lunes, 28 de abril de 2014

Gabriel García Márquez en los infiernos

Condena la electa senadora María Fernanda Cabal al recientemente fallecido premio Nobel Gabriel García Márquez con el infierno. Según ella ese es el único destino que podría tener  el escritor debido a su polémica amistad con Fidel Castro.

Más allá de lo estúpido de la afirmación y del poco interés que García Márquez, quien no era religioso, podría tener en los deseos de una politiquera de poca monta, el tema puede generar un debate interesante, ¿es posible que ese sea el destino final del escritor?

Mi respuesta es que no, pero no por las razones que cualquiera podría imaginar. Creo que él no irá al infierno sencillamente porque toda su vida estuvo en él.

Y no me refiero solamente al Nobel. Cualquier persona que alguna vez haya cogido el sendero de la pluma está condenado a vivir el infierno en vida:  Se escribe por una pena muy grande, un fantasma que no se va, una inquietud que ronda la mente y el alma del escritor muchas veces incluso por décadas, hasta que es capaz de expulsarlo todo en medio de botellas baratas de licor, montañas inconcebibles de nicotina y noches de insomnio guiadas por la voces de quienes ya no están.

El infierno del escritor es la vida, la impotencia de no poder querer moldear el universo a su antojo, de querer ser leído así sea por una sola persona, generar un cambio o dejar un registro a la inmortalidad en páginas guiadas por los excesos, alegrías y desasosiegos de cientos de historias que revolotean cual mariposas en los rincones olvidados de la mente a la espera de ser encontrados y existir.

Todas las novelas, cuentos, poesías y ensayos buscan huir del peso de la vida, de la fragilidad de una existencia y sus rutinas. No es necesario morir para encontrarse a las puertas del inframundo, muchas veces una página en blanco y una idea que no se es capaz de plasmar a pesar de la desesperación por hacerlo, pueden cumplir perfectamente este papel.

Siempre he concebido que se escribe porque no se está conforme con el mundo que nos tocó vivir. La mayoría de las personas terminan rindiéndose al peso de la vida, a encontrar una pareja que medianamente la soportará a pesar de querer ahorcarla a veces, a un perro, a los hijos que habrán de llegar, a cambiar los sueños por hipotecas, las inquietudes por carros y  universos infinitos y eternos por viajes a la playa. El escritor termina, a pesar de sí mismo,  rindiéndose a estos designios, pero siempre buscará algo más allá de lo que la vida le ofrece y eso es lo que intenta hacer en las cientos de páginas que escribe de manera frenética en soledad.

Habrá que decirle a la señora Cabal, a quien por cierto le gusta apadrinar grupos neo nazis, que su deseo llega un poco tarde y que el señor García Márquez llegó al infierno el primer día que tomó un lápiz para plasmar una de sus maravillosas historias, pero dudo que ella entienda, al fin y al cabo es Uribista. 


domingo, 6 de abril de 2014

Libros leídos 2014 (6): Limpieza de oficio

            
 Título original: Limpieza de autor
             Autor: Sergio Ocampo Madrid
            Editorial: Penguin Random House (Sello Literatura Random House)
            
           Una serie de muertes conmueve la ciudad. Uno tras otro caen asesinados los mejore payasos, los más reconocidos y también los más inofensivos e indefensos. Payasos de fiesta y de esquina, de circo o de salón, sólo los une su pasión por el viejo oficio de hacer reír. ¿Quién puede estar detrás de estas muertes atroces e inexplicables? ¿Quién puede odiar -o temerle- tanto a la risa? 

Este libro contiene a su vez dos historias. En la primera de ellas, un misterioso asesino empieza a matar payasos sin distinción alguna y sin en un principio las primeras víctimas son esos miserables que se pintan la cara para anunciar almuerzos por unos pocos pesos, poco a poco irán cayendo artistas de mayor importancia, mientras que en la segunda vemos una crítica al periodismo, a como el periodista se convierte en amo de los hechos y como no existe una verdad absoluta sino una versión de ella terriblemente manipulada.

Pobres payasos, ¿Los han visto? Siempre menospreciados o patéticos cuando no siniestros o inspiradores de terror (pueden preguntarle a Stephen King sobre el tema) . Creo que uno de los gremios que menos respeto inspiran en la sociedad es el de estos personajes, no por nada cuando se quiere hablar de algún triste o miserable personajillo se le dice ‘pobre payaso’. Sergio Ocampo Madrid, parte de este premisa para retratarnos una sociedad insensible donde estos seres son carne de cañón de un psicópata que parece haberse ensañado con ellos.

El inicio de la obra muestra esta premisa de manera muy inteligente: Nos traslada al funeral de uno de ellos y nos muestra lo ridículo que se ven estos personajes en su indumentaria de trabajo –peluca, maquillaje, zapatos gigantes y sombreros con flores- trasladando el ataúd de su compañero caído hasta el cementerio porque no tenían dinero para permitirse un carro funerario.

A su vez, un periodista empieza a investigar los hechos, pero no nos engañemos, no es reportero común, sino perteneciente a aquellos seres que viven de la noche urbana y del caos, que se nutren de los asesinatos  y la sordidez para poder subsistir, uno de esos especímenes que al igual que los buitres se alimentan de los despojos para vender más ejemplares.

El protagonista, al igual que ocurre  con Winston Smith de1984 el libro escrito por George Orwell, manipula los hechos a su antojo, y si en la distopia de Orwell el objetivo era mantener en los ciudadanos un estado permanente de miedo y paranoia, en este libro es el orgullo y la soberbia quien guía los actos del periodista.

Lentamente el asesinato de los payasos y las situaciones de humor negro –el entierro ya citado, una pelea entre aquellos que se consideraban profesionales del humor contra los pobres muertos de hambre que se enfundaban una peluca y unos pompones para salir a buscar unos pocos peso, por considerarlos que estaban ensuciando ‘el oficio’- van dejando paso a una reflexión sobre una sociedad que indolente se acostumbra a vivir con la muerte como compañera de viaje, la realidad  relativa, manipulable y vendible al mejor postor, y cómo lo importante no es la verdad ni quiénes son los verdaderos culpables sino quien puede servir de chivo expiatorio ante unas autoridades corruptas e ineptas.

Una de las mayores fortalezas de la novela es su narración: No por nada Ocampo Madrid se desempeñó como  periodista por poco más de veinte años, su prosa es ágil, limpia, no se desvía en detalles nimios sino que va directo al punto y sabe utilizar apuntes de humor (esas notas al pie de página) de manera adecuada.

Al final, el crimen y el asesino terminan dando paso a una inteligente reflexión con bastantes ecos sobre El nombre de la rosa de Umberto Eco sobre la sociedad, la muerte, el miedo y la risa.