En este evangelio, Jesucristo no es el
mesías infalible que siempre supo qué hacer. Saramago se mete en la piel del
hijo de Dios, descubriendo a un hombre real lleno de dudas, miedos y amor que
es conducida por su padre celestial como una oveja al sacrificio.
La primera imagen que tengo de este
libro fue paradójicamente en el colegio jesuita donde estudié. Uno de los
profesores de literatura, Elber -no recuerdo su apellido ¿Aramburo?, no estoy
seguro- me lo recomendó pues para esa
época había terminado de leer el libro que correspondía al semestre que si no
me equivoco era ‘La Iliada’.
Recordando esa época, el pobre
profesor era objeto de burla por parte
de sus alumnos, los cuales no estaban satisfechos si no humillaban y acababan
con todo como seguramente lo aprendieron de su patrón, Ignacio de Loyola, quien
haría lo mismo en la guerra mientras mataba franceses. En fin, el tipo era una
buena persona, estoy seguro que si los curas lo hubieran descubierto recomendando
ese texto lo hubieran echado sin contemplaciones. Guardo una buena imagen del
profesor a pesar que en sus ojos callados, grandes; su actitud bondadosa y
calmada, siempre me pareció ver agazapado
muy en el fondo, a un psicópata en potencia que el día menos
pensado podía hacer una masacre luego de lo cual tranquilamente se daría un
tiro en la sien.
Comencé el libro con gran entusiasmo
pero a las pocas páginas me fui desilusionando y aburriendo hasta dejarlo a
medias. No nos engañemos, la lectura de Saramago puede ser compleja y a mis diecisiete
años busca textos menos densos.
Habría de reconciliarme con el
portugués en la universidad, con la lectura de ‘Ensayo sobre la ceguera’ y desde
allí la admiración por él ha ido en aumento a cada obra de arte suya como ‘Caín’,
‘Ensayo sobre la lucidez’, ‘La caverna’, ‘Historia del cerco de Lisboa’ y ‘Las pequeñas memorias’. Creo que era
inevitable que tarde o temprano volviera a este evangelio de Jesucristo.
El genio
José Saramago, nacido en Azinhaga,
Portugal en 1922 y fallecido en Lanzarote, España en el 2010, fue un hombre al
que siempre lo inquietó la injusticia. Por medio de sus obras siempre planteó
estas inquietudes y reclamos hacia Dios –Caín, El factor Dios, el Evangelio
según Jesucristo-, los gobiernos –Ensayo sobre la lucidez- y hasta la
naturaleza humana y la deshumanización –Ensayo
sobre la ceguera, La caverna-. Siendo consecuente con sí mismo se declaró ateo y comunista.
Siempre he pensado que en cierta
medida los ateos son –y me incluyo- más místicos que los propios creyentes.
Nuestra falta de fe, nuestra rebelión siempre ha sido un grito desesperado en
busca del Absoluto, de esa energía o ese ser, que en caso de existir siempre ha
hecho caso omiso a las desgracias del ser humano, y, por el contrario, parecer
disfrutar a un extremo sádico de la sangre y muerte que las guerras por
comprobar su existencia y supremacía han causado.
Saramago confiesa que lo que lo animó
a escribir este libro fue la muerte de los inocentes asesinados por Herodes y a
los cuales no salvó ninguna fuerza divina –aunque en el libro el peso de este
crimen habrá de llevarlo José, padre de Jesús-.
El libro comienza de una manera
potentísima describiendo un grabado de Durero llamado ‘Crucifixión’, en donde
ya aparece Jesucristo en la cruz, rodeado de ladrones, Marías y Santos. El
Nobel de manera magistral es capaz de convertir la imagen en pura poesía a
través de su genial prosa.
Este es el grabado que describe Saramago
Luego de esa descripción comienza la
historia como tal. Una versión humanizada de Jesucristo. Un hombre lleno de
dudas, de ambiciones, un hombre capaz de amar y odiar. Una versión mucho más
cercana que esa figura simbólica e inalcanzable creada por el concilio de Nicea.
La manera de escribir de Saramago,
tal como lo comenté antes, no es sencilla en un inicio. El lector novato tendrá más de un problema con sus largos párrafos,
con sus comas tan seguidas que en
ocasiones pareciera que está leyendo un telegrama de más de quinientas páginas
y porque nunca separa los diálogos. Pero una vez uno se acostumbra a su estilo
le parecerá que habla con un viejo amigo.
El libro narra a su manera la matanza
de los inocentes, el bautismo que hace Juan, los milagros, el encuentro con
María de Magdala y su vida y obra de Jesús. Existe, sin embargo, un fragmento
en que el libro se aparta de lo narrado en la biblia y adquiere la grandeza que
solo las obras inmortales tienen.
Me refiero específicamente cuando
Jesús se monta en una barca y sostiene un diálogo de cuarenta días con Dios y
al que se une el Diablo. Esta conversación es majestuosa y en ella se muestran
los orígenes de la civilización occidental, a lo que ha llevado la creencia de
un dios que basa su existencia y devoción en la concepción y existencia del
pecado como método del control, de los ríos de sangre que ha desencadenado la
creencia de ese dios pasivo que sólo busca ser adorado. Es una lectura que
recomienda a los ateos pero en especial a los creyentes para quienes no está de
más reflexionar en qué es lo que creen.
Obviamente el libro fue rechazado por
las jerarquías católicas y fue tanta la presión que se le hizo a Saramago en su
patria que se vio obligado a un exilio ‘voluntario’ en España. No importa, el
mensaje fue escrito y nos llegó a miles de personas. El portugués habría de
completar su labor con una segunda parte, ‘Caín’, en donde por medio de este
personaje, se encarga de mostrar la naturaleza sangrienta y cruel del Jehová
del Antiguo Testamento. Ambos libros son infinitamente recomendables.
Acá les dejo un par de frases que en
mi opinión describen el espíritu de este ‘Evangelio según Jesucristo’:
“Entonces el
Diablo dijo, Es necesario ser Dios para que le guste tanto la sangre”
“Entonces
comprendió Jesús que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el
principio de los principios para morir así, y, trayéndole la memoria el río de
sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó
al cielo abierto donde Dios sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo
que hizo”.
Muy buena reseña, Tm, queda "El evangelio según Jesucristo" entre los recomendados pendientes por leer...
ResponderEliminarYo soy admiradora de la obra de Saramago, aún así hay que reconocer que no es una lectura fácil como bien dices. De sus libros, este es uno de los que más disfruté, aunque guardo un buen recuerdo de casi todos, cada uno por sus motivos. Buenísimo (y te lo dice otra atea)
ResponderEliminarsaludos!