viernes, 16 de septiembre de 2011

Monopoly Colombia

Me entusiasmé al ver la versión colombiana del famoso juego Monopoly. Siempre había querido una versión criolla del juego, no le veía mucha credibilidad a un juego en el que los billetes son de colores pastel y en el que la meta es llegar a ser como ese dandy inglés que sale en la portada. Siempre he creído que un requisito fundamental para tener un monopolio es tener cara de perro bravo como Rupert Murdoch o Julio Mario Santodomingo.
En esta nueva versión no se siguen las normas, no hay ningún orden, ni reglas, es decir lo típicamente colombiano. Ahora las fichas representan un partido político: Está la azul Conservadora, la roja Liberal, la amarilla Polo –el jugador que escoja esta ficha deberá esperar cuatro turnos mientras las directivas del partido se ponen de acuerdo y dejan de pelear- , la Verde U –que también puede ser Verde Para, dependiendo de la inclinación del jugador- y en épocas de corrección política y para evitar una demanda por discriminación, está la ficha Afro.
Los billetes son los viejos de diez mil –aquellos donde aparecía la india- que detrás tienen un rótulo que dice ‘Banco de Valledupar’, para recordar ese incidente tan pintoresco y coqueto  de nuestra historia patria. El jugador comienza su juego con $190.000, que a pesar de ser considerada como una fortuna por los miembros del Gobierno (que se gastan el triple en una salida a rumbear) no alcanza ni para tanquear dos carros de Senador de la República. Por esta razón, el jugador debe hacer lo mismo que hace en la vida real para llegar a fin de mes: Robar, evadir impuestos, estafar, pedir fiado y comprar artículos piratas en el San Andresito.
El objetivo del juego no es solamente tener el mayor número de propiedades sino obtener más licitaciones, chuzar a los oponentes, lograr reelecciones como dueño del juego de manera indefinida, obtener más poder así haya que aliarse hasta con el diablo y eliminar a la competencia. Vamos, lo que hace un empresario o político colombiano que se respete
Lo más importante es analizar las propiedades antes de comprarlas. Por ejemplo, no se recomienda comprar la calle 26 de Bogotá construida por el Grupo Nule: Vale ocho millones y la construcción de una mísera casa se puede demorar más de diez rondas, tampoco es recomendable comprar fincas en zonas rurales porque las vacunas que hay que pagar a la guerrilla puede quebrar al jugador en pocos turnos. Por el contrario, se recomienda comprar balnearios en Girardot y Melgar en donde se puede poner música de Charlie Zaa a todo volumen, Andrés cara de Res en donde un vaso de agua vale lo mismo que una botella de whiskey y playas en la costa donde se cobran precios astronómicos por el agua de coco y las chaquiras que hacen las mujeres afro.



Uno de los cambios más importantes es que como en el país tenemos los mejores delincuentes  en contraste con la policía más mala del universo, y las pocas cárceles que hay están sobrepobladas o ni siquiera les llega el agua, esta casilla ha sido removida del tablero original y reemplazada por una nueva, ‘Purgatorio’, a donde debe ir el jugador cada vez que lo matan. Y nada más fácil en Colombia que perder la vida…para empezar, los Conservadores lograron cambiarle el nombre al acto de llegar a la misma casilla que un rival: Lo que antes se conocía como ‘comer’ –y que en opinión de los azules era altamente pecaminoso- ahora se llama ‘quebrar’ y lo manda directamente al Purgatorio.
Otras posibilidades de ir a este lugar son con las típicas cartas de castigo adaptadas especialmente con situaciones autóctonas: ‘Eres hincha del Santa Fe y te encuentras rodeado de veinte hinchas del Millonarios’, Purgatorio. ‘Estas en una fiesta y te encuentras con Julio Navas borracho’, Purgatorio y se le quita la nariz de un mordisco al jugador. ‘Salida con Bolillo Gómez a Bembé’, paliza fija y Purgatorio aunque el jugador se merezca los golpes. ‘Eres joven de Soacha contratado para trabajar en el campo con buena paga’, Purgatorio y publicación en la prensa de Monopoly como falso positivo. Otras no son mortales pero si molestas como la que dice ‘Estás en un trancón en el centro’, donde el jugador debe dejar pasar tres turnos mientras sale del atraco’, ‘Paseo Millonario’ donde el jugador debe dar toda la plata y agradecer que no lo manden al Purgatorio, o ‘Debes leer una columna de E. Yamhure, Fer Londoño o el J Obdulio para seguir avanzando’, lo cual puede ser mucho peor que pasar una temporada en el purgatorio.
Pero no todo es malo, también están las fichitas esas que dan beneficios: ‘Has ganado un contrato con el Estado’ donde el jugador puede sacar toda la plata que le dé la gana del banco y no hacer más; ‘Eres presidente del Senado’ con lo que se tiene derecho a dos carros –aunque, por desgracia, sin gasolina incluida-, ‘Modo Roy Barreras’ en el que el jugador puede ser un verdadero camaleón y usar la ficha que le dé la gana sin guardar lealtades por nadie, o ‘Eres gurrecito pero arrechante’ lo cual le dará la opción al jugador de aparecer en la revista erótica de moda aunque no en la portada sino en páginas interiores.
Gana el jugador con más maña, maldad, hipocresía, alevosía y engaño haga gala. Es decir el jugador más colombiano, que celebrará su ‘malicia indígena’ tomando aguardiente –pero poquito porque es un juego familiar-, riéndose con las pendejadas de ‘Suso el paspi’, escuchando a Juanes y gritando: ‘Que orgulloso me siento de ser un buen colombiano’

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