lunes, 17 de agosto de 2015

Un año


Un año no es otra cosa que el periodo en que la Tierra le da una vuelta al sol, pero en este lapso pueden pasar muchas cosas en el planeta: Cuatro estaciones ocurren en los países que no viven en el trópico, doce meses de treinta o treinta un días (y hasta de veintiocho) pasan sin prisas. En el caso de los humanos este tiempo es mucho más rico: Florecen amores y corazones son rotos, compartimos tiempo con personas que creíamos desaparecidas para siempre pero que al final regresan, la vida nos sorprende de diversas formas,  se da el nacimiento de nuevos visitantes a este planeta loco y otros seres amados se despiden para siempre volviéndose parte de la tierra y el cosmos en un ciclo que se ha repetido por miles de años y que lo seguirá haciendo hasta que la raza humana desaparezca.

Hace un año, aproximadamente a esta hora, estaba encontrando a mi padre tirado en el piso, con los ojos bien abiertos aunque ya no volverían a ver jamás, y un líquido de color café que había salido de su boca y nariz a la hora de fallecer. Me gustaría decir que murió en mis brazos pero ya llevaba algún tiempo así antes de que yo llegara. Desde luego no reacciono a los esfuerzos inútiles con los que intenté reanimarlo y uno de los pocos consuelos que me quedan es saber que sufrió un ataque fulminante donde no sufrió más que un par de segundo a lo sumo.

Después de ese día siguieron las ceremonias. El velorio, el entierro, el apoyo de mucha gente que estuvo presente en cuerpo, palabra y espíritu con mi familia y conmigo en, lo que llevo de vida, los días más triste que he vivido y la cicatriz que queda y que no ha sanado y no lo hará, por la ausencia de mi papá.

Los seres humanos somos dados a darle un significado al tiempo. Creamos celebraciones como el cambio de año o los cumpleaños cuando la tierra completa una nueva trayectoria sobre el sol. Nos gusta celebrar estar vivos un trayecto más de tiempo, de sobrevivir un poco más antes de sufrir el destino inevitable.

Hoy se conmemora el primer aniversario de la muerte de mi papá y quizá es otro día más en que este planeta gira en el espacio. Tal vez sea un día para pensarlo, para tenerlo presente en la cabeza y en el corazón, pero quizá para mí no tiene  tanto sentido porque desde que se fue no hay un día en el que haya dejado de extrañar su voz, sus consejos o querido darle un abrazo.

Un año es un tiempo en el que pueden pasar tantas cosas. En mi caso son muchas las dudas que albergo. ¿Pude haber hecho más por él? ¿Fui un buen hijo? ¿Estuvo verdaderamente orgulloso de mí?  He intentado hacer las cosas de manera correcta en mi vida pero siento que fallo demasiado, muchas veces. Ansío con todo mi corazón hablar con él para que me aconsejara sobre qué rumbo tomar en muchas cosas de mi vida….

En los últimos días lo he pensado más que de costumbre. Me acuerdo del tiempo que pasamos cuando era niño, adolescente y adulto, del ejemplo de honestidad, entereza y esfuerzo que me dejó, del hombre gigante (desde luego en sentido metafórico, mi papá haciendo gala de su apellido Fernández nunca midió más del metro y medio) cuya huella debo honrar y seguir engrandeciéndola cada vez más, y me acuerdo especialmente de sus últimos días, cuando se fue apagando cada vez más y donde yo debí devolverle un poco de lo tanto que hizo por mí cuando era pequeño y traté de cuidarlo y apoyarlo en sus pataletas y rabietas de persona mayor.

La inmortalidad es una de las mayores obsesiones del ser humano. Escribimos libros, componemos melodías, pintamos cuadros y levantamos imperios y ciudades para dejar un legado, algo que haya sido testigo de nuestro paso fugaz por el mundo, pero es inútil. Los libros se queman, los cuadros desaparecen, las melodías son olvidadas y los imperios y ciudades quemadas y arrasadas ante los cimientos. Pienso que la inmortalidad la logramos en nuestros recuerdos. Aquellos que han partido viven en nuestros corazones y en nuestra alma y perdurarán allá hasta que nosotros mismos hayamos partido y dejado un poco de nuestra esencia, de nuestra inmortalidad en la gente que amamos y con la que compartimos nuestra vida y lo que aprendimos con los que tanto nos quisieron y enseñaron.


Siempre vivirás en mí, papá. Te amo y te extraño cada día.


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