martes, 16 de abril de 2019

Todos somos el villano en alguna historia de amor

Hace poco me topé en televisión y terminé viendo de nuevo la película 500 days of Summer (0 500 días con ella, como se le conoció por estas latitudes),  que por si alguien no conoce resumiré: La película  narra la historia de Tom quien se enamora de su compañera de trabajo Summer, establecen una relación de amigos con derechos (o follamigos como dirían los españoles con la sutileza que les caracteriza) ella se aburre, lo deja y acompañamos a Tom por el tortuoso camino del desamor hasta que al final sale adelante.

Es curioso, uno por lo general ve este tipo de películas, esta y la de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos de Jim Carrey y Kate Winslet cuando está en plena tusa (bueno y no solo eso, oye hasta el cansancio a Enrique Bunbury, se embriaga hasta que no puede más y la palabra favorita es ‘si’: “que hubiera pasado si hubiera hecho esto o aquello”) y es normal. En esos momentos nos gusta retorcernos en el dolor y la miseria, nos sentimos los más infelices sobre la tierra y queremos gritarle al mundo nuestro dolor y el de ese –o esa- miserable que tanto nos ha lastimado.  Cuando ves la película en ese estado culpas a Summer, esa perra, del sufrimiento del pobre Tom, porque te ves reflejado en él, pero cuando la repites con la cabeza –el corazón- frío la percepción cambia totalmente.

Porque no. Summer no es la villana de esa historia. Desde el principio fue clara con Tom y le dijo que no quería una relación seria; pero Tom tampoco es el villano, nadie puede controlar de quién se enamora así jure que no lo vaya a hacer. Y sí, ambos cometen errores, él la idealiza y se le exige lo que ella nunca le prometió, y ella sabiendo que él no la ha superado lo invita a una fiesta donde le restriega que está comprometida con otro. Pero son cosas inevitables que pasan en el amor y en la vida.

Y lo digo con conocimiento de causa. He estado en ambas posiciones. He amado un par de veces en la vida, de manera ciega e ingenua, entregándolo todo, ignorando consejos y dejándome llevar por una palabra, una mirada; pero también he estado en la otra orilla, he rechazado el amor puro que me han ofrecido y algunas veces me he quedado por un cuerpo, una promesa, he intentado no lastimar pero al final ha sido inevitable, de hecho creo que lastimamos de maneras más crueles y duras cuando no queremos hacerlo.

Porque siempre somos el villano en la historia de  amor de alguien, porque  a pesar del tiempo compartido, los buenos momentos, el no querer hacer daño, siempre habrá alguien que nos recordará con el desprecio de la ruptura final. Y siempre ese cuerpo que amamos y poseímos se convertirá en un territorio hostil y los ojos que algunas veces depositaron en nosotros las esperanzas de un futuro compartido se apagarán para nosotros de manera inexorable.

Pero es normal. El amor no se puede exigir ni  mendigar. Simplemente fluye, libre, desinteresado. Siempre cambiante, a veces se acaba, otras muta y se transforma en algo más. El tiempo te enseña que no hay héroes y villanos cuando se ama, solamente seres humanos que ven un brillo especial que nadie más ve en otro y van vulnerables a ofrecer su alma. A veces es correspondido y todo es felicidad, otras no y cada lluvia es como las lágrimas de un corazón herido.

Y sin embargo, al final, porque siempre hay un final, quedan los recuerdos por los buenos momentos, una frase cómplice, un beso o una canción; incluso en las relaciones más desafortunadas hay enseñanzas de vida, cicatrices que como tatuajes de un guerrero nos recuerdan que no todas las personas son bondadosas y hay que escoger muy bien en quien confiar.

En la vida he conocido muchos tipos de amor y desamor. A algunas personas nos cuesta mucho establecer este tipo de relaciones, yo por ejemplo llevo siete años desde mi último noviazgo y a veces dudo de si sea capaz de volver a hacerlo. Pero también conozco gente enamorada del amor, que lo busca cada fin de semana, cada día, de manera desesperada; hay otros que lo buscan en la carnalidad sensual de otros cuerpos y hay quienes incluso renuncian a una pareja y  lo han encontrado en su dios.  Los hay quienes encuentran esa persona capaz de soportar sus luces y sus sombras, en la tranquilidad de una complicidad de pareja y hay quienes redescubren ese brillo especial en otra persona sin importar su sexo cada cierto tiempo….al final es el amor lo que nos hace verdaderamente humanos y libres.

Ah, el amor y sus oscuros y vedados misterios….




1 comentario:

  1. ...Y hay, al fin, quienes intentamos (torpemente, hay que decirlo) encontrar el amor en nosotros mismos, para compartirlo con otros en todos los "niveles" de amor: familiar, puramente romántico, idealista, abstracto, carnal... total. Buen post.

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