jueves, 31 de octubre de 2024

La otra y yo (Cuento de terror)

 Como todos los años, les comparto este cuento de terror por Halloween.

Espero lo disfruten.

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Para May,


La otra vive en mí. Me consume y devora. Mi existencia se marchita como la más fugaz de las flores, mi sangre la alimenta y mi alma le da forma, aunque le repugna a la vez. La otra habita en mí del mismo modo que yo en ella en una espiral de vida y muerte, muerte y vida.

La primera vez fue consciente de ella al tocarse el vientre y percibir una sensación extraña en su ombligo. Una sensibilidad extraña, como si sus dedos fueran témpanos de hielo. Los retiró con rapidez, pero volvió a ello como un niño que acaba de perder un diente de leche y hurga el espacio vació con la lengua de manera repetitiva y frenética.

Cada roce era un corrientazo indescriptible que la hacía estremecer. No sabía si sentía miedo, excitación sexual o un deseo irrefrenable de repetir ese tacto helado de sus manos sobre su vientre cálido. Las semanas siguientes estuvo viviendo una especie de frenesí donde tocaba su cuerpo y lo exploraba de una manera desconocida para ella, hasta quedarse dormida.

Todo cambió una mañana al despertar, cuando comprobó horrorizada como su dedo estaba completamente húmedo, bañado en una especie de saliva repugnante. Con temor, acercó su dedo a su vientre, al ombligo, al que creyó ver palpitar y sintió el impulso de llevarlo allí, de inmediato su ombligo pareció abrirse y empezó a succionar su dedo con la misma fruición que un recién nacido mama del pecho de su madre.

Siento que la otra germina en mí. Saldrá como una flor, desgarrando mis órganos y usando mi piel como pétalos que adornarán su nacimiento.

Se dirigió al hospital público que le correspondía. El letrero a la entrada decía Nuestra Señora del Consuelo mientras las gotas de una lluvia negra caían de manera incesante. Entró y le pareció oír un débil quejido al ingresar. Pudo ver una fila casi interminable de pacientes y un olor a sudor y sangre seca que casi la hizo vomitar. Algunos de los cuerpos hacían fila de pie, otros sentados y algunos acostados donde exhalaciones casi imperceptibles demostraban débiles señales de vida.

No supo por cuántas horas o días hizo la fila, al cabo de un tiempo perdió la noción del tiempo y al poco rato su celular dejó de dar señales de vida. Con rabia lo arrojó al piso y en un impulso lo pisó, el aparato hizo un ruido casi humano de tristeza como si estuviera sollozando. La fila se movía de manera paquidérmica, era consciente del paso del tiempo por el calor del día o el frío de la noche, pero nada más. A cambio del sol, la luna y las estrellas su existencia se iluminaba únicamente por las luces titilantes y depresivas de los bombillos pálidos.

Finalmente llegó a la recepción donde una mujer que parecía mucho más enferma que el resto de pacientes la miraba con indiferencia. Su labial parecía una mancha de sangre seca sobre su boca y sus dientes amarillos era como albergaran a cientos de gusanos. La escuchó, le pidió que se levantará la camisa y pasó un dedo por el ombligo, a la otra no le gustó la presencia intrusa de esa falange,  quiso pedirle a la recepcionista que se detuviera pero antes de que lo hiciera la otra como si tuviera una cuchilla en el vientre rajó el dedo intruso.

La enfermera no se inmutó y empezó a anotar en su libreta un par de cosas sin importarle la sangre que manaba como un pequeño arroyo empañando la tinta. Luego, como si no fuera lo peor que hubiera visto en su vida, le dio un par de pastillas y le pidió que esperará a que la llamaran.

Empezó a deambular en las salas del hospital, cada vez internándose más en la edificación que la devoraba con gusto. Empezó a ver las baldosas sucias y a las cucarachas y ratas reptando por los pisos y paredes. ¿Siempre habría estado así el lugar? O solo siendo uno más de los residentes era como lo veías en realidad. Desnudo.

A veces, contemplo mi vientre, lo noto abultado. Me parece escuchar gorgoritos desde su interior. Me pregunto cómo es la otra, qué piensa. Nunca lo sabré, ahora comprendo que no la pariré, ni se separará de mí estamos unidas por la carne y la sangre.

Los días en Nuestra señora del consuelo son idénticos el uno al otro. Los gritos de dolor y miseria se sobreponen a los murmullos que fungen como diálogos. Desde su construcción la luz del sol no toca las paredes pútridas ni los pisos donde los pacientes se recuestan para descansar sin saber que muchos de ellos no se levantarán de nuevo.

Nunca se ve un médico en el lugar, tan solo los enfermeros, siempre con tapabocas, siempre con una especie de deformidad que ocultan con sus batas y que solo es evidente en su pesado caminar, están presentes recogiendo los cadáveres del piso, llamando a los pacientes elegidos que serán atendidos. Los escogidos avanzan con miedo sin saber si hubiera sido mejor no haber sido llamados, con el terror de no saber lo que hay detrás de la puerta tras la recepción.

Ella sentía que la otra se manifestaba cada día con mayor fuerza. Cada cierto tiempo se levantaba la blusa y creía ver una especie de rostro que se formaba en su estómago, un par de surcos que se habían formado en la parte inferior de sus costillas se veían como unos ojos oscuros sin pupilas y había empezado a aparecerle una especie de pelusilla inmunda que parecía una especie de pelo quebradizo y grasiento. En cierto momento, dejó de luchar con ese sentimiento de repulsión y rechazo que fue reemplazado por uno de curiosidad por saber qué pasaría a continuación y en qué momento la otra tomaría total control sobre ella.

Pronto empezó a familiarizarse con varios de los internos. Estaba Rosa quien tenía un extraño picor por su piel que ningún tratamiento lograba aliviar, lo único que podía hacer era clavar sus uñas en su rostro, en sus manos y en su cuerpo y empezar a arañarse cada vez más y más profundo hasta tener la piel en carne viva momento en que pasaba a otra parte de su cuerpo donde los dedos hurgando la piel reemplazaba el dolor con algo similar al alivio.

Manuel tenía un cuchillo clavado en su rostro. La empuñadura entraba por la parte trasera de la cabeza y la punta salía justo bajo el ojo izquierdo al lado de la nariz. Era un milagro que estuviera con vida, aun así la recepcionista aplazaba su ingreso día tras día, a pesar de lo cual no perdía el optimismo aunque llorara por la noches cuando creía que nadie lo veía.

Y estaba Amalia quien decía escuchar voces. Lo curioso es que cuando estabas demasiado cerca de ella parecías oír el ruido de la estática como un radio viejo que no ha sintonizado aún una emisora, si permanecías el suficiente tiempo a su lado oías ruidos similares a voces solo que demasiado tenues y suaves, aunque agresivas, para comprender lo que decían.

Lo peor eran las pesadillas. Nunca era consciente en qué momento el cansancio la vencía y se quedaba dormida en los pisos fríos del hospital. No recordaba exactamente lo que soñaba, solo que sus sollozos la despertaban para volverse a dormir casi de manera inmediata y volver a ese reino inerte de pesadillas. Hubo una ocasión donde alcanzó a tener seis seguidas antes de proponerse no volver a dormir nunca más.

Veo los cuerpos de mis compañeros inconscientes en el piso. En la madrugada parecemos todos muertos. Cuerpos que se lamentan y adornan las baldosas de este maldito lugar. Temo a estos cuerpos, a sus enfermedades, pero no tanto como le temo a la otra. Dios mío, cuánto tiempo permaneceré aquí antes de perder por completo mi mente.

Había ocasiones donde la situación se volvía más o menos tolerable. Una vez, cansada de su olor a suciedad, sudor y fluidos, le pidió a sus amigos que la ayudaran a bañarse. No había duchas en ese lugar, pero entre todos empaparon papel higiénico que restregaron contra su vientre mientras que La otra se dejaba consentir y su cuerpo parecía ronronear de satisfacción.

Sin embargo, Amalia no se sumó a ese grupo. Conforme pasaban los días y el insomnio la afectaba empezó a sentir como su compañera la acechaba. En la penumbra de los bombillos titilantes, le parecía sentir sus ojos inyectados en sangre como una depredadora sobre ella.

¿Cuánto tiempo llevaba en ese lugar? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? Le parecía curioso que aparte de la necesidad de dormir no tuviera apetito, que aparte de los cuerpos inertes y las voces ocasionales que llamaban por un paciente no hubiera más movimiento en el hospital.

¿Soy real o tan solo una extensión de la otra? La siento crecer cada día en mi interior y siento que está a la espera que pase algo. Sé que me desea, quiere tener el control de mi alma y solo dios sabe lo tentada que estoy de entregárselo, siento la cabeza embotada y los párpados me pesan. Estoy en los huesos a excepción de mi vientre abultado y rozagante. Quiero huir, morir, pero me aterra pensar en lo que ella pueda hacer.

Esa mañana sintió que estaba al límite de sus fuerzas. Se arrodilló y a pesar de los esfuerzos de Rosa y Manuel estaba dispuesta a quedarse allí hasta que todo hubiera terminado y así habría sido de no sé porque con el rabillo del ojo vio como Amalia se acercaba. Caminaba de forma amenazante y supo que ocultaba una cuchilla bajo la manga.

Antes de darle tiempo a que reaccionara se abalanzó sobre ella. Amalia no tuvo tiempo de reaccionar ni de sacar la supuesta arma. Empezó a golpearle el rostro con sus brazos raquíticos, pero sin pausa, y fue en ese momento que sintió como la otra le hablaba sin palabras.

Aliméntame.

Acércame

Se quitó la camisa y acercó su vientre a la cara aterrada de su rival, La otra mutó su ombligo en una especie de sonrisa macabra que se abrió mostrando cientos de pequeños colmillos que desgarraron el cuello de Amalia.

La otra bebe de la sangre pero yo ya no estoy en ese hospital. Mientras mis manos y mi vientre acaban con su existencia, mi mente está en otro lugar. Lo he recordado todo. Ahora me encuentro de vuelta en ese cuarto, tantos años atrás. Sola. Él ya se ha ido. Y el otro ha muerto. Había olvidado el dolor de su muerte. Ya sanará decían las enfermeras. Es joven y podrá intentarlo de nuevo decían otros, pero la verdad es que el dolor nunca se fue. Ni se irá. Estoy vacía. No existe la otra, solo soy yo intentando llenar un espacio que no existe más allá de mis más delirantes anhelos.

Cuando vuelvo a ser consciente del hospital veo a Amalia con la mirada ida del difunto y mi vientre untado de su sangre, pero también siento otro líquido que se mezcla. Lágrimas. ¿Mías o de ella? No importa. Un sonido que suena como un zumbido taladra mis oídos, siento que me levantan y sé que finalmente me llaman para la consulta.

Inicio el camino a la recepción y siento emerger de los infiernos con cada pasillo que recorro de vuelta. Finalmente estoy frente a la recepcionista que me mira con una sonrisa que deja ver su dentadura pútrida, sin embargo, sigo de largo y abro la puerta del hospital franqueando la puerta de salida.

La otra soy yo y yo soy la otra, al fin puedo verlo. Salgo a la calle y los rayos del sol calientan mi alma, mi cuerpo y a la otra.







martes, 20 de agosto de 2024

CARTA A PAPÁ A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE

 

Papá,

Escribo esta carta la noche del 17 de agosto del 2024, día en que se cumplen diez años de tu muerte, pero la publico el 20 de agosto, el día de tu cumpleaños, porque prefiero celebrar tu vida como un pequeño triunfo sobre ese destino inevitable que nos espera a todos.

Los recuerdos de esa noche siguen presentes, a pesar de que muchos de los detalles son ya nebulosos. Recuerdo abrir la puerta y encontrar tu cuerpo tirado en el piso de la sala mientras Gruñón te acompañaba fielmente, no ladraba, ni siquiera gemía, simplemente estaba a tu lado, estoico, esperando que te encontraran. En un principio pensé que te habías caído, pero al acercarme y ver tus ojos vidriosos, algo en mi interior supo que ya habías partido para siempre. Aun así, intenté de manera infructuosa revivirte, sabía que era inútil, pero no podía evitar intentarlo hasta que minutos después solo pude aceptar la realidad. 

No recuerdo exactamente lo que siguió después, llamar a mi mamá, llamar a mi tía, pensar en cómo contarle a mi hermana (aunque más adelante se enteró por una prima imprudente). No recuerdo quién llegó primero. De un momento a otro la casa estaba llena de personas queridas, mientras estábamos a la espera de que llegaran a llevarse tu cuerpo en la que ha sido una de las noches más largas y dolorosas de mi vida (las otras han sido la muerte de mamá y la de Camilo) 

Diez años han pasado ya, quién lo diría, viejo. A veces pienso que el tiempo transcurrido ha sido largo como si se trataran de siglos; otras me parece que han ocurrido en un parpadeo. Diez años donde también ha muerto mamá, mi tía Helena, el perrito Gruñón, donde nacieron los hermosos Verónica y Maximiliano, donde publiqué mi primer libro (¿puedes creerlo, papá?, a veces yo mismo no lo hago), donde he vivido tantas cosas que me gustaría contarte. Lo que más me llena de tristeza es que no hayas podido ver todo lo que mi hermana y yo hemos logrado, las cosas que creo podrían llegar a enorgullecerte.

¿Sabes papá? Me pasa algo curioso, pienso en ti e intento estar triste por tu ausencia, pero no lo consigo, me lleno de un inmenso sentimiento de nostalgia y ganas de que estés conmigo, de darte un beso, un abrazo y decirte lo mucho que te amo y la falta que me haces, pero no consigo ponerme triste, ni llorar. No lo tomes como algo malo, al contrario, creo que si te recuerdo así es precisamente porque me (nos) formaste de la mejor manera como seres íntegros y nos dejaste preparados para afrontar este mundo tan amargo y a la vez tan maravilloso sin ti.

Pienso en ti, en el hombre que fuiste, en el padre que fuiste, y mil recuerdos se arremolinan en mi mente. Las vacaciones en La Bocana, la siesta, el abalanzarme sobre ti como un miquito cuando llegabas de trabajar, tus discursos, el 516206 de la casa, la Biblioteca Departamental,  las anécdotas que repetías una y otra y otra vez de manera que tanto Nata como ya nos la sabíamos de memoria, tu orgullo,  tu problema con el alcohol que a la larga era una tristeza mal camuflada por no haber podido ser ese hombre libre que siempre anhelaste, la forma de querer tan tuya siempre tan tierna, tan honesta e ingenua de la cual mucha gente que nunca te quiso se aprovechó tanto, y tantas, tantísimas, cosas que si las plasmará acá me quedaría sin papel.

Sin embargo, muchas veces pienso que nunca te conocí del todo. Es normal, nunca conocemos completamente al otro, ni siquiera a quienes más amamos. Hay una faceta que es completamente nuestra y no compartimos con nadie, pero si tuviera un deseo, uno solo, no sería traerte a la vida, sería estúpido ir contra las leyes de la naturaleza, preferiría tener una tarde contigo, para tomarnos unas cervezas y hablar. Decirte que te quiero y agradezco por todo el amor y sacrificios que hiciste por nosotros. Quiero decirte que con los años he llegado a comprenderte mejor y que te perdono lo que tengo que perdonarte y pedirte a la vez perdón por mis errores; me gustaría simplemente escucharte y pedirte consejos.

Porque papá, si supieras todos los errores que he cometido y sigo cometiendo, algunos, incluso, se quedan pendejos al lado de los tuyos. Me he lastimado y he lastimado a tanta gente, sin (la mayoría) y con intención que a veces no lo puedo creer. También, a veces, tengo miedo, a no volver a enamorarme nunca más, a la muerte (a pesar de saber que es natural y es el descanso de la vida), a la soledad, a que todos quienes amo partan antes que yo… a veces papá, solo me falta escucharte, un consejo o simplemente decirme que todo estará bien y te enorgulleces de mí. No sabes cuánto extraño tu voz.

Sé que el deseo es inútil. O quizá no. Vives en mí y en mis recuerdos. No creo en la vida después de la muerte y creo que esta vida que tú me diste es el regalo más hermoso de todos y más allá de si la lees estas líneas o no, me gusta hablarte y decirte todo lo que siento.

Soy feliz de que hayas sido mi papá y te elegiría siempre. Gracias por todo el amor que me diste, por el hombre que soy ahora. Todo lo que soy se lo debo a ti y a mamá y lamento los errores, esos van de mi parte. Créeme que intento ser un mejor ser humano cada día, aunque muchas veces me equivoqué, el camino es largo y siempre hay que pulir la piedra. Pero seguiré levantándome hasta el final, tal como me lo enseñaste.

Hoy a diez años de tu muerte solo tengo tres cosas para decirte:

Te amo

Te extraño

Gracias por todo



Feliz cumpleaños, viejo.






lunes, 13 de mayo de 2024

41

 Pienso en la muerte más que antes. Tuve una época donde pensaba en ella a menudo, pero dejé de hacerlo. El año pasado después de cumplir los cuarenta años el tema ha vuelto a ser un poco más recurrente.

No lo hago de una manera trágica ni triste, simplemente la siento, como diría Fito, "rondando como un ángel asesino, mas no te asustes siempre se me pasa, es solo la intuición de mi destino". No solo pienso en ella sino en todas las decisiones que he tomado, en la vida y su sentido.

Hoy a mis 41 años asumo las decisiones que he tomado. No tendré hijos porque no me veo criando a otro ser vivo, pero soy feliz viendo  crecer a mis sobrinos que son prácticamente los hijos que no tendré. No sé si alguna vez vuelva a tener pareja porque, a decir verdad, soy un poco desastroso para las relaciones como lo puede confirmar cualquier mujer que haya tenido la loca idea de quererme. 

No me siento solo. Me siento rodeado de tanto amor, de mi familia, mis amigos y conocidos, las personas que se me acercan para decirme que les ha gustado mi libro; me siento rodeado de mis historias, mis letras, mis personajes y la vida que he venido construyendo, que no me queda tiempo para sentirme así.

También tengo a lo lejos como un faro quienes han partido tanto de manera literal como quienes se han alejado (o de quienes yo lo hice) para siempre. Su cariño y enseñanzas siempre vivirán en mi corazón hasta el día que deje de latir.

No creo en dios y creo que al final de la vida cerramos este pequeño, minúsculo paréntesis que somos en el universo. Y no dejo de maravillarme por el milagro que es la vida humana, pienso en los paisajes que he divisado, los países que he conocido, una tarde de sol bajo la playa, o un cielo estrellado, los rostros que he visto y amado, pienso en lo maravilloso que es haber sido hijo de mi padre y mi madre, en mi hermana y el futuro que siempre me parece encontrar en los ojillos de mis sobrinos.

Pienso en las calles que he caminado y nunca recorreré de nuevo, en conversaciones hasta el amanecer, o una noche de cerveza con amigos, en las noches sin estrellas donde escribo como si estuviera poseído por algo más, pienso en los libros leídos, las canciones oídas y las películas vistas y siento que la vida es hermosa. Y que la mía es un regalo que, a pesar de los momentos tristes y difíciles, a pesar de las pérdidas, vale completamente la pena.

Así que, como todos los años, repetiré lo mismo: Gracias a ustedes, quienes siempre están ahí, apoyándome y acompañándome en el camino. Los quiero.







jueves, 9 de mayo de 2024

40

(Escribí esto el año pasado para mi cumpleaños pero se me olvidó montarlo, lo hago ahora para que no se pierda)


 No importa quien seas, algún día serás solo huesos

El sake de Binks, Eichiro Oda



Hace poco jugué un videojuego (Death Stranding, para más señas) donde asumes el rol de un repartidor en un mundo postapocalíptico. Al principio es un poco (bastante de hecho) frustrante. Te enfrentas a un mundo agreste y hostil completamente solo, pero a medida que vas avanzando conoces gente, creas una red de amigos que hacen de este mundo horrible un lugar en el que vale la pena vivir.

Pensaba en este juego en esta madrugada del 12 de mayo de 2023 donde llego a mis 40 años. Si la vida sigue su curso normal y muero de viejo estoy llegando más o menos a la mitad de mi existencia. Miro en retrospectiva y si bien en el curso de la historia de la humanidad no es ni siquiera un parpadeo, personalmente siento que he vivido mucho. He visitado lugares maravillosos, leído libros espectaculares, he hecho cosas tanto buenas como malas y he tenido el placer de conocer personas maravillosas que hacen de mi vida algo especial.

Mencionaba el videojuego porque siento que aplica a mi vida. Son las personas que he conocido lo que le da sentido a ésta. Es su amor, el de todos aquellos que me conocen, me quieren y me soportan los que me impulsan a seguir adelante. Muchos de ellos ya no están, algunos han partido al claro al final del camino dejándome su recuerdo y enseñanzas en mi corazón; otros fueron parte muy importante de mí pero ya no están presentes, algunas veces por culpa mía, otras porque ellas han optado por alejarse, quizá no ha sido culpa de nadie, es la misma vida una sucesión continua de encuentros y despedidas y aunque ya no estén presentes lo que pasó con ellas me hizo feliz y me ha convertido en la persona que soy.

Y están, como no, los que aún siguen presentes. Contra viento y marea. En los momentos difíciles y los fáciles. Con los que comparto risas, tristezas y alegrías. Estas personas invaluables son para mí mi tesoro más preciado....

 Pienso en todo lo que he hecho, es natural pensar principalmente en mis errores. Las veces que he fallado, las personas a las que he lastimado (incluyéndome a mí). Cuarenta años son, a fin de cuentas, bastantes años, suficiente tiempo para hacer el bien y hacer el daño, pero no vale la pena enfocarme en ello, a estas personas solo me basta pedir perdón, aprender de mis errores, levantar la mirada y seguir adelante, siempre adelante hacia el futuro desconocido.


Este año he publicado un libro, mi primer libro (espero que hayan más) y muchas personas me han preguntado que siento. Si soy sincero no he escrito ni por la plata (impensable en Colombia), ni por la fama. Lo hice porque quiero compartir mis letras con el mundo y hacer feliz a la gente con mis historias, pero en estos dos meses desde que Erik vio la luz he sentido tanto el apoyo y el amor de las personas que siento que todos los esfuerzos, desvelos y esfuerzos han valido hasta la última letra.

Puse en el prefacio de este texto una frase de la canción del Sake de Binks incluido en el manga de One Piece de Eichiro Oda y creo que esto resume la vida. No importa que tanto hagamos, la plata, los viajes, los amigos que hagamos en el camino, el final es el mismo: todos terminaremos siendo huesos en un cementerio olvidado. Por eso bebamos, riamos, comamos, lloremos, miremos las estrellas, besemos, abracemos, caminemos bajo la lluvia, hagamos el amor, escribamos, leamos y hagamos lo que más nos hace felices porque la vida es un ratico y antes de que nos demos cuenta el show habrá terminado.

A todos ustedes, como siempre mil y mil gracias. Nunca lo hubiera logrado sin su cariño.
Un abrazo de su cuarentón de confianza. Los amo