“Nunca segundas partes
fueron buenas” le dice el bachiller Sansón Carrasco a Don Quijote y Sancho
Panza, precisamente en el segundo tomo
de las aventuras del Caballero de la Triste Figura y su desdichado y dicharachero
escudero. Seré blasfemo, y quizá por tal atrevimiento merezca el infierno, pero
contradiré a de Cervantes Saavedra y afirmaré que las segundas partes no solo
son buenas sino que, en muchas ocasiones, son mejores que la primera.
Hablemos de la vida en
general. Cuando hacemos cualquier actividad la primera vez, estamos muertos del
miedo, expectantes de si nos va a gustar o si la vamos a desempeñar bien. Es
tanta la angustia que probablemente la experiencia sea un desastre completo
o nos sintamos avergonzados así la
hayamos cumplido sin problemas. La segunda vez tiene más sabor, más picante, no
hay sorpresas inesperadas, ponemos cara de Chuck Norris y nos lanzamos por la
aventura sintiendo que tenemos el viento a nuestro favor.
Debo decir que siento una
especial debilidad por las secuelas en el cine y parece ser que lucho contra el
99% de personas de los asistentes. Desde los críticos que solamente ven cine
vietnamita mientras levantan pretenciosamente una ceja y fulminan a quien se
coma una cripesta en el recinto, hasta los idiotas que creen que Crepúsculo es
una joya de la filmografía contemporánea al que Casablanca le queda pendeja.
Pero defiendo mi punto de
vista, creo que muchas continuaciones superan por mucho las primeras partes,
enriqueciéndolas hasta extremos inimaginables y volviéndolas leyendas y parte
de la cultura popular, y tengo puntos para demostrarlo.
Hay conocimiento del
personaje principal: Ya sabemos que al Hombre Araña lo mordió una araña que le
dio super poderes, que Superman es un extraterrestre, que los Corleone son una
familia de mafiosos, que en una galaxia muy, muy lejana, los rebeldes luchan
contra el imperio intergaláctico. Ese tipo de cosas que se ve en una primera parte en la que se demoran aproximadamente una hora en dar un
perfil psicológico y aclarar cuáles son las motivaciones de los protagonistas,
ya no son necesarias en la continuación porque ya están existen; de lo que se
trata una segunda parte es potenciar esto a través de una trama inteligente.
Un reto mayor: En la primera
parte aparece un villano, una dificultad que prueba la fuerza de nuestro
protagonista, que lo reta a ir un poco más allá de sus límites. En las segundas
partes, los enemigos ya no están para probar a los personajes principales:
están para acabarlos, sin piedad ni una pizca de compasión.
¿No me creen? ¿Se compara un
calvo Lex Luthor a un general Zod y sus dos esbirros que casi matan a Superman
en Superman II? ¿O acaso no es mayor el
reto de Batman combatiendo a un maniático, anárquico y enloquecido Joker que a
Ra’s Al Ghoul —con todo lo Liam Neeson que pueda ser— en la saga del hombre
murciélago? ¿O consideran ustedes peor
un robot con forma de calavera y carne de Schwarzenneger que una máquina de matar a la que no la
afectan las balas y puede cambiar de forma líquida a sólida cuando desee?
Mayor crecimiento y
evolución de los personajes: Es en la secuela cuando los personajes se dan la
oportunidad de aprender, de crecer o, por el contrario, de sumergirse en la
marea de la locura y la maldad.
Del chico tímido e inexperto
que es Luke Skywalker, lo vemos convertido en un valiente y joven Jedi; de una
cobarde y prudente Sarah Connor que huye de los Terminator en la segunda parte,
la vemos convertida en una mujer de armas tomar, capaz de ir a la misma Skynet
a partirle la madre al que se le atraviese;
de curiosos e inexpertos en el manejo del Delorean, vemos a Martin
MacFly y al Doc Brown convertidos en unos expertos viajeros, y nada de eso habría sido posible si no
hubiera sido por las segundas partes.
Finales trágicos: Por
lo general, una primera parte debe
terminar, si bien no con un final feliz del tipo “y comieron perdices”, hacerlo
con una sensación de tranquilidad, que le haga saber al espectador que puede que
las cosas no están solucionadas del todo, pero nuestros protagonistas podrán
descansar… por ahora. En cambio, en una segunda parte, los directores apuestan
a finales oscuros, negros, trágicos, en las cuales la desesperanza lo pinta
todo y nuestros héroes están condenados a sucumbir ante las garras del mal, ¿y
quién no disfruta viendo sufrir a los protagonistas?
Ejemplos abundan pero podría
citar los más conocidos como el de la Guerra de las Galaxias, y no no hablo de
la mediocre segunda trilogía, sino de la original. ¿Cómo olvidar ese final con
Skywalker sin una mano, Han Solo prisionero y la terrible verdad revelada? ¿O en El Padrino, esa imagen de Michael
Corleone solitario en un banco, victorioso sí, pero embebido en épocas mucho
más felices? ¿Cómo olvidar a Frodo y Sam
dirigiéndose a Mordor guiados por Gollum hacia una trampa, o a Batman huyendo
porque “no era el héroe que la ciudad merecía sino la que necesitaba”?
Dos es exquisitez, tres son
multitud: El punto anterior, el de terminar una segunda parte de manera
trágica, se da principalmente porque las historias se piensan en trilogías (y
no $é por qué pueda pa$ar), y si en la película del medio se plasma toda la
tragedia, se espera que la tercera sea la que finalice con broche de oro, por
lo general feliz. El problema surge cuando las terceras partes, por lo general,
fallan de manera estruendosa. Esto ocurre porque, si la primera parte es la
novedad y la segunda una nueva mirada a ese universo, la tercera pierde fuerza
y buscando la sorpresa muchas veces se cae en el ridículo y el aburrimiento.
Casos abundan, pero podría
decir que los ositos cariñositos que derrotan al Imperio en El regreso del Jedi
son la cosa más ridícula y lamentable en el universo de la Guerra de las
Galaxias (con el perdón de Jar Jar Binks); ni que decir en Alien 3 en la cual
ni siquiera todo el talento de David Fincher es capaz de salvar a Ripley y sus
aliens de una cinta soporífera después de una segunda parte llena de acción y
emoción, eso sin contar con el despropósito que es Superman3, X-Men 3 u otras por el estilo.
Otras terceras partes tienen
una factura impecable, pero no llegan a la calidad de sus antecesoras porque el
director quiere hacer una película más personal, menos centrada en el personaje
como tal y más en él, sin que eso sea algo negativo. Dentro de esa categoría podríamos
incluir a El Padrino 3 y El Caballero
Oscura Asciende, la última de Batman.
Me dirán que así como hay
segundas partes buenas hay otras que son pésimamente filmadas, ejecutadas,
dirigidas y actuadas. No diré que no, pero preferiría que esta discusión se
resolviera en un cuarto oscuro mientras vemos una maratón de segundas partes.
¿Están listos?
Artículo publicado originalmente por la revista argentina digital Piso 13: http://www.pisotrece.com.ar/index.php/cine/373-el-encanto-de-dos
Artículo publicado originalmente por la revista argentina digital Piso 13: http://www.pisotrece.com.ar/index.php/cine/373-el-encanto-de-dos
Muy bueno, Tulio. Excelente defensa de tu punto de vista.
ResponderEliminarCoincido bastante con el mismo.
Un abrazo...