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lunes, 18 de febrero de 2019

Oler las flores mientras pasa el apocalipsis


Últimamente vivir en Colombia es como tomarse un tarro de ricino diario. Si no es el problema de los trancones y la contaminación en Bogotá (y con el alcalde más inepto del mundo que cree que la solución a todo es talar árboles), está el asunto con Venezuela, la actitud cada vez más belicosa del presidente Urib…Duque, quise decir Duque o una Policía corrupta e inepta hasta el límite que prefiere agarrar a los golpes a un vendedor ambulante o multar a un pobre parroquiano por comer una empanada callejera mientras a su alrededor los robos y la inseguridad aumentan (y hay qué ver dónde está la Policía cuando pasa un crimen real…seguramente multando jóvenes empanadictos).

Sí, la situación no pinta bien y a veces dan ganas de coger las maletas y largarse a cualquier parte, pero el mundo no pinta mucho mejor. Guerra, hambrunas, gobernantes estúpidos y corruptos y la sensación de saber que si te vas siempre serás un extranjero. A esto sumémosle los medios de comunicación que nos bombardean a diario con todo lo horrible que ocurre, porque estos medios, al igual que los gobiernos saben que no hay una manera más sencilla de manejar a la gente que el miedo mismo.

En este panorama pesimista se nos olvida que el sol sigue brillando todos los días. Los problemas nunca han sido cosa del pasado y el ser humano tiene cierta atracción irresistible al caos y la destrucción y le da toda la relevancia a ello.

 El problema en Colombia no es (únicamente)  Uribe, ni Petro, Venezuela,  los políticos corruptos o los policías ineptos, siempre ha habido personajes así y en el futuro seguirán existiendo. Muchas veces olvidamos que nosotros mismos somos el problema, que nos dejamos contaminar el corazón de odio y de rabia, que a diario explotamos no con un gran boom, sino con pequeños actos que nos amargan la vida y de quienes  nos rodean. Estamos tan ensimismados  en nuestros pequeños espirales de desesperación que nos dejamos robar la paz por estos siniestros seres.

La invitación está allí. Disfruten del sol y la lluvia, respiren y tómense un tiempo para desconectarse de las redes o los noticieros, caminen, cómanse ese helado del que están antojados, díganle a esa persona especial que para ustedes que la aman, vean a la gente andar sin rumbo, algunos estarán enamorados, otros ensimismados, otros más irán como hormigas mientras otros vagan sin rumbo. El apocalipsis en Colombia siempre está a la vuelta de la esquina y el final de un modo u otro (y esperemos que sea dentro de muchos años) es el mismo. ¿Qué necesidad hay de amargarse mientras todo pasa?  Vivan disfrutando el camino y podrán darse cuenta de que hay más cosas maravillosas de las que creemos. Se los prometo.




2 comentarios:

  1. Todos estamos siempre al bor, muy al borde, del abismo.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Alfred....muchas gracias por tu constante lectura y tus comentarios. Siempre me animas a seguir escribiendo. Gracias.

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