Recuerdo
cuando llegaste a nuestras vidas hace un poco más de una década. En ese
entonces eras una pequeña bola de pelos, que apenas sabía andar, tragona, meona
y ladrona, cosas que con el paso del tiempo no mermaron sino que se acentuaron.
Pero de igual manera siempre fuiste de una alegría, fidelidad y ternura que
conquistaron a todas las personas que te conocieron.
¿Sabes? Estaba
pensando en un profesor que tuve en el colegio. Él decía que las mascotas eran
incapaces de querer, que sólo estaban condicionadas por la instinto de la necesidad y que
veían a sus dueños solamente como proveedores y de allí su supuesto cariño .
En ese tiempo, hace veinte años, pensaba que el tipo era un idiota, hoy después
de conocerte he cambiado mi opinión: Creo que es un GRAN idiota.
Una
mascota es más que un animal o una pertenencia, quienes hemos tenido el
placer de disfrutar de su cariño y amor sabemos que ustedes son nuestros
amigos, miembros de nuestra familia y nuestros protectores. Los más desinteresados, los más fieles y
tiernos. Tú, querido Gruñón, eres la mayor prueba de ello.
Tus primeros dos
años maravillosos y nos quisimos muchísimo. Salíamos a todas partes juntos,
incluso en aquellos lugares donde al principio no te querían ni aceptaban
y donde a punta de ladridos, ojos de perro degollado y movimiento de cola
lograbas ser aceptado. Tanto mis amigos como los de mi papá sabían que donde
íbamos nosotros teníamos que estar tú, pues eras algo así como el rey de la
casa. En ese tiempo, fuimos compañeros de trotes, de juegos, paseábamos por
horas y muchas veces, en los momentos más tristes y difíciles estabas presente: Sin un ladrido te acercabas con lentitud y me lamías la mano o simplemente te
echabas al lado para que pudiera acariciarte y saber que al final todo se arreglaría.
Y de repente,
de manera rápida e imprevista todo cambió, me tocó dejarte e irme a una ciudad
extraña. Pensé que ibas a cambiar conmigo por la distancia pero allí fue cuando
comprendí el error del profesor aquel, tu cariño no cambió al contrario creció
a límites insospechados. Eras el primero en darse cuenta que volvía a casa,
empezabas a ladrar incluso cuando estaba a metros de distancia y no había
entrado al apartamento, corrías a saludarme, movías tu cola como una batidora
y no me dejabas en paz hasta que te consentía un buen rato, de igual forma
dejabas tanto a mi papá como a mi mamá para ir a dormir a mi lado sin
despegarte de mí un solo instante.
Pero más allá
de todo el amor y lealtad que demostraste hacia mí hay algo por lo que te estoy
infinitamente agradecido. Estuviste con mi papá en sus últimos momentos, cuando
se sintió más solitario y necesitaba de una presencia, fuiste su compañero
hasta el final y me parte el corazón al recordar lo triste y enfermo que te
pusiste cuando murió. Después de eso estuviste con mi mamá y la hiciste muy
feliz todo el tiempo, ella disfrutaba de tus diabluras, te consintió y quiso
mucho, tú le dabas a cambio su amor, la acompañabas a caminar y la velabas
cuando estaba más enferma. El último mes ella no pudo tenerte más y te fuiste
con la empleada y aún allí hiciste feliz a una niña con discapacidad con tu
maravillosa manera de ser.
Debo reconocer
que las últimas veces que te vi ya te veía un poco viejo, cansado. Te quedaba
un poco de energía pero ésta cada vez menguaba más y más . Al final, cuando
salíamos a trotar, tú me veías correr mientras disfrutabas acostada del pasto y
el sol caleño. En el fondo sabía que no durarías para siempre pero uno nunca se
prepara para la partida de un gran amigo como tú.
Hablemos ahora
de tu muerte. Fuiste tan único y tan épico que incluso te reservaste una tan
maravillosa que envidiaría más de un poeta maldito. Me contaron –y que pena
ventilar esto por acá- que el paro cardíaco que te dió, ocurrió mientras estabas
tirándote una perrita (Ay Gruñón, viejo verde, no caíste en cuenta que ciertas
cosas a tu edad ya no se podían hacer) y que en lugar de venirte te nos
fuiste. Eres tan especial que incluso para hablar del momento en que partiste
lo haremos con una sonrisa en los labios.
Es en este
tipo de momentos que me gustaría creer en un más allá para tener la certeza de
verte de nuevo. Si así fuera estoy seguro que serías el primero que darte
cuenta de mi llegada, correrías primero que el resto de mis muertos para darme
el recibimiento que nuestro encuentro merecería.
Si ves por ahí
al viejo, a mi abuela, mi nana o Camilo no dejes de darles un ladrido afectuoso
de mi parte.
Te quiero
mucho mi Gruñón, gracias por esta década –y un poco más- tan espectacular a tu
lado. Y no me olvides porque yo nunca lo haré contigo.
Con amor,
TuLio:.
Pd: Nata y
mamá te mandan saludos, ¡Paciente Gruñón!..........
Se hacen querer :)
ResponderEliminarUn saludo!
Son parte de la familia y duele demasiado verlos partir 💔 pero esta singular manera de irse de Gruñón demuestra el gran personaje que fue.
ResponderEliminarQue bonita carta para un gran amigo, lo extrañaremos muchisimo todos!!!
ResponderEliminarGrandísimo el pequeño Gruñón, ¡Qué entre risas y juegos descanse!
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