lunes, 12 de mayo de 2014

31



Desde la cima de mis 31 años reflexiono sobre mi vida. Lo que he hecho, lo que no he hecho, lo que he deseado y no he podido cumplir, mis logros y mis fallas, las sonrisas que he logrado en aquellos a quienes he querido y sus lágrimas.

Contemplar el horizonte desde la ventana de mi apartamento es uno de mis mayores placeres: Desde él se ve el cielo, despejado, nublado, con gotas de agua estrellándose contra la ventana o lleno de estrellas. En ocasiones prendo un cigarrillo y me quedo en silencio reflexionando sobre lo que ha sido mi vida, de si lo estoy haciendo bien,  si he podido o podré ayudar o salvar a quienes se han ganado un lugar en mi corazón.

En ocasiones siento que fallo inevitable. Que no importa lo que haga, mis esfuerzos son infructuosos, que quizá no soy tan fuerte, tan rico o tan decidido como quisiera, que busco ayudar a quienes me rodean pero ni siquiera he sido capaz de hacerlo conmigo. Que quizá mi carrera de escritor no logre despegar jamás y mis letras mueran en un viejo cajón y no logren llegar a nadie más que a mí.

En otras siento que voy por buen camino. Que he provocado risas, alegría y paz en mi gente. Un agradecimiento, un beso, un abrazo, una buena conversación, una noche de cervezas, el tacto de la mano de quien aprecio se convierte en un motor para continuar la senda. Me dedico a lo que me apasiona y las letras, mis historias, es la razón por la cual no rendirme, así el camino que haya escogido sea difícil de recorrer no estoy dispuesto a darme por vencido jamás.

Esas noches, con el silencio como compañía y la luz de la luna como guía, siento que la vida es muy corta y que nunca sabemos en qué momento terminará. Pienso que soy infinitamente afortunado por las personas que están a mi lado, por aquellas que me acompañan virtualmente y por las que se fueron pero tienen un lugar privilegiado en mis pensamientos y en mi corazón y es gracias a todas ellas que cada día crezco más como persona y le dan una razón importante a mi existencia.

Muchas veces no agradecemos esto. Dejamos que la vida y su cotidianidad nos hagan olvidar de quienes han estado ahí, dispuestos a ayudarnos, a darnos un consejo, una mano amiga para levantarnos en los momentos más difíciles, a esas que no creyeron en mí y se fueron pero cuya dura enseñanza perdura y ayuda a forjar el carácter. A todas ellas, a ustedes que me leen y están conmigo,  infinitas, gracias por ser quienes son por estar ahí, por compartir este trayecto a veces triste, a veces feliz, pero siempre emocionante que es la vida.

No sé qué vaya a pasar en el futuro, es posible que todo se torne negro y no parezca haber una escapatoria o que me sienta tan feliz que crea no aguantar más de la felicidad, pero ambos estados serán transitorios. La vida es, como todos sabemos, una inmensa pero finita  montaña rusa donde todo pueda pasar, pero sé que cuento con ustedes así como cuentan conmigo y así es más agradable recorrer el camino.

Cumplo 31 años y siento que la vida ha valido la pena, que estoy vivo, siento y aún respiro. Estoy en la cima de mi vida y todo está aún por hacer. Si muero mañana no me arrepentiré de conocer a quien he conocido y hacer lo que he hecho, si aún me aguardan más cumpleaños, espero seguir siendo tan afortunado de seguir contando con uno y cada uno de ustedes a mi lado y trabajando de manera decidida por mis sueños.


De nuevo infinitas gracias.        

3 comentarios:

  1. No llegué a tiempo a felicitarte también en el blog, pero el texto merece un comentario aunque ya hayan pasado días.
    Para mí cumplir años también sirve como reflexión, como momento de hacer balance con objetivos cumplidos, cosas que quedan por hacer. Casi siempre el resultado es un poco triste, un poco "ya tengo X años y todavía así..." Pero por lo que veo el balance de tus 31 ha sido positivo, lleno de esperanza para el futuro y satisfacción por el pasado. ¿Qué puede haber mejor? Felicidades!

    ResponderEliminar