martes, 19 de marzo de 2019

La pluma rota


Puede que lo hayan notado o no, pero desde hace algunas semanas he vuelto a escribir con cierta constancia en este blog luego de haberlo casi abandonado el año pasado. Escribo los lunes por la noche y lo pongo en redes los martes por la mañana por si alguien quiere leerme.

No ha sido fácil, desde hace algún tiempo ando con lo que yo llamó el síndrome de  ‘la pluma rota’ que consiste básicamente en sentir que no hay nada más por escribir, por contar, es sentir, incluso, pereza de escribir. Toda mi vida, desde pequeño, sentí el llamado de las letras, primero leyéndolas y sumergiéndome en otros mundos y luego queriendo ser yo el que creara universos desde mi teclado. Todo eso desaparece cuando la pluma está rota, los pensamientos de que todo no es más que una pérdida de tiempo aumentan, sentir que nadie lee lo que escribo o que  lo que escribo es aburrido y que quizá nunca seré tan bueno como los escritores que tanto admiro se vuelven recurrentes. Es pensar para mí que quizá no hay nada más para mí en este mundo.

No he dejado del todo la escritura. Escribo cuentos ocasionales para mis amigos del Parche Lector (un grupo de locos que se reúnen una vez al mes  para escribir y compartir sus escritos) y los microcuentos de los jueves que es, donde ahora,  encuentro mayor placer a la hora de escribir quizá  porque su extensión es corta o porque en esos momento siento una desconexión del universo y solo está en mi mente el escribir una  nueva historia cada semana.

Pero aparte de eso ¿hay algo más? Escribo estos artículos porque en parte siento la obligación de no dejarme oxidar, como un atleta retirado que no deja de entrenar porque de cierta forma el ejercicio hace parte de sí y lo hace sentir vivo. ¿Pasa lo mismo con la escritura para mí? ¿Soy un escritor? He leído muchas veces que los escritores necesitan escribir como un pez necesita el agua, pero yo muchas veces lo he dejado, en ocasiones por periodos muy largos de tiempo y siento que no lo he necesitado, pero al final de una u otra forma siempre termino volviendo al refugio de tinta.

Quizá la decepción venga en parte al comprender que nunca podré vivir de la escritura. O de que con los años comprendes que la escritura no te sirve para evitar la muerte de tus seres amados o para evitar la soledad o la tristeza. Quizá a veces sienta que solo escribo letras y palabras sin sentido, plasmando fragmentos de mi alma  en una hoja virtual que quizá nadie puede comprender realmente.

Pero al final todo se reduce al acto de escribir. De tamborilear tus dedos sobre el teclado: Nunca me siento más libre, más en paz conmigo mismo que cuando lo hago, todo a mi alrededor se desvanece y nunca soy más yo que cuando escribo. En mi vida cotidiana a veces tiendo a ser un poco payaso en un papel que a veces siento no puedo dejar de ejercer, escribir soy yo al desnudo, con mis luces y sombras. Quien de verdad quiera conocerme tiene que leerme porque es quizá allí –aquí- donde reside mi verdadera esencia.

Así que sí trataré de seguirlo haciendo. Asi no sea un escritor,  así muchas veces sienta que todo está dicho, que la pluma está rota más allá de toda posibilidad de arreglarse, que no vale la pena. Seguiré haciéndolo porque este mundo de las letras es quien soy, mi esencia, mi casa.

Nos vemos el otro martes.




1 comentario:

  1. Una vez te ha tocado la varita mágica, ya no puedes dejar de hacerlo, a pesar de etapas menos creativas o simplemente inapetentes.
    Saludos.

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