viernes, 17 de agosto de 2012

El encanto de dos



“Nunca segundas partes fueron buenas” le dice el bachiller Sansón Carrasco a Don Quijote y Sancho Panza,  precisamente en el segundo tomo de las aventuras del Caballero de la Triste Figura y su desdichado y dicharachero escudero. Seré blasfemo, y quizá por tal atrevimiento merezca el infierno, pero contradiré a de Cervantes Saavedra y afirmaré que las segundas partes no solo son buenas sino que, en muchas ocasiones, son mejores que la primera.

 Hablemos de la vida en general. Cuando hacemos cualquier actividad la primera vez, estamos muertos del miedo, expectantes de si nos va a gustar o si la vamos a desempeñar bien. Es tanta la angustia que probablemente la experiencia sea un desastre completo o  nos sintamos avergonzados así la hayamos cumplido sin problemas. La segunda vez tiene más sabor, más picante, no hay sorpresas inesperadas, ponemos cara de Chuck Norris y nos lanzamos por la aventura sintiendo que tenemos el viento a nuestro favor.

Debo decir que siento una especial debilidad por las secuelas en el cine y parece ser que lucho contra el 99% de personas de los asistentes. Desde los críticos que solamente ven cine vietnamita mientras levantan pretenciosamente una ceja y fulminan a quien se coma una cripesta en el recinto, hasta los idiotas que creen que Crepúsculo es una joya de la filmografía contemporánea al que Casablanca le queda pendeja.

Pero defiendo mi punto de vista, creo que muchas continuaciones superan por mucho las primeras partes, enriqueciéndolas hasta extremos inimaginables y volviéndolas leyendas y parte de la cultura popular, y tengo puntos para demostrarlo.



Hay conocimiento del personaje principal: Ya sabemos que al Hombre Araña lo mordió una araña que le dio super poderes, que Superman es un extraterrestre, que los Corleone son una familia de mafiosos, que en una galaxia muy, muy lejana, los rebeldes luchan contra el imperio intergaláctico. Ese tipo de cosas que  se ve en una primera parte en la que  se demoran aproximadamente una hora en dar un perfil psicológico y aclarar cuáles son las motivaciones de los protagonistas, ya no son necesarias en la continuación porque ya están existen; de lo que se trata una segunda parte es potenciar esto a través de una trama inteligente.




Un reto mayor: En la primera parte aparece un villano, una dificultad que prueba la fuerza de nuestro protagonista, que lo reta a ir un poco más allá de sus límites. En las segundas partes, los enemigos ya no están para probar a los personajes principales: están para acabarlos, sin piedad ni una pizca de compasión.

¿No me creen? ¿Se compara un calvo Lex Luthor a un general Zod y sus dos esbirros que casi matan a Superman en Superman II?  ¿O acaso no es mayor el reto de Batman combatiendo a un maniático, anárquico y enloquecido Joker que a Ra’s Al Ghoul —con todo lo Liam Neeson que pueda ser— en la saga del hombre murciélago?  ¿O consideran ustedes peor un robot con forma de calavera y carne de Schwarzenneger  que una máquina de matar a la que no la afectan las balas y puede cambiar de forma líquida a sólida cuando desee?




Mayor crecimiento y evolución de los personajes: Es en la secuela cuando los personajes se dan la oportunidad de aprender, de crecer o, por el contrario, de sumergirse en la marea de la locura y la maldad.



Del chico tímido e inexperto que es Luke Skywalker, lo vemos convertido en un valiente y joven Jedi; de una cobarde y prudente Sarah Connor que huye de los Terminator en la segunda parte, la vemos convertida en una mujer de armas tomar, capaz de ir a la misma Skynet a partirle la madre al que se le atraviese;  de curiosos e inexpertos en el manejo del Delorean, vemos a Martin MacFly y al Doc Brown convertidos en unos expertos viajeros,  y nada de eso habría sido posible si no hubiera sido por las segundas partes.



Finales trágicos: Por lo  general, una primera parte debe terminar, si bien no con un final feliz del tipo “y comieron perdices”, hacerlo con una sensación de tranquilidad, que le haga saber al espectador que puede que las cosas no están solucionadas del todo, pero nuestros protagonistas podrán descansar… por ahora. En cambio, en una segunda parte, los directores apuestan a finales oscuros, negros, trágicos, en las cuales la desesperanza lo pinta todo y nuestros héroes están condenados a sucumbir ante las garras del mal, ¿y quién no disfruta viendo sufrir a los protagonistas?

Ejemplos abundan pero podría citar los más conocidos como el de la Guerra de las Galaxias, y no no hablo de la mediocre segunda trilogía, sino de la original. ¿Cómo olvidar ese final con Skywalker sin una mano, Han Solo prisionero y la terrible verdad revelada?  ¿O en El Padrino, esa imagen de Michael Corleone solitario en un banco, victorioso sí, pero embebido en épocas mucho más felices?  ¿Cómo olvidar a Frodo y Sam dirigiéndose a Mordor guiados por Gollum hacia una trampa, o a Batman huyendo porque “no era el héroe que la ciudad merecía sino la que necesitaba”?





Dos es exquisitez, tres son multitud: El punto anterior, el de terminar una segunda parte de manera trágica, se da principalmente porque las historias se piensan en trilogías (y no $é por qué pueda pa$ar), y si en la película del medio se plasma toda la tragedia, se espera que la tercera sea la que finalice con broche de oro, por lo general feliz. El problema surge cuando las terceras partes, por lo general, fallan de manera estruendosa. Esto ocurre porque, si la primera parte es la novedad y la segunda una nueva mirada a ese universo, la tercera pierde fuerza y buscando la sorpresa muchas veces se cae en el ridículo y el aburrimiento.



Casos abundan, pero podría decir que los ositos cariñositos que derrotan al Imperio en El regreso del Jedi son la cosa más ridícula y lamentable en el universo de la Guerra de las Galaxias (con el perdón de Jar Jar Binks); ni que decir en Alien 3 en la cual ni siquiera todo el talento de David Fincher es capaz de salvar a Ripley y sus aliens de una cinta soporífera después de una segunda parte llena de acción y emoción, eso sin contar con el despropósito que es Superman3,  X-Men 3 u otras por el estilo.

Otras terceras partes tienen una factura impecable, pero no llegan a la calidad de sus antecesoras porque el director quiere hacer una película más personal, menos centrada en el personaje como tal y más en él, sin que eso sea algo negativo.  Dentro de esa categoría podríamos incluir  a El Padrino 3 y El Caballero Oscura Asciende, la última de Batman.




Me dirán que así como hay segundas partes buenas hay otras que son pésimamente filmadas, ejecutadas, dirigidas y actuadas. No diré que no, pero preferiría que esta discusión se resolviera en un cuarto oscuro mientras vemos una maratón de segundas partes. ¿Están listos?



Artículo publicado originalmente por la revista argentina digital Piso 13:  http://www.pisotrece.com.ar/index.php/cine/373-el-encanto-de-dos

1 comentario:

  1. Muy bueno, Tulio. Excelente defensa de tu punto de vista.
    Coincido bastante con el mismo.
    Un abrazo...

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