lunes, 31 de diciembre de 2018

2018

El 'crack'  que hizo mi rodilla al romperse (bueno no, no se rompió pero si sufrió una lesión grave en el ligamento cruzado anterior que me ha mantenido alejado del deporte y cercano a la comida) me dio la bienvenida a los 35 años. Lo malo, era un partido sin importancia que estábamos jugando con unos compañeros de oficina con quienes nos reuniamos desde hace unos meses cada martes después del trabajo para jugar y pasar un rato agradable; lo peor, era un partido que perdíamos por cinco goles de diferencia y donde faltaban diez minutos para que se acabara.

La recuperación no ha sido fácil. Llevo tres casi cuatro  meses en este proceso de médicos, prepagadas, terapias y falta de ejercicio, factor que para mi desgracia me ha llevado más al borde del sobrepeso que otra cosa (herencia Fernández sin duda) y desde luego la parte anímica donde el cuerpo resiente y necesita el deporte como hace algún tiempo yo necesitaba de la escritura....

Pero no solo en eso he visto reflejado los temibles 35. Cosas tan sencillas como levantarme temprano o hacer dieta me están costando barbaridades, la calvicie sigue su camino inexorable en conquista de mi craneo, los guayabos ya me duran dos días en vez de uno y a veces, especialmente despúes de una noche de parranda, me cuesta reconocer a ese despojo ruinoso que me mira del otro lado del espejo. Sin saberlo, sin darme cuenta siquiera, empiezo a envejecer de manera casi imperceptible.

Ahora bien,  no todo es malo. Este 2018, estos 35, también traen cosas muy buenas a mi vida y podría decir que la primera de ellas es la experiencia, el arte de ir aprendiendo poco a poco en no amargarme la vida. Ha sido un proceso largo y que muchas veces casi acaba conmigo pero lentamente y luego de tropezar mil y un veces con la misma piedra voy aprendiendo de a poco. Creo que para ello fue fundamental el viaje que emprendí el pasado mes de marzo al Perú con mi querido amigo Esteban Cruz Niño.

El viaje fue al pueblo de Huaraz donde hicimos el trekking de Santa Cruz, lo cual se traduce en tres días de caminatas intensas (de más de siete horas)  en medio de montañas agrestes y paisajes maravillosos a la vez que peligrosos. Allí, lejos de la civilización -sin celulares o redes sociales o nada que se le pareciera- y a solas con el universo y la naturaleza comprendes que eres poco más que una mota de polvo comparado con el mundo y que esas montañas estuvieron siglos antes de tu nacimientos y  seguirán estando una vez hayas muerto sin que le importen cúantos likes tengan tus publicaciones en instagram o cúanta plata adquieras en vida y puedas presumir ante lo demás.

No somos más que el amor que damos y recibimos. Ese es nuestra único legado en el mundo y éste también habrá de morir cuando seamos olvidados del todo, porque sí, en algún momento no habrá nadie que nos recuerde (si no me creen que alguién me hable de su bisabuelo o tatarabuelo), solo somos un ente efímero con la sola certeza de la muerte....¡Pero son tantas las cosas que experimentamos en tan corto tiempo! Es la intensidad de nuestros sentimientos lo que le da sentido a la existencia. Amamos, odiamos, sentimos miedo, experimentamos mil pensamientos y tenemos en nuestro interior la fuerza de mil universos pugnando por explotar pero estamos tan embotados por la rutina, por el odio, la envidia y los pequeños problemas sin importancia que no lo vemos.

Eso es lo que he aprendido este 2018. Darme cuenta que ya no soy tan joven como creía -o como quisiera-, que ya entro de lleno a la adultez, más o menos la mitad de la  vida, con todas las cosas buenas y malas que trae, pero también ser consciente de que la vida es un ratico y hay que aprovecharla al máximo porque no sabemos que nos puede deparar el futuro. Es por eso que opto por amar y aceptar el amor de tanta gente maravillosa que me quiere (y muchas veces no dejo de preguntarme que hice para ser tan afortunado de contar con tanto cariño), de aprovechar el tiempo con mi amada sobrinita, y no son pocas veces las veces que veo sus ojitos y no dejo de preguntarme que le depara, nos depara, ese futuro que a veces por la situación mundial se ve tan sombrío, de no dejar de dar un beso o un abrazo y demostrar el cariño una y otra vez a riesgo de parecer intenso a  quienes amo, de hacer caso omiso a gente amargada y malvada cuya vida es teñida por el odio y la amargura (y que no saben todo lo que pierden por su actitud), de dejar de preocuparme por si alguna vez vuelva a escribir o si tengo plata o si encuentro el amor o si....tantas cosas que me impiden ver lo afortunado que soy en este momento....porque ustedes, mis queridos amigos y amigas, gente que me lee o me ha acompañado en el camino  (o ambas) son mi verdadero tesoro.

Muchas gracias a todos y les deseo un 2019 lleno de cosas hermosas y mucha felicidad.

Ya nos estaremos viendo,

TuLio:.




1 comentario: