I.
¿Qué eres
tú?
Una cama
vacía
Un cuerpo
que se enfría
El brillo de
unos ojos que se extinguen
Unas manos
que se sueltan
Un
cigarrillo que se acaba.
¿Quién soy
yo?
El
pensamiento que va antes de la palabra,
La
obstinación suprema
El silencio
que te embarga
La nieve que
cae silenciosa sobre el campo desierto
Determinación
sin ruido
El caos
silencioso, la muerte sin sonido.
¿Qué somos
ambos?
El fuego que
invade las tierras baldías
La locuacidad
que invade el silencio,
La locura
que llena los espacios tranquilos y sombríos
Tierra
intentando ser devorada por el fuego eterno.
Fuegos
artificiales,
Destinados a
brillar en la noche más oscura
Pero condenados
a ser efímeros y a morir en medio de las lágrimas y las sombras nocturnas.
¿Qué es tu
ausencia?
El puñal que
atraviesa la piel y el alma
El dolor que
no se va
El recuerdo
que permanece en el olvido,
La ansiedad
de la piel y los labios
El beso que
permanece aún,
A pesar de
los años y las vidas vividas y olvidadas.
El invierno
del alma.
II.
No se ama
por ser correspondido
No se ama
por un ‘te quiero’ de vuelta
Ni por el
reencuentro esperado
O el olvido
anhelado.
Se ama
porque se ama,
Se ama
porque el alma así lo requiere
Porque se
anhela la piel deseada
Y los labios
que extrañan los besos.
Se ama
porque cada célula del cuerpo así lo exige
Por un olor,
por una palabra añorada,
Por un ´te
quiero’ que ya no existe
Por unas piernas enredándose en el cuerpo
Como una
medusa con mil serpientes enloquecidas.
Porque
espero que las palabras lleguen a su destino
Y que el
mensaje enviado tenga el receptor esperado.
El amor es
caprichoso
No entiende
de razones, de lógicas.
Simplemente
fluye,
Como la
corriente de mil océanos
O la sangre desbocada de un moribundo,
Apuñalado
después de mil batallas.
Porque el
amor es irracional,
Es el
asesinato del cerebro por el corazón,
El sueño que
precede al despertar,
La magia de
un mundo gris y desesperado
Que no se
resigna a extinguirse,
Sino que, al
contrario, grita
Y lucha con
la desesperanza de quien no tiene nada que perder,
De quien
está empeñado en no rendirse
Hasta que el
mar inunde los desiertos,
O los copos límpidos del antártico
Caigan impolutos
sobre el trópico.
Porque no
importa si se trata de siete meses o siete vidas,
Acontecen una
detrás de otra,
Fútiles e ingrávidas
Con la
fuerza de mil terremotos
O la
sutileza de una pompa de jabón.
Sigo
esperando la sonrisa anhelada,
La voz
ingrávida,
El gemido de un orgasmo olvidado,
La delicadeza
de un sueño intranquilo,
El sonido
lleno de energía y a la vez de cargado
de un miedo ancestral
Sigo
esperando la respuesta a la pregunta primordial,
Esa que va
más allá de las vidas y las muertes,
Que prevalece sobre las palabras y lo
superficial,
En donde no
existe más que tu alma y la mía,
Y el mundo
se convierte en poco más que un lienzo vacío
Y una
canción sin melodía,
¿La tienes
tú?
¿O acaso
seguiré vagando, gravitando en tu
sonrisa,
En las
curvas de tu cuerpo y la inflexión de tu voz, hasta el fin de mis días?
Mi querido Tulio,
ResponderEliminarque bonitos poemas
pronto serás como Roy
en este y en otros temas.
Brillante, Tulio. Doble mérito el tuyo como autor ya que, en lo particular, no me gusta la poesía y me cuesta mucho leerla; con letras fantásticas como las de "Amor/Ausencia" esa barrera particular cede, aunque sea, un poquito.
ResponderEliminar¡Saludos!
ME ENCANTO EL POEMA, ME LLEGO, MUY BIEN ESCRITO.BELLO
ResponderEliminarNo entiendo por qué dices que tu poesía no es buena.
ResponderEliminarComo toda la poesía, es buena desde que se sienta. Y esta, evidentemente, es más que sentida. Y logra que, incluso, aquellos que somos completamente ajenos a esos sentimientos, los sintamos como propios, que nos duelan como propios.
Magistral, querido, magistral como todo lo que escribes