lunes, 3 de julio de 2017

Los buitres

Esperan por la carroña, destrucción y muerte. La desean, huelen y sienten antes de que pase. La rondan con hambre insaciable, obscena, y tan pronto ocurre son los primeros en llegar al desastre: Se alisan su hediondo plumaje antes de presentarse como los salvadores sin importarles que mientras graznan sus horribles discursos de odio, tengan el pico untado de la sangre del cadáver sin enfriar de las víctimas.

Tuve esta imagen repentina cuando ocurrió el atentado del Centro Comercial Andino. Las primeras voces que se oyeron fueron las de Uribe y su séquito, su discurso exudaba tanta prepotencia, odio –ni siquiera por el petardo sino contra Santos- y falsedad que parecía que, de una manera grotesca y vulgar, se alegraran de lo ocurrido.

Para nadie es un descubrimiento que la ideología de Álvaro Uribe se basa en el odio y la muerte. Su discurso se alimenta del rencor que anida en el alma de los colombianos, en un país de pensamiento retrógrado que se preocupa más por la sexualidad de sus ciudadanos que en la pobreza y corrupción a la que han aprendido a tolerar.

 Hay mucho odio en la mayoría de la sociedad, miedo a lo desconocido, a aceptar nuevas realidades y aceptar que no hay verdades absolutas donde de un lado están los buenos –ellos- y en el otro bando quienes no piensan como ellos, tengan su sexualidad o crean en su dios, y es en un país como éste que una figura como la de Uribe, autoritaria, paternalista y  de derecha se erige como faro y guía de ese país que quiere seguir viviendo a comienzos del siglo XX sin darse cuenta que la humanidad sigue avanzando.

Eso explicaría el cinismo y la prepotencia de las huestes uribistas. No solo mienten una y otra vez sino que lo hacen de una manera tan mediocre, tan mal hecha que uno se pregunta si no lo hacen de aposta para burlarse en la misma cara de sus seguidores. Las falsedades del referendo, la reunión que tuvieron con Trump (una mentira tan patética como ridícula que era obvio se iba a descubrir), todo lo que dijeron del proceso de paz son prueba de lo que digo. Pero sus seguidores siguen hechizados por el magnetismo de su líder, no solo ignoran cuando se descubre el engaño sino que incluso toman estas mentiras, incluso las más absurdas como verdades indiscutibles.

A veces pienso sin embargo que este país quizá sí se merece a Álvaro Uribe, no el títere que elija como su candidato para gobernar desde las sombras, sino él mismo. En ocasiones siento una mentalidad tan cerrada, tan radical, tan viciada, que dan ganas que lo nombre presidente vitalicio, una figura como la del Generalísimo Franco o Pinochet o incluso Hitler que haga más oscura la noche que nunca cesa en Colombia, porque si algo nos ha enseñado la historia es que después que se toca fondo hay un renacimiento en los países.

Pero mientras tanto los buitres siguen volando en el cielo, al acecho, esperando…..




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