En el foro no sólo he compartido noticias y opiniones sino que también he hecho grandes amistades con excelentes personas, muchos de ellos escritores excepcionales. Hace poco se realizó un concurso de relatos y obtuve el tercer puesto con el relato 'Domingo en la mañana, el cual comparto con ustedes y espero les guste y desde luego, comentarios y críticas para mejorar.
Tm69
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Domingo
en la mañana
A pesar de lo que temía, no
llovió en la madrugada. La aurora llegó limpia, diáfana; el amanecer con sus
colores pastel apareció con inusitado brillo. Ocurrió mientras ordeñaba las
vacas en el corral, previamente había recogido la mierda de los caballos y
había ido al gallinero a alimentar las aves y ver cómo estaban.
Carlos sólo interrumpió la
rutina en ese momento. Había salido a campo abierto y observado extasiado
mientras la gigantesca bola de helio se elevaba. Le gustaba contemplar el
momento en el que el cielo cambiaba de color siendo testigo de ese espectáculo
mágico. En el colegio le habían puesto a leer ‘El Principito’ y se había
sentido identificado con el protagonista en su admiración por el sol, pero él
prefería los amaneceres al ocaso. Si fuera un poco mayor se habría sentido como
un dios contemplando el proceso de la creación, pero aún era un niño y no
pensaba, simplemente sentía.
Después de terminar las labores
de esa mañana se fue para la casa. Se bañó, se arregló y se puso la camisa roja
que le había regalado la abuela en su cumpleaños. Cuando salió del cuarto, su
mamá ya le tenía listo el desayuno.
––¿A qué horas quedó en venir
Ricardo? –le dijo a manera de saludo.
––No sé mamá, me dijo que
aproximadamente a las nueve llegaba.
––¿No es muy tarde? No quiero
que se queden mucho tiempo en la ciudad –dijo mientras hacía un mohín.
Carlos sabía que su mamá
siempre hacía mohines o un pequeño gruñido de desaprobación cuando las cosas no
salían de acuerdo a su voluntad, pero con respecto a Ricardo de nada valían las
quejas; tenía un magnetismo especial, casi mágico sobre la gente y nadie, ni
siquiera su madre, se le resistía.
En el momento en que el reloj
que había pertenecido al abuelo –que en paz descanse, digo amén––, anunció las
nueve en punto, llegó Ricardo. Carlos podía apostar –y de seguro habría ganado––
que el joven había llegado un poco antes pero había optado por entrar a la casa
con las campanadas del reloj de manera espectacular. Si vas a ser amigo de
Ricardo tienes que acostumbrarte a lo teatral.
––Muy buenos días, doña Olga
–dijo Ricardo mientras le besaba una mano y la miraba a los ojos.
––Ricardo, Usted siempre tan
galante –dijo la aludida ruborizándose un poco.
Y fue encantador. Como siempre.
En diez minutos habló del invierno que se acercaba, de la obra que iban a
representar en la escuela –él tenía, como no, el papel principal––, de la
colecta que estaba organizando para ayudar a reconstruir la finca de Don
Abundio arrasada por un incendio y hasta se dio el tiempo necesario para
reprender a Carlos por no tender la cama antes de irse a estudiar.
“No olviden estar de vuelta a
las seis de la tarde para ir a misa”, gritó doña Olga cuando los niños ya
estaban saliendo; Ricardo se puso ambas manos alrededor de la boca y
amplificando la voz respondió, “A las cinco en punto estamos acá doña Olga, yo
le cuido a su muchacho”.
Montaron en las bicicletas y
empezaron a abrirse camino a través del pueblo. Esa era la parte favorita del
paseo para Carlos: Pedalear, sentir el aire entrar puro y a raudales por sus
pulmones, le gustaba el sol en su espalda y el sudor cayendo por el rostro.
El pueblo estaba a dos horas de
la capital. El Evento estaba programado para el mediodía; después de que
terminara, recorrerían las calles y seguramente Ricardo lo invitaría a comer
una hamburguesa con coca cola o quizá un algodón de azúcar si tenía suerte; se
quedarían en la Plaza
Principal y esperarían dos o tres horas mientras recuperaban
energías y emprendían el camino de vuelta. ¿Era una estupidez emprender un
camino tan largo? Para algunos podía parecerlo, desde luego, pero El Evento
valía la pena.
Iban con el tiempo exacto por
lo que Carlos se sorprendió cuando Ricardo se orilló y detuvo por completo.
––¿Sabes dónde estamos?
–preguntó mientras se secaba el sudor de la frente.
––Claro –respondió Carlos como
si fuera la cosa más obvia del mundo––, esta es la finca de don Andrés.
––Exactamente. La finca de don
Andrés en donde se dan las naranjas más sabrosas del mundo.
––No irás a…
Demasiado tarde. Ricardo ya
había agarrado dos naranjas gigantes y maduras, cogió una para él y le lanzó la
otra a su compañero de travesía.
––¡No deberíamos! –Increpó
Carlos–– Si don Andrés se da cuenta, es capaz de pegarnos un tiro con su
escopeta…. Además, ¡Vamos tarde para la ceremonia!
––Te preocupas más que mi
abuela…el viejo Andrés no va a salir, créeme. Además hay que disfrutar de los
pequeños placeres de la vida ¡Cómete la naranja! ¿No está deliciosa?
Si lo estaba. Eran jugosas y el
líquido se les regaba a ambos niños por las comisuras empapándoles las camisas.
Estaban acostados mientras veían las nubes y jugaban a darle formas a las
mismas.
––Oye Ricardo….tú quién crees
que ganaría en una pelea ¿Gokú o Supermán?
––Esa es una pregunta idiota
–contestó el otro y volvió a devorar la fruta.
Carlos se sintió estúpido. A
veces se sentía así con su amigo. Se preguntaba en qué consistía su amistad: Él
apenas tenía once años, mientras Ricardo ya era un adulto con sus trece abriles
y podía hacer lo que le viniera en gana sin que los adultos lo importunaran
demasiado. Ignoraba la razón por la que no se metía con los jóvenes de su edad
pero en verdad disfrutaba mucho de su compañía. Avergonzado, iba a retractarse
de la pregunta cuando Ricardo la retomó.
––Sin duda ganaría Gokú –dijo
convencido–– es un hecho que ambos son extraterrestres pero Supermán no es
capaz de destruir un planeta mientras que el otro puede destruir la Tierra con un dedo y luego
teletransportarse a otro lugar si así lo quiere…bueno, vámonos que nos cogió el
entierro y no estamos de luto todavía.
Llegaron a la plaza
aproximadamente a las once y media de la mañana. Dejaron las bicicletas
aparcadas en un lugar autorizado. A pesar de ser pequeños o precisamente por
ello, pudieron colarse a través del gentío que estaba reunido en la Plaza Principal y
llegar hasta los primeros lugares. No esperaron mucho hasta que El Evento
inició y el transporte arribó al lugar.
Era un carruaje a la vieja
usanza. En la parte posterior estaba la jaula. Sus ocupantes estaban
silenciosos, indiferentes al bullicio que inundaba la plaza y ante la fruta
podrida que les arrojaban. Había algo heroico, poético en su actitud estoica y
muda, pero eso no importaba, nada lo hace para un condenado. Nadie escribiría
una sola línea en su honor, ni en sus ojos opacos y tristes ante la inminencia
de la muerte.
Ricardo y Carlos formaban ya
parte de la turba. Sus gritos enardecidos se mezclaban en esa discordancia de
sonidos provocados por el odio.
Allí, en esa multitud
vociferante y anhelante de sangre, se encontraba la igualdad buscada por tantos
filósofos, intelectuales y religiosos. Sus alaridos no buscaban amor, ni paz
sino la muerte, la feliz culminación del montaje.
Los caballos se detuvieron en
el centro de la plaza. Un policía sacó a empellones a los acusados quienes ni
siquiera se resistieron, y los despojó de sus harapos.
El público está pletórico,
exultante, reclamando, rugiendo por la estrella del espectáculo quien no demoró
su salida para el deleite de todos sus fanáticos.
Cubría su rostro con una
capucha similar a la del Ku Klux Klan pero de color negra, su ausencia de
camisa resaltaba un torso musculoso y perfecto pero surcado de cicatrices,
vestía igualmente unos pantalones oscuros.
En el momento en que levantó
los brazos de manera victoriosa, su público enloqueció y los flashes de las
miles de cámaras digitales destellaron como cientos de luciérnagas enloquecidas.
Seguramente al día siguiente –– si no en un par de horas–– los espectadores de
ese momento de odio subirían esos fragmentos de memoria en twitter y en
facebook convirtiéndose en la envidia de familiares y conocidos.
El verdugo hizo una señal con
sus brazos y mágicamente el sonido cesó. Agarró al primero de los acusados y lo
arrastró hasta un tronco donde acomodó su cabeza. Tomó con delicadeza el hacha
y sin perder más tiempo la dejo caer sobre el cuello del reo. Fue un corte
perfecto, la cabeza se deslizó con delicadeza como si fuera una pelota de
fútbol.
El ejecutor sumergió sus manos
en la sangre que empezaba a brotar del cuerpo sin vida del condenado y la
empezó a arrojar ante el público como si fuera agua. Los de la primera fila
fueron afortunados pues el fluido les empapó la cara y pudieron restregarse el
líquido con verdadero deleite.
La jornada fue productiva. En
total fueron quince las ejecuciones que se llevaron a cabo exitosamente ante
los vítores y exclamaciones de paroxismo del público; el suelo de la Plaza Principal
quedó manchado de rojo y el verdugo se despidió de sus admiradores hasta el
próximo mes, cuando dieran lugar las ejecuciones del mes de noviembre.
Lentamente todos fueron
abandonado el escenario: Los hijos de la manos de sus padres comentando
emocionados los pormenores del acto y la cara de los condenados, los novios que
iban abrazados el uno del otro felices por haber compartido otro día juntos,
quizá algún anciano cojearía mientras meneaba la cabeza refunfuñando porque las
ejecuciones habían perdido la magia que tenía en sus tiempos.
Ricardo y Carlos contemplaban
el lugar. Cada uno tenía un helado al que daban lametadas ocasionales. Estaban
en silencio, no hablaban sobre lo ocurrido, todas las acciones habían sido ya
guardadas en su memoria y en su corazón. Ahora sólo sentían el sabor del helado
que caía por su garganta y el frío de la sabana que empezaba a meterse por todo
el cuerpo.
El descanso había sido
suficiente, ya era hora de emprender el camino de vuelta a casa.
––Vamos Carlitos –apresuró
Ricardo––.No hay que llegar tarde a la misa del pueblo. Dios no nos perdonaría.
¡¡Excelente, Tulio!!...
ResponderEliminarEse giro a mitad de relato, donde todo venía onda "paz y amor" y, de buenas a primeras, comienza El Evento, verdaderamente un lujo: inesperado, atrapante, con descripciones ideales... ¡¡ Y qué final !!...
Agrego a las cuestiones respecto a las redes sociales y a la religión, capaces de generar un interesante debate luego de leer "Domingo en la mañana"... Interesante...
¡¡Gracias por compartir tu historia!! ... Me encantó...