El
último héroe (Una fábula de Mundodisco)
Terry
Pratchett. (Con ilustraciones de Paul Kidby)
Editorial
Random House Mondadori
(Plaza y Janés)
176
páginas
Todo comienza cuando la Horda de Plata, un grupo de héroes entrado en años liderado por Cohen el Bárbaro, decide devolver el fuego que les fue robado a los dioses. Con intereses. Quieren dinamitar la Ciudad de los Dioses y eso acabará con el mundo. Para ello, en Ankh-Morpork se prepara otra misión para detenerlos. Con la ayuda del guardia Zanahoria, el mago Rincewind y el inventor y pintor Leonardo da Quirm todo parece solucionado… o casi.
El nombre de Terry Pratchett es mundialmente
conocido por su saga de Mundodisco, ambientada en un mundo paralelo de fantasía
el cual, y tal como su nombre lo indica, es un disco que está sostenido por cuatro
elefantes apoyados en una tortuga gigante que avanza por el universo.
En este mundo conviven magos, decanos, dioses
de diferentes raleas, formas y sabores, conquistadores temibles, banqueros,
bardos, orangutanes bibliotecarios y cualquier cosa que parece no tener sentido,
en un maremágnum y caos de tal magnitud que al empezar a leerlo, uno no puede dejar
de preguntarse ¿Dónde habían estado estos libros durante toda mi vida?
A pesar de no comenzar con el primer libro de
la saga, Los colores de la magia, escrito en 1983, creo que empecé con el libro indicado: El
último héroe, te ubica rápidamente en Mundodisco, en su mitología, sus
personajes principales, en la magia que impregna cada una de sus páginas con una
narrativa llena de humor tanto para grandes como chicos –es decir sin
considerar a los niños como idiotas como si lo hacen otras lecturas-.
En esta aventura nos muestran dos bandos. En
uno se encuentra Cohen, el bárbaro y su equipo de conquistadores de la tercera
edad quienes van en busca de los dioses para vengarse por haberlos hecho
envejecer, es el prototipo de la aventura clásica –de espada en mano-; mientras
que por otro lado tenemos a los representantes de la Escuela de magia: el mago
Ricewind, Leonardo Da Quirm y el soldado Zanahoria quienes deben detenerlos
usando un cohete espacial, acá se ve más una aventura de exploración, de ciencia ficción, de aventura al estilo Julio Verne. Más allá de ellos, están los dioses, quienes observan la situación y para quienes
somos un simple divertimento.
Es interesante observar las miles de
referencias culturales que hace Pratchett en su obra. Es así como Cohen el
bárbaro, nos remite a Conán; Leonardo Da Quirm es una copia exacta a Leonardo Da
Vinci, los dioses son un batiburrillo del Olimpo y los dioses egipcios, a la
vez que se alimenta de mitos como el de Prometeo, el gato de Shrödinger.
.
Cabe destacar las ilustraciones de Paul
Kidby. Debo confesar que en materia de libros soy más dado a la parte escrita que
a la gráfica, y a diferencia de muchos amigos, que un libro tenga o no dibujos
carece de importancia, pero en este caso los gráficos son hermosos,
complementan de manera perfecta la historia y
le dan un valor único a este tomo.
Dioses de Mundodisco |
A la largo de las páginas y en una historia
que es aparentemente sencilla, el autor nos muestra reflexiones sobre la
mortalidad, la vejez, los caprichos de los dioses, la moralidad y la eternidad
del arte, la palabra y la música que quizá otros libros en apariencia más
solemnes y serios serían incapaces de igualar. Además es más atractivo pensar sobre estos temas con
una sonrisa en los labios que releyendo mil veces un denso párrafo para saber
si se entendió ¿no?
¿Quieren magia? ¿Quiéren diversión? ¿Humor a
raudales? ¿Un orangután manejando un cohete espacial sobre un mundo sostenido
por una tortuga gigante? Este libro es para ustedes. Por mi parte debo decir
que el señor Pratchett acaba de ganar un fan incondicional que está dispuesto a
iniciar la aventura que va por los 39 libros que conforman la saga. El
viaje apenas comienza :D
Algunos
apartes…
En
lo alto de la montaña, mientras se acercaban las ventiscas, hubo un resplandor
rojizo en la nieve, siguió allí todo el invierno, y cuando soplaron las
galernas primaverales los rubíes centellearon bajo el sol.
Nadie
recuerda al cantante. La canción perdura.
---
Zanahoria negó tristemente con la cabeza.
-Tal vez podríamos bajar a mirar.
-¡Haría falta un milagro!- estalló Ricewind
-Siempre queda la esperanza.
-¿Y qué? Siempre quedan también los
impuestos. Eso no cambia nada.
---
Forma parte de la naturaleza de las cosas que
quienes salvan al mundo de una destrucción segura a menudo no reciben una
recompensa enorme porque, como al final, no se produce la destrucción segura,
la gente no está tan convencida de cuán de segura habría sido, y por lo tanto
se muestran un poco reacios a la hora de repartir algo más sustancial que
simples elogios.
Cohen, el bárbaro. |
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