Una foto polémica

Se ha creado una polémica por una foto publicada en la revista  española ‘Hola’. En la publicación, aparece una  familia caleña, las Zarzur, posando para la cámara. Al fondo se ve una piscina gigante, majestuosa, y finalmente, a lo lejos, se ve en su esplendor, la ciudad de Cali. Pero antes de la piscina y la ciudad, detrás de la sonrientes mujeres Zarzur se ven un par de empleadas domésticas: Dos mujeres negras que cargan unas bandejas de plata. Lo indignante de la foto es que las trabajadoras no miran a la cámara sino que lo hacen entre sí, confundiéndose con el decorado y dando un aspecto terriblemente clasista, digno de una postal feudalista del siglo XVIII.

Hay que tener en cuenta que la revista 'Hola' donde fue publicada la foto, es ese tipo de publicaciones zafias y sin sentido, de ricos y para ricos (a excepción de uno que otro arribista que no se la pierde), donde se enteran de la movida de sus semejantes, o por lo menos lo que  aquella  elite considera sus iguales, donde créame, querido lector, no entran ni usted ni yo.

Fanfarronería, estupidez y ego desmedido son las protagonistas de este tipo de revistas. ¿No me creen?  Lean el pie de la foto de marras: "Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca (Colombia) en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali".

Más allá de la ridiculez del texto, (¿Qué tal lo del Beverly Hills de Cali?) se nota un arribismo, una urgencia por  querer ser de otro país, en este caso de los Estados Unidos, francamente patética. En eso no me meto, cada uno tiene el derecho a tener los complejos que se le den la gana sin que le jodan la vida.

Pero la foto si me molesta. Y mucho. Aunque no de la manera en que se tergiversó la discusión: No creo que el hecho de que las empleadas del servicio fueran negras sea el meollo del asunto. No opino que se trate de un asunto de racismo exclusivamente (aunque creo sin dudas hay trazos del mismo)

La foto es incómoda porque muestra como ve la oligarquía (y no solamente de Cali sino de todo el mundo) a aquellas personas que por una u otra razón no nacieron con la misma suerte, oportunidades o  posición social que ellos. Si no fueran negras las que estuvieran en esa posición sino indígenas, mestizas, trigueñas o blancas, la foto me parecería igualmente repudiable.

Esa imagen es la deshumanización de la persona, convertirla en objeto, en parte de la decoración para la diversión de los  lectores de la susodicha revista y en busca de causar admiración o por lo menos envidia. Un “Wow ¿Viste a las Zarzur? Qué elegancia, la piscina, preciosa, al igual que el sofa  y se ve que saben como tener a la servidumbre. Muy bien puestas en su lugar”.

Entrevistaron la señora Rosa Jaluf de Castro, una de las protagonistas de la foto (no sé cuál de  ellas sea),  la cual  se mostró sorprendida por la polémica suscitada. Empezó su defensa enumerando todo lo que ha hecho por la ciudad (aunque se le olvidó mencionar que no fue por filantropía sino que ella también se vio beneficiada por sus negocios –y esto no es, para nada, un reproche- ) y afirmó que no hay nada de deshonroso en el trabajo de empleada del servicio.

Y no, no hay nada de que avergonzarse en el trabajo, concuerdo en la señora Jaluf en eso. A lo que no hay derecho es a la humillación,  a convertirse  en un  juguete, un adorno, diversión para el  capricho de unos pocos, en que se crea que no hemos avanzado nada para seguir usando imágenes dignas de una hacienda de caña de hace dos siglos.

Lo grave del asunto no es la foto, ni el mensaje que se envía, ni el simbolismo de la imagen; lo verdaderamente grave es que las Zarzur y la sociedad crean que no hay nada malo en ello. Quizá el día en que las altas esferas del poder comprendan que quienes están por debajo de ellos son más que un adorno podrá hablarse de un verdadero cambio.

Coda: Una de las personas que más he querido en la vida fue una empleada negra que  trabajó por más de cincuenta años en la casa de mi abuela. Se  llamaba María Antonia pero siempre se le conoció  con cariño como ‘La nana’ (a excepción de mi abuela que le decía ‘la negra’, pero sin ninguna mala intención). La nana estuvo presente con su amor y dulzura durante la niñez de mis primos, la mía propia y la de mi hermanita. Murió de vieja gozando de un merecido descanso en casa de mi tía; fue llorada y hoy es extrañada con muchísimo cariño. Preferiría quemar las instalaciones de la  revista ‘Hola’ antes de permitir que apareciera en segundo plano, sosteniendo una bandeja mientras mira al infinito.