Más allá de lo estúpido de
la afirmación y del poco interés que García Márquez, quien no era religioso,
podría tener en los deseos de una politiquera de poca monta,
el tema puede generar un debate interesante, ¿es posible que ese sea el destino
final del escritor?
Mi respuesta es que no, pero
no por las razones que cualquiera podría imaginar. Creo que él no irá al
infierno sencillamente porque toda su vida estuvo en él.
Y no me refiero solamente al
Nobel. Cualquier persona que alguna vez haya cogido el sendero de la pluma está condenado a vivir el infierno en
vida: Se escribe por una pena muy
grande, un fantasma que no se va, una inquietud que ronda la mente y el alma
del escritor muchas veces incluso por décadas, hasta que es capaz de expulsarlo todo en
medio de botellas baratas de licor, montañas inconcebibles de nicotina y noches
de insomnio guiadas por la voces de quienes ya no están.
El infierno del escritor es
la vida, la impotencia de no poder querer moldear el universo a su antojo, de
querer ser leído así sea por una sola persona, generar un cambio o dejar un
registro a la inmortalidad en páginas guiadas por los excesos, alegrías y
desasosiegos de cientos de historias que revolotean cual mariposas en los
rincones olvidados de la mente a la espera de ser encontrados y existir.
Todas las novelas, cuentos,
poesías y ensayos buscan huir del peso de la vida, de la fragilidad de una
existencia y sus rutinas. No es necesario morir para encontrarse a las puertas
del inframundo, muchas veces una página en blanco y una idea que no se es capaz
de plasmar a pesar de la desesperación por hacerlo, pueden cumplir perfectamente este papel.
Siempre he concebido que se
escribe porque no se está conforme con el mundo que nos tocó vivir. La mayoría
de las personas terminan rindiéndose al peso de la vida, a encontrar una pareja
que medianamente la soportará a pesar de querer ahorcarla a veces, a un perro,
a los hijos que habrán de llegar, a cambiar los sueños por hipotecas, las
inquietudes por carros y universos infinitos y eternos por viajes a la playa.
El escritor termina, a pesar de sí mismo, rindiéndose a estos designios, pero siempre
buscará algo más allá de lo que la vida le ofrece y eso es lo que intenta hacer
en las cientos de páginas que escribe de manera frenética en soledad.
Habrá que decirle a la
señora Cabal, a quien por cierto le gusta apadrinar grupos neo nazis, que su
deseo llega un poco tarde y que el señor García Márquez llegó al infierno el
primer día que tomó un lápiz para plasmar una de sus maravillosas historias,
pero dudo que ella entienda, al fin y al cabo es Uribista.
Respecto a esto, de la forma más egoísta posible, que mi felicidad es que hayas encontrado tu infierno. Mi escritor favorito
ResponderEliminarFe de erratas: "Respecto a esto, de la forma más egoísta posible, sólo podré decir que mi felicidad es que hayas encontrado tu infierno. Mi escritor favorito"
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