domingo, 31 de diciembre de 2017

2017

Hace algún tiempo me enamoré de una mujer. Lo hice de la única manera en que sé hacerlo: Con toda la pasión y el alma porque el amor puede ser todo menos tibio. Hice lo posible e imposible porque ella sintiera lo mismo que yo, pero a pesar de todos mis esfuerzos -o quizá por ellos- nunca me quiso de la misma manera en que yo lo hacía.  Curiosamente este año, en cierto sentido, me ha resultado similar a lo que sentí en esa época que amé a esa enigmática mujer de ojos oscuros.

Personalmente ha sido un año de extremos. He tenido la más grande de las tristezas y la mayor de las alegrías en mi vida. La mujer que más amaba murió y la que más amo nació.  Mi madre falleció en febrero luego de resistir como las más valientes esa enfermedad de mierda que es el cáncer y mi hermosa sobrina, hija de mi adorada hermana y mi querido cuñado,  nació en octubre siendo fiel a la ley de los escorpiones (esa que dice que en el transcurso de un año de su nacimiento muere alguien en la familia y viceversa). Podría decir como Dickens que para mí fue el mejor de los años y el peor de los años (Carajo, ¿cuántas veces voy a seguir citando este fragmento? Pero a la vez es tu culpa Charles, qué pedazo de frase).

Para el mundo ha sido un año de aceptar las consecuencias de sus actos. Colombia apenas está asimilando que el proceso de paz es una realidad y ‘fuerzas oscuras’ buscan por todos los medios acabar con un hito histórico para el país. El mundo se acostumbra a Trump, sus rabietas y las  decisiones irresponsables que en cualquier momento pueden prender la mecha de una nueva guerra y territorios como Cataluña sueñan con la independencia sin saber que su fuerza proviene de la unión.

El próximo año será decisivo en muchos aspectos. La lucha feminista que cada vez toma más fuerza deberá demostrar de qué está hecha y si en verdad busca una nueva sociedad inclusiva y llena de oportunidades para las mujeres o se queda en el odio y la guerra de sexos. Las elecciones del próximo año en Colombia son las más importante en mucho tiempo, de ellas depende el rumbo que tome el país en el futuro, sí desea apostar por el perdón y la paz o si quiere seguir enfrascada en un espiral de odio y violencia por los siglos de los siglos.

Retomo lo que les decía al principio. Me enamoré locamente de esta mujer, fue amor a primera vista, como quizá nunca lo haya hecho en la vida. Decidí actuar y vaya que lo hice, quizá más tiempo del que debí, lo hice con todo mi corazón y empeño, esperando a que ‘el universo conspirará en mi favor’ como dicen por ahí los gurús de la autoayuda pero no pasó absolutamente nada. Simplemente yo no le gustaba y nada habría logrado cambiar ese hecho (como en efecto pasó). De aquello me quedó una enseñanza y es la razón por la que este año se parece tanto a esa vivencia.

No escogemos lo que nos pasa, no hay un dios benevolente o castigador o un universo conspirando a tu favor, para morir basta estar vivos y para vivir basta con aprovechar cada bocanada de aire. Salir a la calle es una batalla diaria donde todo puede ocurrir, podemos ganarnos la lotería, enterarnos que nuestra madre tiene cáncer, encontrar al amor de la vida al voltear la esquina o que alguien a quien queremos esté pasando por un mal momento ; lo que sí depende de nosotros es decidir qué hacer, podemos quedarnos en la rabia o el dolor, aplastados por la vida  o actuar, luchar contra la adversidad como leones; sin embargo, al igual que en lo que les conté, es posible que la dama en cuestión no se enamoré de ustedes, que esa madre muera, que el negocio aquel no funcione, que te despidan del trabajo, en fin que todo se vaya al carajo no importa que tanto lo intentemos, y está bien. El sabor de la vida es precisamente esa incertidumbre, esa inseguridad, ese ‘cualquier cosa puede pasar’.

Entonces eso es lo que me queda de este año. Saber que la vida no siempre funciona como lo esperas a pesar de todos tus esfuerzos. Lo que no quiere decir que haya que quedarse de brazos cruzados, ¡al contrario! Son nuestras acciones las que deciden nuestro destino, es el amor que damos a pesar de los tiempos adversos y sobreponernos a las dificultades lo que verdaderamente importa, es dejarse la piel por nuestros ideales y  seres amados así en ocasiones fallemos, lo que verdaderamente le da sentido a la vida, así  como aprovechar cada segundo cada momento bueno como malo con toda la intensidad es definitivo porque como dice el gran Enrique Bunbury: “Un momento se va y no vuelva a pasar”.

En este momento veo a mi sobrina,  sus ojos de recién nacida y me pregunto qué le deparará el futuro y su vida. Mi compromiso con ella para este 2018 (y quizá el resto de los años) es tratar de ser un mejor ser humano más tolerante, más compasivo, sin odios y envidias, para dejarle un mejor mundo. A todos quienes me leen y me han dado el privilegio de su amistad tanto real como virtual les mando un abrazo gigante y que este año se cumplan todos sus deseos.


¡Feliz 2018!


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