Las comas son como
sanguijuelas, condenadas y malditas, quienes con su pequeña cola lo único que
buscan es entorpecer el texto, hacerlo más lento y farragoso. Su uso puede
dictaminar el éxito o fracaso de un párrafo, eso por no hablar de un punto mal
ubicado, dos puntos que sobran o un
punto y coma que pueden ser o punto o coma pero no ambos y que puede alejarte
de tu objetivo final con una facilidad que es difícil de creer.
Finalmente, después de nueve
meses, he terminado de corregir mi novela. La dejé descansar, la imprimí y
empecé a releerla, día tras día, noche tras noche –a veces hasta la madrugada- en voz alta y con un lapicero negro al lado
que cumplía la labor de guillotina verbal, descabezando aquello que estuviera
de más.
Les confieso que es una labor horrible. Si
escribirla es exprimir el alma en busca de una historia y unos personajes que
valieran la pena, corregirla es tomar tu cerebro y exprimirlo hasta la última
gota en busca del más mínimo error, revisar con lupa que cada una de las frases
escritas tenga sentido (y para una persona tan instintiva como yo, que escribo
a toda carrera frases que muchas veces no recuerdo, es un verdadero suplicio) y
empezar a tachar. Eliminas con la eficiencia de un asesino profesional signos
de puntuación, frases y párrafos enteros que entorpecen tu narración; a veces,
lo haces con lágrimas en los ojos, pues sabes que esas líneas que quedaron –a tu
parecer- fantásticas no tienen cabida en el producto final y empiezas.
Quitas letras, signos de
puntuación, ideas, personajes, en la corrección te sientes tentado incluso a
corregir ciertas historias, pero te muerdes los nudillos porque sabes que no es
lo correcto, que la parte de la inspiración ya ha terminado y ahora sólo queda
desempeñar el rol de carnicero y terminar de desmembrar y volver a unir los
fragmentos de esa historia que escribiste con la ansiedad de un niño.
Y lees y relees y en algún
momento sientes que es la peor bazofia que nadie pudo haber escrito jamás, que
ninguno de los grandes escritores que admiraste habría escrito algo tan
mediocre ni siquiera en sus peores años y nunca te sientes tan tentado de tirar
ese manuscrito a la cesta de la basura como en ese momento, porque ¿quién en su sano juicio leería una historia
como esa hasta el final? Y miras esas pobres páginas rayadas, simple reflejo de
un escritor, de sus sentimientos, su soledad y sus demonios y una voz te dice
que a pesar de todo, los miedos, el temor de no lograr que nadie se emocione
ante lo que hiciste, las letras olvidadas, se debe seguir, solamente por
terquedad, con la testarudez de un toro de lidia, porque pase lo que pase,
terminaste la historia y es la tuya.
Terminé Rabia y a pesar que en muchas ocasiones llegué a odiar mi creación,
quise quemarla y más de una vez me pregunté cómo pude gastar dos años de mi vida
dedicado a este proyecto, proseguí porque no tenía otra alternativa. ¿Es una
mala o buena historia, está bien o mal
escrita? No lo sé, en este momento no importa verdaderamente, lo relevante es
que, a pesar de todo, la acabé y siento que me quitaran un peso gigante de encima,
la catarsis está hecha y la novela es ahora simplemente un fantasma incapaz de
asustar a nadie, pero debía terminarla, darle ese punto final que me permitiera
seguir con mi vida y ponerme a la caza de nuevas historias por escribir. Y les
garantizo que hay muchas que espero poder plasmarlas en un papel.
Ahora solamente queda el
seguir escribiendo y el largo peregrinar de esta novela finalizada por
editoriales y concursos, quizá algún día valga la pena, quizá algún día sea
leída y publicada…….
Lo mejor de todo, mi querido escritor, es que estoy absolutamente convencida de que valió la pena. Es sólo el principio, se vienen más miedos, más fantasmas, más historias, más infiernos. Y yo, seguiré deleitándome en la soledad de mi alfeizar, con tus letras, hasta mi último aliento.
ResponderEliminarEs un trabajo dificil el de corregir un texto, más si uno mismo lo escribió por que se empiezan a ver miles de cosas que arreglar, quitar pero al final queda la satisfacción del trabajo hecho
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