Quisiera comenzar estas
palabras con una pequeña anécdota. Hace
ya mucho tiempo, hablo de aproximadamente unos nueve u ocho años, mi hermana a
duras penas podía balbucear un par de
palabras en inglés. Recuerdo que para sus tareas de esa materia corría hacía
mi, esbozaba esa sonrisa encantadora a la cual nadie es capaz de resistirse y
me pedía que fuera yo quien las hiciera. En ese orden de ideas, a los pocos
años cuando decidió que su futuro estaba en su tierra natal y vino a Orlando,
lo hizo con un vocabulario en inglés que a duras penas superaba el My name is
Natalia, nice to meet you (pesimamente pronunciado.
Y aquí estamos, diez años
después de las tareas, ocho desde su odisea por tierras extrañas celebrando su
grado tan largamente luchado. Y podría mencionar los primeros años difíciles
donde en más de una ocasión estuvo a punto de devolverse a casa, humillada ante
el peso de la situación; podría hablar de lo difícil que es llegar a un país
distinto, de un idioma desconocido y cultura diferente y acoplarse a él,
hacerlo suyo ; o lo difícil que es partirse el lomo trabajando de sol a sol
para llegar a estudiar en la universidad o ir al noticiero, eso sin contar con
una familia demandante (quizá demasiado) que requería constantemente de su
presencia (ya fuera física, anímica o monetaria) podría mencionar todas esas
cosas y muchas otras pero el hecho de
estar aquí reunidos con la gente que la ha apoyado, la ha amado y quiere lo
mejor para ella es mejor recompensa que recordar los momentos difíciles.
Los seres humanos hablamos
mucho. Palabras que se lleva el viento o la mar, letras que se pierden en los
ríos del olvido, palabras y más palabras que buscan expresar un sentimiento,
explicar una situación, que buscan sobrevivir a la muerte y al olvido. Sin embargo, creo que son nuestros actos los
que verdaderamente hablan por nosotros,
el mármol que queda incrustado en la memoria y en el alma de quienes nos
quisieron una vez hayamos partido. Mi querida hermana es una mujer de acciones
más que de palabras y es la mujer más
valiente que haya conocido jamás. Su temperamento es fuego capaz de derretir
los glaciares más fuertes y sobreponerse
a todos los problemas. Siempre optimista, siempre guerrera ha prevalecido ante
situaciones que habrían echado para atrás al más valiente. Ella, y no sé si
haya dado cuenta, es la luz de la cual nos alimentamos todos quienes estamos a
su alrededor, quien nos da ejemplo cada día con su fortaleza para seguir
adelante y mandar a paseo a los problemas sin rendirse. Este gran objetivo que
alcanza hoy es solo un pequeño paso de los miles logros que esperan en un gran
brillante y luminoso porvenir que aguarda por ella.
En una película que vi
recientemente menciona que los padres no son otra cosa que el fantasma de sus
hijos y en efecto, creo que los hijos no somos otra cosa que la conjunción de
sueños, anhelos, defectos, demonios y buenas voluntades de quienes nos
engendraron. Creo que Natalia reúne lo mejor de mis padres. Tiene la
inteligencia, la astucia, una vena orgullosa (aunque no excesiva) y una
generosidad -en ocasiones excesiva--
hacia quienes ama de mi papá y la verraquera, la sabiduría, el no rendirse
jamás ante las adversidades de mi mamá. Quienes estamos aquí presentes sabemos que
este no ha sido un año fácil para nuestra familia. En breve se cumplirán cuatro
meses de la muerte de mi papá y mi mamá
ha visto enfrentarse por tercera vez a esta maldita enfermedad que se ensaña
con ella y no se cansa de ver como es
derrotada y humillada una y otra vez por la templanza de hierro de mi
mamá. Por obvias razones mi papá no está
presente en esta reunión y mi mamá está presente de manera virtual y espiritual
aunque no física (una de las tantas ventajas de esta era tecnológica en que
vivimos, el “Emilio”, como diría mi papá), como sabrán no soy creyente y no sé
si mi papá está viéndonos ahora o si simplemente tiene el descanso que por
tanto tiempo anheló pero creo que la mejor manera de honrar a nuestros muertos
es viviendo cada día de nuestras vidas al máximo, luchando por quienes amamos y
Natalia lo ha hecho con creces.
Quisiera, y tal vez lo hago
de manera muy confianzuda, darle las gracias a todos quienes han permitido que
esta gran alegría sea posible. A Andrés su esposo, cuyo amor, paciencia y apoyo
se han convertido en un pilar fundamental en la vida de Nata y la ha impulsado
a no rendirse ante los problemas, a mis tíos y primos aquí presentes que
demuestran que la familia va más allá de la sangre compartida sino que se basa
verdaderamente en el amor y el cariño; a amigos fieles e invaluables como los
Ballesteros o Paola quienes hacen de la
vida un lugar mucho más hermoso donde vivir y hablo de los aquí presentes
sabiendo que también hay gente que la ha ayudado y de la cual ha aprendido en este largo camino que hoy llega a su final que por una u otra razón no pudieron estar
hoy presentes. A ellos, a los presentes y a los ausentes, a los vivos y a los
muertos, a quienes han querido, retado, impulsado a mi hermana de una u otra
forma mil y mil gracias.
Respecto a mi, ella sabe que
mi corazón, mi vida y todo lo referente a mi le pertenece.
Te amo hermana querida y
alzo una copa para celebrar tu gran triunfo.
Nunca te rindas.
Salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario