(Aviso: Esta reseña-reflexión
de La la land tendrá spoilers de la película. Advertidos quedan)
Con sus siete globos de oro,
que la convierten en una de las favoritas este año para los Oscar, el musical romántico
La la land es una de las películas del momento. No es para menos, es el tipo de
cintas en las que el espectador sale del teatro con una canción en los labios y
una sonrisa en el corazón.
Las actuaciones son
maravillosas, tanto Ryan Gosling como Emma Stone tienen ese carisma para tener
a los espectadores a sus pies y cuando interactúan entre sí tienen esa química
donde uno sólo quiere que sean felices y coman perdices (o ensaladas veganas en este mundo del new age y lo políticamente
correcto).
Y sin embargo, después de ver la película quede
con una especie de sinsabor que aunque no arruinó la buena sensación de la
película me quedó rondando cual fantasma de ex un buen momento hasta que pude
identificar de qué se trataba.
Sonará contradictorio que lo diga
pero aunque la película me gustó en un primer momento sentí que fallaba
precisamente en el romance. Es cierto, los personajes son adorables, funcionan
muy bien juntos y les deseas lo mejor, pero en ningún momento se les ve funcional
como una pareja a largo plazo, a lo sumo se les ve como compañeros de viaje en
un momento de vida.
Reflexioné un poco más y quizá
no es un error del filme, es posible que su director Damien Chazelle nos esté
mostrando en esta película la manera en que se concibe el amor en este comienzo
–ya ni tanto- de siglo, de relaciones virtuales, redes sociales y Tinder.
La primera palabra que se me viene a la mente cuando pienso en
los Millenials es hambre. De conocimiento, poder, es la generación que si se
trazan una meta la van a lograr no importan qué deban hacer o que sacrificios
requieran, tienen la tecnología y el mundo en la palma de su mano y saben exprimirla
a placer para alcanzarla. Son la generación que hace posible lo imposible, a
edades muy tempranas, alcanzando objetivos que sonrojan a sus generaciones
previas.
Por ello mismo son Workaholics
o adictos al trabajo. Buscan su lugar en el mundo dedicándose a lo que los
apasiona de manera obsesiva y cuando dejan de interesarles o se aburren lo
dejan con una facilidad asombrosa. Los puedes ver viajando por el mundo y
cambiando de trabajo de manera constante pues nada los llena del todo y siempre
están buscando nuevos retos. Esto también se ve reflejado en su estilo de vida
pues todo lo quieren inmediato, películas, comida, videojuegos, conexión a
internet y cuando no logran las cosas con la rapidez que quieren se frustran.
Podría decirse que son el fruto de un mundo de épocas de paz y abundancia.
Este comportamiento también se
aplica en sus relaciones sentimentales. Todo lo quieren de inmediato y que no
interfiera demasiado en sus proyectos profesionales. Es así como aplicaciones
como Tinder y romances de una noche son
su bandera pero son incapaces de establecer una relación seria, de despojar a
la persona de idealismo y pensar que las historias de amor y pareja duran más
que un mes y pueden ser proyectos de construcción que pueden llevar años.
¿Y qué tiene que ver todo esto
con La la land? Me parece que la relación de los protagonistas lo explica muy
bien. Se conocen, se enamoran, se apoyan mutuamente en proyectos mutuos pero en
determinado momento se aburren y cada uno sigue su senda. Sí hablan de que se aman
mucho pero en ningún momento hay un obstáculo real en su relación. Emma le dice
a su novio que debería dejar de tocar la música que odia para dedicarse a su
jazz y él a ella que deberían terminar para que ella se vaya a París y
dedicarse a su carrera y por esos dos temas supuestamente irreconciliables se
alejan.
Lo curioso es que cinco años
después se reencuentran y es obvio que los motivos de su ruptura no eran tan
graves como para terminar si hubiera existido diálogo, el mirar un poco más
allá de lo inmediato y el suficiente amor.
Gosling siguió haciendo su música de mierda que detestaba pero en su
tiempo libre abrió el club de jazz que siempre soñó y si bien Emma se fue a
París a actuar en su película vuelve al poco tiempo a Los Angeles. Si hubieran
trabajado lo suficiente en la relación, si hubiera existido un amor real, más
allá de la camaradería, el apoyo y la química habría podido construir algo
quizá no tan mágico como un sueño pero sin duda mucho más real.
La síntesis perfecta de todo
este discurso se ve en los minutos finales de la película, cuando ella va al
club de su antiguo amor y al ver la canción que él le dedico se imagina qué
hubiera pasado si hubieran actuado diferente a lo largo de su relación. El
número musical es maravilloso y nos enamoramos una vez más de la química entre
los personajes, en esta romance alterno todo fluye sin problemas y son felices
comiendo perdices (o ensaladas veganas) pero al final de la canción se da
cuenta que todo es un sueño y abandona el club con su esposo dejando al amor de
su vida para siempre. Esa relación de ensueño, inmediata, mágica y sin
problemas es la que buscan los Millenials y al no conseguirla al cabo de un
corto tiempo abandonan el barco con el corazón roto sin ser conscientes que la
verdadera magia está en construirla por años
a diario, en medio de los problemas, con un amigo amante al que querrás
matar por lo menos una vez a la semana pero por quien todo valdrá la pena.
Al final ambos protagonistas
cumplen sus máximas ambiciones pero están solos. Él con su bar y ella con un
matrimonio que nunca le dará esa felicidad que tuvo junto a ese amor
inolvidable. Quizá lo triste de los Millenials es que pesar de haber alcanzado
el cielo, dominar a su antojo el mundo virtual y lograr todo lo que se proponen,
están más solos que nunca.
Excelente comentario que a los susodichos les importará un pito, por no tener tiempo que perder en leer algo interesante hablando sobre una película que seguro hay que ver.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Tulio, ahí te va mi opinión: Creo que la magia de esta película está en el contraste del mundo mágico del musical, y del mundo que está fuera de las pantallas. Yo no creo que los protagonistas se aburran o que no se amen. Simplemente ambos están muy jóvenes y tienen sueños. Tampoco creo que representen una manera “millenial” de concebir el amor, cuando encarnan una de las parejas más románticas de los últimos tiempos (eso, teniendo en cuenta que el romanticismo en las relaciones está pasado de moda para los millenials). Creo que más que representar el tipo de relaciones referentes a una época, esta peli representa, como pocas veces hace el cine, una relación amorosa realista que no siempre acaba como nos han mostrado los musicales toda la vida (y es paradójico, por su estilo ‘musical’); una relación en la que sus protagonistas se aman, pero también discuten y, así mismo, deben decidir entre vivir un amor que no estaba planificado, o vivir el sueño de toda la vida.
ResponderEliminarDe acuerdo. El amor de ahora es líquido. Fácilmente canjeable, y reemplazable. Nos relacionamos desde el ego, desde el cuerpo,y desde las metas a corto plazo. Refleja nuestra capacidad de comprometernos y hacer sacrificios. Sacrificios de entrega, de llanto o de espera como ese amor de los abuelos.
ResponderEliminarGracias por tu post.
Una milennial desde su dispositivo móvil, 8:28 am
Spoileadooorrrr!!! Jajajajajajaja... No me gustan los musicales, son muy empalagosos. Pero tú reseña me ha dicho que le dé una oportunidad. Lucía
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