Este mes se cumplen setenta años del final de una de las batallas más sangrientas de la humanidad y que habría de marcar un punto de no retorno en la historia de la Segunda Guerra Mundial: Nos referimos a la batalla de Stalingrado, donde rusos y alemanes se enfrentaron a lo largo de cinco meses y en donde perdieron la vida aproximadamente cuatro millones de personas.
Esta batalla sería el comienzo del fin para la hasta ahora imbatible fuerza nazi que parecía invencible luego de sus victorias en Polonia, Holanda, Bélgica, Noruega y Francia. Después de Stalingrado, nombres como los de Zhukov, Chuikov y Yeremenko habrían de volverse inmortales y se despertaría esa ancestral furia que golpearía las puertas mismas de Berlín un par de años después, devastándola hasta las cenizas.
Antes de proseguir, no es mala idea hacer un recuento de los hechos que desembocaron en esa carnicería.
Dos alegres compadres
Dos hombres. Dos tiranos. Dos seres que afirmaban venir de ideologías complemente diferentes pero para quienes la vida humana no tenía ningún valor, como lo demostraron con sus acciones. Hablo desde luego de Adolf Hitler, el führer alemán, y Josef Stalin, líder absoluto de la Unión Soviética.
Ambos tenían en común el narcisismo, el desprecio por quienes gobernaban, y el manejo de los países más poderosos de la Europa de mediados de los años treinta. Cada uno envidiaba y temía el otro, pero supieron disimularlo muy bien cuando firmaron el pacto Ribbentrop-Molotov de no agresión el 23 de agosto de 1939, pocas semanas antes del comienzo de la guerra.
Si bien el pacto se cumplió un par de años, Hitler anhelaba conquistar la Unión Soviética, era una parte fundamental en su plan de invadir el este de Europa, fue así como el 22 de junio de 1941 iniciaría la llamada Operación Barbarroja, que era el comienzo de la invasión del territorio soviético.
En un principio el ejército nazi parecía imparable y estuvieron a punto de tomar Moscú, sin embargo, al Tercer Reich, se le pasaron por alto dos hechos fundamentales: la voluntad rusa y más importante aún, el invierno de 1941, que fue uno de los más fríos en la historia de ese país llegando hasta los -55 °C, congelando no solo la maquinaria alemana sino a los mismos soldados, quienes no estaban preparados para ese temperatura. A este clima se le llamó ‘El general invierno’ y provocó la retirada germana, ocurriéndole lo mismo que a Napoleón un siglo antes.
La ciudad de Stalin
Sin embargo los alemanes no se dieron por vencidos y a pesar de retroceder siguieron su campaña en tierra soviética, logrando algunas victorias.
Stalingrado, cuyo nombre original era Tsaritsyn, rebautizada en honor al líder soviético, era una ciudad industrial y que a primera vista no parecía fundamental en los planes de ocupación; sin embargo, y debido a la tardanza de la conquista de esa nación, Hitler se encaprichó con esa ciudad, llegando a creer que si la tomaba podría decidir a su favor el curso de la guerra.
El encargado de llevar a cabo el sometimiento de la ciudad fue el general Friedrich Paulus, quien estaba a cargo del VI Ejército Alemán y que tenía a su mando a más de 700.000 hombres.
El ataque comenzó el 23 de agosto de 1942 de manera salvaje, siendo la ciudad bombardeada de manera inclemente, tanto de manera aérea como por la artillería. Sin embargo, el pueblo resistió y no dio su brazo a torcer peleando de manera heroica a pesar de la inferioridad numérica y de armamentos.
A pesar de todo, la moral rusa estaba por los suelos. En esa situación se nombraría a Vasili Chuikov como Comandante del Éjercito de Stalingrado. Al ser interrogado por sus superiores sobre cuál era la misión que tenía, respondió imperturbable: “Defender la ciudad o morir en ella”.
VASILI CHUIKOV
Rattenkrieg
A mediados de septiembre la ciudad estaba prácticamente en ruinas y a pesar del constante asedio no caía. La batalla era de tal ferocidad que se combatía casa por casa, escombro por escombro.
Los alemanes bautizaron a esto como el Rattenkrieg o guerra de ratas, donde debían combatir a través de las mismas ruinas que ellos habían provocado. Sin embargo esto fue gran ayuda al ejército rojo, quien implementó ‘La academia de lucha callejera de Stalingrado’ la cual consistía en emboscadas ocasionales a los alemanes.
Durante este periodo también se destacaron los francotiradores rusos, comandados por Zaitsev (cuyo nombre significaba liebre) quienes aniquilaron a varios alemanes, siendo capaces de ocultarse por horas entre la nieve hasta lograr su objetivo e ideando ingeniosas técnicas para eliminar el mayor número de enemigos.
Stalin implementó una nueva orden, la 227, a la que pronto se le conocería popularmente como la orden‘¡Ni un paso atrás!’, la cual decía que la ciudad debía ser defendida hasta la muerte y en donde todo soldado que tuviera la intención de retirarse o rendirse debía ser fusilado en el acto. Esta directiva no solamente se aplicó a los soldados sino también a todos los civiles que simpatizaran o se sometieran ante el enemigo. Fueron cientos los ciudadanos que fueron asesinados por sus compatriotas bajo la acusación de traición.
Mientras tanto Hitler desesperaba y presionaba cada vez más a Paulus, quien veía como el número de sus hombres disminuía a la vez que llegaban refuerzos a su contraparte. El general sufría de disentería y ataques nerviosos que degeneraron en un tic en su ojo izquierdo.
Operación Urano y rendición
Llegó el invierno y las fuerzas alemanas al igual que el año anterior se vieron afectadas por las inclemencias del tiempo; sumado a eso, las fuerzas soviéticas idearon un nuevo plan, La Operación Urano, diseñado para someter al VI Ejército Alemán.
Esta consistía en una maniobra de pinza cuyo objetivo era cercar las ya menguadas fuerzas del general Paulus, quien suplicaba refuerzos y abastecimientos a Berlín, ayuda que a pesar de las promesas de suministro aéreo por parte Hitler y Herman Goering (Jefe máximo de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana) nunca ocurrió.
Muy pronto empezaron a darse los primeros casos de inanición y congelamiento dentro del ejército alemán, quien soportaba de manera estoica los ataques. El 24 de noviembre se implementó la Operación Urano y ya ningún alemán pudo escapar de Stalingrado. Aproximadamente 250.000 hombres quedaron completamente cercados en lo que muy pronto se conocería como Der Kessel (el caldero) donde se dieron brotes de epidemias y enfermedades debido a las condiciones del encierro.
Hitler, consciente que la batalla estaba perdida, nombró a Paulus, Mariscal de Campo, con la esperanza que este se suicidara antes de rendirse pues nunca en la historia del ejército alemán un mariscal se había dado por vencido. Sin embargo, el general alemán, completamente defraudado por su Führer habría de rendirse a Chuikov y los rusos el 2 de febrero de 1943.
Después de la batalla
Esta sería el comienzo del final del nazismo, pues las fuerzas de Hitler nunca más conseguirían una victoria en el este de Europa y empezaron a replegarse hasta el fin de la guerra en 1945.
Un día después de la batalla, un iracundo coronel ruso detuvo a un grupo de prisioneros de guerra alemanes entre los escombros de Stalingrado y les gritó: “¡Así va a acabar Berlín!”. Los alemanes, en su soberbia, habían despertado a la bestia dormida rusa y pagarían muy caro su error al ver a su hermosa capital destruida por el Ejército Rojo en mayo del 45.
Durante la conferencia de Teherán, en diciembre de 1943, Winston Churchill le entregó al pueblo ruso la espada de Stalingrado, la cual tenía en su hoja un mensaje del rey de Inglaterra que decía: “A los ciudadanos de corazón de acero de Stalingrado, un obsequio del rey Jorge VI como prenda del homenaje del pueblo británico”. Asimismo el poeta chileno Pablo Neruda escribió su poema Nuevo canto de amor a Stalingrado, donde con sus versos exaltaría el coraje de esa ciudad y del pueblo ruso.
Actualmente en la colina de MamayevKurgan, en la ciudad de Volgogrado (anteriormente conocida como Stalingrado), se eleva una gigantesca estatua de 85 metros llamada la Estatua de la Madre Patria, que representa la voluntad del pueblo ruso y está construida en conmemoración de esta cruel batalla con la esperanza de que nunca más se vuelva a repetir.
Nota: Muchas de las notas y datos son extraídos del excelente libro Stalingrado, escrito por el historiador inglés Anthony Beevor donde hace una detallada descripción de esta batalla y que recomiendo sin dudarlo a quien le interese el tema.
Artículo publicado originalmente en la revista digital argentina Piso 13: http://www.pisotrece.com.ar/index.php/arte-cultura-x/767-stalingrado
Muy buena entrada. Y aún mejor Beevor, he leído casi todo lo que ha publicado en castellano y creo que es uno de los historiadores más completos y amenos de leer. Espectacular también Berlín 1945 La caída.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por leerme, Al.
ResponderEliminarDe acuerdo, Beevor es magnífico. El libro que mencionas, el de Berlín, lo he devorado un par de veces y siempre descubro nuevos detalles. Ayer vi un libro suyo llamado SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, no lo pude comprar por su precio pero aún sigo babeando por él. :D
Ahora estoy leyendo VIDA Y DESTINO de Vassili Grossman, te lo recomiendo a ojo cerrado. Es un poco largo (1100 páginas en letra pequeña) y a veces puede ser un poco denso, pero es una verdadera joya de arte.
Excelente reseña, Tulio.
ResponderEliminarDesconocía por completo todos los pormenores de la batalla, y a sido de sumo agrado, y muy educativo, leerte. Te felicito.
¡Saludos!