miércoles, 23 de diciembre de 2015

Demasiada navidad

 Me despierta el estruendo. No sabría decir cuántas horas llevo dormido encima de la barra. Es noche de navidad  y tengo un sombrero ridículo en la cabeza, corrijo es noche de navidad, tengo un sombrero ridículo en la cabeza, estoy ligeramente embriagado y tengo el corazón roto en mil pedazos.

Levanto la vista, no hay nadie en el bar a excepción del mesero  que me observa con preocupación. Miro la botella de vino de la que estoy agarrado como un náufrago a una tabla o un bebé a una teta. Está vacía.

-Otra botella, por favor –digo mientras el otro me mira con un leve reproche pero alza los hombros y la trae­-. Bueno, pero que esto no parezca un funeral, ¿brindarías conmigo?

El hombre vuelve a alzar los hombros y trae dos copas.

-¿Por qué brindamos? No por las que se van, ni por las que vienen, ya habrá tiempo de pensar en ellas –detallo su rostro y comprendo finalmente a quién se parece- Oye, hoy es navidad y celebramos tu nacimiento, ¿no?

-Muchas gracias, señor  –responde el mesero, siguiéndome la corriente-.

-A tú salud, entonces…

Me dispongo a tomar la copa cuando la campanilla de la entrada suena. Un anciano gordo, barbado, sucio y sudando como un animal entra en el bar, lo acompañan una banda de siete enanos.

-¿Dónde está el cumpleañero? –grita el viejo acercándose al mesero, abrazándolo- Oye, antes de celebrar sírveme lo de siempre….

-¿Malta para los renos también? –responde el mesero.

-Desde luego, desde luego –se ríe el viejo con una especie de ho ho ho que me recuerda a un fuelle o algo parecido.

El mesero carga un galón de una bebida oscura pero antes de salir deja en la mesa del extraño grupo una botella de whiskey.  El viejo y los enanos empiezan a tomar, los chiquitines toman como cosacos pero no hablan mientras el panzón ríe y grita más de lo que toma.

-Oye tú, hijo –me llama- ¿quieres sentarte con nosotros a tomar una bebida de verdad?

En casa me enseñaron que es de mala educación despreciar una invitación y más si se trata de licor, así que me levanto y me dirijo hacia el extraño grupo.

-Muy bien, muy bien –me dice el viejete mientras corre a uno de los enanos- siéntate acá…mi nombre es Nicolás y estos son Alvi, Gabi, Cruci, Boni, Crici, Ani y Keli.

El trago es realmente bueno y me pierdo en su parloteo y los gruñidos sin sentidos de estos Oompa Loompas versión descontinuada. Habla del frío que hace en el polo norte, en el cuidado de los renos, la producción de regalos y lo mal que va el negocio y en los niños…pequeños tiranos chillones y mocosos, sino fuera porque estaba obligado a hacer lo que hace, dice mientras sorbe otra copa de whiskey, hace rato habría degollado a más de uno, y es que carajo jo jo, a veces creo que Herodes era un santo. Al rato no sé quién está más ebrio, si el rubicundo anciano, su recua de enanos o este servidor. Va a agregar algo más cuando la puerta se abre nuevamente.

Los recién llegados son un par de árabes y un negro. Están regiamente vestidos y su presencia es imponente aunque un poco soberbia. Dos llevan cofre en sus manos y el tercero una cadena que al final lleva incienso.

-¿Es aquí donde se celebra el cumpleaños? –pregunta el que parece ser el líder de ellos sin ocultar su cara de desagrado por el sitio.

-Debe serlo –replica el negro-. La estrella no miente.

-A darle por culo a la estrella –replica el tercero con acento español fuertemente marcado-. Hemos seguido la jodida estrella por Estambul, Cafarnaúm y casi nos linchan en Jerusalén. De acá no me muevo. Oye tú, muchacho –dice mientras me señala, tráenos un poco de sangría.

A estas alturas de borrachera no pienso desobedecer y no sólo encuentro una jarra de sangría detrás de la barra sino otra botella de whiskey que llevo a mi  grupo.

El viejo sigue tomando pero ya no se ríe y no deja de mirar a la mesa de los árabes. Finalmente no se contiene….

-¿No deberían estar buscando el camino hacia España? Para no llegar tarde, en el puto mes de enero como siempre.

-Vaya, vaya, nos habla la valla andante de Coca Cola –replica uno de los árabes-. ¿No deberías estar sentando niños en tu regazo?

-Siempre he tenido una duda –responde el viejo panzón ignorando el comentario anterior- ¿Cómo es que se llama el negro? Nunca he aprendido a saber quién es quién.

-¡Es afro! –dice el negro agitando la cadena del incienso y luego lanzándosela al decrépito e impactando en la cabeza de uno de los pequeñajos con cara de viejo.

Y allí se arma Troya. Los gnomos, el viejo se abalanzan sobre los extranjeros. Puño va, puño viene y yo observando toda la situación sin meterme con nadie hasta que uno de los duendes en medio de una jeringoza incomprensible se aferra mi pierna cual perro en celo y me muerde, yo no hago otra cosa que sacudirme y lanzar a este Critter de los infiernos contra una mesa.  Ciego de ira y de alcohol me abalanzo sobre la turba y golpeo, muerdo y aruño sin importar a quien.

De repente, se abre nuevamente la puerta.

Cinco árabes más, de aspecto humilde y cargando ovejas entran. Perfecto, no me sorprendería que en  cualquier momento entrará el FBI y nos arrestará a todos pensando que es la convención anual del Al Qaeda.

-Salaam – dice uno de ellos- es aquí la reunión para el cumpleaños de….

No dejan terminar al pobre Moro porque una botella arrojada por quién sabe quién  le impacta en la cabeza.

-¡Maktub! –grita uno de sus acompañantes y con sus acompañantes arremeten contra la turba.

El zafarrancho es impresionante, recibo puños, patadas de duendes, viejos, árabes y negros, una oveja me muerde y yo la pateo. Doy tantos golpes como recibo, y el lugar es un desastre, hay vidrios, mesas y sillas rotas, el alcohol se riega con tanta prodigalidad como la sangre pero nadie ceja en su furia. De repente se escucha un grito superior al jaleo.

-¿Qué carajos está pasando aquí? –exclama el mesero quien vuelve acompañado de un par de renos.

Todos se detienen y se empiezan a mirar apenados.

-Lo que dije era amaos los unos a los otros, no ‘cascaos’. Amaos, carajo, amaos.

-Empezó Nicolás –dice el negro mientras apuntaba al viejo.

-¡Me importan dos peces y panes quién empezó! –sigue gritando el mesero- Me hacen el favor y se disculpan todos y celebramos el jodido cumpleaños de una vez.

Todos se levantan y empiezan a darse la mano y abrazarse. Un par de enanos se abrazan amistosamente a mis piernas, uno de los árabes elegantes me abrazan sacándome el aire, una oveja me lame la cara  y el viejo me dice “este año has sido un buen muchacho, para el próximo te regalaré una mujer que no joda”, “No prometas imposibles”, le respondo mientras lo abrazo.

-Mucho mejor –dice el mesero- Ahora acomódense todos juntos que voy a tomar una selfie del grupo.

Nuestros cuerpos han visto días mejores. Entre nosotros hay varias narices, costillas, cabezas y huesos rotos lo cual no impide que sonriamos para la foto.

-Muy bien –dice riendo el cumpleañero- digan todos ¡FELIZ NAVIDAD!



6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias por leerme! Y sí, quedó bonita la selfie ;) Feliz navidad para vos también, Alfred.

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  2. Excelente cuento Tulio! Aquí el mío. http://goremistico.blogspot.com.co/2015/12/navidad-y-un-menage-trois.html?m=1

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    1. Genial y recomendado tu cuento Gaby. Ya pasé por ahí y comenté :D

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  3. Sencillamente excelente, Tulio.
    Feliz navidad para vos y los tuyos.

    Comparto este cuento.

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    1. Muchísimas gracias por leerme. Un honor y un placer que te gustara. Felices fiestas para vos y para los tuyos, Facu.

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