Mamá,
Un año ya, ¿quién lo diría?
Hace seis meses te escribí que parecía que el tiempo hubiera volado desde aquel
día y qué te diré ahora, es como si se
hubiera puesto una turbina y bastara un solo parpadeo para devolverme a ese
sábado en el que estabas viva. Hace exactamente doces meses o cincuenta y dos
semanas o trescientos sesenta y cinco días que dabas, sin saberlo pero quizá
presintiéndolo, tus últimos suspiros en este mundo, a esta hora me embarcaba
hacia otro país para el momento más triste y quizá más hermoso de mi vida que
fue el de acompañarte en tus últimos momentos.
La muerte es un misterio casi
tan grande como la vida. Es la única certeza que tenemos. Desde niños conocemos su existencia, a pesar de saber que llegará la ignoramos y solo la
desaparición de quienes amamos nos recuerda su presencia constante. A pesar de
saberla presente nunca estamos preparados para ella. Podemos saber el día, el
minuto y el segundo exacto en que ocurrirá pero nunca estaremos listos del
todo. Nos aferramos a la vida –la nuestra y la ajena- con la desesperación de
un náufrago a su tabla.
Sigo sin acostumbrarme a tu
ausencia. A veces lo olvido y me he sorprendido a punto de llamarte para
contarte cómo estuvo mi día o con ganas de irme a Cali para darte un beso y un
abrazo para casi al instante despertar de esos sueños febriles y luego de
sonreír con tristeza seguir con mis asuntos.
Extraño tu voz, tus regaños (tan merecidos
tantas veces), tus caricias y consejos y lo más probable es que lo haga hasta
el día en que muera. Pero también es cierto, como tanto me decías, que el
tiempo lo cura todo y no hay penas que duren eternamente, con el transcurrir de
los días el dolor tan intenso, ese que creías que te desgarraba el corazón, ese
que pensabas que no ibas a poder seguir adelante ha disminuido un poco. Las
imágenes de tu enfermedad –puto cáncer de mierda- se reemplazan por aquellas
donde paseábamos por Cali, o la vez que fuimos a un spa, los paseos a Brasil
(donde viste ese partido histórico cuando los alemanes le clavaron siete goles
a los cariocas en su casa, dime, ¿quién más pudo haberse dado ese lujo?) o a
Orlando, las llamadas telefónicas donde me calmabas de mis –ahora ridículos- problemas
o más allá cuando era niño y te metías a mi cama, me calmabas cuando estaba
triste y te ibas hasta que me quedaba dormido. Me acuerdo incluso cuando a los cinco años llegamos de Estados Unidos años
y en el nuevo apartamento había solo un colchón y un televisor en blanco y
negro y la casa se llenaba únicamente de tu risa y alegría.
Pasamos la mitad de nuestra
vida quejándonos de nuestros padres, que no nos comprenden, que son anticuados
y qué podríamos hacer lo que ellos hacen mucho mejor para pasar la otra mitad,
cuando ya no están, comprendiendo lo sabios que eran, lo muchos que nos amaron,
cuánta razón tenían en lo que decían y extrañando y dando la vida por tener un
solo momento, así fuera un solo segundo, por verlos de nuevo.
Pienso en todo lo que tu partida me ha enseñado. Cuando alguien tan significativo en nuestra vida parte aprendemos a darle la verdadera relevancia a las cosas de la vida. Pienso ahora en mis amores frustrados y la tristeza que me causaban y lo que antes era doloroso ahora, tal como me decías, ahora solo me provocan una sonrisa nostálgica, lloraba por esos amores sin saber que el más importante, el verdaderamente incondicional estaba a una llamada de celular o a un pasaje a Cali.
Cuando somos adultos,
cometemos tantos errores y nos vemos
cara a cara con el rostro menos amable de la vida y comprendemos todo el
esfuerzo que hicieron nuestros padres para mantenernos a salvo de los horrores
del mundo, pienso en eso que tanto nos repetías a mi hermana y a mí, “Me gustaría ponerlos en una burbuja para
que no les pase nunca nada”. Y así fue mamá, tanto tú como papá (con todos
sus errores) nos dieron una niñez maravillosa –de la que no fuimos conscientes
y a la que siempre volveremos en sueños- y solo me queda agradecerles por tanto
amor. Todo lo que lograremos mi hermana y yo será por todas sus enseñanzas,
aunque no te niego que a veces me cuestionó si he sido digno de todos sus
sacrificios. Pero lo intento, mamá, no dejo de hacerlo, a pesar de tantos
errores.
Tienes una nieta. Es hermosa y
como ya sabías, se llama Verónica, lo único malo que tiene es que nunca podrá
conocerte, pero por lo poco que he podido ver tiene tu espíritu: Es jodida y solo
provoca quererla. Como dice Sabina y se aplica a tu partida, y la vida siguió como siguen las cosas que
no tienen mucho sentido….y los amaneceres y las noches estrelladas siguen
ocurriendo a pesar de que ya no estés y
continuarán alumbrando cuando nos hayamos ido y tu recuerdo ya se haya perdido,
pero esa es la vida, seguiremos existiendo, llegaran nuevas personas y
despediremos otras, tendremos momentos alegres y tristes pero tu recuerdo
seguirá siempre a nuestro lado acompañándonos. Solo morimos del todo cuando
quienes amamos nos olvidan o mueren.
Poder
decir adiós es crecer dice Cerati y no es que vaya a olvidarte,
¡nada de eso! Tu recuerdo siempre vivirá conmigo y una parte de mí te extrañará
hasta el día en que nos veamos de nuevo, ya sea en la paz de la no existencia o
en alguno de los locos paraísos de los dioses inventados por los humanos. ¨Pero
creo que también es momento de seguir adelante porque sé que lo que más
anhelabas era vernos felices a mi hermana y a mí, así que no pensaré en la
parte triste de ti o mejor dicho en tu ausencia. En este momento, mientras
escribo esto lloro pero pienso en lo que escribía Tolkien y ponía en palabras
del mago Gandalf, No todas las lágrimas
son amargas y creo que es cierto. No hay amor más grande que el que puedo
sentir en este momento por ti, pero esta será la última carta que te escribiré porque
de ahora en adelante serás la fuerza que me impulsará a seguir adelante incluso
cuando no quiera, la estrella que guiará mi vida, el faro eterno que estará
siempre para mí, pienso que quizá el mejor homenaje que pueda hacerte está en vivir,
amar y ser feliz.
Gracias por tanto mami, te amo
y lo haré siempre. Espero hacerte orgullosa.
Mil besos estés donde estés
Tu hijo,
TuLio:.
Buenas noches. Llegué a este escrito a partir de un comentario en YouTube, y debo aceptar que me emocioné hasta las lágrimas.
ResponderEliminarSiento algo muy similar a lo que expresas aquí, pero con mi abuela. Se lo complicado que es decir adiós a alguien que te ha brindado tanto, pero también es lo más sano, junto con el recordar a ese hermoso ser con la felicidad y el amor que nos obsequió en vida; así que siendo consecuentes con Cerati: Poder decir adiós es crecer... pero no es un adiós, es un hasta luego.
Un saludo.
Tatiana, muchas gracias por leerme y por tus bonitas palabras y tienes toda la razón en dejar ir y recordar con amor a quien tanto nos quiso. Eso es lo único que nos queda.
EliminarSiento mucho lo de tu abuela y te mando un abrazo gigante.
Muy bonito. Y adelante!
ResponderEliminarYa pasaron dos años. Qué lindo homenaje. Gracias por compartir, espero que estés llevando bien la pérdida de tu madre.
ResponderEliminar