. Ese había sido su sueño más retorcido e inconfesable aunque nunca lo hubiera llevado a cabo.

Abrió otra puerta: Estaba al aire libre, en el campo, la brisa golpeaba su rostro. Escuchó múltiples voces que gritaban llenas de júbilo. Eran sonidos alegres, pero eran, al mismo tiempo, obscenas, vulgares: ‘Alaben todos al rey de la noche’ parecían proclamar todas ellas. En lo alto, alumbraban las estrellas y se asomaba una luna roja que se ocultaba bajo el humo de mil hogueras. Cientos de duendes, jorobados y seres deformes y contrahechos aplaudían y aullaban con alegría entregándose al desenfreno y frenesí.

Caminó hacia las piras y vio que eran alimentadas por cuerpos desnudos y decapitados. Horrorizada vio una montaña de cráneos que se alzaba imponente y sobre ella, el trono violeta y dorado ocupado por el hombre que la había contratado. El enano.

El ser la miró mientras esbozaba una sonrisa, en sus ojos había algo antinatural, demoníaco, asustada le dio la espalda y salió por la puerta, pero ya no estaba el pasillo.

Ahora estaba en un salón blanco. Una figura reptaba hacia ella, una criatura inmunda, pequeña, llena de sangre. Ella se llevó horrorizada las manos a la boca.

Era un feto.

La criatura se acercó mientras hablaba.

—Madre, madre, no me dejes morir.

La mujer echó a correr. En otro de los rincones apareció otro feto gritando con voz rasposa: “Madre, sálvame, no me dejes morir”. Antes de que se diera cuenta estaba rodeada por cientos de seres que repetían una y otra vez: ‘Madre, madre’.

Acorralada se arrodilló mientras gritaba:

—¡Yo no te maté! ¡Eras mi hijo y te amaba! ¡Nunca quise que nacieras muerto! ¡No más, maldito enano! No entrés más en mi ser, mi alma es mía, ¡Sólo mía! No la violes más…
Una voz fría le replicó: Eres mía para siempre…

Los engendros cerraban el círculo en torno a ella. A medida que se movían dejaban una estela de sangre sobre la superficie blanca.

Sabiéndose atrapada, cerró los ojos para no ver a las horrendas criaturas.

Oyó la voz exasperante de su madre: ‘Has vuelto a casa mala hija, mereces un castigo’

—Quédate hijita, te voy a dar lo que te gusta — murmuró su padre.
—Asesinaste a mi hijo, ¡A mi hijo! — gritó Ezequiel.
—Esta es tú casa, no hay mejor sitio para nosotras que este lugar, déjate llevar — le dijo una de sus compañeras de la Academia.

Sintió incontables manitas que le tocaban los pies y se trepaban sobre ella, el tacto asqueroso de esos pequeños demonios le recorrían el cuerpo, se sintió ahogada por miles de bebés que la asfixiaban mientras decían: ‘sálvanos’ y ‘madre’. Tinieblas.

Su grito resonó por toda la habitación. Abrió los ojos, estaba desnuda e intacta. A su lado, estaba el reloj: había pasado una hora desde que el hombre le abrió la puerta. Estaba tan alterada que no vio que en el nochero a su lado había dos billetes de cien dólares.

Atraídos por los gritos histéricos, los empleados del hotel tumbaron la puerta de la habitación 69, les tomó más de cuatro horas calmar a la mujer.




viernes, 18 de octubre de 2013

Fabulas gatunas




Es una verdad conocida que los más jóvenes no leen.  Iphones, Nintendos y demás chucherías del siglo XXI han alejado a las nuevas generaciones de los clásicos de la literatura; y si la esperanza para que los más chicos vuelvan a las letras son las poesías de Roy Barreras y la biografía de Álvaro Uribe Vélez, podemos apagar la luz e irnos.

Como rotativo felino mecenas  en la cultura, la lulada, el aborrajado y demás cosas buenas de la vida,  nos interesa incentivar la lectura (además porque si nadie lee, esta gatuna publicación tristemente deberá cerrar sus puertas e irnos pa’ la casa),  por lo que hemos decidido publicar algunos de las fabulas de ayer y hoy en busca de generar interés. Valga la pena aclarar que las hemos adaptado a los nuevos tiempos para generar nuevos adeptos.

Estos son algunas de nuestras fabulas gatunas….


La gallina de los (tres) huevos de oro

Érase una vez un presidentico que tenía sus tres huevitos de oro,  los cuidaba con esmero y buscaba una gallinita que pudiera cuidárselos.  Después de pensarlo mucho  (y de que la mayoría de sus plumíferos fueran a la cárcel por corrupticos, a pesar de ser buenos muchachos), se decidió por la gallinita JuanMa, que seguro le cuidaría sus ovalados tesoros,  pero decidió arriesgarse y sacrificar a la gallinita mandándola para la presidencia. El ave se volvió mandataria, empezó a negar paros y a reventar los tres huevitos al día siguiente de ser elegido. El pobre expresidentico se dio cuenta que el ave estaba completamente vacía por dentro. Por desgracia, el resto de los colombianos nos dimos cuenta demasiado tarde.

Moraleja: Hijitos, la ambición rompe el saco y ni para-militares hay excepciones




El lagarto y la liebre

Una vez la liebre y el lagarto decidieron apostar una carrera hasta la cima de una colina. El  lagarto, que se llamaba Roy (nombre elegido al azar), era lento y astuto mientras la liebre era rápida y honesta. Comenzó la carrera y la liebre salió a toda carrera dejando atrás al pobre Roy. Éste no se preocupó y con su paso lento pero seguro se dedicó a hablar con gamonales locales, comprar votos y promesas a cambio de lechonas,  cambiarse de partido político animal según las conveniencias y en hablar con la prensa sobre su rectitud. La liebre llegó a la cima de la colina a los quince minutos, mientras que el lagarto se demoró quince días en hacerlo, pero los jueces de la competencia  –amigos de nuestro Roy- decidieron que él era ganador por diferencia abrumadora a la vez que lo nombraron presidente vitalicio del Senado.

Moraleja:  Más vale maña y marrullería política que fuerza y talento






El América y las uvas verdes

Había una zorra llamada América que estaba en un viñedo. En lo alto había unas uvas de la marca  “Promoción”. La zorra se paró en sus puntas, saltó para cogerlas, pero no pudo alcanzarlas, se montó en una silla, llamó a Diego  Edinson Umaña y pidió que la sacaran de la lista Clinton pero todo fue inútil. Finalmente miró al piso y dijo “Estúpida promoción, al final ni la quería, prefiero quedarme en la B”.

Moraleja: Agua que los Rodríguez no han de beber, amigo déjala correr





El pastorcito mentiroso

Había una vez un pastorcito político mentiroso. Una vez empezó a gritar:
-El Polo, El Polo, se viene el Polo….
Pero quedó electo Mockus entonces nadie le paró bolas. A la elección siguiente el pastorcito gritó.
-El Polo, El Polo, se viene el Polo….
Pero quedó electo Peñalosa y nadie le paró bolas. A la siguiente elección el pastorcito, aterrorizado gritó….
-El Polo, El Polo, se viene el Polo….
Pero nadie le paró bolas…y esta vez llegaron Lucho Garzón, Sammy Moreno y Petro a acabar con la pobre Bogotá.

Moraleja:

Bogotá está tan jodida que ninguna moraleja aplica.





Artículo publicado en el periódico de humor 'El Gato'  (El mejor rotativo del mundo y sus contornos)

martes, 8 de octubre de 2013

De Michael Corleone a Walter White







Amamos aquellas historias que nos hablan sobre imperios destruidos y grandes personajes que dejan atrás vidas grises y cotidianas para elevarse a figuras legendarias, así hayan construido su nombre por medio del crimen, muerte y sangre. De igual manera, sentimos una extraña fascinación por su caída, el momento en que sus reinos se derrumban como un castillo de naipes y llegan de manera implacable las consecuencias por sus actos.


El cine, la literatura y ahora la televisión nos han ofrecido múltiples historias de este tipo, y si en el pasado la figura emblemática de este arquetipo era Michael Corleone, protagonista indiscutido de la trilogía de El Padrino, dirigida por Francis Ford Coppola y escrita por Mario Puzo; en la actualidad la historia de Walter White, narrada en la serie Breaking Bad, creada por Vince Gilligan, parece ser su heredera directa.  

¿Qué tienen en común un maestro de química diagnosticado con cáncer que  cocina metanfetaminas en Nuevo México y el capo de todos los capos de la mafia de Nueva York? Vamos a descubrirlo….


ATENCIÓN SPOILERS DE LA TRILOGÍA DE EL PADRINO Y LA SERIE BREAKING BAD


11.)  Puntos de quiebre para unas vidas demasiado cotidianas

Walter White era un apacible profesor de química que llevaba una vida relativamente normal; Michael Corleone a pesar de ser hijo del mafioso más importante de NY, le daba la espalda al negocio familiar y renegado de su apellido. Ambos tenían planeados dedicarse a cimentar sus propias familias (Michael casarse con Kay y Walter criar a sus dos hijos), pero golpes del destino hacen que sus planes cambien por completo.

En el caso de Michael, su padre Vito, recibe un atentado de Virgil Sollozo, un mafioso rival que pone en jaque a toda su familia y en donde él se revela como la única persona apta para salvarlos a todos (sus hermanos son muy temperamentales o demasiado pasivos); mientras que Walter recibe la noticia que tiene cáncer de pulmón inoperable, le queda poco tiempo de vida y no tiene suficiente  dinero para dejarle a su esposa embarazada y su hijo adolescente.

¿Qué hacer cuando la vida parece cerrar todas las puertas y la única opción para un mejor futuro se encuentra en hacer cosas que nunca imaginaste? Ellos deciden cruzar la línea de lo legal para hacerlo. Él uno decide eliminar la amenaza que intentó eliminar a su padre, mientras el otro con  la ayuda de un antiguo estudiante decide preparar droga ilegal. El problema es que una vez se da un  paso en el mundo del crimen no hay vuelta atrás.

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2.)  Justificar lo injustificable

Ambos personajes se excusarán hasta la saciedad diciendo que todas sus acciones  las hicieron por sus familias, por querer salvarlas y vengarse (caso Michael) o por dejarles suficiente dinero una vez la enfermedad hubiera acabado con él (Walter); y si bien en un principio creyeran en esta justificación para traficar, asesinar y mentir, conforme va pasando el tiempo, el ego, la ambición y la sed insaciable de poder van convirtiendo este pretexto en algo tan flojo que ni ellos mismos creen, a pesar de seguirlo argumentando ante quienes aman de manera ridícula.

Quizá lo que  ejemplifica esto  es que ninguno de los dos es capaz de salirse del negocio una vez ‘han salvado’ a la familia. Michael acaba con las cabezas de las Cinco Familias de Nueva York , ya no hay nadie que dude del poder de los Corleone ni que se atreva a amenazarlo; por su parte después de la muerte de Gus Fring, Walter White tiene suficiente dinero para que sus seres queridos no vuelvan a pasar nunca necesidades (rechaza los cinco millones de dólares  que le ofrecen para abandonar el negocio) pero ninguno es capaz de retornar a esa vida sin preocupaciones que ya consideran inconcebibles.

El orgullo ha ganado la partida, ambos prometen salirse de sus negocios sucios, sólo quieren seguir otro rato, afianzar el negocio, conseguir un poco más de plata y siguen esgrimiendo su triste pretexto de manera patética aunque saben que no lo van a hacer y cuando decidan que ya es suficiente será demasiado tarde para todos.



33.)  Un alias que da identidad y poder

Michael Corleone es simplemente el tercer hijo de un capo de la mafia que no quiere saber del negocio; Walter White, un profesor de química al que todos miran con una compasiva sonrisa. Son inofensivos, pueden ser buenos amigos o familiares pero no pueden causar terror o ser respetados.

Por ello, deciden construir una especie de alter ego, una personalidad alterna que genere ese reconocimiento que ellos no han obtenido. Quizá el caso más notable sea el de Walter White que se enfunda un sombrero negro, unas gafas ridículas y se hace llamar Heisenberg. En ese momento su mirada cambia, su voz se llena de soberbia y no nos recuerda al querido profesor en ningún aspecto. En el caso de Michael es simplemente un título, el de Padrino, jefe indiscutible de la mafia, sin embargo, al final de la primera película, cuando se afianza en este título vemos que es un hombre diferente, capaz de las cosas horribles que hará en el futuro.

Ambos hombres se solazan con sus alias, lo convierten en una extensión de sus personalidades, lo exhiben con orgullo. No hay sino que ver como Michael le miente cínicamente a su esposa para después ser alabado por sus lacayos o como Walter después de presumir de algunos de sus crímenes exige que digan su nombre, (Ese Say my name que ordena a un potencial socio…)

Pero ambas escenas son tan maravillosas que es inevitable no recordarlas….






44.)  No retorno

Llega un momento cuando ambos personajes deciden salirse del negocio. Quieren retornar a sus vidas normales y honorables, hacer borrón y cuenta nueva, un acá no ha pasado nada,  pretendiendo que toda la sangre derramada sea arrastrada por el viento y el agua. Pero  no nos engañemos, si estos personajes deciden retirarse de esta vida no es porque se arrepientan de sus actos sino porque se les acaba el tiempo de vida (El Padrino ya está viejo y cansado y a Walter le retorna el cáncer) sin embargo, olvidan que todos los actos cometidos tienen consecuencias y que la senda que decidieron seguir no acepta un simple NO como respuesta.

A eso hay que sumarle que han sido de tal tamaño sus pecados que se han quedado prácticamente solos, sin amigos, sólo cómplices, y han generado tanta rabia y resentimiento en sus víctimas que ellas no descansarán hasta verlos acabados.

En el caso de White, cuando Hank descubre quién es en realidad ese hombre que tantas veces ha entrado en su casa y compartido su comida, jura atraparlo a toda costa; Walter quiere evitar lastimar a su cuñado pero no tiene en cuenta toda el odio y el resentimiento que ha generado  en él, y si a eso le sumamos el factor Jesse Pinkman, su socio, su amigo, a quien tantas veces le salvó la vida pero a quien manipuló otras  mil más, logrando que de la admiración  y el aprecio se convirtiera en desprecio y ganas de venganza,  todo detonará en una explosión que será una tragedia en todos los sentidos.

Para El Padrino las cosas no son muy diferentes. Después de una vida dedicada al crimen quiere legalizar sus negocios, dejarlo todo atrás. No tiene en cuenta que nadie cree sus palabras, los otros mafiosos prefieren “mandarlo a Belice” que arriesgarse a un posible regreso, incluso contratando un helicoptero que cumpla este fin. Hay una escena donde Michael está hablando con su hermana y su abogado y refleja toda la frustración rabia e impotencia de no poder salirse de ese mundo.




55.)  Final solitario

Como hemos dicho antes La familia, es su grito de batalla, la excusa para envenenar niños, matar inocentes, poner bombas, mentir, robar y planear golpes maestros. Pero si miramos el final de nuestros amados y odiados personajes nos damos cuenta que esas personas, las más amadas son quienes sufrirán con mayor dureza el retorno de la ola.

Walter White, más conocido en el bajo mundo como Heisenberg, pretendió hasta el último minuto mantener a su familia unida, que su secreto muriera con él. Al ver que esto era imposible y que Hank estaba al tanto de su pista prefirió ser capturado a lastimar a su cuñado y sin embargo, la vida le deparaba un duro revés al ser testigo de cómo la banda de neonazis que él comandó, le metía a su familiar un  tiro en la cabeza  En una de las escenas más conmovedoras de la serie vemos como Walter prefiere de manera infructuosa entregar todo el dinero que ha ganado con tal de evitar una muerte inminente de su ser querido.

A partir de ese momento la bola de nieve será irreversible. Su familia se entera y lo culpa, es odiado y maldecido por todos, su hijo  amado le grita en la cara que debería morirse y que no quieren ese dinero manchado con sangre. Walt huye y es tanta su soledad que llega al extremo de regalar diez mil dólares a un desconocido por una hora de compañía.

En el caso de Michael Corleone la situación es mucho más triste. Él mismo ordena el asesinato de su propio hermano (un acto que nunca olvidará como veremos en la tercera parte, en una gran escena donde confiesa sus pecados a un sacerdote bueno), sus hijos le temen, su esposa a pesar de amarlo no vuelve con él por quien ha sido y al final, como un castigo peor que la muerte, Mary Corleone, su hija, la luz de sus ojos, es asesinada ante sus ojos.

Ambos mueren solos, de manera miserable. Si bien es cierto que Walter regresa para vengar la muerte de su cuñado y liberar a Jesse y Michael se queda viviendo en Italia, ambos acabaran completamente solos, sin nadie que los llore, pensando una y otra vez si toda la plata y el poder sirvieron de algo y ahogados en recuerdos de épocas que ellos mismos asesinaron.

Ambos finales son obras de arte que es imposible dejar de verlas una y otra vez: