Vivimos un
momento histórico. Ayer, 24 de agosto de 2016, se firmó un acuerdo de paz entre
el gobierno y las FARC, la guerrilla más antigua del mundo. Un acuerdo
que se da cincuenta años después de guerra, muertos, terror, campos asolados
por la muerte, de miles de muertos, secuestrados, mutilados y violados. Un
apretón de manos que nos invita al perdón, a un país más justo, a un futuro
mejor a las generaciones por venir.
Desde luego el
nombre que le han dado los medios es bastante ambicioso, se grita a los cuatro
vientos que esta es la firma de la paz, cuando en realidad no la es, pues los
factores que crearon a esta guerrilla, la corrupción, la desigualdad, la
injusticia siguen presentes creando semillas que en caso de no ser atendidas de
manera urgente de cara al futuro podrán dar paso a una nueva guerra.
Pienso sin
embargo, que este acuerdo es un paso gigante en la construcción de un verdadero
país, a una nueva mentalidad, aquella donde se vea la inclusión, donde se
reconozca al otro, donde se acepten de parte y parte errores del pasado y se
cree una nueva consciencia de cara al futuro que rompa con el ciclo de
violencia y venganzas inmediatas que han sumido al país en el atraso tanto
mental como físico.
Ahora es el
turno de la sociedad de refrendar este acuerdo. El próximo 2 de octubre el país
deberá decidir si acepta esta decisión o si por el contrario decide seguir en
una guerra sempiterna que no lleva a nada más que la destrucción y el caos.
Nunca antes el país había tenido una decisión tan importante en sus manos,
nunca había tenido tal poder de ser el arquitecto de su futuro y de lo que
decida marcará la hoja de ruta de lo que vendrá a ser este siglo XXI que apenas
comienza.
Y no es fácil
desde luego. Mientras veía el anuncio en vivo por internet pude observar en
simultánea los comentarios que las personas escribían sobre el tema. Veía
frases llenas de odio, de miedo, de terror, de sentirse engañados por Santos a
quien acusan de entregarle el país a la guerrilla y de frases tan
ignorantes como decir que vamos camino hacia Venezuela, o que el país se
volverá comunista (¿De verdad alguien puede ser tan ingenuo de creer que un
hombre proveniente de la oligarquía como Santos es comunista?)
Esta situación
ha sido aprovechada por la extrema derecha, aquella que provocó La Violencia a
principios y mediados del siglo XX, la que le tiene pavor a la homosexualidad,
o que la mujer decida en temas tan importantes como la concepción, para
infundir el terror y lo que es peor el terror a través de la ignorancia.
Que a todos
los guerrilleros se les dará un sueldo mensual de un millón ochocientos
mil pesos, que habrá total impunidad, que el país ahora les pertenece a las
FARC, son algunas de las falacias que se sueltan de manera irresponsable, sobre
hechos sin comprobar, verdades a medias y cuyo fin consiste únicamente en
sembrar la discordia en alentar el miedo para que así el negocio de la guerra
siga campante.
Empeorándolo todo,
estas mentiras encuentran eco en un país que no le gusta informarse, que
prefiere el chisme a los hechos, que vota no a favor de un ideal sino en contra
de una persona. He hablado con más de una persona que no sabe qué fue lo que se
firmó en La Habana pero piensa votar negativamente el plebiscito porque a Uribe
no le parece (repitiendo como loro de piratas sus mil y un embustes) o porque
no soporta a Santos. Incluso muchos gremios, como el de los taxistas han
anunciado no apoyarlo si el gobierno no los apoya en sus demandas contra Uber.
Uno de los
problemas más graves de Colombia es que la gente no es capaz de pensar a largo
plazo, de no ver más allá de sus narices. Lo que se ha logrado en La Habana es
algo que sobrepasa a Juan Manuel Santos, a este gobierno y todos sus
desaciertos (que no son pocos). Persistir en la guerra, aquella que no se pudo
acabar en más de cincuenta años no es sólo pecar por omisión sino ser cómplices
de algo horrible.
Es muy fácil
pontificar sobre los hechos y estar contra el acuerdo desde la comodidad del
sofá de la casa, porque esta guerra ha alimentado los suelos con la
sangre de campesinos pobres de bando y bando; es fácil decir que vayan ellos,
los miserables, a la guerra porque la misma gente que vocifera a favor que el
conflicto se alargue nunca ha empuñado un fusil o mandaría a sus hijos a la
guerra, porque esta misma gente que se proclama Uribista se hace la de la vista
gorda al ver que su líder no fue capaz de acabar con la guerrilla durante su
mandato y para no hacer evidente su fracaso fue capaz de asesinar a sus ciudadanos más pobres
y hacerlos pasar como guerrilleros en los tristemente falsos positivos.
Los
acuerdos están sobre la mesa y cualquier persona puede leerlos. No se está
engañando a nadie con ellos. Quienes exigen la cabeza de los jefes guerrilleros
olvidan que se está pactando un acuerdo y no una victoria militar y en estos
ambos bandos deben ceder, que organismos internacionales estarán velando por el
cumplimiento de los mismos acuerdos y que tal como lo dijo Isaac Rabin, “la paz
se firma con los enemigos” y nunca ninguno de los lados estará plenamente
satisfecho y eso en parte es la construcción y la búsqueda de la paz.
Colombia tiene
una cita con la historia el próximo 2 de octubre. El deber moral que tienen los
habitantes de este país es el de mínimamente haber leído los acuerdos para
saber de qué se tratan. En nuestras manos está la decisión de buscar un mejor
mañana, un nuevo comienzo como nación o seguir sumidos en un conflicto que sólo
dejará una estela de sangre y fuego. Espero que la decisión que se tome sea
algo que nos enorgullezca contarles a las generaciones por venir.
¡Infórmense! Antes de votar lean los acuerdos aquí:
https://www.mesadeconversaciones.com.co/
¡Infórmense! Antes de votar lean los acuerdos aquí:
https://www.mesadeconversaciones.com.co/
Tremendo análisis, mi amigo. La tenés clara con este tema.
ResponderEliminarEspero que el pueblo sea inteligente y vote por lo que más le conviene a nuestro país.
Un abrazo!
Un pacto es necesario por el bien del país, enquistado en una dinámica autodestructiva que no conviene a nadie, ni siquiera a los que se han enriquecido con ella.
ResponderEliminarPero un pacto implica una cesión por ambas partes para poder llegar a acuerdos que puedan satisfacer a la población, que es la receptora y sufridora de toda esta larga y negativa situación.
Lo que no puede ser es pretender volver a la situación de partida como si no hubiera pasado nada.
Un saludo y suerte.
Me gusto la reflexion (y)
ResponderEliminarMe gusto la reflexion (y)
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