martes, 16 de diciembre de 2014

Palabras por el grado de Natalia Fernández Mendoza, diciembre 2014, Orlando, Florida.



Quisiera comenzar estas palabras  con una pequeña anécdota. Hace ya mucho tiempo, hablo de aproximadamente unos nueve u ocho años, mi hermana a duras penas podía  balbucear un par de palabras en inglés. Recuerdo que para sus tareas de esa materia corría hacía mi, esbozaba esa sonrisa encantadora a la cual nadie es capaz de resistirse y me pedía que fuera yo quien las hiciera. En ese orden de ideas, a los pocos años cuando decidió que su futuro estaba en su tierra natal y vino a Orlando, lo hizo con un vocabulario en inglés que a duras penas superaba el My name is Natalia, nice to meet you (pesimamente pronunciado.

Y aquí estamos, diez años después de las tareas, ocho desde su odisea por tierras extrañas celebrando su grado tan largamente luchado. Y podría mencionar los primeros años difíciles donde en más de una ocasión estuvo a punto de devolverse a casa, humillada ante el peso de la situación; podría hablar de lo difícil que es llegar a un país distinto, de un idioma desconocido y cultura diferente y acoplarse a él, hacerlo suyo ; o lo difícil que es partirse el lomo trabajando de sol a sol para llegar a estudiar en la universidad o ir al noticiero, eso sin contar con una familia demandante (quizá demasiado) que requería constantemente de su presencia (ya fuera física, anímica o monetaria) podría mencionar todas esas cosas y muchas otras pero  el hecho de estar aquí reunidos con la gente que la ha apoyado, la ha amado y quiere lo mejor para ella es mejor recompensa que recordar los momentos difíciles.

Los seres humanos hablamos mucho. Palabras que se lleva el viento o la mar, letras que se pierden en los ríos del olvido, palabras y más palabras que buscan expresar un sentimiento, explicar una situación, que buscan sobrevivir a la muerte y al olvido.  Sin embargo, creo que son nuestros actos los que verdaderamente hablan por nosotros,  el mármol que queda incrustado en la memoria y en el alma de quienes nos quisieron una vez hayamos partido. Mi querida hermana es una mujer de acciones más que de palabras y  es la mujer más valiente que haya conocido jamás. Su temperamento es fuego capaz de derretir los glaciares más fuertes  y sobreponerse a todos los problemas. Siempre optimista, siempre guerrera ha prevalecido ante situaciones que habrían echado para atrás al más valiente. Ella, y no sé si haya dado cuenta, es la luz de la cual nos alimentamos todos quienes estamos a su alrededor, quien nos da ejemplo cada día con su fortaleza para seguir adelante y mandar a paseo a los problemas sin rendirse. Este gran objetivo que alcanza hoy es solo un pequeño paso de los miles logros que esperan en un gran brillante y luminoso porvenir que aguarda por ella.

En una película que vi recientemente menciona que los padres no son otra cosa que el fantasma de sus hijos y en efecto, creo que los hijos no somos otra cosa que la conjunción de sueños, anhelos, defectos, demonios y buenas voluntades de quienes nos engendraron. Creo que Natalia reúne lo mejor de mis padres. Tiene la inteligencia, la astucia, una vena orgullosa (aunque no excesiva) y una generosidad  -en ocasiones excesiva-- hacia quienes ama de mi papá y la verraquera, la sabiduría, el no rendirse jamás ante las adversidades  de mi mamá.  Quienes estamos aquí presentes sabemos que este no ha sido un año fácil para nuestra familia. En breve se cumplirán cuatro meses de la muerte de mi papá  y mi mamá ha visto enfrentarse por tercera vez a esta maldita enfermedad que se ensaña con ella y no se cansa de ver como  es derrotada y humillada una y otra vez por la templanza de hierro de mi mamá.  Por obvias razones mi papá no está presente en esta reunión y mi mamá está presente de manera virtual y espiritual aunque no física (una de las tantas ventajas de esta era tecnológica en que vivimos, el “Emilio”, como diría mi papá), como sabrán no soy creyente y no sé si mi papá está viéndonos ahora o si simplemente tiene el descanso que por tanto tiempo anheló pero creo que la mejor manera de honrar a nuestros muertos es viviendo cada día de nuestras vidas al máximo, luchando por quienes amamos y Natalia lo ha hecho con creces.

Quisiera, y tal vez lo hago de manera muy confianzuda, darle las gracias a todos quienes han permitido que esta gran alegría sea posible. A Andrés su esposo, cuyo amor, paciencia y apoyo se han convertido en un pilar fundamental en la vida de Nata y la ha impulsado a no rendirse ante los problemas, a mis tíos y primos aquí presentes que demuestran que la familia va más allá de la sangre compartida sino que se basa verdaderamente en el amor y el cariño; a amigos fieles e invaluables como los Ballesteros o Paola  quienes hacen de la vida un lugar mucho más hermoso donde vivir y hablo de los aquí presentes sabiendo que también hay gente que la ha ayudado y de la cual ha aprendido  en este largo camino que hoy llega a su final  que por una u otra razón no pudieron estar hoy presentes. A ellos, a los presentes y a los ausentes, a los vivos y a los muertos, a quienes han querido, retado, impulsado a mi hermana de una u otra forma mil y mil gracias.

Respecto a mi, ella sabe que mi corazón, mi vida y todo lo referente a mi le pertenece.
Te amo hermana querida y alzo una copa para celebrar tu gran triunfo.

Nunca te rindas.


Salud.





No hay comentarios:

Publicar un comentario