viernes, 31 de octubre de 2014

El banquete del fin del mundo

Mi cuento (esta vez en forma de verso) para Halloween espero les guste.

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El banquete del fin del mundo

I

Para la fiesta del fin del mundo
El gran señor de las fortunas sobrantes 
Encargó toda la riqueza restante de la tierra agotada y marchita.
Mando a  sacrificar animales extintos y sembrar frutas que no existían
Mil decoradores sobrevivientes de los cinco rincones del mundo acudieron a su llamado
Y se encargaron de llenar de vida el castillo marchito y enfermizo
Mientras fuera de sus muros sus habitantes agonizaban intentando ingresar en la feroz fortaleza
Y sus manos ensangrentadas rasguñaban los muros infranqueables
Chaca daca crac crac tum tum
Hasta que las uñas se desprendían y las fuerzas mermaban
Y los cuerpos llenos de pústulas y manchas caían exánimes sin vida
A la vez que a lo alto los soldados observaban los cadáveres amontonándose como hojas en el otoño
Por un momento el terror los acometía
Frío, terrible se insertaba como un aguijón en el cuello, hambriento de su tranquilidad, hurgando por su alma
Pero ellos rechazaban tal idea y se decían: “Nuestro Señor nos protegerá. Él es justo y bueno y la muerte no es capaz de traspasar los límites de nuestra fortaleza”
Y reían y escupían sobre los escombros humanos que seguían creciendo sin conocer la pausa o el reposo.

Para la fiesta del fin del mundo
El gran señor de los despojos restantes
Escogió diez mil sirvientes sobrevivientes
Quienes  arreglaron el castillo decorado
Le dieron cuerda al reloj de ébano y prendieron las teas
Limpiaron las vajillas de diamante y amatista
Sacaron los cubiertos de plata, las servilletas más finas
Y pulieron noche y día los pisos hasta que la luna encontró su reflejo más elegante.
Pero si la discordia acechaba y uno de los sirvientes tosía por lo menos una vez
Era conducido a la terraza más alta de la guarida
Ojos sin vendar y sin mordaza para gritar antes del minuto final
Le daban un tiro de gracia y le prendían fuego al cadáver que arrojaban  por las almenas al mundo exterior
Como advertencia a la muerte que se encontraba a las orillas de los muros inexpugnables, esperando impaciente antes del soplo final
Que sin importar el color de su máscara en ese lugar no tendría cabida.

 Para el banquete del fin del mundo
El magnífico Amo de las Tierras Baldías mando a imprimir invitaciones
Con papel de marfil y sellos teñidos con la vida de los extintos
Sus bordes eran tan finos que si te cortabas con ellos
La sangre manaría de tus dedos y no pararía de verterse hasta que murieras.
Los mensajeros fueron enviados a los confines del mundo conocido
Recorriendo los paisajes yermos y desolados por la peste
En caballos negros indómitos e imparables que azotaban la tierra con el ruido atronador de sus cascos
Hasta llegar a fortalezas igual de protegidas que las de su señor
Lo que no sabían los heraldos es que en la parte del final del funesto mensaje estaba la orden de ejecutar de inmediato a los portadores de buenas nuevas
Pues toda prevención era poco en este caso de urgencia y la falta de ella podía apresurar el final
Testigo de ellos eran los países arrasados, las naciones extintas, las ideologías difuntas, los edificios desolados, los puentes inacabados, los campos exterminados, los seres moribundos.
Todo bajo el sol de dios.


II.

El día del banquete del fin del mundo
Los invitados llegaron al ocaso
Sigilosos y ostentosos arribaron a la gran morada
El último refugio de la humanidad
Bastión del buen gusto, la opulencia y la elegancia
Enemigo de la muerte, la pobreza y la indecencia

Reyes, reinas, príncipes y condesas
Marqueses, obispos  y damiselas de grandes raleas
Se dieron cita con el Gran Señor de los excesos
Llegaron en carrozas doradas que parecían levitar sobre el suelo
Muchos de ellos cubrían sus rostros con máscaras de animales
Revelando  su naturaleza hostil, su esencia salvaje
Adiós a los grandes amos quedando solo el señor zorro, el señor Hiena
La dama de las garzas, la reina de las avispas, los portadores de luz;
Otros en cambio enseñaban su rostro y su mirada soberbia 
Era más gélida que el bronce de las máscaras bestiales
Y así todos los pecadores, herederos de mil linajes ingresaron por las murallas inexpugnables

Durante el banquete del fin del mundo
La luna carmesí se elevó sobre los terrenos de la muerte y la desesperación
Mientras que mil botellas de vino y champaña se destapaban al compás de los gemidos agónicos del mundo exterior
Y el líquido se derramaba moviéndose como el vaivén de un mar calmo, lúgubre y tenebroso
 Platillos exquisitos se tendían sobre cien mesas extendidas de manera grotesca contrastando con la hambruna del resto del universo
Y nadie tocaba los platos y la comida esperaba para ser alimento de moscas y de ratas
La orquesta estaba magnífica y alternaba temas melancólicos en memoria de los millones de muertos con sinfonías fantásticas en honor de aquellos que habían sobrevivido
Y los asistentes bailaban de manera triste, arrastrándose por el salón principal como fantasmas

Pero he aquí que una de las damas se movía con desenvoltura
La última de las princesas existentes, la dama de Samael
Su belleza era un desafío a la humanidad, su pelo eran las tinieblas
Su piel el color de la luna y los labios rojos tenían el sabor del vino
Cuando salió a bailar con el gran Señor del castillo
Los asistentes enmudecieron y sólo se oía el sonar de los violines y el chisporrotear de las antorchas
Hombre y mujer danzaron en el fin del mundo hasta que la pieza hubo terminado y sellaron la ceremonia con un beso, largo y prolongado

Cuerpos que se atraen
Alientos cercanos, bocas que se funden
Más mientras se da el fatídico acercamiento un hilo de sangre delgado brota de la boca de los amantes
Y las gotas caen en los suelos dorados brillantemente pulidos
El abrazo se prolonga y el charco crece
Hasta que se separan y la voraz mujer no contenta con arrancar los labios de su pareja dirige sus diáfanos dientes hasta el cuello del Señor de las horas contadas
Y clava sus colmillos en él, saboreando su sangre, la vida que se escapa
El destino que habría de llegar hasta la fortaleza inexpugnable

Los asistentes al banquete del fin del mundo observaron presas del terror la escena
Ninguno interrumpió la faena pero cuando la mujer terminó su función
Cayeron en el pánico, en la desesperación largamente reprimida
Hicieron uso de cuchillos, espadas y dientes y acometieron contra su vecino
La orgía de sangre pronto fue la invitada de honor pues este era el fin de todas las cosas y no había que dejar nada para la llegada de la muerte

Caos y destrucción reinaron en la tierra del hombre
Nadie grito, nadie lloró y ningún sobreviviente quedó
Únicamente  la luna roja contempló la hecatombe
Ahora tan solo lluvia cae y el viento pasa por las cerraduras
Silbando mientras suena la sinfonía del banquete del fin del mundo








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